Hay palabras que encienden.
Arden en lo suave, en lo genital;
verbo rebelde, ya se siente lo amargo y dulce.
Sí, son poemas los que escribo en esta ocasión, pero no cualquier poesía sino erótica, pero no cualquier poesía erótica, sino una poesía erótica femenina y más que eso, una poesía erótica femenina de verbo rebelde. Como dice el fragmento que te mencioné. Y entonces continúo mi frenética escritura de versos y me jalo el calzón metiendo la lapicera por uno de los costados e impulsándolo hacía afuera, me jala el elástico y hace que me dé un rico azotón en el vientre muy cerca del sexo. Y entonces me llegan más versos obscenos:
Yo la recibía jadeante en mi lengua
y tú me la enterrabas en la boca.
Tócame la cresta del monte,
mete la mano entera…
Casi y puedo escuchar una voz femenina, resoplando mis versos llena de excitación y me jalo los tirantes del sostén, lo pezones se me ponen duros. Escuchar que recitan mis versos sería una gran excitación compartida. La que recorre con su voz mis versos empieza a alargar las palabras, le cuesta mantener firme esa voz jadeante, la piel se le eriza, endereza la espalda, acomoda las nalgas en el asiento y no aguanta más, se toca.
No busques explicación a los placeres
disfruta el hormigueo profundo,
moja los labios, yérguete y deja de buscarlo…
el morbo te envuelve.
Y entonces yo también me tocaría al escuchar que recitan esos mis versos. Me excita tanto saber que me leen que busco quien lo haga, es una incitación al placer mutuo de dos mujeres osadas, llevadas por su placer. Y me pregunto si tu quieres ser una de ellas. ¿Me harías el enorme honor de leer estos poemas míos? ¿Hacerme sentir tu excitación y que juntas nos llenemos de placer tan solo con la lectura? Si así lo quieres la invitación es para ti.