Vestía una diminuta falda y una blusita blanca que dejaba ver su estómago, liso sin grasa alguna. Era toda una escultura. Senos pequeños, pero firmes, piernas como las columnas del Partenón, nalgas prominetes, exhuberantes; Ojos de una negrura en la que te perdías, labios carnosos y húmedos. Ella preguntó por mi hermana, le dije que no estaba, que yo estaba solo. Ví en su cara el resplandor de la lujuria contenida en su cuerpo. Ví como se estremeció de pensar que podríamos hacer cosas ricas en mi casa. Me dijo que si la dejaba pasar a mi cuarto a escuchar música, le dije que sí.
Subimos a mi habitación. Ella apagó el Stereo y me besó con una pasión indescriptible. Su lengua recorría mis interiores y su saliva me emborrachó; Sentí su cuerpo junto al mío, su escultural figura me llenaba de deseo. Nos acostamos en la cama, sin saber cómo fué, y empezamos a acariciarnos. Yo desprendí cada uno de los botones de su falda de mezclilla, le quité su blusa, debajo de la cual no tenía nada. Empecé a succionar sus senos con frenesí. Yo sentía cómo sus tetas ricas se pasaban por mi boca, cómo mi saliva mojaba sus pezones; Era una tremenda experiencia. Después le quité todo lo que le quedaba de ropa: Sus zapatos y sus pantaletas para que quedara totalmente desnuda. Era un espectáculo fascinante. Todo su cuerpo era mío, en ese instante todo su ser me pertenecía, sólo a mí. Sus senos eran un par de bolitas pequeñas, pero firmes y duros; Sus caderas amplísimas, que escondían en medio la fruta de su amor, húmeda y belluda. Sus nalgas como dos grandes prominencias en un valle fértil y lleno de placer.
Comencé a chupar con ansia su vagina, que tenía un sabor y un olor a mar. Yo le dí mi pene super erecto después de que ella me desvistió, para hacer un 69 que no olvidaré jamás. Mi lengua frotaba toda su cavidad amorosa con gran maestría, y lo suyo hizo ella con mi pene de 25cm. Le hice sentir como 3 orgasmos seguidos por gemidos que casi me hacían explotar, pero me contuve; Todavía era muy temprano para derramarme en ella. A veces me pasaba por su ano, arrugado y sabroso, pues pensaba penetrarla por allí. Después ella me dijo que si la dejaba hacer conmigo su gran fantasía erótica: Orinarse en un hombre. Al principio me pareció un poco sucio, pero me dije que éste era el momento para disfrutar de nuevas experiencias, así que acepté. Entonces ella se empezó a reír con la vagina en mi boca, hasta que soltó chorros de orina sobre mí, y me pareció una experiencia formidable, no sé que les parezca a ustedes.
Pasado eso, dije que quería penetrarla por el ano, y ella se puso felisísima de lujuria y paró sus nalgas delante de mí y quedó a todas luces ese hermoso hoyo. Primero lo chupé un poco para que entrara más suave, y se lo sambutí de un solo golpe para hacerlo más interesante y doloroso. Luego, fuí lento en mis embestidas, para producrle gran placer, mientras mis manos jugueteaban con sus senos. Hasta que me derramé dentro de su ano, hasta que quedé seco.