Sueños de playa
( Relatos Fantasias )
En la playa, sentada sobre sus piernas, contemplaba con la mirada perdida en la inmensa extensión del mar, y reflexionaba acerca de su vida. ¿Cómo había llegado hasta allí? Los hechos prácticos los conocía. Se había casado joven, había criado hermosas hijas y formado una bella familia. A ojos de cualquiera era feliz, no tenía derecho a quejarse. Un matrimonio estable y armonioso de veinte años es mucho más de lo que muchos podrían soñar.
Pero sin embargo, cuando uno ya da por hecho las cosas, muchas veces no puede apreciarlas o valorarlas como debería. Este era el dilema de Mayra. Tenía todo cuanto había deseado pero no alcanzaba. No porque fuese imposible complacerla sino porque la vida no es perfecta ni tan idílica como muchas veces se desea. Sino porque junto con la vida y los años de amor y matrimonio también viene la rutina. Y ella era tan joven aun. Pero parecía que el deseo se había extinguido en su pareja.
Probaron distintas estrategias, viajar, lencería, fantasear. Poco a poco todo se iba apagando. Pero cuando Mayra caminaba por la calle las personas volteaban a verla. Cuando Mayra navegaba en internet, los hombres la acosaban y las mujeres también. Mayra era consciente del deseo que despertaba y no podía entender por qué no sucedía lo mismo en su matrimonio.
Así estaba sumida en sus pensamientos cuando a su espalda oyó música. Seguramente la música sonaba desde hacía rato pero ella estaba tan perdida en sus pensamientos que no la oía. Giró su cabeza y vio un grupo de gente que bailaba en la playa. Era una salsa de esas que se bailan bien pegaditos. Eran tres parejas que se divertían al son de la música, dos hombres más había haciendo percusión. Se quedó mirando como hipnotizada el compás de las manos que golpeaban armónicamente en los tambores. En un momento se dio cuenta que uno de los percusionistas la miraba. Creyó que miraba en su dirección pero luego comprendió que no, que la estaba mirando fijamente a ella.
Aquel moreno de manos grandes la estaba mirando, le hizo una seña para que se acercara pero ella no se movió. El muchacho de unos treinta años, de piel tostada por el sol y cabello desarreglado, que sin duda eran el efecto del mar y del viento, la miraba, la llamaba. Ante la resistencia de Mayra, el hombre abandonó a su compañero de música y se levantó. Caminó lentamente por la arena, sus pies descalzos se hundían ante sus pisadas. Con una sonrisa se acercó y la invitó a bailar.
Mayra no pudo resistirse. Al momento estaba bailando y una sonrisa en su rostro borraba sus pensamientos tristes. Se dejaba llevar por el compás de aquellas bellas canciones. Bailó con el hombre, bailó con los dos. Porque en un momento se dio cuenta que tenía un hombre abrazándola por detrás mientras otro le sonreía y parecía meterse bailando entre sus piernas.
No se preocupó se dejó llevar. La noche se hizo presente, la sed y el calor también. Aquellos amigos fueron yéndose sin saber en qué momento. Solo eran Mayra y aquellos dos hombres. El ritmo hacia inofensivo el momento. La sangre hervía y las carisias y la transpiración envolvían aquellos cuerpos exhortos del lugar donde estaban.
La siguiente imagen en los ojos de Mayra fue una habitación, era de color rojo. El calor era agobiante y en el aire se olía a frutas.
Sintió unos labios que recorrían su cuello, eran labios grandes y calientes. Le besaban la nuca, unas manos corrían su cabello. Mayra cerraba los ojos se dejaba llevar. En ese momento no era esposa ni madre, era lo que deseaba ser, era una mujer. Y esa mujer deseaba, ardía en deseos.
Sentía como las manos la tocaban. Ella con los ojos cerrados se dejaba conducir por los caminos del placer. Inclinaba la cabeza hacia atrás estirando la parte delantera de su cuello que era besado y recorrido.
Sintió unos labios rozar los suyos, abrió levemente la boca y sintió una lengua que la delineaba. Las manos la recorrían por todas partes. Las sentía en sus hombros en su espalda, las sentía en sus muslos y en sus nalgas, la sentía en sus pechos. Sentía como sus pezones se endurecían al sentirse tocados, al sentirse deseados.
Sintió como apresuradamente la desnudaban. Sintió sus ropas caer y se dejó llevar. Sintió como una lengua lamía sus pechos, como una boca hurgaba entre sus piernas. Se sintió mojada y se mojó aún más. Sintió como una boca la exploraba y disfrutó. El éxtasis la envolvía. Jamás había disfrutado tanto como en ese momento.
Sintió como aquella boca experta la hacía venirse. Sintió que sus piernas temblaban. Como en un sueño aquellas descargas de deseo la hacían llorar de placer.
Sintió como la penetraban y lo sintió tan delicioso y duro que abrió los ojos. Solo en ese momento y por un instante fue consciente de que estaba con dos hombres a la vez. Uno la penetraba el otro la recorría con la boca. En sus manos Mayra disfrutaba del poder del sexo viril y masculino. Se sentía deseada, se sentía una hembra en pleno esplendor.
En un momento dado sintió un estallido interminable de placer que la sacudió por completo. Cada fibra de su ser se estremeció. Una sensación que creía olvidada.
Aguardó un momento antes de abrir los ojos. Siguió disfrutando de aquell exquisita sensación.
Al abrirlos se sintió confundida. Estaba en la playa. Había tres parejas bailando y dos hombres tocando unos timbales. Uno de ellos la miraba. ¿Le estaba haciendo señas para que fuera?
No sabría decirles si fue un sueño, una fantasía o el comienzo de una noche inolvidable que parecía estar por comenzar. Mayra es una hermosa mujer y sabe guardarse para sí sus pensamientos y deseos.
NP
Saludos y quedo aguardando sus comentarios. Besos
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