Al principio abría la ventana solo para ver si llovía o no, lo mínimo e indispensable, no estaba dispuesta a dejar que me vieran todos e invadieran mi intimidad. Con el correr de los meses, los ruidos y los "vecinos" obligados ya se habían hecho costumbre y a veces me olvidaba de cerrar las cortinas, sin que me interesara ya, que vieran hacia mi cuarto. En uno de esos días en los que me había olvidado de cerrar la cortina, me quede viendo una película en el canal condicionado, una de esas películas que me excitaban tanto y el nivel de excitación llegó a tal punto que deseaba desesperadamente masturbarme, de hecho a medida que veía la película me acariciaba lentamente, sintiendo como me mojaba de a poco, como mis entrañas comenzaban a calentarse y deseaban que mis manos pusieran fin a tanto ardor dedo a dedo, palma a palma. Después de haber logrado un orgasmo impresionante con una película de lesbianas (confieso que las escenas de sexo entre mujeres me calientan sobremanera) me levanté de la cama para ir al baño a lavarme, cuando escuché un silbido que provenía de la calle, más precisamente de la obra en construción frente a mí casa. Ahí fue cuando me di cuenta de que había olvidado cerrar la cortina, con lo cual le había brindado un espectáculo gratis a quien estuviera allí trabajando. Lentamente me acerqué a la ventana y vi a uno de los obreros que estaba recostado contra una columna de concreto, mirando hacia mi ventana y cuando se dio cuenta de que lo miraba, su lengua recorrió sus labios en forma lasciva, pero muy sensual y una de sus manos se dirigió directamente hacia su entrepierna, donde comenzó a trazar círculos pequeños y rítmicos. Me quedé como hipnotizada mirando esa escena y sabiendo que la había originado mi propia excitación, la imagen que el había tenido segundos antes de mi goce solitario, en el medio de mi cama y con las piernas expuestas a sus ojos, aun a la distancia. Supongo que habrá sido esa mezcla de excitación que me había dejado la pelicula junto con la imagen de aquel obrero, lo que me llevaron a acariciarme los pechos, en una clara y abierta invitación a que él cruzara la calle y viniera conmigo. El mensaje fue clarísimo porque a los tres minutos estaba subiendo por el ascensor y tocando el timbre de mi departamento.
Cuando abrí la puerta me encontré con un par de ojos negros cargados de deseo y con macizo hombre que prometía hacerme pasar una noche inolvidable. Sin pronunciar ni media palabra, me colocó de espaldas a él y entramos al departamento al mismo tiempo en que el me acariciaba los pechos por delante; Avanzábamos por el pasillo que lleva a mi cuarto, entre caricias a mis pechos, su lengua moviéndose dentro de mis orejas y mis manos subiendo y bajando por ambas piernas, que no cesaban de dar pasos hacia mi dormitorio. Una vez que estábamos ya en mi cuarto, el seguía sosteniéndome los pechos con sus manos y nuestros cuerpos se refregaban subiendo y bajando, mi culo sentía a través de sus pantalones de trabajo, como su pene se endurecía ante cada refregada, como pugnaba por salir de ese encierro para tomarme por asalto. Una de sus manos dejó mi pecho derecho y se dedicó a bajar hasta mi vagina, donde se abrió camino entre mis labios hasta llegar a mi interior sin problema alguno, sorprendiéndose de mi humedad. Mojó dos de sus dedos y después de probarlos, me los metió a mí en la boca, al tiempo que me colocaba frente al espejo del cuarto para que ambos pudiéramos ver la escena. Nuestras caras de goce nos calentaron aun más y el sabor de mi flujo encerrado en sus dedos me hicieron soltar un gemido de placer extremo. -Decime si esto no te calienta más que esa película, eh?-. Sentía que su voz ronca me llenaba los oídos. -Decime si mis dedos no te dan más placer que los tuyos...-. Era cierto, esos dedos que tomaron por asalto mi concha me estaban dejando sin aliento, estaba metiéndome uno hasta el fondo de una manera increíble y lo mejor era como lo arrastraba al sacarlo, raspándome las paredes internas de la vagina, donde los nervios estaban excitadísimos. Con el dedo mayor no dejaba de entrar y salir y con el otro se había corrido al agujerito de mi culo, que ya había comenzado a latir desesperadamente. -Quiero tu lengua... Quiero sentir tu lengua... -. Esas palabras me salieron entre gemidos de placer, era una necesidad increíble que había comenzado a invadirme por completo. Me volteó de frente y comenzó a besarme frenéticamente, a morderme los labios, a llenarme de saliva la cara, a buscar mi lengua con la suya y dejar que ambas se tocaran solamente por los extremos. Mis manos no podían dejar de manosearle la entrepierna hasta que lentamente le saqué el pene fuera de su pantalón para poder acariciarlo, necesitaba sentir el calor de ese pene entre mis manos mientras veía como sus ojos se nublaban de deseo y calentura. -Dios! Me mata como me tocas... Seguí masturbándome, estíramela, estíramela-. Fueron minutos de caricias voraces hasta que me volteó sobre la cama y de un solo manotazo me abrió de piernas y se arrodilló frente a mí para enloquecerme con su lengua. Que manera de gozar de aquella lengua aspera, dura, que me sometía a las torturas más deliciosas que puedan existir. -Pedímela... No te voy a hacer nada sino me lo pedís-, me decía con tono burlón y obligándome a suplicarle las cosas que me moría porque me hiciera. -Quiero tu lengua en mi concha, lámemela, mámamela... Ahora!!!!!!-, le grité casi con desesperación. Soltó una carcajada enorme y se dedicó a mi pedido... Que maravilla!!! Que sensacion gloriosa!!!. Con su lengua me recorría los labios de la vagina, los humectaba con mi propio flujo y después me mojaba el clítoris con ellos; Dejaba descansar la punta de la lengua sobre la punta de mi clítoris y cuando sentía que mi cuerpo se arqueaba de desesperación, se movía en círculos, excitándolo. -Mordeme... Mordémelo... Estíralo- Y lo mordía con la dosis justa de presión para que doliera y diera placer; Y lo estiraba entre sus labios, lo soltaba, lo succionaba y me llenaba la concha de saliva para que se mezclara con mis jugos. Seguía jugando con su lengua y metía dos dedos, uno en mi concha y el otro en mi culo, los sacaba y los ponía con una habilidad extrema, todo lo que hacía me dejaba sin respiración. -Me estas matando!! No puedo más de calentura!!-, -Quiero que seas mi puta, la mejor puta a la que haya hecho gozar jamás-, me decía en tono bajo, al oído, casi susurrándome, sabiendo que esas palabras serían dinamita dentro de mí. -Ahora cógeme entonces-, le dije sin más ni más -Cógeme entera!!! Méteme esa pija enorme y dura que tenés ya!!-. Y sin pensarlo dos veces, se irguió sobre sí mismo, separó mis piernas con ambas manos y de una sola vez me atravesó con esa pija enorme, dura y riquísima que tenía. -Tómala toda!!! Movete ahora, movete!! Gózala!!! Y sus embates me dejaban sin aliento, me tomaba de las caderas y las elevaba hacia él para poder penetrarme más a fondo, para que yo supiera realmente lo que era gozar con toda su pija dentro de mí. -Métemela más... Cógeme más fuerte!!-, era mi único pedido desesperado. -Asiiiiiiiiiiii, asiiiiiiiiiiiiiii, más... movete massssssssssssssss, que buena sos!!!!-, -Más fuerte, más fuerte!!!-. A medida que él la metía y la sacaba, sentía que dentro de mí se abría un tunel donde solo podía caber su pija y que debía retenerla allí solo para darme más y más placer y cerrar los músculos de mi vagina para que el sintiera la presión y gozara sin control. -Quiero que goces, que grites, que me pidas más-, -Cállate y no dejes de metérmela..... Adentro........ hummmmmmmmmmmmmmm, asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii- -Hummmmmmmmmmm, como me gusta !!!!!!!!!!!!!!-. Cada empujon era como tener más y más cerca el cielo, como sentir que de un momento a otro el estallido del orgasmo no se demoraría mucho, pero para ese momento yo quería un buen 69, los dos acabar juntos, comiéndonos intensamente. -Vamos al 69 ya mismo-, le dije entre gemidos de locura. Así fue como acabamos comiéndonos, yo chupándole esa pija fabulosa empapada con mi flujo, dura y caliente, sintiendo como palpitaba entre mis dedos, esperando el momento de largarme toda su leche entre mis labios. Y así fue como el me hizo acabar con su lengua dentro de mi concha empapada, sabrosa, cremosa y con un olor a sexo femenino que el jamás podrá olvidar, como tampoco yo el sabor de su leche tibia derramándose entre mis labios, entrando en mi paladar como la mejor miel del mundo. Ahora sé a donde me mudaré dentro de unos pocos meses........... El edificio que está frente a mi casa está quedando precioso.