Como el tiempo ya comienza a ser caluroso, a las nueve y media de la mañana más o menos del viernes, fui a dar un paseo por la playa a un pequeño pueblo de la costa cercano a donde vivo.
Al llegar a la orilla miré hacia los lados para decidir en que dirección caminar. Estaba en el centro aproximadamente de una no muy larga playa en la que en ese momento no había ni un alma y que por ambos extremos acababa en rocas.
Me decidí por la derecha y fui paseando por la orilla con las sandalias en la mano mojándome los piés hasta que llegué a las rocas que cerraban la cala y me di cuenta que detrás de una de ellas pequeña que sobresalía de la arena había un hombre muy moreno tumbado de lado sobre una toalla con la cabeza apoyada en la mano mirando en la dirección de donde yo venía.
Estaba desnudo completamente, cosa normal al ser ésta una zona de playas nudistas, pero en aquel momento poco me imaginaba yo que en los dos siguientes días aquel hombre de cara sonriente iba a hacerme sentir lo que, a pesar de todas mis experiencias, nunca había sentido.
Mi único propósito ese día era dar un paseo y no había pensado que pudiera encontrar a alguien con quien pasar un rato de sexo anónimo por esa zona. Pensé en dar la vuelta para que no se sintiera molesto con mi presencia, pero debido a la sonrisa que pude ver en su cara, se me encendió esa luz que a veces es muy débil y otras más intensa y que te sugiere que por ahí puede surgir algo interesante, así que seguí y pasé por su lado, entre él y la orilla.
En ese momento, iba yo a saludar con los buenos días de rigor, pero él lo hizo antes que yo al mismo tiempo que de forma muy evidente, con la mano libre, se cambió de lugar la polla que colgaba por su pierna. Su sonrisa me pareció algo provocadora y me paré cerca de él.
“Y muy buenos”, dije sonriendo, primero mirando el cielo y luego directamente dando un repaso con mis ojos a su cuerpo que estaba reluciente de aceite bronceador.
“Un día fantástico para tomar el sol”
Pensé que lo que debía hacer yo era estirarme también en la arena desnudo para estar los dos en igualdad de condiciones y que pudiera ver que entendía su mensaje y entraba en el tema y, al mismo tiempo, que pudiera ver que su cuerpo y su actitud estaban empezando a producir ese cosquilleo en mis partes bajas que hace que los pantalones se abulten, pero no llevaba toalla ni crema solar y mi piel se quema enseguida si no la protejo, aparte de que era un lugar muy descubierto para intentar algo, así que después de dudar un segundo se me ocurrió un plan B.
“¿Sabes si se puede seguir por ahí?”, pregunté señalando el final de la playa, donde empiezan las rocas.
“Sí, entre esas rocas pequeñas hay un sendero que da un rodeo”, me contestó volviendo a cambiar de lugar su polla que ya estaba empezando a notar también el cosquilleo, pues era evidente que estaba creciendo. Yo llevaba unos pantalones finos de verano y mi bulto ya se podía apreciar a través de ellos, así que me giré para que me viera de frente y me pasé la mano sobre él.
“Pues voy a ver qué tal”, le dije con una sonrisa también provocadora sin dejar de pasar la mano por encima de mi entrepierna animado por su actitud.
Solamente suelo hacer eso en zonas de cruising o lugares donde sé que no me voy a llevar una sorpresa, pero desde el momento que le vi allí tumbado sonriéndome y tocándose la polla entendí claramente que no se escandalizaría si yo hacía lo mismo.
Eché a caminar por encima de las rocas y en el primer recodo me paré apoyándome contra la pared rocosa.
Como era de esperar y en ese caso de desear, enseguida oí unas pisadas y apareció aquel reluciente y moreno cuerpo sin nada de ropa encima.
No era joven, quizás unos pocos años más joven que yo, aunque bastante más pequeño de tamaño, más bajo y más delgado, pero no demasiado y aunque de constitución algo menor de lo habitual en este país, daba la impresión de ser muy fuerte. Lo que también era evidente que cuidaba mucho su aspecto. Tenía una barba recortada un poco canosa y el pelo un tanto largo y rizado, también con canas.
Me sonrió sin decir nada y se apoyó a mi lado sobre la pared de roca que bajaba desde una altura de unos cuatro metros.
Miré hacia su lado y observé que su polla ya estaba casi horizontal. En ese momento se me ocurrió pensar la tontería de que si se la chupaba me llenaría la boca de aceite solar.
El recodo de las rocas donde estábamos se encontraba resguardado de las miradas y tenía el reluciente mar delante; era un lugar perfecto y si se acercaba alguien se podía oír antes de que llegara a donde estábamos, pero por otro lado, si llegaba alguien, la imagen de dos hombres juntos, uno desnudo y con la polla tiesa era muy difícil de disimular.
¡Qué narices! pensé. Aunque ese día no había salido con la intención de buscar nada, una oportunidad así no se podía desaprovechar.
Los pantalones que yo llevaba eran de verano sujetos con una cinta elástica por lo que no me fue difícil meter una mano por debajo y con la otra le agarré la polla que no era muy larga ni muy gorda, pero tenía un aspecto muy apetecible a pesar de estar embadurnada de aceite solar.
Los dos giramos las caras y fuimos acercándolas hasta que primero se encontraron nuestros labios y luego nuestras lenguas. Nos morreamos un poco mientras yo movía suavemente las dos manos. Él me metió una mano por debajo de la camiseta y me pellizcó un pezón detrás de otro con bastante fuerza.
Hace tiempo yo no le encontraba el placer a los pellizcos en los pezones, pero con el tiempo ha pasado a ser para mí una parte imprescindible en cualquier encuentro sexual. Incluso a veces, cuando me masturbo sin prisas, me pillo los pezones con dos pinzas de plástico que me hacen la presión perfecta.
Estuvimos así un par de minutos hasta que él se puso en cuclillas delante de mi, tiró de mis pantalones hacia abajo y me sacó al sol todo lo que había debajo. Agarró la base con una mano y con la otra me acarició el escroto delicadamente primero y luego empezó a estirar de él hacia abajo hasta que con mi mano le hice entender que era suficiente, ya que estaba empezando a sentir algo de dolor.
Observó por todos los lados lo que tenía entre manos, como si lo estuviera examinando.
“Un pene muy bonito” dijo y se metió la punta en la boca empezando a chupar también muy suavemente mientras seguía estirando de mis huevos como si los quisiera arrancar, aunque ahora sin llegar a hacerme tanto daño, sino una sensación agradablemente dolorosa. Sentir como estiraba de la bolsa de mi escroto me gustaba cada vez más mientras sentía como mi polla entraba y salía de su mojada boca.
Era muy bueno mamando, pero mi espalda estaba apoyada contra las rocas y no era muy cómodo, aunque la vista que tenía yo del mar en ese día soleado era espectacular. Imagino que para él tampoco era muy confortable estar acuclillado,
Así estuvo un rato mientras yo acompañaba el ritmo de su cabeza con una mano y con la otra le acariciaba el hombro y el pecho, que era bastante velludo.
Cuando por mis contracciones en la pelvis notó que estaba a punto de correrme separó la cabeza.
“¿Llevas condones”? Aquello se animaba, pero yo no había ido preparado, pues no me esperaba ese encuentro.
“Lo siento, pero no me he preparado para esta agradable sorpresa”, le contesté haciendo un gesto de qué le vamos a hacer con los hombros.
“Espera un momento”. Se levantó y comos si fuera calzado se marchó caminando por las rocas. Me dio la impresión de que tenía las suelas de los pies acostumbradas.
Al cabo de muy poco oí pasos que se acercaban y, como no podía estar seguro de que fuera él, me metí en los pantalones lo que tenía fuera de ellos. Era él, pero se había puesto un bañador tipo boxer con bolsillos, que al ser tan fino no podía ocultar el bulto que había debajo.
Volvió a hacer la misma operación, me bajó los pantalones para seguir chupando y al cabo de poco, sacó un condón de un bolsillo, me lo puso, se sacó el bañador y se apoyó contra la pared de roca. No hacía falta hablar, estaba muy claro que en esta ocasión me tocaba ser el de atrás, y lo hice con gusto mientras él sacaba cada vez más el culo hacia fuera cogiendo una buena posición para aguantar las embestidas suaves pero con fuerza que empecé a darle hasta que se la metí toda dentro.
Estuve un poco saliendo y entrando lentamente hasta que fui aumentando la velocidad mientras él me decía que le diera más y más fuerte. Hice lo que me pedía y le embestí con toda la fuerza que sus brazos apoyados sobre la roca podían aguantar.
Se podía oír el choque de mi pelvis contra su desnudo culo que, dicho sea de paso, me estaba dejando el vientre mojado de aceite solar.
Apartó una mano de apoyo y yo le di más suavemente para que pudiera sostenerse, se agarró su reluciente polla, cuyo tamaño era aproximadamente como la mía, y se masturbó poco a poco hasta que notó que yo iba a correrme y aumentó la velocidad también.
Cuando noté que estaba a punto de llegar, me aparté un poco, me quité el condón y le solté la carga encima de las nalgas mientras veía las gotas de su semen caer sobre el suelo.
Me limpié el aceite con un pañuelo de papel en el que envolví el condón.
“Voy a lavarme un poco” se giró con aquella sonrisa que parecía estar permanentemente en sus labios y se dirigió de nuevo a la playa. Yo le seguí viendo como mi leche le corría por las piernas hacia abajo.
Aunque todavía estaba bastante fría, se metió en el agua sin dudarlo y se frotó el cuerpo.
En otro momento yo me habría marchado ya, pero afortunadamente no lo hice porque aquel hombre tenía algo que me intrigaba y quería saber que era.
Esperé que saliera del agua y se tumbara sobre la toalla y me senté a su lado mirándole.
Como he dicho, no era joven, aunque lo era más que yo, pero era evidente que se conservaba muy bien, no parecía tener grasa por ningún lado y su piel, aparte de morena, se veía lisa y suave. Habíamos hablado poco, pero por su acento deduje que no era de la zona, aunque tampoco podía reconocer de dónde.
“No eres de por aquí, ¿verdad?” Me salté la norma de no hacer preguntas personales en este tipo de encuentros.
“Soy de Madrid. He venido unos días al apartamento que un amigo tiene aquí. Él ha tenido que marcharse y he aprovechado este finde largo para relajarme. A veces lo hago, me gusta este sitio. Me llamo Pablo”
“Yo Jorge”. No le había pedido tantas explicaciones, pero me gustó su naturalidad y franqueza. Le sonreí con complicidad pensando que la presentación había sido a posteriori de nuestra otra presentación más íntima.
“Es un lugar privilegiado” le dije pensándolo sinceramente.
“Sí y el apartamento está en aquel bloque de allá abajo” dijo señalando un edificio blanco con ventanas azules en primera línea de mar.
“Guau, debe tener una vista preciosa”. Yo antes ya me había fijado en ellos y sinceramente estaban en un lugar único.
Durante todo este rato, él había estado en la misma posición que cuando le ví al llegar, tumbado de lado con la polla colgándole sobre el muslo y yo sentado apoyando los brazos sobre mis rodillas, todavía con el pañuelo en el que estaba el condón.
“Me gustan mucho por fuera y siempre me he preguntado como deben ser por dentro” le dije tentativamente.
“Te lo puedo enseñar” Su respuesta fue inmediata, lo que me animó aún más.
Le miré sonriendo y noté dos cosas al mismo tiempo: que mi polla empezaba a reaccionar de nuevo y que la suya crecía hasta casi tocar la arena, pero yo ya no tenía tiempo y le sugerí que me invitara a un café al día siguiente hacia esa misma hora si era posible.
“¿Sólo, con leche, descafeinado o normal? Contestó haciendo efectiva la invitación.
Yo me sentía muy bien y relajado en su compañía. No llevaba pluma ni se notaba nada especial que delatara que era gay, pero tenía algo de muy atractivo y de una naturalidad y seguridad que me daba confianza.
Me dijo el número del apartamento y aseguré que a las diez estaría llamando a la puerta.
Por un momento pensé en despedirme dándole un beso en la boca, pero me contuve y me incliné para pasarle una mano sobre el hombro.
“Hasta mañana entonces” me despedí mientras lo hacía.
“Hasta mañana”
Antes de tirar el pañuelo pringado a la papelera lo olí y me gustó el olor ya que me recordaba su cuerpo. Desde aquel día tengo en casa una botella del mismo aceite solar que a veces utilizo para hacerme una paja mientras recuerdo aquel fin de semana.
Volviendo a casa yo ya estaba deseando que pasara rápido ese día para encontrarme de nuevo con él.
Que relato más erótico, me encanto y me excito mucho, como todos tus relatos! Ya voy a leer los demás nuevos.