Al pasar delante de esa puerta, unos pasos más adelante, de esa misma casa da una ventana grande a la calle, tras sus cortinas de seda transparente se ve una sala bien iluminada, al fondo un enorme armazón de madera cubre la pared casi de lado a lado, a la izquierda un piano con la tapa de las teclas puesta, al otro lado una mesita estilo francés de patas delgadas bien contorneadas y encima un teléfono y una lamparita. En medio, dos sofás: uno individual y el otro largo en el que se encuentran sentadas las dos chiquillas muy juntas. Risueñas se están riendo llevadas por cierta euforia que oculta por detrás el nerviosismo de ambas. La una está sentada a medias y casi de costado inclinada hacia la otra que está sentada de frente con los pies hacia los costados y las rodillas juntas en medio; la falda de su vestido ha quedado por encima de sus rodillas en las cuales tiene apoyados los codos y las manos juntas en alto sosteniendo su mentón. Mientras que la una tras adelantar la pierna, la descubre tierna y carnosa con unas medias muy cortas que apenas llegan a cubrir su tobillo.
Inquietas, sonrientes y juguetonas, las adolescentes no dejan de mirarse y darse algunos leves empujones que les hacen terminar a carcajadas. La una mirando con picardía a la otra, comienza a picarle con los dedos muy cerca de las rodillas con la intención de hacerle cosquillas, a lo que la otra mueve levemente las rodillas a un costado y las devuelve a su lugar como un péndulo. La una insiste con las cosquillas insistentemente y cada vez más arriba de las rodillas, mientras que la otra responde cada vez más nerviosa, hasta que de manera abrupta, dando un manotazo retira de sus muslos las manos de la una y toma una revista del sillón individual qué le queda próximo, y comienza a hojear dicha revista ocultando la cabeza en medio de las páginas. La una vuelve a palparle con la mano uno de sus muslos y la otra sacando la cabeza de entre la revista le dirige una mirada desafiantemente y vuelve a entretenerse con la revista riéndose sola; la una aprovecha y le sube la falda, la otra mueve la pierna con la intención de que su falda vuelva a su sitio pero apenas y logra bajarla un poco, a lo que la una vuelve a insistir y se la sube aún más dejando su adolescente muslo totalmente descubierto, y sin esperar a que la otra vuelva a prestarle la debida atención, mete la mano hasta el medio de ese muslo y comienza a tocarlo frenéticamente, de tal modo que la otra sede y separa las rodillas, oculta su nerviosismo aún tras la revista, la cual no ha dejado de mirar atentamente, pero ya se nota su agitación con el manoseo que está recibiendo entre sus piernas, en el temblor de sus rodillas qué sube por sus muslos e incluso hace que se mueva su torso mientras en sus manos aprieta las hojas de la revista. Y la una también se conmociona y se agita moviendo frenéticamente la mano entre esos muslos que de momento se cierran a su alrededor, apretando su muñeca como si jalaran más adentro esa mano.
La emoción de ese preciso instante hace que la una acerque la cara hasta meterla tras la revista juntando los labios para embestir con un beso a la otra.
Pero por detrás mío se oye el ruido de un auto que acaba de estacionar, del cual baja una mujer respingada, de tacones altos, falda tubo, chal de piel cubriendo sus hombros y un sombrerito tipo boina con una red que le cubre hasta los ojos. Y al tiempo que pone su cartera bajo el brazo, ya me voy alejando para continuar bajando la calle como quien distraídamente no hace más que pasar.
Este relato es parte de mi librito digital “Lésbico y confidencial” que lo distribuyo gratis a través de correo electrónico, las interesadas en leerlo completo sólo deben pedírmelo.
Por favor solo chicas.