Andy y yo: 8. Imposible enumerar más veces
( Relatos Gay )
Tono, desde que sus niños van creciendo, suele venir a casa para pasar días de descanso, sobre todo en verano que a sus niños, nuestros sobrinos, les gusta venir a nuestra casa que tenemos junto a la playa. No podemos negar este gusto a los sobrinos. En la playa Tono ni se molesta por sus hijos que «para eso tienen tíos», dice repetitivamente Tono.
Andy y yo lo pasamos chiripa con los niños. Sobre todo en verano, yo lo paso mejor porque tengo con quien distraerme y jugamos. Y es que Tono y su mujer follan bien y aciertan, porque vienen a pares y salen como a niño por año, y a nosotros solo nos dejan los cuatro mayores. Dos gemelos fueron los primeros, uno fue el tercero, dos mellizos niño y niña los siguientes. La niña se queda con su madre, pero igual este año se viene con nosotros porque ya da guerra y su madre tiene cuatro. Esmeria, la mujer de Tono, cuando le pregunto por qué tienen tantos niños le da la culpa a Tono, dice: «Ya estoy preñada y el sigue follando, no se cansa, y claro debe dejarme doblemente preñada y me han salido ya tres parejas». luego se ríe. Tono tiene un buen empleo y gana bastante, pero Andy, que es todo corazón y sus negocios le van muy bien, con frecuencia les ingresa dinero a su cuenta y no viven con excesivas estrecheces.
Mis padres ahora viven con nosotros, con Andy que lleva sus negocios y conmigo que estoy acabando mi graduación. La enfermedad de mi madre le impidió atender a mi padre. Está con nosotros y mi padre se siente arrepentido de habernos amenazado con enviarnos fuera de casa, porque “ahora sois vosotros los que me soportáis”, dice con demasiada frecuencia.
— ¿Sabes por qué te soportamos?, —pregunta Andy.
— No se me ocurre.
— Porque tuviste una chispa de comprensión y te arrepentiste de lo que habías determinado. Ahora seríamos unos putos miserables y somos unos honorables profesionales.
No podemos decirle muchas veces esto porque cuando él mismo lo refiere siempre lo hace con lágrimas en los ojos. Es que nunca sabemos lo que nos puede deparar la vida.
Mi madre ya no cuenta por su Alzheimer, es como una cosa, la tratamos con cariño, pero sin respuesta, no se entera, pero le damos nuestro cuidado. Una mujer viene a estar con ella y arregla la casa; mi padre está en casa, cuida del teléfono, ve la televisión, come, bebe, duerme y pasea por la terraza. A mi madre ya no necesitamos decirle nada, es como una pared, mira y no conoce, no ríe, no llora, no sé si siente. Nosotros lo sentimos, no queremos llevarla a una residencia, aunque sabemos que la atenderían mejor, pero quitarnos a nuestra madre y a la esposa de mi padre, sería quitar media vida a mi padre. Mi padre se ha convertido en nuestro ayudante, avisos, recados, encargos, etc. Andy y yo tenemos mucho que hacer. Hay día que no nos veríamos si no nos hubiéramos jurado despertarnos a la vez para vernos y hablar antes de dormir. Entonces aprovechamos para un revolcón. La idea es que nuestro trabajo no impida nuestro amor, ni dejaremos que se agote por desidia. Esta es la razón por la que hay cosas que exigimos, otras que nos exigimos.
El asunto es que Andy y yo hemos tomado por costumbre dejar el domingo para nosotros y descansar. Hemos llegado al punto siguiente: días de vacación para la mujer el sábado y domingo. Cuidamos de mamá en sábado y domingo lo dejamos todo preparado a mi padre y lo hace; tiene un móvil siempre encima para llamarnos a cada hora. Pasados 10 minutos llamamos nosotros. Suficiente para que descansemos Andy y yo y podamos dar una vuelta o entretenernos un rato, a las tres estamos en casa. Pensamos que hemos de contratar una mujer que nos haga el fin de semana para que un día salgamos con mi padre y se distraiga un poco.
Hoy hemos hecho una de las nuestras, ya nos hacía falta. Estamos tan ocupados que nos pilla la noche y cumplimos de compromiso, cansados y para que no decaiga, menos mal que existe el sábado en el que entre discoteca y levantarnos tarde en domingo podemos hacer algo decente. Hoy ha sido en la tarde, la hemos echado a perder solo porque ya nos teníamos ganas. Y es que a mí, solo de ver a mi hermano mayor chuparme la polla me encanta y como lo hizo fue verdaderamente genial. Con saber que podemos hacer este tipo de cosas juntos es increíble, majestuoso y sumamente divertido, además de halagüeño. Es muy bueno y Andy se asegura de que yo disfrute mientras nos turnábamos.
— ¡Maldita sea!, ¡tu puta boca se siente de cojones, joder! Muévete y te chuparé la tuya al mismo tiempo, —le dije.
Se desplazó y yo agarré su polla y eché la cabeza hacia atrás para poder meterla en mi boca. Podía saborear el pre-cum salado mientras lo chupaba, jugaba con sus pelotas mientras ambos nos excitábamos mutuamente. Saqué de mi boca la polla de mi hermano.
— Amigo, me voy a correr, —le advertí.
Estaba muy excitado.
— Hazlo, Cali, quiero tragar tu semen. Me encanta tu sustancia, hermanito.
— ¡Mierda!
Estaba caliente como un puto de la calle y fue sincero y muy honesto conmigo.
— Aquí tienes, hermano mayor, —dije mientras empezaba a correrme, reventando en su boca.
— Mmmm, —gimió mientras me tragaba.
Agarré su polla y me la volví a meter en la boca, me gustaba chuparla mientras me corría en la suya. No me lo esperaba pero él también empezó a correrse, me estaba llenando la boca con su salada carga de semen mientras apuraba cada gota que podía succionando la mía.
—¡Joder, qué bien sabes hombrecito!, —dijo besándome por todo el cuerpo.
— ¿Sabes que me gustaría?, —pregunté a Andy.
— No, no sé; pero de ti me espero cualquier cosa. Estoy dispuesto a escucharte, ¿a escucharte, digo? No solo escucharte, sino hacer lo que quieras, así que desembucha, —respondió.
Como su respuesta ya era al menos el cincuenta por ciento conseguido mi deseo, me animé a convencerle en el otro cincuenta por ciento.
— Desearía que encontráramos uno que estuviera dispuesto a compartir con nosotros…
— ¿Ya no me quieres?
— No es eso, Andy, a lo que me refiero es que probemos de ampliar el espectro de nuestras relaciones para no caer en la rutina diaria.
— Bueno, siendo así, sabes que tengo amigos con los que antes tenía sexo, y desde que nos gustamos los dos, me llaman, me preguntan por qué los he abandonado, quizá alguno de ellos consentiría.
— Venga, pues, consigue que venga uno de ellos.
— Ismael no, ese solo quiere follar, no gusta mamadas ni de que le abran el culo.
— No lo subestimes por eso, igual nos vale para más adelante.
— Pero Iker sí, a ese le encantaría que le metiéramos las dos pollas en su culo.
— Queda con él y pasamos un rato agradable.
— Se lo digo pero, si dice que sí, no te arrepientas luego. Mientras tanto, quiero que tomes nota de esto, mañana, al acabar tu clase, yo estaré entrenando, no te vengas de inmediato a casa, espérame en el lugar donde vienes a ver nuestro fútbol y miras el entrenamiento hasta que yo te diga.
— ¿Ya has hablado de que yo…?
— Tú ven, observa y estate atento a mis indicaciones.
Eso hice, estaba ansioso porque yo iba a los partidos, pero nunca a los entrenamientos para no parecer molesto, pero tenía ganas de estar allí. Me gusta ver las piernas de los compañeros de mi hermano y otras libertades que él me cuenta que hacen. Eso me intrigaba. No podía faltar a la cita, aunque no me entusiasme mayormente el fútbol, quizá sea por la delgadez de mi cuerpo, soy un twink extremo, pero mi hermano quiere que vaya para que vean mis posibilidades para entrenar con su entrenador del equipo universitario, el señor Meneses, del cual solo sé el nombre pues lo he visto en los partidos de lejos, desde la grada. Por esa razón, me he puesto contento de esta invitación tan especial para mí. Me esperé muy atento en la primera grada del estadio universitario y cuando acabaron y se fue a duchar, tardó un poco y me dio la señal para irnos a casa.
Al salir del vestuario, Andy, con el balón de fútbol entre manos, me lo lanzó y me dijo:
— Sígueme.
Capturé el balón al vuelo y corrí para ponerme a su lado. Caminamos por un callejón, dejando atrás algunas casas y entramos a un patio interior. Había una puerta semi abierta que conducía a un sótano en uso. Andy simplemente entró como si lo hubiera hecho miles de veces antes. Lo seguí tímidamente, cerrando la puerta detrás de mí. Era un sótano típico de ese vecindario. En el sótano había una barra y un sofá, un par de sillas, algunos equipos de levantamiento de pesas, un espejo de cuerpo entero, algunos carteles de jugadores de fútbol famosos, un par de tubos fluorescentes LED, alfombras marrones y una especie de paneles de madera feos en el paredes. Escuché una puerta abrirse y cerrarse encima de mí, y el sonido de alguien bajando las escaleras. Era el hombre del callejón, el señor Meneses.
El señor Meneses era el entrenador de fútbol del equipo universitario y profesor de historia en nuestra facultad. No me había fijado nunca en él, porque aun no era mi profesor y en los entrenamientos estaba lejos o de espaldas y a mí me interesaba ver a Andy. Es un hombre poco más joven que mi papá. Es guapo, de aspecto atlético, no súper musculoso o lo que sea y esbelto. Se notaba que hacía ejercicio físico a diario. Su cuerpo era entonces típico de un jugador de fútbol. Su pelo es castaño oscuro y muy corto.
— Oye, Andy, —dijo el señor Meneses por decir algo.
Luego, mirándome de la cabeza a los pies, dijo:
— Hola, campeón. Oí decir que deseas ser jugador de fútbol como tu hermano Andy. ¿Sabes una cosa…? Andy es nuestro mejor jugador. Creo que con un poco de práctica y paciencia, algún día llegarás a ser tan bueno como él. —Se volvió hacia Andy— Andy, dile cuál es la parte más importante para pertenecer al equipo universitario.
Andy respondió:
— Tienes que ser un jugador de equipo, no individual.
— Así es, —dijo Meneses—, es absolutamente necesario ser un jugador de equipo.
Sin perder el ritmo, Meneses le dijo a Andy que demostrara el tipo de trabajo que se necesita para estar en su equipo. Andy se dejó caer y comenzó a hacer flexiones. El señor Meneses estaba mirando a Andy, luego se volvió hacia mí y me dijo:
— No te quedes ahí parado, tú también.
Yo era conocedor de mi extremada delgadez y mucho más joven que los demás jugadores del equipo o eso me parecía, pero como estaba ansioso por complacer a Andy y nada avergonzado de ser como soy, delgado y alto, aproveché la invitación del señor Meneses que parecía interesarse por mí. Luché para hacer algunas flexiones. El señor Meneses me miró con una expresión de desconcierto en su rostro. Nos ordenó a Andy y a mí que nos levantáramos.
— Andy, quítate la camisa, enséñale a este chico cómo va a tener que verse su cuerpo si va a formar parte de mi equipo.
Andy inmediatamente se quitó la camisa. Ni siquiera había sudado, pero su pecho palpitaba un poco, tal vez era la anticipación de lo que sabía que iba a suceder, y me comí a Andy con los ojos como me pasa siempre cuando lo veo con el pecho descubierto, porque para mi Andy era un ídolo olímpico. El señor Meneses me dijo:
— Quítate la camisa y comparemos.
Tímidamente me quité la camisa y me puse de pie junto a Andy. Mi cuerpo pálido y escuálido contrastaba con el pecho suavemente tonificado y los brazos bien definidos de Andy. Tenía finos mechones de pelo bajo los brazos. Andy no era un aficionado, solo estaba tonificado, pero pude ver que había músculos debajo de su piel ligeramente bronceada, siempre lo veía, me gustaba, pero nunca caí en la cuenta en estos detalles hasta este momento. Yo era, como decía mi madre, puro piel y huesos. El señor Meneses tocó los bíceps de Andy, luego tocó el mío; tocó los dos hombros de Andy, luego tocó los míos; pasó un dedo por el pecho de Andy hasta justo debajo de su ombligo, justo por encima de la parte superior de los pantalones cortos de Andy. Él hizo lo mismo conmigo.
— Me gusta lo que veo, tienes potencial, —dijo el señor Meneses—. Andy no nació con esos brazos y ese pecho, o esos abdominales. Trabajó para ello. Creo que puedes conseguir lo que él tiene, si te esfuerzas. ¿No es así, Andy?
Andy respondió con un rápido:
— Sí, entrenador.
— Andy, muéstrale a tu hermano qué más tienes: el fútbol es un juego de piernas, ya sabes. Suéltalas, hijo.
Me quedé sorprendido, asombrado y congelado por el miedo y la expectación: ¿acaba el señor Meneses de decirle a Andy que se quitara los pantalones cortos? Se me hizo un nudo en la garganta y empecé a sentir que mi delgada polla empezaba a crisparse de nuevo. La verdad es que siempre está crispada, poniéndose dura y luego blanda de nuevo, constantemente; era un trabajo a tiempo completo llevar la cuenta de las erecciones que iban y venían y volvían durante todo el día, y de las masturbaciones casi constantes, 3, 4, 5 veces al día o más, antes en el colegio y ahora en la facultad, en casa, en el baño de los restaurantes, detrás de los arbustos del parque, en la parte trasera de la furgoneta de mi madre... ¡es agotador tener mi edad! A Andy se le cayó el calzón de futbol y también la ropa interior. Andy estaba de pie, completamente desnudo, en toda su gloria juvenil. El señor Meneses comenzó su inspección. Puso a Andy de lado e inspeccionó sus glúteos, sus muslos, apretando los músculos. Frotó sus manos por las piernas de Andy hasta los tobillos. Me miró:
— Bien, ahora tú también, hijo.
Estaba tan nervioso, tan preocupado de que él viera mi cuerpo tan escuálido, y mi polla completamente dura y rosada en lugar de parda como era la suya…, me temía que se reiría de mí.
— No seas tímido, hijo, aquí todos estamos en el mismo equipo.
Me bajé el short y los calzoncillos y me quedé de pie. Mi polla rosa sobresalía. El señor Meneses sonrió. Me inspeccionó como a Andy. Me apretó los muslos, me frotó el trasero y la parte posterior de los muslos, y me pasó las manos por las pantorrillas hasta los tobillos. Luego me dio una palmada en el culo.
— Bien, hijo, no está tan mal.
Luego, mirando mi furiosa erección, dijo:
— Andy, parece que tu hermanito está un poco excitado. Tal vez tengas que ocuparte de eso.
¿Realmente estaba escuchando lo que creía que había oído? ¿Es que mi hermano va contando nuestras cosas a todo el que se encuentra? En ese momento pude echar un vistazo a Andy. Lo miré fijo y dirigí mis ojos a su polla. Estaba durísimo, la cabeza de su polla —algo más grande que la mía— me pareció ahora gigantesca, parecía más dura que el acero y palpitaba. El señor Meneses se puso de rodillas, Andy a su izquierda y yo a su derecha. Manipuló las pelotas de Andy, que parecían ya de hombre mayor, como muy usadas, parecía que las estuviera sopesando, haciéndolas rodar en la palma de la mano. Andy tenía pelos de color marrón claro en la base de la polla, y pelos de color rubio oscuro en su saco de bolas, y una línea de pelo escaso que iba desde el espacio por encima de su polla hasta justo debajo de su ombligo. Yo la tenía bien afeitada, sólo unos pocos pelos rubios que ya estaban creciendo en la base de la polla y algún otro en las pelotas. El señor Meneses empezó a inspeccionar mis pelotas con su otra mano, como si las estuviera comparando con las de Andy.
— Bonito, simplemente perfecto; te estás desarrollando muy bien, hijo.
Luego tomó la polla de Andy con su mano izquierda. Agarró firmemente el tronco en la base y lo sostuvo con firmeza, luego lo acarició suavemente hasta la punta. Pasó lentamente un dedo por el orificio de la punta de la polla de Andy, donde empezó a gotear el pre-semen. El señor Meneses puso entonces su mano derecha alrededor de mi polla en la base del eje, y la acarició suavemente. No salía aun mi liquido preseminal por el extremo de la mía. El señor Meneses asintió con aprobación mientras acariciaba suavemente nuestras dos pollas al mismo tiempo.
Después de un rato, el señor Meneses se levantó y empezó a bajarse la cremallera de los pantalones. Su enorme polla salió a flote; era mucho más grande incluso que la de Andy. Estaba dura como una roca y palpitaba. Debía de tener al menos veinte centímetros de largo, y la cabeza era brillante y violácea y parecía enorme. Andy se puso de rodillas y empezó a lamer la polla del señor Meneses. Luego empezó a meterse en la boca todo lo que le cabía. Entonces empezó a mover su cabeza hacia adelante y hacia atrás, moviendo su boca a lo largo del eje de la enorme polla del señor Meneses. Andy manipuló las pelotas del señor Meneses mientras se la chupaba, y rodeó con sus brazos las caderas del señor Meneses aferrándose a sus apretadas nalgas. El señor Meneses inclinó la cabeza hacia atrás y emitió un largo suspiro. Andy continuó así durante unos minutos y, sin que nadie me lo pidiera, me tiré al suelo y empecé a hacer lo mismo con Andy. Recordé lo que Andy me había enseñado en nuestras ocasiones que ya eran muchas y empecé a lamer la polla de Andy antes de introducírmela cuanto pude en la boca. La chupé, sólo un poco, no tanto, y moví mi boca hacia arriba y hacia abajo a lo largo de su eje para demostrar al señor Meneses que yo también sabía hacer lo que le hacía Andy que se la chupaba al señor Meneses mientras yo se la chupaba a mi hermano. Estaba yo en mi salsa como en el paraíso. Nunca había estado tan excitado como en ese momento. El señor Meneses miró hacia abajo y pareció aprobar la iniciativa que yo estaba mostrando. Para recompensarme, empezó a jugar con mi polla mientras Andy seguía chupando la suya.
Estaba tan cerca del clímax que, desde la última noche con Andy, había empezado a notar que ya me salía abundante líquido preseminal porque ya me llegaba el clímax. También noté que mi líquido preseminal ahora era mas denso y menos aguado que antes, aunque muy transparente. Pero eso no me importaba tanto, porque no era semen; yo, estaba muy obsesionado con el semen, lo había buscado en Internet todo lo que podía, me gustaba verlo en los cuerpos sobre abdomen y cara. Me encantaba su sabor, de modo peculiar, me apasionaba el sabor del semen de Andy en mi boca, y me sigue gustando incluso el mío propio. Soy un desenfrenado y vehemente apasionado de la masturbación para recoger mi semen en la mano y comerlo con fruición; además, es una forma fácil de limpiarme de toda la masturbación que hago constantemente, si no tengo otra forma de eyacular mas amena. De todos modos, en ese momento estaba muy cerca de correrme, pero no quería que aquello terminara. Justo cuando pensaba que no iba a poder aguantar ni un segundo más, el señor Meneses dejó de acariciarme. Apartó a Andy de su polla y me dijo que me pusiera a cuatro patas. No estaba seguro de lo que iba a hacer, pero hice lo que me dijo. Podía oír al señor Meneses masturbando su polla, igual que lo oía gemir y respirar cada vez más fuerte. Levanté la vista y pude ver nuestro reflejo en un espejo de la pared opuesta. El señor Meneses estaba arrodillado sobre una rodilla, masturbándose furiosamente, apuntando la punta de su enorme polla justo encima de mi pequeño y fruncido culo. A veces podía sentir cómo lo rozaba. Podía ver a Andy de pie junto al señor Meneses, acariciando su polla, viendo cómo su entrenador se masturbaba la propia. En ese momento, sentí un destello de calor blanco cuando el señor Meneses reventó sus pelotas justo contra mi agujero. Noté cómo la lefa caliente salpicaba mi agujero, y luego recorría la raja de mi culo. Luego pude sentir cómo goteaba contra la parte posterior de mis pelotas. El señor Meneses soltó un fuerte gruñido mientras seguía acariciando su polla, el semen seguía salpicando mi agujero. Jadeaba. Estaba muy excitado. Ahora estaba completamente inclinado sobre mí, sentía su pecho rozando la parte superior de mi espalda y mis hombros. Notaba su aliento en mi cuello mientras jadeaba y exhalaba fuertemente al terminar de correrse. Sentía cómo golpeaba su polla aún dura contra mi agujerito, y me encantó el sonido que hizo al golpear mi tierna carne y al salpicar su refrescante lefa que había rociado por todo mi culo. El señor Meneses se levantó, todavía jadeando, todavía acariciando su polla, y Andy ocupó su lugar. Segundos después, sentía la carga caliente de Andy siendo rociada por todo mi culo, su semen caliente mezclándose con la lefa fría del señor Meneses. Andy dejó escapar un agitado suspiro y un último gemido.
— ¡Joder!, —dijo mientras los últimos chorros de semen rociaban mi culo. El semen de los dos se había mezclado y goteaba por mi raja, por mi entrepierna y por mis pelotas. Estaba muy excitado. Todavía estaba de rodillas y con las manos en el suelo, de modo que yo aún no me había tocado mi sonrosada polla, aunque la sentía muy próxima a explotar.
— Buen trabajo, campeón, —dijo el señor Meneses—, podría acabar contigo.
Con eso, rodé sobre mi espalda y entonces el señor Meneses comenzó a lamer el semen de mis bolas, y lamió a lo largo de la parte inferior de mi eje. Se metió toda mi polla en la boca y, con unos pocos movimientos de cabeza, me retorcí de éxtasis. Andy, mientras tanto, se acariciaba la polla con una mano, y con la otra me frotaba el pecho. Recogía pequeños grumos de semen de la punta de su polla con un dedo, y me lo daba. Un destello atómico de éxtasis corporal se apoderó de cada centímetro de mi cuerpo. Creo que me quedé ciego por un segundo. El señor Meneses apretó sus labios alrededor de la base de mi eje y chupó, me dejó bombear lo que parecían galones de mi semen en su garganta. Dejé escapar un gemido y mis dos piernas empezaron a temblar mientras me desplomaba en el suelo, brazos en cruz, piernas abiertas y la espalda y cabeza tocando suelo. Nunca antes había sentido un orgasmo tan potente: la sensación de la lefa de dos tíos enfriándose y endureciéndose en mi culo y mis pelotas, mi respiración acelerada, la visión de Andy y el señor Meneses acariciando sus pollas reblandecidas mientras mi sangre parecía hervir de placer mientras bombeaba la lefa en la garganta del entrenador de fútbol de mi propio hermano Andy. El señor Meneses acercó sus labios fruncidos a lo largo del eje de mi polla y chupó la cabeza —la tenía demasiado sensible, casi hasta me dolía— y me retorcí. Se tragó mi carga y me sonrió mientras se lamía los labios.
— Buen trabajo, hijo, —me dijo el señor Meneses, sonriendo.
Miró a Andy:
— La próxima vez, hijo, tendremos que enseñarle a tu hermanito en qué hemos estado trabajando tú y yo. ¿Crees que le gustará?
No estaba del todo seguro de lo que estaban hablando, pero algo me daba la sensación de que realmente me iba a encantar, fuera lo que fuera.
— Ah, claro que sí, solo tienes que mirarlo…, míralo, míralo y verás que está totalmente dispuesto, —dijo Andy, riendo ligeramente—. Pero tendremos que acostumbrarlo lentamente. No creo que sea capaz de aguantar a toda tu lechigada, —dijo mi hermano.
— Por eso pienso que tú te encargarás de su aprendizaje. Yo me limitaré a ver cómo le enseñas, exactamente igual que te enseñé a ti... al menos al principio, —dijo el señor Meneses, mostrando una sonrisa a Andy y guiñando un ojo al decir "al menos al principio".
El señor Meneses se levantó y me tiró una toalla:
— Iros, muchachos, tengo que asearme antes de que llegue mi esposa. Nos vemos la semana que viene, Andy. Asegúrate de ponerme al corriente de tus progresos con nuestro nuevo recluta.
Con eso, el señor Meneses desapareció por las escaleras. Andy y yo nos secamos y volvimos a casa, donde intenté pasar la cena sin mirar con nostalgia a Andy, anticipando lo que me tenía preparado para la próxima vez.
Y, por supuesto, tuve que meterme en el baño entre la cena y el postre para masturbarme. No podía aguantar hasta la noche.
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