Durante la tarde le indiqué al jardinero que bañara al perro. Una vez que llegué de la oficina me animé con algunos tragos y completamente desnuda me recosté en la cama. Con mi mejor verga de goma comencé a juguetear en mi sexo, en mi culo y mi boca, siempre imaginándome que era una vara verdadera. Cuando estaba a punto de acabar descansaba, sabía que estando bien caliente sería capaz de concretar mis deseos. Durante una hora jugué con mi cuerpo y alrededor de las nueve de la noche, estando ya sola en casa, completamente excitada y con varias copas en el cuerpo introduje mi perro al dormitorio.
Lo recosté en la cama y le comencé a acariciar su miembro. Qué sensación más sabrosa. Tenía en mis manos una vara viva, poco a poco el animal fue sacando su colorado aparato el que apretaba suavemente. Con algún esfuerzo lo recosté encima de mi cuerpo. Sentir su miembro en mi sexo me volvió loca y suavemente me fui moviendo para él.
No pudiendo aguantar más, sin racionalizar lo que hacía bajé a su pene y lo comencé a besar golosamente. El animal estaba realmente excitado y pronto descargó en mis labios su espeso semen el que sin dudar en ningún momento traté de tragar completamente, tarea casi imposible por la cantidad que salía de su miembro..
Aprovechando un breve descanso coloqué en mi culo un grueso consolador y me lo tragué totalmente. Al sacarlo de mi cuerpo estaba completamente cubierto de restos de mi trasero los que esparcí por mi sexo. Completamente cubierta puse la cabeza del animal en mi sexo el que inmediatamente atraído por el olor comenzó a deslizar su tremenda lengua por mi vagina. Ya sin poder aguantar más, me entregué totalmente logrando un sensacional orgasmo.
Hoy, cuando te escribo y pienso en lo sucedido un dejo de vergüenza me invade. Sé que soy una pervertida, pero nunca imaginé que llegaría tan lejos.