En esos días comenzaron a cometerse robos en la ciudad, los cuales no me dejaban conciliar el sueño, debido a eso me aconsejaron que comprara un perro San Bernardo. Días despues me metí al baño y me desnudé por completo para limpiarme todas las partes íntimas, en esos días pesaba 120 libras, tenía los pezones paraditos y rosaditos y toda la pepa rasuradita y bien cerradita, en el momento en que empezaba a bañarme escuché el ruido de los bomberos, me dirigí a la ventana para mirar y me arrodillé para observar por debajo de las cortinas, estando en esa posición sentí algo caliente como una lengua, volví a ver y era mi perro que lamia la panocha como un loco, entonces el mico me picaba de placer por falta de hombre, imaginé que nadie me había vuelto a tocar durante mucho tiempo, lo cual me había puesto el mico como el de una señorita y el perro me chupaba el pipirigallo.
A cada minuto el perro me hacía más rico pero templado y con su picha quería metermela a toda costa. Esto siguió por espacio de varios meses, una vez que me estaba culiando al borde de la cama, entró mi amiga y nos miró en aquella situación tan deliciosa, me preguntó que si podia jugar también y le dije que se preparara para culiar con mi perro, entonces la tiré en la cama, le metí las manos entre las piernas y comencé a sobarle el pipirigallo, entonces mi perro se le vino encima y le acomodó la verga en su raja, después empecé a calentarme y entonces le arrimé el mico a la boca del perro, y así se cogía a mi amiga y me chupaba la pepa a mi.
Para terminar esta historia les digo que es rico sentir una buena pinga adentro y lo lindo es que le echen toda la leche entre las tetas y el culo, por eso les digo que una picha en el mico que le este echando toda la leche en la raja es la cosa más sabrosa que pueda haber.