Mi hermano Andy y yo: 1. Primer encuentro
( Relatos Gay )
Mi familia se compone de mis padres, una hermana llamada Sofía, que es la mayor, un hermano, Antonio, para nosotros Tono, que es tan macho que quería ser torero. Pero preparó su carrera con tan poca inteligencia que se le truncó. Mi hermano Andy —o Andrés como le llaman cuando leen su nombre en el Colegio—, tiene quince años cuando comienza esta historia, es muy listo y tiene una memoria de historiador. Yo me llamo Calixto, como mi abuelo, en casa me llaman siempre Cali, acababa de cumplir en el momento de esta historia los trece años.
La casa en la que vivíamos entonces era de dos plantas, abajo estaba la sala, la cocina espaciosa, el comedor y un baño. En la segunda planta estaban las habitaciones de dormir con baño. Mis padres tenían una que era muy amplia y al lado una alcoba en la que yo dormía de pequeño al igual que anteriormente hicieron mis dos hermanos, porque mi hermana nació en el pueblo de mi padre donde vivían. Cuando nos hacíamos como de seis años, mi madre nos sacaba de la alcoba para ponernos en una habitación. Mi hermana tenía la suya y las dos restantes estaban ocupadas por mis hermanos. Por eso me colocaron en la habitación de mi hermano Andy ya que él tenía una cama grande para dos personas.
Hasta los ocho o nueve años no me enteré de nada, solo sabía que jugábamos mucho y nos peleábamos en broma en la cama y que siempre me ganaba o me dejaba ganar porque notaba que cada vez me quería más. Y yo, eso de ser el menor y que todos me quisieran, flipaba, me gustaba mucho. Yo me dejaba hacer por mis hermanos todo lo que querían con tal de que me amaran. Mi hermana me llenaba de besos y me pellizcaba hasta dolerme, pero nunca me quejaba, era cariño. Mi hermano el mayor, Tono, era mas bruto: me echaba con toda su fuerza hacia arriba y me recogía casi en el suelo. Aunque mi madre le regañaba, a él le daba lo mismo porque yo me reía siempre, aunque a veces tenía buen susto, porque tiraba tan fuerte que algunas veces me desplazaba de su vertical y ya me veía en el suelo, pero el corría y me agarraba en sus brazos al vuelo.
Mi hermano Andy siempre fue dulce conmigo, pues ni en las peleas me hacía daño y siempre acababa con caricias, muchas caricias. Estábamos los dos muy unidos y hacíamos casi todo juntos, además nos parecíamos mucho, éramos delgados, piel muy blanca en invierno y rojo bronce —casi cobre— en verano por el sol. Nuestra ropa, confeccionada por mi madre, era casi igual y en verano íbamos por nuestra casa de la playa con un puro taparrabos, nos interesaba casi lo mismo en todo, nos gustaban los mismos juegos y lo que más llamaba la atención era que solo nosotros dos sacamos los ojos de mi madre a quien nos parecíamos en la cara, lisa, brillante, sin acné ni entonces ni después, el mismo color de pelo y estilo rizado que en mí se notaba mucho más porque lo llevaba siempre largo hasta los hombros, ambos teníamos los ojos azul claro, el pelo rubio arena. Lo que más nos gustaba y sigue gustándonos es el aire libre.
Un día estábamos en un parque —La Fontana era su nombre—, no lejos de casa pero a las afueras del pueblo. Ya no había nadie en el parque y seguíamos jugando.
Andy y yo estábamos revolcándonos sobre la hierba verde que había bajo los árboles. Cualquiera pensaría que estuviéramos peleando, pero era el juego que más nos gustaba, nos medíamos la fuerza. Rodando juntos por encima de la hierba llagamos a un lugar en el que había agua, nos mojamos y rodamos al revés regresando para huir del agua.
Nos quedamos tumbados uno encima del otro riéndonos porque nos habíamos empapado de agua, entonces ambos nos quedamos en silencio al sentir que nuestras pollas se tocaban a través de nuestros pantalones cortos de senderismo, Andy me besó rápidamente en los labios, un rápido pero tierno picoteo, debería haberse sentido raro pero no fue así, me gustó, lo sentí bien y me sentó mejor.
Cuando nos pusimos de pie y nos quitamos el barro y la hierba de encima, no hablábamos sino que guardábamos un secuaz y malicioso silencio, sólo compartimos miradas incómodas, Andy me quitó el barro de la camiseta y yo le quité algunas hojas y ramitas de la cabeza, encontrándonos de nuevo cara a cara, me besó de nuevo y me pasó la mano por todo el brazo, se me puso la piel de gallina.
Pienso que no fue casual ni tan espontáneo iniciar aquel beso y sentir agrado de recibirlo, es algo que se estaba gestando desde hacía tiempo, porque en los últimos meses estuve observándole de reojo cuando se vestía o se secaba después de ducharse, me excitaba y supongo que él sentía lo mismo al haberme besado dos veces, ¿podría ser que los dos fuéramos gays y nos gustáramos en ese sentido aún siendo hermanos?
Pero no pensé tanto, sentí agrado y placer, tanto fue así que le devolví el beso en los labios. Luego nos pusimos de pie tomados de la mano y nos besamos con más frecuencia, ¿era un amor de hermanos malinterpretado o realmente nos atraíamos sexualmente?, lo único que sé es que besarlo no se sentía mal, se sentía muy bien.
Nos dimos cuenta del lugar en dónde estábamos y dejamos de besarnos bruscamente cuando oímos que alguien llamaba a su perro. Miramos alrededor y nos parecía estar en medio del parque a la vista de todo el mundo.
— Vamos a casa, — dijo Andy, yo accedí.
Corrimos hasta casa, irrumpimos por la puerta principal y subimos corriendo a nuestro dormitorio; por suerte, en ese momento, nuestros padres estaban fuera de la casa haciendo compras con nuestra hermana.
Cuando llegamos a nuestra habitación Andy cerró la puerta y nos quedamos en silencio durante un minuto, compartiendo una mirada cómplice, los dos lo deseábamos pero estábamos esperando a que el otro diera el primer paso. Andy se movió primero, se quitó las zapatillas y se sacó la camiseta, yo hice lo mismo, los dos estábamos muy excitados y mi corazón latía muy rápido. Nos quitamos los pantalones mojados y luego nos sacamos los calzoncillos que tenían algo de humedad. Vi a Andy desnudo de frente, me gustó y luego Andy me abrazó y me besó, no fue un picoteo, esta vez fue un beso en serio, un beso de amor apasionado.
Nos movimos torpemente por la habitación y me tropecé y caí de espaldas sobre mi sillón extensible, Andy cayo encima de mí, nos palpamos mutuamente y nos besamos salvajemente. Entonces Andy llevó su mano por mi entrepierna y tiró de mi polla. Me excité muy rápidamente y luego se deslizó por mí, besando mi pecho y mi abdomen, fue bajando con sus besos y llegó hasta besar mis huevos.
Grité de placer cuando me lamió a lo largo de mi pene y luego deslizó mi polla en el calor de su boca y empezó a chuparla; me chupó la polla mientras frotaba sus manos por mi cuerpo, entonces quise hacerlo, le quité la cabeza de mi polla y me levanté y le empujé a través de la habitación y en la cama simplemente engullí su polla en mi boca.
Hicimos un 69 durante unos 10 minutos disfrutando del sabor y la textura de las pollas y los huevos sudados del otro antes de poner a Andy de frente, lo puse a cuatro patas y le apreté y golpeé las nalgas, luego presioné mi polla contra su agujero del culo, empujé pero no pude meterla y se sentía realmente áspera, escupí en su agujero del culo y en mi polla para hacerla más resbaladiza y lo intenté de nuevo, Andy se agarró y mordió las sábanas de la cama cuando mi polla finalmente se deslizó en su apretado agujero del culo.
Me lo follé por el culo mientras le metía la mano por debajo y le tiraba de la polla masturbándolo. Él gritaba de placer, yo me corrí en su culo. Luego cambiamos de posición, y cuando por fin me penetró por el agujero del culo sentí toda la longitud de su polla dentro de mí y volví a tener una erección instantánea. Me sacudió de un lado a otro muy rápido mientras me follaba, sentí su polla palpitando e hinchándose dentro de mí y luego su cálido semen llenando mis entrañas por el culo. Se retiró y luego se deslizó debajo de mí como un mecánico revisando debajo de un coche y me chupó hasta que me corrí en su boca.
Cuando terminamos, nos tumbamos en la cama abrazados como si fuéramos amantes, hasta que oímos que se abría la puerta de casa y que nuestra hermana se reía. Nos vestimos rápidamente y nos sentamos en la cama como si no hubiera pasado nada. Justo cuando nuestra hermana irrumpió por la puerta del dormitorio —sabíamos que lo haría así, por eso estábamos preparados—, nos dio unos caramelos que había traído de la compra y salió de la habitación.
Andy y yo sólo nos sonreímos, luego dejamos los dulces en el suelo y nos tumbamos en la cama besándonos.
Ese fue mi primer sexo gay, con el doble placer de hacerlo con mi hermano. Ya sé por qué las chicas hacen mamadas, es porque la polla sabe muy bien en la boca..., y aún mejor en el culo. Esta solo fue la primera vez para mí, no lo fue para él, me lo contó. Aunque para mí fue la primera vez, no fue la única, si mi lector persevera en los siguientes capítulos.
Comentarios
Excelente relato, muy excitante y caliente.
Me encanto tu primer encuentro, espero más encuentros para volver a pajearme con gusto pensando en ustedes dos,
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