Llegé a su casa castamente, a la tarea dispuesto, cité al autor psicólogo más cachondo y drogo el señor Sygmund Froyd. Empezamos a discutir y me pusé detrás ella, estaba sentada, subió la cara y me dijo que la besara. Yo como un puberto precoz accedí, ella se paró y nos dimos en el sillón caricias prolongadas, mordidas en todas partes...
El sudor en nuestra piel con un exquisito sabor a sal que a todos nos gusta y el excitante jadeo de nuestros cuerpos rozándose nos envolvió en una incandescente calentura, sentía y le hice sentir que EXPLOTARIA DE PLACER. Después de media hora de un intenso recorrer de todo su cuerpo, se sentó delante de mí abriendo su piernas, tomé su blusa y la arranqué junto con su sostén, lamiendo ávidamente sus enormes senos de colegiala, con una aurela tan grande como sus nalgas. Poco a poco ella dirigió su mano hacia mi hermosísimo miembro, haciendo un contoneo con sus manitas, ya tenía los pantalones fuera y estaba totalmente erecto. Me paré ante ella y sacó lentamente su lengua y empezó a batir su saliva en mi tepule, sentía que estaba muriendo de placer, lentamente se paró y la empecé a desnudar... Un hermoso cuerpo se revelaba ante mis ojos, los jadeos y las acaricias siguieron hasta que caímos en la alfombra, acomodé mi pene en su vagina... Era virgen y no quería lastimarla, empecé con un contoneo suave tratando de tocar su clítoris para que tuviera el máximo placer, yo estaba igualmente perdido entre sus senos, de repente me gritó: "Más fuerte!!!" y sin preguntas aceleré mi pulso, creí que la muerte y el placer no eran las mismas, pero así es!! Froté tanto contra ella que empezó a sangrar, pero no importó... Sentí como su refrescante orgasmo recorría mi pene hasta que pocos segundos después me deje venir yo también, como si me vertieran en aceite ardiendo y después en una pileta fría. Me levanté y tiernamente le dí un beso en la frente....