Mi afán por el exhibicionismo comenzó poco a poco. Al principio, me pasaba horas en mi cuarto completamente desnuda, unas veces mirándome al espejo y otras leyendo o simplemente paseándome por casa. Lo que más me gustaba era llegar del colegio y quitarme toda la ropa. Mi madre siempre me regañaba por estar todo el día desnuda, pero a mi eso me daba igual. Hoy empezare por contarles una de las primeras aventuras de mi carrera exhibicionista. Todo empezó como un juego, en la Universidad después de gimnasia, nos íbamos todas a las duchas. Rápidamente me desnudaba para presumir de mi cuerpo sobre todo de mis preciosos pechos, Me ponía a jugar con las chicas completamente desnuda lo que me provocaba una intensa excitación, mezclada con una sensación muy especial de libertad, luego cuando llegaba a casa me desnudaba y me tiraba horas pensando en ello con mis manos entre las piernas.
Siempre me sobraba la ropa, de modo que comencé a no llevar bombacha. El hecho de sentir que bajo mi falda, bien cortita, no llevaba nada, me excitaba muchísimo. Llegaba a clase, me sentaba y comenzaba a pensar en todo tipo de situaciones eróticas, esto hacia que pasara las seis horas de clase completamente mojada. Uno de esos días que iba andando hacia clase, por supuesto sin tanga, fui corriendo a subir las escaleras de la Universidad, tropecé y caí rodando, mi falda se abrió por completo, dejando mi conchita al aire. Pero lo peor no fue eso, sino que unos chicos de la Universidad me vieron perfectamente y comenzaron a reírse. Yo rápidamente me tape y salí corriendo, pero en las horas siguientes de clase no pare de pensar en lo ocurrido, que por un lado me avergonzaba, y por otro me excitaba terriblemente. Fue una experiencia que marco mi vida, me di cuenta que lo que realmente me calentaba, era enseñar mi cuerpo. ¿Pero cómo enseñarlo?, Realmente no era tan fácil sin que me trataran de puta, tenia que ser de una manera sutil, y que pareciera que yo no me daba cuenta. Lo del accidente no estuvo mal, pero no lo podía repetir constantemente, asi que me pasaba las horas pensando como poder exhibirme sin que resultara demasiado evidente.
Un día se me ocurrió la idea; Iría a probarme ropa y allí... comencé a buscar tiendas que no estuvieran atendidas por chicas que es lo habitual, hasta que por fin encontré una tienda pequeñita dedicada al mundo del windsurf, que estaba atendida por un chico, que aunque era bastante feúcho y gordito, me podría servir para lo que yo quería. El chico era además era bastante tímido y la tienda en ese momento estaba casi vacía, solo había una pareja mirando unas tablas. Entre, y me dirigí al dependiente y le pedí que me enseñara algunos bikinis, escogí cinco, los más llamativos, por supuesto, dos de ellos eran tanga y pase al probador, este tenia una cortinita y la deje entreabierta; me desnude y comencé a poner posturitas mientras probaba los bikinis. Al principio pensé que el dependiente era tonto o marica ya que no se enteraba de nada y por mucho que me movía no me prestaba atención. El primero que se fijo fue el chico que estaba con su novia donde las tablas, se quedo mirándome con una profunda mirada de deseo. Pero no era suficiente, yo estaba muy excitada y ya no tenia ninguna vergüenza, necesitaba que el gordito me mirase también.
Me puse un bikini, salí del probador, llame al dependiente y le pregunte si no tenia otro talle más pequeña. El gordito al verme se quedo duro y empezó a tartamudear, enseguida me trajo otro talle sin saber muy bien donde dirigir su mirada; me metí de nuevo sin apenas cerrar las cortinas y esta vez ya tenia dos espectadores, bueno tres, ya que la novia del otro chico también se dio cuenta y reacciono rápidamente llevándose a su novio. Nos quedamos solos el gordito y yo, empecé a notar un calor intenso por todo mi cuerpo, casi inmediatamente me quite el bikini y comencé a masturbarme, estaba de frente al espejo y por el reflejo podía ver al gordito medio escondido como había sacado su verga y se la estaba tocando. Llego un momento que no podía aguantar más y abrí la cortina del probador totalmente, mire de frente al gordito que no sabía como esconder su pija que ya se había convertido en una inmensa verga, yo le grite: - ¡Hora de cerrar! - Me entendió perfectamente salió corriendo, echo la llave, bajo las cortinas y en cuanto termino sin decir más palabras me lance sobre su verga y la devoré con un hambre feroz. Estuve como diez minutos chupándosela y mordisqueándole los huevos, hasta que me pareció que iba a acabar. Rápidamente me pare, le tumbe en el suelo y me senté sobre su cara.
Pasamos otros diez minutos haciendo un fantástico 69 hasta que por fin me decidí a sentarme sobre su verga. Al principio me dolió un poco, pero no le dije nada. Una vez pasado el dolor inicial comencé a gozar de verdad, nunca había sentido nada igual, me puse a cabalgarle como una loca jadeando y sin parar de gritar, era maravilloso, hasta que de pronto el maldito gordo acabo, justo cuando más estaba disfrutando. Me levanté enfurecida, el intentaba disculparse diciéndome que podemos intentarlo dentro de un rato. Pero yo le mire y pareció ridículo tirado en el suelo con los pantalones medio bajados, empecé a reírme, rápidamente me vestí y me fui sin decir nada. El gordito intentó seguirme mientras se subía los pantalones, pero ya no tenía nada que hacer. A partir de ahora buscaré mejor a mis amantes.