Mis primeras veces 11
( Relatos Gay )
11- La primera vez que estuve en la cama con un hombre yo vivía en un piso antiguo muy grande en el centro de la ciudad antes de las remodelaciones del casco antiguo. Hacía un tiempo que me había separado y, como el piso era grande, a veces lo compartía con personas que pasaban y se quedaban un tiempo. (Una vez más tengo que recordar a aquellos que hayan leído algunos de mis otros relatos “Mis primeras veces” que estos recuerdos no guardan un orden cronológico. Los escribo tal como me van viniendo a la cabeza). Mi compañero de piso en aquella ocasión era un muchacho gay venezolano que había venido a España a estudiar un máster. Era muy culto y agradable, pero durante todo el tiempo que vivimos en el mismo piso, en ningún momento le comenté que yo también sentía cierta inclinación por las relaciones homosexuales y que había tenido algunas experiencias. Quizá el se pudo imaginar algo por nuestras conversaciones, pero como él conocía a todos mis amigos no creí conveniente sincerarme, aparte de que él no me atraía en absoluto y yo a él tampoco. Como he dicho el piso era grande y alargado y cada uno hacíamos la vida en un extremo, compartiendo el baño, el comedor y la cocina que estaban en el centro. Una noche estaba yo mirando la tele y llegó él acompañado de un muchacho brasileño que había conocido y que necesitaba algún lugar donde dormir aquella noche. Él a menudo traía a personas que conocía en bares o discotecas y pasaban la noche juntos y en ocasiones, en la intimidad de mi cuarto, yo me masturbaba imaginando lo que estaban haciendo. Pero aquel no era el caso, como el piso tenía habitaciones vacías y sabía que a mi no me iba a importar, le había ofrecido venir a dormir allí. Naturalmente no tuve ninguna objeción. Mi compañero de piso dijo que se iba a dormir pues estaba cansado y nos quedamos los dos un rato charlando. Él acababa de llegar de Brasil y me estuvo preguntando cosas sobre la ciudad y explicándome cosas de su país. No parecía gay, pero su meloso acento y ciertos gestos le hacían parecer un poco amanerado. Después de un rato le dije que me iba a la cama, que si quería quedarse mirando la tele no había problema, pero que me acompañara pare enseñarle donde iba a dormir. Era una estancia contigua a la mía y por la que se tenía que pasar desde mi habitación para ir al baño o a la cocina que, como ya se ha dicho, estaban en el centro del piso. Fui al baño y a la vuelta hacia mi habitación vi que ya estaba en la cama cubierto por una sábana. Le di las buenas noches pero él me pidió por favor que me acercara. Extrañado pero algo excitado lo hice y al llegar al lado de la cama, me cogió la mano y me dijo si le podía hacer compañía un poco. Me quedé dudando con su mano en la mía. Mientras habíamos estado charlando no habíamos hablado de nada provocador pero probablemente, al compartir piso con un muchacho abiertamente gay, él pensó que yo también lo era. Por un lado hacía tiempo que me apetecía tener esa experiencia y por otro no quería hacer público que el sexo con los hombres también me gustaba y, seguramente, si me acostaba con él, mi compañero acabaría enterándose. Por otro lado, era una ocasión única y mi compañero ya hacía rato que se había ido a dormir. Me decidí y le dije que viniera a mi habitación. Me estiré en mi cama boca arriba, él se puso junto a mi de lado y comenzó a acariciarme el vientre y el pecho. Para mi era una sensación muy extraña. Sentir el contacto de su pecho plano y velludo sobre mi brazo me parecía raro ya que yo, en esos momentos, siempre había notado los bultos de dos pechos femeninos y, por supuesto, sin vello. Con mi mano estirada entre los dos cuerpos noté como su pene, al ponerse tieso, me tocaba los dedos y le agarré la punta haciendo algo de presión, cosa que, por su gemido, pareció gustarle. Mientras me acariciaba bajando cada vez más su mano estiraba la cabeza con la intención de que yo girara la mía hacia el para besarle, pero hasta ese momento yo nunca había besado a un hombre tampoco y no me apetecía. Finalmente llegó con su mano hasta mi polla y poniendo las manos por debajo de mis huevos me los subió para arriba agitándolos y haciendo con la boca ruidos de succión. Luego comenzó a bajar la cabeza hacia abajo parándose para morderme ligeramente los pezones que, en mi caso, son bastante grandes y me gusta que me lo hagan. Siguió bajando lentamente hasta que sus labios llegaron a la punta de mi tiesa polla y comenzó a lamerla. La mamada me gustó, pero lo más extraño era que mi mano que empujaba su cabeza para que se la metiera más adentro hacía contacto con un pelo muy corto y duro y, acostumbrado como yo estaba al cabello suave y femenino de mi ex, se me hacía raro. De todos modos, al cabo de poco ya se me olvidó todo mientras sentía como bajaba la cabeza hasta el máximo e intentaba meterse los huevos en la boca también. En mi opinión y por las experiencias que he tenido, creo que los hombres a los que les gusta chupar polla lo hacen mucho mejor que las mujeres (por lo menos los que me la han chupado a mi). Un poco más tarde acercó su boca a mi oreja y me susurró si me apetecía “hacer el amor”. Me hizo gracia que dijera ese eufemismo con aquel acento tan seductor, pero naturalmente le dije que sí, aunque también le informé de que yo, mucha experiencia no tenía. Abrió los ojos completamente y sonriendo me dijo que no me preocupara, que eso tenía solución. Salió de la habitación y al cabo de un momento volvió con un condón y arrodillándose con una rodilla a cada lado de mi cuerpo me lo puso. Luego, después de salivar el condón y su culo agarró mi polla y la dirigió hacia su agujerito haciendo presión hasta que entró la punta. Ahí se quedó un momento con los ojos cerrados mordiéndose el labio inferior y luego fue bajándose hasta quedar sentado encima de mi oprimiéndome los huevos. Empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo, primero lentamente y cada vez más rápido y yo ya me metí en el momento olvidando otras consideraciones. Me gustaba que me cabalgara un hombre. Lo habían hecho algunas mujeres, pero esto era diferente. Su polla iba loca sin control hacia los lados, arriba, abajo, así que con una mano la agarré y con los dedos de la otra húmedos con mi saliva le fui retorciendo los pezones uno tras otro. Él cada vez iba más rápido y sus embestidas más fuertes mientras entre gemido y gemido me pedía que me corriese. Me gustaba pero no me hacía llegar a ese punto. Cuando vi que se cansaba le hice salir y le pedí que se pusiera a cuatro patas con las piernas abiertas y lo hizo rápidamente, como si lo hubiese estado esperando. Me arrodillé detrás de él y le fui masajeando el esfínter con la punta del glande muy poco a poco. Aunque era el primer culo de hombre que tenía delante, a mi ex le encantaba que lo hiciéramos así. Le gustaba la excitación que le producía el no saber cuando yo la iba a embestir hasta el fondo. Así le estuve masajeando un poco hasta que metí la mitad del glande y me paré un momento notando su presión. Con una mano yo sujetaba su culo ansioso de que entrara y con la otra controlaba mi polla. Enseguida, lentamente, entré un poco más y noté como los músculos de su esfínter me rodeaban la base del glande. Ese es mi momento favorito, notar como entra la punta de la verga. Luego, como había hecho con mi ex bastantes veces, le follé un rato con el glande solamente. Sacaba la mitad y volvía a entrar otra vez hasta la base solamente. Su reacción era la misma que la de mi ex; cada vez jadeaba más pidiéndome que se la metiera toda, pero a mi me gusta ese juego y cada vez que le sacaba la mitad del glande paraba un momento notando las contracciones de sus músculos. Él pensaba que cada vez que volvía a entrar iba a hacerlo hasta el fondo y esperé hasta que él ya creyera que eso iba a ser todo. Y entonces, cuando no se lo esperaba, dejé caer un poco de saliva en el ya seco condón y de una embestida se la clavé hasta que noté el choque de mis huevos contra los suyos. No sé si el grito que lanzó fue de sorpresa o de placer, o de las dos cosas, lo que sí sé es que empezó a mover el culo como un loco hacia delante y hacia atrás. Cogí su ritmo y al poco noté como me corría. Entonces hice algo que nunca había hecho con mi ex, pero que había visto en películas porno. Salí de dentro de él, me quité el condón y me corrí sobre su lomo mientras él seguía jadeando espasmódicamente. Cogí un pañuelo de papel, le limpié la espalda y cuando recuperó el aliento, me dijo que le había encantado, se levantó y salió de la habitación. Por su actitud me pareció que aquello iba a quedar entre nosotros y, al parecer, así fue. A la mañana siguiente, cuando me levanté para ir a la cocina a hacerme un café él seguía durmiendo, pero al oír ruido en la cocina se levantó, nos tomamos un café juntos charlando de lo mismo que la noche anterior sin referirse en ningún momento a nuestro encuentro en la cama y siguió su camino. No volví a verle, pero un día me enteré de que había vuelto a su país
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