Una violacion muy especial !!!!
( Relatos Sadomasoquismos )


En esa epoca trabajaba de camarera en un resto hasta la madrugada.
Gracias a ello me toco vivir algo muy especial.

La noche no tuvo respiro, porque la gente se había animado a salir a cenar, y el comedor presentaba un lleno total. A media noche llegaron tres chicos. Uno de ellos estaba como un queso, y no me quitaba los ojos de encima. Me ponía nerviosa cuando me sentía observada. Para colmo me tocó servirles, y no desaprovechaban ocasión para hablar con frases de doble intención, y comentarios un poco verdes. La verdad es que no se pasaban, y no tuve más remedio que reírme con alguna de sus ocurrencias.

En una ocasión que yo pasaba junto a ellos, este chico al que me referí antes, se levantó para ir al baño, y como que no se había dado cuenta que pasaba yo, me chocó de frente poniendo sus manos sobre mis pechos.

- Perdón.- Se excusó. Los otros dos se echaron a reír.

- ¿Te han gustado?- Pregunté sin inmutarme.

- No se a que te refieres.

- No te pases nene.- Le dije remarcando lo de nene.

Pareció que se había mosqueado, pero cuando me di la vuelta para alejarme, me tocó disimuladamente las nalgas, y me dijo en voz baja.

- Me han encantado.

La noche siguió su curso, y estos tres siguieron con sus ocurrencias. La verdad es que aquel pendejo me estaba poniendo bien.

Cuando se marchaban se despidieron amablemente, y el que me había tocado me susurró cerca del oído.

- La cena exquisita, y lo mejor las tocaditas. -Dijo mientras me guiñaba un ojo.

Noté como los colores subían por mis mejillas. Definitivamente aquel bebe -así lo veía por la diferencia de edad- sabía poner toda la carne en el asador. Me había puesto a cien con tanta insinuación y con el toqueteo.

Eran ya las cuatro de la mañana cuando dejé el restaurante. Me dirigí al estacionamiento donde tenía el coche, y cuando pasé junto a una coupe, la ventanilla de este se bajó, y una voz conocida me hizo volver la cabeza.

- Quieres que vayamos a tomar algo por ahí ?.

- ¿Ya te deja tu madre estar a estas horas de joda? -Le dije riéndome.

- No. Por eso quiero que me acompañes. -Respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

- Gracias, pero estoy cansada.

- No importa, seguro que logro que te relajes.

- En serio, no me parece buena idea. -Respondí, conteniendo las ganas de subirme con él en el coche.

- Veni, la pasaremos muy bien.

Me quedé mirando, y cuando iba a aceptar la invitación, me entró la cordura y le respondí que no podía ser.

- Como quieras, pero vos te lo perdes. -Contestó con cierta decepción.

¡Genio y figura hasta la sepultura, pensé!

Aún cuando me iba a subir al coche, pensé en darme vuelta y decirle que subiera él en el mío, pero nuevamente me arrepentí.

- ¿Pero en qué rayos estoy pensando? -Pensé en voz alta.

Me subí al coche, y aún tardé unos minutos en arrancar.

- ¡Vaya un calentón más tonto!

Arranqué el coche, y pensé en Abel mi amigovio.

- Si le cuento lo ocurrido se cae de risa.

No fui directa a casa, queria dar una vuelta. La noche traía un aire cálido, y cuando salí a la oscuridad, se podía ver un cielo estrellado a través de la ventanilla.

Pasé unas de mis manos por mis pechos. Los pezones se endurecieron. Sonreí al pensar lo que le gusta a Abel mis tetas. Metí la mano por debajo de la camiseta, y me gustó el contacto de mi piel. Estuve unos minutos deleitándome con las caricias, antes de pasar a tocar mi conchita por encima de los ajustados jens. Llegué incluso a cerrar los ojos, cosa que me asustó por la posibilidad de tener un accidente. Seguí acariciándome, y abrí las piernas todo lo que la postura permitía. Jadeaba ruidosamente, pero no me importaba. Me imaginé en el coche con ese chico, y pensé que era él quien me metía mano mientras yo manejaba. Incluso llegué a pedir más y más, como si pudiese escucharme.

Me desabroché los pantalones, y metí la mano hasta tocar mi inflamado clítoris. Mi conchita segregaba gran cantidad de flujo, que habían empapado la tanga. No podía creer lo que estaba haciendo. Nunca me había masturbado en esa situación, pero esa noche...

Chupaba mis dedos, y sentía el sabor salado de mi cuerpo. Y otra vez procedía a meterlos en mi vagina.

Cuando iba a entrar en la ciudad, tuve un orgasmo descomunal. Comencé a gritar y a agitarme en el asiento. Si alguien me hubiese visto, pensaría que me estaba dando un ataque. Cuando las primeras luces de la ciudad iluminaron el interior del coche, procedí a colocar bien mis ropas.

- ¡Que calentona! ¿Estoy loca? ¡Como me ha puesto ese pendejo!

Eché de menos a Abel. Me hubiese venido bien tenerlo junto a mí esa noche.

Por fin llegué al garaje de casa. Salí del coche, y cuando iba a cerrarlo, las luces se apagaron.

- Pues sí que duran poco. -Pensé.

Metí la llave en la cerradura y...

No sé de donde salió. Todo fue muy rápido. Un hombre me sujetó por detrás, y con una mano me tapó la boca.

- Quieta y no te pasará nada. Susurró.

Mi corazón se aceleró, y un sudor frío recorrió mi cuerpo a través de mi espina dorsal. Recordé lo que muchas veces habíamos hablado Hugo –mi ex marido- y yo. Me comentaba que si algún día sufría una violación, no me resistiese, que es lo que más excita a los violadores. Yo le contestaba en plan jocoso que si estaba bueno, disfrutaría de lo lindo.

- Te voy a hacer disfrutar, así que es mejor que no te resistas, y no te pasará nada.

Me hablaba al oído susurrando. La voz no me sonaba. Deseaba que se encendiesen las luces y alguien apareciese, pero a esas horas ¿quién demonios iba a aparecer? No sabía que hacer. Me tenía bien sujeta, y puede que no me hiciese nada si hacía todo lo que me decía. ¿Pero quien mantiene la calma en una situación asi?

- ¿Te vas a quedar quieta bombon?

Asentí con la cabeza. Con el miedo que sentía, era inútil intentar nada, porque estaba paralizada. Retiró la mano de mi boca despacio con miedo de que pudiese comenzar a gritar, pero no moví ni un músculo. Aunque no me hubiese sujetado, no me hubiera movido ni por casualidad.

- Te repito que no te voy a hacer daño, y espero que puedas disfrutar.

Pensé que podría ser el pendejo de la cena, pero no me sonaba su voz. Este pensamiento me tranquilizó. Pensé que no parecía un tipo violento. Quizás se hubiese puesto tan caliente como yo, y pensaba aliviarse de este modo. Fuese quien fuese, intentaría acatar todo lo que me mandase. Solo esperaba que no fuese un depravado y así mi integridad física no corriese peligro.

- Te voy a tapar los ojos con este pañuelo, para que no puedas verme. Es por tu seguridad, así que no te lo quites.

Asentí de nuevo con la cabeza. ¡Que otra cosa podía hacer! Pensé que por lo menos no pensaba matarme, pues en ese caso le hubiese dado igual que le viese. Me colocó un suave pañuelo en los ojos. La verdad es que la oscuridad del garaje ya le mantenía oculto, tan solo las luces de emergencia emitían una tenue luz.

Me tomo del brazo y me llevó a la parte delantera del coche. Me apoyó las manos en el capó y me hizo abrir un poco las piernas. He de reconocer que a pesar de estar siendo violada, en ningún momento sentí la sensación de peligro.

Al tener eliminado el sentido de la vista, mis otros sentidos se fueron fortaleciendo. En unos instantes en los que permanecimos en silencio, me pareció escuchar el movimiento de otra persona a muestro alrededor. Cuando me giré instintivamente para percibirlo mejor, mi violador volvió a solicitar mi atención colocándose detrás mío, pegando su cuerpo a mi cola.

Pasó las manos por mi cabeza, y procedió a darme un suave masaje en el pelo. Aquel movimiento me relajó en cierta manera. Fue descendiendo las manos por la cara, y tocando cada centímetro de esta dando pequeños círculos. Se diría que en lugar de una violación, se trataba de una sesión de masaje. ¡Una locura ya lo sé!

Sus manos siguieron descendiendo por mi nuca. Los dedos trabajaban cada vértebra, cada tendón. Eran unos dedos que transmitían firmeza. Se recreaba en cada movimiento. Comencé a dejarme llevar y a girar lentamente la cabeza como señal de una silenciosa aprobación. Se debió dar cuenta de mi silenciosa entrega, porque se dedicó más a las caricias sin estar tan pendiente de que yo escapase. ¡Lo que tenga que suceder, sucederá pensé!

Descendió por mi espalda, siguiendo la ruta de la columna. Cuando llegó a la cintura, metió sus manos debajo de la camiseta. Tenía las manos suaves, calientes. Rodeó mi cintura y posó sus palmas en mi vientre, jugueteando con el ombligo.

Volvió a la espalda, y se puso a recorrerla lentamente, dando pequeños pellizcos, que en ningún caso me produjeron dolor. Lancé un suspiro cuando amasó mis agarrotados hombros. ¿Pero que me estaba sucediendo esa noche? No me conocía. Me estaban violando, y no podía dejar de sentir placer. Volví a pensar en Abel. Sin lugar a dudas él había activado el interruptor de mi sexualidad. Me había enseñado el camino para gozar de mi cuerpo, de todo mí ser, de cada una de las terminaciones nerviosas. Y lo que es mejor, a disfrutar de las muchas circunstancias nuevas que se estaban abriendo en mi vida. Esa era una más. ¡Peligrosa! ¡Diferente!, pero tal como se estaba desarrollando, estaba dispuesta a sacar partido de ella.

Pasaba sus manos por mis hombros, por mis brazos, por mis manos, para luego deshacer el camino andado. Volvía a comenzar y entrelazaba sus dedos con los míos, haciendo una ligera presión que desentumecía mis manos.

Estuvo un buen rato trabajándome la zona de la espalda. A esas alturas, ya se me había olvidado que era mi violador, y le había convertido en mi amante.

Cuando se cansó de mi espalda, o quizás cuando lo creyó conveniente, paso a mi estómago. Subía sus manos por el ombligo, el canal de mis pechos, hasta mi garganta. La camiseta y el corpiño dificultaban la maniobra, pero parecía que no le importaba. Hizo el mismo recorrido varios minutos, hasta que una vez que llegó a mi garganta, abrió sus brazos de un tirón partiendo la camiseta por la mitad. Otro brusco movimiento rompió lo que quedaba de esta. Me asusté. Por unos momentos pensé que la situación había cambiado. Mi corazón se aceleró,lo notaba golpear salvaje contra mi pecho.

- Tranquila. No pasa nada. Sigue igual.

Volví a tranquilizarme. Procedió a soltarme el corpiño, y liberar mis tetas de su opresión. Facilité la salida de este, para que no tuviese que dar más tirones.

Con los pechos libres de ataduras, procedió a acariciarlos. Con suavidad, realizaba pequeños círculos con los dedos acabando en mis pezones, que se habían puesto duros como garbanzos. Daba pequeños tirones de estos, para aumentar su dureza si ello era posible. Se notaba que mis tetas le gustaron, porque dedicó buen tiempo a ellas. Mojaba sus dedos en mi boca, para después pasarlos por mis aureolas y pezones.

Mis gemidos de placer ya se convirtieron en algo continuo. A la vez que me trabajaba los pechos, frotaba su pija contra mi culo. Podía notar su abultado paquete a través de la tela de los pantalones.

Procedió a besarme en el cuello, mientras desabrochaba mis jens. Uno a uno fueron cediendo los botones, hasta dejar libre la entrada a sus manos, que juguetearon con la tanga. No pasó por alto que se estaba toda mojada,de calentura.

Por mi parte, tiraba hacia atrás para no perder contacto con su verga. Creí que debía de estar alucinado por mi comportamiento. ¡Lo estaba yo misma!

Oí algo metálico caerse al suelo, y agacharse a recogerlo. Pensé en darle una buena patada y escapar, como había visto hacer en alguna película, pero la postura, y el no ubicarle correctamente me hicieron desistir. Por otra parte, aunque esté mal decirlo, no me estaba disgustando en absoluto la situación.

- Ahora quedate quietita. No te muevas.

Noté algo frío en mi espalda. ¡Se trataba de un cuchillo! Fui a ponerme derecha, pero él me volvió a insistir.

- Quedate tranquila, no te haré daño.

Hizo presión en los jens, y los fue cortando con cierta facilidad. Un corte a cada lado, y estos cayeron al suelo.

Me quedé apoyada en el coche con la tanga como única vestimenta, y unas sandalias de sin taco. Debía parecer la chica de un calendario de esos que se ven en los talleres.

Ahora ya sin ninguna prenda que se lo impidiese, comenzó a pasar su lengua por todos los rincones de mi espalda. Comenzó en la nuca, haciendo que una corriente eléctrica recorriese toda mi columna vertebral. Siguió por los hombros, los brazos, las manos, y volvía por el interior de mis brazos hasta las axilas. Después de varios recorridos, siguió por la espalda hasta el final de ella. En esta zona estuvo más tiempo. Su lengua bajó hasta el cóccix, y se entretuvo en hacer círculos. Rodeó con sus manos mi cintura, y las dirigió hasta mi concha. Se sorprendió de lo mojada que estaba la tanga.

- Parece que esta noche has estado muy caliente.

Solo acerté a decir un suave "siiii", mientras mi cabeza se iba lentamente hacia atrás. ¡Cielos! Ni yo misma podía creerme lo que estaba sucediendo. Pude imaginar la cara de mi violador, sus gestos de asombro ante lo dócil que estaba resultando su "víctima".

No metió sus dedos como era de esperar, y se entretuvo en jugar con mis labios mayores, y mis ingles. A todo esto, su lengua no dejaba de trabajarme la espalda, hasta dejármela hipersensible.

Me encanta tu sabor. Eres una mujer muy apetecible.

Mordisqueó mis glúteos, para seguir lamiendo el interior de mis muslos. En esta postura, su nariz rozaba levemente mi ya humedecida chocha. Siguió descendiendo por el interior de mis piernas, hasta los tobillos. Alternaba las dos piernas, y con sus manos me las moldeaba. Mi cuerpo se amoldaba a sus manos como si se tratase de mi creador.

Pasó nuevamente sus manos por mis nalgas, y las amasó con pasion, dándoles algún que otro mordisco. Yo estaba en el séptimo cielo, y movía mis caderas en un claro síntoma de placer.

Apartó ligeramente la tanga, y su lengua se deslizó entre mis glúteos, en busca de los secretos de mi orto. Separó las nalgas para tener mejor acceso, y su lengua comenzó a hacer círculos en los bordes de mi orificio anal. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuando su lengua se abrió paso a través de mi culo. Sentí su lengua entrando y saliendo, como si de una pequeña pija se tratase. Estoy segura que mi orto se dilató con semejante trabajo. Mi mente voló hacia Martín y sus amigos en las vacaciones. Las sensaciones de quebrantar lo "prohibido" volvieron a mí.

Abandonó tan sensible zona, y se fue incorporando. Me tomo de la cintura y me fue dando vuelta lentamente. Me dio un cálido beso, y sin dejar de besarme me tumbó en el capó del coche. Todavía estaba caliente la chapa, y fue una sensación muy agradable. Las pequeñas gotas de sudor que recorrían mi espalda, se evaporaban al contacto del calor de la chapa.

Se dedicó a besarme el cuello, las orejas, la nariz, los labios a los que daba pequeños mordiscos…

Yo definitivamente me abandoné a mi suerte. Iba a intentar disfrutar de aquello todo lo que pudiese.

Descendió su lengua por el cuello, en busca de mis tetas. Pasaba de una a otra lentamente, chupando mis endurecidos pezones, y tirando de ellos con los labios de vez en cuando. Los fue humedeciendo y absorbiendo como si se tratasen de un postre.

Sus manos se aferraron a los pechos, y fue descendiendo con su lengua, en un movimiento de zig-zag, hasta llegar a mi ombligo, donde se entretuvo poco tiempo, ya que me hacía cosquillas. Su lengua tenía que estar cansada de tanto trabajo, pero no daba muestras de querer descansar. Muy al contrario, siguió descendiendo hasta chupar mi concha por encima de la tanga.

Sus manos abandonaron mis pechos, y descendieron por los costados hasta mis caderas. Allí en un rápido movimiento agarraron las tiras de la tanga, y de un fuerte tirón las rompieron, dejando mi conchita al aire. Aquello me recalentó y en un movimiento involuntario, adelanté mis caderas para buscar las caricias de sus labios.

Su lengua jugueteaba con el depilado pubis, mientras sus revoltosas manos seguían amasando mis glúteos, pasando alguna vez un dedo por mi cola.

Mi palpitante concha, pronto recibió la visita de su dura lengua. Fue pasándola con suavidad, separando los labios para alcanzar por fin el inflamado clítoris. Se entretuvo tintineando con el pearcing colocado en tan estratégico lugar.

Succionó sin prisas, dándose tiempo, jugueteando a la vez con los labios que lo protegían. Levantó mis piernas hasta ponerlas sobre sus hombros. En esta postura, mi concha se ofrecía vencida, claudicando ante aquel desconocido que me tomaba "a la fuerza". Fue descendiendo la cabeza teniendo las dos piernas como involuntarios ríeles que le conducían hacia mi tesoro. Apenas sentí su aliento sobre mi húmeda conchita, comencé a notar dentro de mí una fuerza que pugnaba por salir al exterior. Era tal el placer que sentía, que el orgasmo se precipitó como una ola sobre el acantilado, inundando de flujos la boca de "mi violador". Sujeté su cabeza para introducir su lengua más, si ello era posible. Cuando los últimos golpes del orgasmo cesaron, se fue incorporando, sin dejar de pasar su mano por mi concha.

- Realmente sos una hembra caliente. El que te esté cogiendo tiene que disfrutar de lo lindo.

- No te puedes imaginar lo que disfruta.- Dije con voz débil mientras me reponía de mi reciente orgasmo.

- Ahora te toca a vos darme placer, me dijo.

Dicho esto, se apoyó en el capó del coche, y dejó que yo le fuese quitando la ropa con toda la lentitud y provocación del mundo. A esas alturas, ya me había acostumbrado a tener los ojos tapados. Sentidos como el olfato y el tacto, cobraron más protagonismo en esas circunstancias.

Cuando deslicé su slip a través de sus pies, pude comprobar con una mano, que su pija estaba totalmente parada. Era de un tamaño fuera de lo comun, pero palpitaba con toda la fuerza del que lleva tiempo sin ponerla.

Con una mano le fui masajeando los testículos, mientras me inclinaba en busca de su verga. Mis labios encontraron el glande, y se abrazaron a él. Succioné utilizando la lengua para sensibilizarlo. Pronto comenzaron los gemidos. Seguí recorriendo con los labios todo lo largo de la pija, metiéndome los testículos uno a uno en la boca. Jugué con ellos pasándoles la lengua en el interior de mi boca. Los tenía muy hinchados, y el carecía de bello.

Dejé el choto palpitante, y fui subiendo por su pubis, ombligo, hasta detenerme en su pecho. Iba desabrochando los botones uno a uno con parsimonia, deleitándome en cada movimiento. Llegué a sus pezones y comencé a chupárselos, incluso me atreví a mordisqueárselos. Reaccionaron poniéndose erectos y duros. Mientras restregaba mi concha contra su hermosa pija.

Este movimiento le debió gustar, porque su respiración se aceleró, y me agarró fuerte de mis nalgas apretándome contra él. Le besé la boca, metiéndole la lengua y jugueteando con la suya. Estaba totalmente sacada y lanzada. Mis pechos se fundían contra su pecho. Pensé que iba a acabar, así que me volví a agacharme para pajearlo con la mano, pero esos no eran sus planes.

Me levantó y me llevó al interior del coche. Por como le seguía mientras me guiaba de la mano, supe el grado de seguridad que tenia junto a él. Se sentó en el asiento del conductor, y procedió a echarlo atrás todo lo que pudo. Me hizo sentarme encima de él, dándole la espalda.

Comenzó a besarme la nuca, y me echó sobre el volante. Procedió a darme un masaje sensual por toda la espalda, alternando sus manos con sus labios. Gemía y frotaba mi concha contra su verga. Me elevó un poco, para poder introducirme la pija. Después me dejé caer de golpe, metiendomela hasta los testículos. Los dos gemimos, y nos quedamos quietos.

Temblé unos instantes. A pesar de que se estaba portando bien, no pude por menos que sentir unos escalofríos al pensar que un desconocido me estaba garchando asi en el interior de mi coche. Las aventuras sexuales que había vivido ese verano habían sido locuras, pero siempre teniendo la sensación de tener un cierto control sobre la situación. Aquí sin embargo, a pesar de estar disfrutando, el no saber quien era mi amante, y como acabaría la situación, habían hecho que dudase unos segundos de si estaba haciendo lo correcto, si quizás debiese haber ofrecido resistencia, de si…

Un pequeño empujón suyo me dio la señal para empezar a moverme. Como una autómata al que hubieran conectado el interruptor de marcha, comencé a mover mi cuerpo. Hacía grandes círculos a un lado y a otro. Sentía su gorda pija rozar las paredes de mi concha, mientras mis jugos bajaban por mis muslos abundantemente. Agarró mis tetas y me las apreto con firmeza, dando pequeños tirones de mis pezones. Después de tanto toqueteo en mis tetas, la piel estaba casi tan delicada como un papel de fumar. Cuando los primeros síntomas del orgasmo aparecieron, comencé a gritar como una loca. Mi cabeza se movía de un lado a otro sin control. Me agarré al volante tirando de él, buscando el aire que me faltaba. Acabé el orgasmo apoyada en el volante. Parecía que me había quedado atascada, no podía moverme.

Cuando notó que mi respiración se normalizaba, me levantó y me hizo darme vuelta, para poder penetrarme de frente. Metió mis dos pezones en su boca,cosa que me enloquece y apretaba mis glúteos con sus manos. Yo subía y bajaba cada vez más rapido. Quería hacerle acabar. ¡ Ya era una cuestión de orgullo!. Manoseaba mis gomas, lamía mi cuello, los lóbulos de las orejas, y pensé que acabaria otra vez antes que él.

Metió un dedo en mi boca, que yo chupé como si fuese un segundo pene. Lo ensalivé a conciencia. Después lo sacó y fue directo a mi culo. Se entretuvo en los bordes, para acabar metiendomelo.

Me pareció ver resplandores. Estaba siendo una locura, y ya tenía alucinaciones. Introdujo el dedo cada vez más, aprovechando los movimientos que yo hacía. Me eché hacia atrás apoyándome en el volante. El me recorría con su lengua mientras su respiración comenzaba a acelerarse.

- ¡Acabooooo!- Gritó

Noté un torrente de lechita caliente entrar en mi cuevita. Seguía bombeando, y yo le ayudaba moviéndome y refregándome contra el. Terminó de acabar con un grito, agarrándome fuertemente las tetas. Me besó con cierta dulzura, mientras notaba que su aliento disminuía de intensidad pasado un minuto.

- Ha sido fabuloso,que manera de cojerte. Dijo con admiración.

El semen comenzó ha salir de mi vagina, cayendo por mis muslos, parte se depositó en el tapizado del asiento, como comprobé al día siguiente. Estaba calentisima, fuera de todo control y no quería terminar, así que me levanté y me puse de rodillas fuera del coche para meterme la verga de nuevo en la boca. La tortilla había dado la vuelta, y quería acabar con él.

- ¡Oh sí!, sos una mina muy caliente.

Comencé limpiando los restos de líquidos. Lo recorri en toda su longitud, y no tardó mucho en tener una nueva erección. Sonreí para mis adentros pensando que mi violador se iba a ir bien servido. Pensé también en Abel, pero enseguida me lo quité de la cabeza. Los suspiros de mi violador me volvieron a la realidad. Me sujetaba por el pelo, dirigiéndome hacia donde quería que le chupase.

Pronto tomó de nuevo la iniciativa. Salió del coche y me hizo apoyar con las manos en el asiento, teniendo mis glúteos a su disposición. Esta vez no hubo contemplaciones y me la metio sin miramientos. Sentí su pija atravesarme hasta las entrañas.

Con mis manos abrí más mis nalgas para facilitar la entrada a esa pomposa verga, y hacía tope para que la penetración no fuese dolorosa. El movimiento era frenético, nada que ver con la sutileza de unos minutos antes. Me gustaba ese cambio de ritmo. Volví a apoyar mis manos en el asiento, porque las embestidas me desplazaban contra la palanca de cambios. Si antes había deseado que alguien apareciese en el garaje, ahora deseaba que tal cosa no sucediese. No sabría explicarlo, pero me había olvidado por completo de la violación, del pañuelo que tapaba mis ojos, y de que un desconocido me estaba penetrando hasta sentirlo en el paladar. Solo estaba mi deseo, un deseo irrefrenable que esa noche me estaba llevando a la locura sexual.

Se inclinó hacia delante y ne tomo las tetas. Las tocó con desesperación, haciéndome gemir y pidiéndole que me la metiera más y más. Palmeteaba mis nalgas como si estuviese montando una yegua. No me dolía. Más bien al contrario. Un nuevo orgasmo recorrió mi cuerpo.

Paró de bombear mientras me recuperaba. Mi cuerpo no podía más, aquello tenía que terminar, así que le hice sentar en el asiento. Abrí bien sus piernas, y me metí su garcha en la boca. La recorrí de nuevo en toda su longitud. Por su tamaño no me resultaba tan facil, pero a esta altura ya me comia cualquier cosa.Metí sus bolas en mi boca, y jugué con ellas. Mis manos no estaban quietas, y agarraba sus nalgas clavándole mis uñas. Me agarraba la cabeza, apretándome más sobre el. El estaba a punto de acabar, y no quería que lo hiciera en mi boca si podía evitarlo. Cuando su pija comenzó a temblar retiré mis labios, y fueron mis manos las que siguieron moviendo su verga. Me acabo en medio de grandes gemidos. Su cuerpo saltaba en el asiento, como queriendo ayudar a la salida de la leche. Cuando esta comenzó a salir, puse mis pechos para recibirla. Tras unos segundos, todo había terminado. Pasó sus manos por mis pechos, y extendió el semen como si de una crema se tratase.

- ¿Puedo quitarme el pañuelo y verte?

- Mejor que no. ¿Has gozado? ¿Te hice daño?

- Ha sido fantástico bebé. Una violación… "muy especial".

- Ahora tengo que dejarte. No te quites el pañuelo hasta que no escuches la puerta de salida. ¿De acuerdo?

- Quisiera verte por favor,saber quien me cojio de esa manera.

- Mejor que no.

No volvió a hablar más. Escuché el sonido de sus ropas, y el de una bolsa de plástico. Le oí alejarse, pero antes me dio un suave beso en los labios. Allí me quedé yo, de pié, desnuda y con los ojos tapados. Cuando escuché la puerta de salida, me quité el pañuelo de los ojos. Todo estaba oscuro. Fui a dar las luces y pude ver el pañuelo que me había tapado. Era de color rojo y muy bonito.

- Un recuerdo de esta noche.- Dije en voz baja

Me dirigí al coche para vestirme, ¡Y la ropa no estaba! Tan solo el bolso con las llaves de casa. Tendría que subir desnuda. ¿Y si alguien me veía?

- ¡Si será puto!

Cerré el coche, y subí por las escaleras, no quería arriesgarme a subirr el ascensor y que alguien estuviese en el.

Llegué a casa sin ser vista. Preparé la bañera y la llené de agua. Estaba llena de semen por todos lados. Al mirarme al espejo, no pude evitar una sonrisa. Había disfrutado esa noche, tal y como mi ex marido me había dicho. El agua caliente me envolvió, y al pasar mis manos por mi cuerpo para limpiarme noté como una descarga eléctrica. Aún estaba caleinte, pero ya era suficiente. Cuando me metí en la cama cerré los ojos y traté de imaginarme el rostro de mi violador. Me dormí en mitad de las cábalas.

Los cinco días de espera a Abel pasaron rápido. Los pasé pensando en si debería contarle lo sucedido o no y decidí que no, porque no sabría como explicárselo. Al menos de momento todo quedaría en mi mente.

Me puse muy provocativa para recibirle. Cuando le vi, me abracé a el y le besé como hacía tiempo no lo hacía.

- Estás preciosa.

- Te he echado de menos.

El camino a casa se nos hizo largo. No paraba de acariciarme, y me estaba poniendo a cien.

Hicimos el amor en todas las posiciones imaginables, nos contamos alguna historia picante, y no paramos hasta quedar los dos rendidos en la cama.

No le dije nada de lo sucedido en el garaje cinco días antes. No sé si lo hubiese entendido, pero comenzaba a sentir que le amaba y no quería estropearlo todo por una noche en la que me comporté como la hembra caliente que había descubierto. Además le hubiese tenido que contar mis otras aventuras del verano, y eso debía formar parte de mi vida íntima. O eso creía yo, aunque el tiempo se encargó de sacarme de mi error.

Tres días después de marcharse Abel, recibí un sobre con un contenido muy especial. Cuando lo abrí la cabeza comenzó a darme vueltas, y tuve que apoyarme en la puerta de entrada a casa para no caer. En el interior había fotos de la noche de la violación.

Entonces ¿había más de uno?

Sentí miedo en los primeros instantes. Miedo a no saber lo que harían con las seguras copias de esas fotos. Dentro había una nota que me relajó. En ella decía:

"Recuerdo de una noche maravillosa, en la que el violador fue derrotado"




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Categoria
Sadomasoquismos

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