Gabriela (remasterizado)
( Relatos Heterosexuales )
Semanas antes.
No había sido un buen día para Gabriela.
Su jefe estuvo de mal humor, incluso con ella, lo que significó más trabajo.
Se preguntaba si era su culpa, si tal vez las constantes negativas a salir con él finalmente pasaban factura.
Todos en la oficina sabían que el señor Martínez, su jefe, intentaba cortejarla, eran evidentes las miradas que le dirigía sobre todo cuando la llamaba a su oficina, donde seguramente no dejaba de escanearla de pies a cabeza, pero ella al estar casada y feliz solo lo toreaba, le daba alas (como comúnmente se dice en México) se reía ante sus insinuaciones, todo esto con afán de conservar su empleo.
Sumida en estos pensamientos estaba cuando el sonido de un claxon la despertó.
- Apúrele señora- escucho decir una voz proveniente del automóvil que tenia detrás de su camioneta.
A sus 29 años Gabriela de Guillen podía decir orgullosa que era una mujer plena y feliz, casada desde los 24 con el amor de su vida, Cesar Guillen, un hombre que conoció a los 21 años y del cual rápidamente se enamoró y comenzaron a salir juntos, al paso de 2 años se casaron y un año después dieron a luz a un hermoso y saludable niño llamado Jacobo.
Gaby (como comúnmente la llamaban) aprovechaba los pocos minutos en los que podía estar sola para reflexionar sobre sus sueños, su familia, su trabajo, en fin todas esas cosas que las labores cotidianas no se lo permitían.
Pero hoy era diferente, debía recoger a su hijo con su “adorable suegra”, el solo ver la cara de esa señora (no por que fuera fea, sino por la actitud que le atribuía a su persona) la ponía de malas, no se llevaban muy bien.
Reflexionando sobre su enemistad con Doña Romina llegó a la conclusión de que por ella (Gaby) no había empezado, siempre quiso tratarla bien pero al parecer doña Romina no quería lo mismo.
En esos momentos, sin querer pisó el acelerador de su camioneta y para su mala suerte salió del carril y fue a impactar con un coche que estaba estacionado en la acera..
- Dios - pensó Gaby algo aturdida y sacudida por el golpe, era la primera vez en su vida que chocaba..
Luego de unos momentos observo como un sujeto bajo del carro, a la distancia lo notó molesto, muy molesto y maldiciendo en voz alta se dirigió a encarar a quien lo chocó.
Estaba un poco asustada, pero al ser una persona honesta se dispuso a afrontar las consecuencias de su error.
En un instante el sujeto estaba frente a su camioneta, admirando por la ventanilla del conducto, maravillado por la visión que tenia frente a él.
Los ojos del viejo se clavaron en el tierno rostro de Gabriela, con esos grandes ojos azules bien delineados con lápiz negro, su tez blanquísima, sus labios carnosos de un intenso rojo carmesí, su hermoso y lacio cabello rubio hasta por debajo de los hombros, finamente maquillada.
Jamás en su vida aquel tipo había visto un rostro tan hermoso.
Ella también lo vio, un tipo gordo, bastante ancho, alto, de alrededor de 50 años, bastante desalineado, llevaba puesto un overol de trabajo y botas negras, se veía bastante sucio.
- Buenasssss… señito - dijo el hombre, al cual Gaby vio y a rápidamente pensó que era un viejo verde de esos que usualmente se topaba en las calles, olió el tufo de su boca, por lo visto no era un hombre muy limpio.
- Discúlpeme señor… Fue un completo error de mi parte- Se disculpó, quien aun se encontraba sentada en el asiento del conductor.
- Tranquilícese, primero presentémonos, mi nombre es Cipriano, ¿y el suyo princesa?- el hombre estiró su mano tratando de que la mujer devolviera el saludo.
Era impresionante como al verla el hombre cambió su humor, si se hubiese tratado de un hombre probablemente hubiese existido pelea, pero no con Gaby.
- Tiene razón, que mal educada soy- dijo Gaby llevándose unas hermosas y delgadas manos a la cara, mismas con largas uñas finas, pintadas de rojo oscuro- mi nombre es Gabriela- y al igual que el viejo, estrechó su mano en señal de presentación, a pesar de que el hombre no le daba buena impresión, ella no era prejuiciosa, pensaba que tal vez debajo de ese exterior se encontraba una buena persona.
- Bueno- dijo el viejo Cipriano, ahora si vamos a hablar de lo que pasó – el sujeto hablaba en tono sugerente que Gaby entendía, sin embargo estaba acostumbrada a esas actitudes de parte de hombres de todas las edades, por lo cual no le dio importancia.
Gabriela abrió la puerta de su auto y de una manera muy sensual (sin proponérselo, así era ella) bajó.
El viejo tenía los ojos como platos al poder observar en total plenitud la aquella espectacular mujer.
La veía de arriba hacia abajo, primero como deslizó una de sus impactantes piernas enfundadas en unas zapatillas cerradas blancas con tacón de 10 cms., hacia fuera de su camioneta, cubiertas por unos ajustadísimos jeans azul claro deslavados, su vientre plano resultado de mucho tiempo de gimnasio, su enorme trasero el cual parecía querer romper el diminuto pantalón de mezclilla, subiendo más arriba su mirada vio los impactantes cantaros d miel de la chica, majestuosos imponentes, completamente erguidos a pesar de su exagerado tamaño, cubiertos por un liso brassiere blanco y encima una delgadísima blusa blanca con breve escote en V, en fin Gaby era una chica de concurso.
La dulce, pero a la vez sexy voz de Gaby lo despertó de sus pensamientos.
- Por favor discúlpeme señor, fue un grave descuido de mi parte-
- No te preocupes querida, al parecer mi carro no sufrió más que una abolladura- dijo el viejo Cipriano señalando su auto- (un Ford modelo 86 de buena lámina) el que si quedó mal fue el tuyo, mira nomás.
Era verdad, su auto fue el que se llevo la peor parte, no sabía qué hacer, uno de los pocos problemas que acarreaba su matrimonio era el tema económico por el cual estaban atravesando.
Cesar, su marido hacía poco tiempo que había perdido su trabajo, solamente se sostenían de lo que ella ganaba como secretaria, que no era mucho y para acabarla de amolar, el auto aún no terminaban de pagarlo.
- Señor- dijo Gabriela- reitero mi disculpa, pero… - dudó en seguir, sin embargo lo hizo- en este momento estamos cortos de dinero, le propongo dejarle mi número de teléfono y domicilio y en 1 mes yo le pago el desperfecto… ¿siiiiii?- esto último lo dijo en tono coqueto levantando un poco sus finas cejas (este tipo de actitudes no las hacía a propósito, es solo que al toda su vida ser acosada por los hombres inconscientemente había aprendido que su enorme belleza podía abrirle algunas puertas, y por ende ciertos beneficios.
El viejo estaba que no se la creía, estaba algo indeciso, no sabía si el forro de mujer que tenía en frente estaba coqueteando con él o era su imaginación, la escaneó de arriba a bajo de manera intrépida pero veloz, decidió que en cualquier caso no quería dejar de verla.
- No se preocupe Gaby- fue la primera vez que el viejo la llamó por su nombre- Déjeme decirle que está usted frente al mejor mecánico del rumbo… jajaja- rió orgulloso mientras colocaba sus manos a los extremos de su prominente barriga, en señal de ganador.
- ¿En serio?- preguntó Gaby con verdadera curiosidad, y es que así era ella, curiosa, coqueta, alegre, divertida, la típica chica que siempre llama la atención (y no solo por su cuerpo, que ya era demasiado, si no por ser una persona muy agradable y carismática), aunque ser así de desinhibida algunas veces acarreaba problemas, mas de una vez había cacheteado a alguien por mal interpretar su actitud, por creer que podían llegar a mas con ella, justo como el viejo Cipriano lo hacía en esos momentos, algo completamente normal.
- Claro reinita…. Déjame revisar el motor de tu camioneta que al parecer fué lo que más se madreo… …
- Muchísimas gracias Don Cipriano… - dijo esto encogiendo los hombros y moviendo involuntariamente sus enormes pechos, mostrando aquella sonrisa de dientes perfectos que enloquecían a cualquier hombre y que obviamente el viejo Cipriano no era la excepción.
- Sin cuidado chiquita… ahora súbete a la camioneta y préndela cuando yo te diga… .- Gabriela estaba tan a acostumbrada a que la mayoría de los hombres la llamaran de esa manera (chiquita, reina, nena, mami etc.) que ya no le daba importancia y obedeció.
Sentada en el asiento del conductor Gabriela veía como Don Cipriano revisaba su motor, rogando a Dios que cuando le ordenase que prendiera el motor, si prendiera, cosa que desafortunadamente no ocurrió, maldijo para sus adentros, ¿cómo era posible que aunque ella provocó el choque su camioneta era la que se llevo la peor parte?
- Quedó más madreada de lo que pensé seño- dijo Cipriano (Refiriéndose a su Honda CRV blanca)
- Maldición- dijo Gaby en voz baja pero lo suficientemente claro como para que el viejo pudiera escucharla, a la vez que recargaba su cabeza en el volante haciendo sonar el claxon.
- Tranquilícese seño…. cuénteme a ver qué le pasa- dijo Don Cipriano acercándose a la puerta del conductor abierta, notando la pesadez de la chica
- No… no es nada señor (dijo, titubeante, sintiéndose ahora si, realmente mal)
- Claro que si, una chica tan linda como tú no debe desobedecer a sus mayores- dijo esto con una sonrisa que dejaba ver su boca carente de algunos dientes, el viejo Cipriano era todo un lobo de mar en los asuntos de mujeres, sabía como tratarlas, como alegrarlas, como seducirlas y estaba dispuesto a poner toda su experiencia en marcha con tal de llevarse a la cama a su nueva “ amiga” (aunque también era verdad que era la primera vez que intentaría seducir a alguien tan tremendamente buena como Gaby).
Gabriela devolvió la sonrisa y sin mucha resistencia, contó sus problemas al viejo, por alguna extraña razón pensó que podía confiar en él.
Platicaron breve pero sustanciosamente acerca de la perdida de trabajo de su marido, la colegiatura de su hijo, la falta de seguro de la camioneta, el hecho de aun no haber terminado de pagarla e incluso Gabriela le comentó sobre los problemas con su suegra.
- Buena chamaca… lamentablemente no puedo ayudarte con todos tus problemas, pero al menos puedo hacerlo con el de tu camioneta.
- ¿En serio?- dijo Gaby con la mirada llena de esperanza
- Claro… que si…
Sin pensarlo, Gaby se abalanzó sobre aquel hombre que acababa de conocer y le dió un fuerte abrazo con el único motivo de agradecerle sobre el favor que iba a hacerle.
Los delicados brazos de Gabriela no podían Rodear el obeso cuerpo del hombre, pero a Gaby no le importó a pesar de no saber cómo tenía pensado ayudarla, el hombre se había portado de maravilla, ella había provocado el accidente y parecía que era al revés.
Don Cipriano se encontraba en la gloria podía sentir en su pecho los grandes melones aprisionados de Gaby, y al ser más alto que ella y estar en ese abrazo, le bastaba con mirar hacia abajo para poder recrearse la vista con el espectacular par de nalgas de la chica en sobre relieve debajo de esa espalda curveada hacia dentro, su olor a feminidad le encantaba, a ingenuidad, a mujer, hacía un esfuerzo sobre humano para no tocarla de manera indebida.
Los hombres que pasaban cerca de ellos miraban incrédulos lo que ocurría, aquella bella mujer, repegada totalmente al fofo cuerpo de ese viejo hombre, dándole ella la espalda al tránsito con ese gigante trasero apretado debajo de esa cinturita y esas piernazas de yegua.
La hermosa Gabriela se despegó del hombre para desgracia de él.
- Mira reinita, esto es lo que haremos, aquí no tengo las piezas para arreglar tu camioneta- dijo Cipriano mirando fijamente a la hermosa Gaby.
- Me la llevo a mi taller, la arreglo y te la tengo listo en unas 2 semanas
- ¿Dos semanas?- pregunto algo desilusionada la mujer.
- Lo siento, no puedo antes, las piezas que necesito son difíciles de conseguir, estas camionetas son algo caras.
Gabriela dudo por unos momentos, ¿come le explicaría a su marido la ausencia de su camioneta?, no quería contarle que por un descuido había conseguido una nueva deuda, eran tiempos difíciles y el dinero no les sobraba, de hecho, para nada. Pensó en que tal vez pudiera llevarlo con otro mecánico, pero a la vez pensó que quizá el viejo hacía eso para tener cierto seguro de que le iba a pagar, así que aceptando su error acepto.
- Está bien señor, pero como dije antes no tendré dinero para pagarle sino hasta final de mes… ¿saldrá muy caro?....
- No se preocupe por el dinero reina, después nos arreglamos.
- ¿De veras señor…? Pero es que me da pena... todavía que yo lo choco y usted es el que va a salir perdiendo- la bella Gaby tenía sus brazos cruzados lo cual resaltaba aún mas sus prominentes pechos queriendo casi salir por encima de su blusa.
- No se apene señito… Que yo también tuve algo de culpa- cosa que no era cierto pero quería quedar bien con el bombón de mujer.
Aún indecisa, la señora terminó aceptando por evitar problemas con su marido, además, pensándolo bien no se estaba aprovechaba del señor, pues tarde o temprano terminaría pagándole.
El viejo llamó por celular a su ayudante con las órdenes de traer la grúa lo más rápido posible, mientras el charlaba con la chica como si se conociesen de años, existía una química muy buena entre ellos.
Por un lado Gabriela veía al hombre como un agradable señor que la estaba ayudando tras un grave error.
Por el otro el viejo veía a la chica como una posible pareja sexual no importándole que ya le había contado que estaba casada y con un hijo. Estaba tan buena que el viejo haría todo lo posible por llevársela a la cama.
Gabriela miraba desesperadamente su reloj, estaba retrasada para recoger a Jacobo y sabía que al llegar con su suegra habría algún tipo de pleito.
En ese momento llegó la grúa.
De ella bajo un chico de alrededor de 22 años, bastante chaparro, moreno, y sucio, al parecer bastante naco (o al menos esa impresión le dio a Gabriela) y al igual que Don Cipriano muy sucio.
El chico ni siquiera intento disimular las miradas obscenas que dirigía hacia Gaby.
- Ay maestro… me despertó, estaba durmiendo bien chingón… aunque por esta mamacita lo entiendo… jajaja- dijo el joven dirigiéndose primero al mecánico y después mirando lascivamente a Gaby.
Lo que recibió por este comentario fue una bofetada de parte de su jefe
- Respeta a la señora chango (era su apodo)- dijo Cipriano- discúlpate o ya verás.
A regañadientes el chango se disculpó, le pareció extraña la actitud del viejo jamás se había comportado así.
- Disculpa aceptada- dijo Gaby mostrando su encantadora sonrisa a la vez que extendía su mano queriendo estrechar la del chango- Soy Gabriela mucho gusto.
El chango completamente extrañado contestó el saludo
- Me llamo Pablo, o el chango para los cuates.
- ¿chango? Déjame adivinar… … … … te dicen así porque de niño andabas por las ramas, jaja- Gabriela se rió con su encantadora sonrisa.
Era bastante obvio que no era por eso, si no por lo tremendamente velludo que era, sin embargo al muchacho le agrado que pasara esto por alto.
La chica estaba tan acostumbrada a ese tipo de piropos como el que le dijo el chango que ya no se ofendía, al contrario prefería llevársela bien con las personas y tomar de buena manera hasta los elogios mas vulgares, pero si tenía que ser sincera, le agradó sólo un poco la manera en que Don Cipriano lo reprendió por el comentario.
Intercambiaron unas cuantas palabras más, cuando la chica se disculpó con ellos pues ya iba muy tarde, se dirigió a su camioneta y sacó su cartera para tomar el dinero e irse en taxi, y para su mala suerte se dio cuenta que no traía nada de dinero.
Eso era el colmo de la mala suerte, estaba segura que este era uno de los peores días de su vida.
La casa de de su suegra aun estaba algo lejos, podría irse caminando, llegaría sin muchas dificultades, el problema surgía al pensar como regresar a su casa, para ese momento podría ya estar oscuro y no quería exponer a su hijo a la inseguridad de la ciudad, sin mencionar que no le importaría que la devoraran las miradas masculinas de la calle.
Otra opción era pedirle a su suegra que la llevara a casa, o que le prestara dinero para un taxi, inmediatamente deshecho esa idea, prefería regresar caminando que pedir algo a su horrible suegra.
Estaba en una encrucijada, afortunadamente para ella el viejo Cipriano lo notó y no le costó mucho hacer que la chica le contara de nuevo sus problemas.
- No te preocupes, yo te puedo llevar- Dijo Cipriano.
- No don Cipriano... usted ya ha hecho demasiado por mí... no puedo permitirlo- negaba Gaby con su cabeza.
- Déjame decirte un pequeño secreto- el viejo se acerco a el oído de Gaby, al estar tan cerca de ella el viejo sentía que perdía el control, quería besar su oreja, succionar su tierna boquita, tirarla allí mismo al suela y despojarla de su estrecha ropita, sin embargo se contuvo debía ir con calma.
- Yo también odio a mi suegra- susurro Don Cipriano
La chica soltó una gran carcajada y al final terminó aceptando, se dirigió hacia su camioneta para ver si no olvidaba algo mientras el viejo y el chango saboreaban mentalmente sus gruesas piernas haciendo resonar al termino de ellas los taconazos de las lindas zapatillas.
Mientras el viejo charlaba con el chango dándole las últimas instrucciones:
- Bien, ya sabes derechito al taller, no quiero enterarme que andas dando vueltas por ahí.
- Si lo sé señor… Por cierto... en verdad creé tener alguna posibilidad con ese forro de vieja- dijo el chango quien ya se había dado cuenta del porque de la “buena” actitud de su jefe.
- A huevo mi changuito… ¿No has visto como me mira? - respondió el viejo- de volada se ve que sabe elegir a los que la tenemos grandota.
- La neta se me hace que así es con todo el mundo- contestó el joven quien estaba en lo cierto, así era Gabriela, sin proponérselo hacía pensar a los hombres que podían llevársela a la cama cosa que hasta ahora no había pasado.
- A la verga con lo que tu creas, pero de que me la cojo me la cojo… o que ¿alguna vez te he fallado? (dijo esto refiriéndose a que siempre que se proponía cogerse a cualquier vieja lo hacía).
- Pus no nunca, pero esta vieja es otro nivel jefe… Mire, nomás de verle las nalgonas se me para.
- A mí también chango… lástima que tu nunca te cojeras a una así.
Estas palabras molestaron al joven estaba cansado de que Don Cipriano lo hiciese menos
- Ni usted tampoco, respondió el chango… es más le apuesto lo de siempre a que no se la lleva a la cama.
- Jaja! Sale y vale- dijo Don Cipriano riendo.
- Recuerde que me tiene que traer alguna prueba… …. Y además debe de ser por las buenas no vale forzarla, que por ahí hay rumores- dijo en tono inquisitivo el chango.
- Tu tranquilo mi Monkey que cuando esté dentro de esas nalgonas me acordaré de ti… jajajajaja.
En ese momento vieron como la escultural Gabriela se acercaba a ellos con su provocativo andar y ambos separaron rumbos.
- Que pena señor, otra vez le agradezco mucho, ¿Quién diría que de algo tan horrible como un accidente encontraría a una persona tan buena como usted?- la casada estaba en verdad agradecida.
- Lo sé, y ahora sube rápido a mi auto que aunque chocado, aún funciona- Gabriela se sonrojó al recordar que ella había causado el accidente.
Ambos se dirigieron a la casa de Doña Romina mientras hablaban de cosas banales, con las metas muy distintas, ella pensando que de todo esto probablemente obtendría una nueva amistad, además de perder dinero y él imaginando como sería la ropa interior debajo de esos apretados jeans de la que creía su futura nueva amante.
- ¿Quién es ese hombre con el que vienes?- pregunto doña Romina cuando Gabriela se disponía a salir por la puerta, con dirección al carro de Don Cipriano, con Jacobo en brazos pues ya era algo tarde y el pequeño había caído dormido.
Gaby notó el tono con el que su suegra dijo estas palabras... Como queriendo insinuar algo.
- Un amigo- dijo Gaby en tono cortante… no le debía explicaciones a nadie y menos a su suegra
- Ahaaa ya veo... otro de tus “amiguitos”.
Gaby se detuvo en seco, el día ya había sido lo suficientemente malo sin tener que aguantar aquello...
- ¿Esta insinuando lo que creo señora?- respondió la rubia visiblemente molesta
- Hay no como crees… Sólo te pido que cuando estés haciendo cochinadas con ese hombre le tapes los oídos al pobre de Jacobo… no queremos que crezca traumado.
Era la primera vez que la señora Romina hacia un ataque tan directo, por lo general se limitaba a hacer comentarios sugerentes sobre la fidelidad de Gaby hacia su hijo (Cesar), pero esta vez había dicho claramente que tendría relaciones con otro hombre.
Gaby no entendía la razón por la que su suegra la odiaba, jamás había sido infiel… ni siquiera en su etapa de novios, recordaba cuando la conoció, se portaba bien... El típico trato de suegra y nuera, nunca habían sido las grandes amigas pero al inicio se trataban con respeto, Gaby no supo cuando fue que todo cambio, sabía que ella no lo había iniciado.
- Sabe algo suegrita… vallase a la mierda- dijo Gaby, sabía que esas simples palabras le traerían graves problemas con Cesar pero en ese instante no le importaba.
- Linda boquita Gabrielita… No sé qué te vio mi Cesar- dijo Romina mirando de arriba hacia abajo a la chica y con una sonrisa burlona dijo - bueno a parte de las tetas y las nalgas.
Gaby ya no soportaba seguir escuchado tantas tonterías y muy molesta cruzo la puerta, mientras se alejaba podía escuchar las tonterías que bufaba su suegra.
El viejo Cipriano esperaba a la chica sentado en el cofre del auto… jamás en su vida había estado tan excitado como en esos momentos… el solo pensar que podría cogerse a su nueva amiga lo tenía calientísimo.
Y entonces la vio acercarse rápidamente, escuchaba los gritos provenientes de la suegra.
Notó las lagrimas escurrir de sus bellos ojos (debido al tremendo coraje) y sin pensarlo 2 veces la abrazo... Quería volver a sentir su fresco y bello cuerpo cerca del suyo y que mejor oportunidad que esta… aunque lamentó que debido al niño no pudo repagarse tanto como quería.
- Tranquila chiquita… - Dijo el viejo mientras acariciaba su sedoso cabello,
- Es… Una estúpida- tartamudeaba la nena sin intención de separarse del viejo, de alguna manera el abrazo la hacía sentirse bien.
Todo esto pasaba mientras eran observados por Doña Romina quien de brazos cruzados meneaba su cabeza de forma negativa “¿Cómo puedes cambiar a mi hijo por ese asqueroso sujeto?” pensaba.
Doña Romina era una mujer que enjuiciaba antes de preguntar, en su mente ni se asomaba la idea de que Gabriela acababa de conocer a aquel hombre, para ella, ya eran amantes.
Don Cipriano quedaba de frente a Doña Romina y le lanzo una mirada burlona... Triunfante sabiendo que todo lo que ocurría le beneficiaria a él. “Señora... Si supiera lo riquísimo que algún día lo pasaremos su nuerita y yo...”
Con una mirada de desprecio Doña Romina se alejó de ellos y se metió en su hogar, mientras Cipriano, Gaby y el pequeño Jacobo se dirigían al fin a casa.
-Muchísimas gracias por todo Don Cipriano- dijo Gaby bajando del auto con su hijo en brazos.
-Tranquila reina… No pasa nada.
- No sé cómo pagarle todo lo que ha hecho hoy por mi- decía Gaby- bueno… si lo sé … no se preocupe que le pagare hasta el último centavo.
- Cuando puedas nena… Solo recuerda que tu camioneta estará en unas 2 semanas y… Si no te molesta demasiado muñeca, sólo por el gusto de conocernos, tal vez puedas darme un besito aquí- Dijo el viejo señalando su mejilla derecha mientras sonreía tímidamente.
-Uy, ¿Cómo cree...? Me puede ver algún vecino… Bueno… Rápido, hágase para acá…
Feliz, don Cipriano se acercó, mientras ella, cerraba sus ojazos y acercándose también, alzó los labios y le besó tiernamente la mejilla al viejo de manera muy rápida, situación que aprovechó el hombre para admirar un poco el sexy canalillo que formaban sus enormes senos debajo de esa blusa.
Con una sonrisa de oreja a oreja el viejo la admiraba dulcemente.
- Esta bien señor… Y me despido porque mi marido debe estar muy preocupado por nosotros (refiriéndose a ella y su hijo).
La bella Gaby comenzó a caminar en dirección al edificio donde se encontraba su apartamento, con la libidinosa mirada del viejo clavada en aquel espectacular trasero que movía como una diosa.
El viejo se tocaba la verga por encima de su pantalón mientras decía en voz alta.
- Tranquilo… En unos días más vas a estar dentro de esa pendeja- arrancó su auto después de que ya no pudo ver a la rubia y se fue de allí.
El camino para Gaby fue difícil, su hijo ya no era un bebe, los últimos meses había ganado peso (no es que el niño fuese gordo, pero vaya que estaba pesado), además vivía en el 4o piso y el elevador no funcionaba desde hacía varias semanas.
Durante el camino se topó con varios vecinos que la saludaban eufóricamente... muchos de ellos con tal de pasar algunos momentos cerca de ella se ofrecieron a ayudarla con el niño, a lo cual se negaba, sabía que si hubiese aceptado se exponía a un nuevo pleito, ahora con su marido.
Estaba segura que su suegra ya lo había llamado, contándole quien sabe que cosas acerca de lo sucedido en su casa.
Cesar era un hombre celoso, a sabiendas del mujeron que tenía como esposa, y eso lo carcomía, algunas veces cuando estaba solo se imaginaba que Gaby se conseguía otro hombre y lo dejaba, aunque cuando estaba con ella se reprendía por tener esos pensamientos al verla tan cariñosa, tan atenta, tan amorosa y entonces sabía que él lo era todo para ella, y él también la amaba, más de lo que había amado a otra persona en su vida.
Más tarde que temprano Gabriela llegó a su departamento, introdujo su llave en la cerradura y entró.
No le sorprendió ver a su marido sentado en el sofá con semblante serio.
- Hola mi amor- dijo Gaby con la esperanza de que no se encontrara de mal humor... no tenía ganas de otra pelea.
Cesar no respondió el saludo, se dirigió hacia ella y tomo a Jacobo en sus brazos, para después alejarse de allí y llevarlo a su habitación (la de Jacobo).
Para ella esto solo podía significar una cosa, habría pelea, así que espero a que regresara, ella no quería discutir, pero tampoco era una dejada si quería pelea la iba a encontrar.
Esperó sentada en el sofá de la sala cuando vio aparecer a su esposo.
- Me llamó mi mama- atinó a decir Cesar.
- Otra vez esa vieja bruja- dijo Gaby frunciendo el seño en señal de molestia
- No le digas así es mi madre y lo sabes- dijo Cesar muy ofendido
- ¿Y cómo quieres que le diga si no deja de meterse en nuestros asuntos?
- Me dijo que estabas en el carro de un hombre ¿Quién era?- inquirió Cesar con el gusanito de los celos.
- Un conocido- dijo Gaby
- ¿Qué? ¿Un conocido…? ¿Quieres que me trague eso?- los gritos de Cesar llenaron el cuarto
- Baja la voz que despertaras al niño-
- ¡A la mierda con eso! ¿Cómo quieres que me ponga cuando mi mujer se está revolcando con quien sabe quien?
La respuesta de Gaby fue una sonora cachetada, jamás en su vida su marido le había hablado así, era la primera vez que la tachaba de adultera, y estaba segura que era por culpa de su suegra, sólo Dios sabía que fue lo que le contó.
A Cesar le dolía mas el orgullo que aquel golpe, el solo imaginar que Gaby estuviera en brazos de otro lo enloquecía.
- ¿En verdad crees que sería capaz de engañarte con otro…? Mírame a los ojos y dímelo.- la chica hablaba en tono alto, no importándole que alguien la escuchara, cuando ese tipo de acusaciones venían de su suegra no le afectaban tanto, pero viniendo de su marido era diferente.
Así lo hizo Cesar, miró fijamente los bellos ojos azules de Gaby y vinieron a su mente todas aquellas ocasiones en que había cuidado a él y de su hijo, lo tierna que era cuando se enfermaba, lo amorosa que era la mayoría del tiempo y la respuesta llegó pronto… No, Gabriela jamás lo engañaría, o al menos eso pensaba en ese momento.
- No… Discúlpame mi amor- decía, algo temeroso de la reacción de Gaby- es que tu sabes lo mal que me pongo, tu eres mi vida y no sé qué haría sin ti.
- No me vengas con eso ahora, primero me insultas y después me vienes con esto… - Gaby aun estaba molesta, se notaba por la posición de sus hombros.
Cesar pidió una vez más disculpas, incluso se arrodilló, y como a Gaby no le gustaba verlo así, humillándose, terminó por perdonarlo.
- Mi amor, tengo unas preguntas… Sin pelear ni nada pero, ¿Qué hacías en el auto de ese hombre?- trató hacer que su voz sonara lo más tranquila posible, aunque sintiera celos.
Gabriela no quería contestar esa pregunta, no quería decirle a su marido que por su estupidez ahora tenían más deudas, así que hizo lo que cualquier ser humano haría: Mintió
Le contó que su mejor amiga Lidia se la había pedido prestada unos días porque iba a salir de la ciudad, a fin de cuentas ya lo había hecho antes y a Cesar aunque le molestara terminaba aceptándolo, siguió diciendo que el hombre era tío de Lidia y que muy amablemente al ver que no tenía como regresar se ofreció a llevarla después del favor.
La intuición de Cesar (o quizás los celos) le decía que algo andaba mal, su historia no cuadraba, pero había algo extraño, a final de cuentas lo dejaría pasar, viniendo de Gaby no sería nada grave.
La reconciliación de la feliz pareja no tardo mucho en llegar, esa misma noche tuvieron una sesión de sexo marital, y como siempre las sensaciones fueron contrastantes.
Cesar como siempre había terminado completamente satisfecho (y como no, si aparte de ser una belleza, Gaby era tremendamente fogosa e inquieta en la cama).
Por otro lado teníamos a Gaby, la sensual chica, desnuda viendo detalladamente a Cesar quien plácidamente ajeno a todo esto dormía.
A pesar de ya llevar mucho tiempo casados Gaby no dejaba de sorprenderse de la belleza de su marido, un hombre alto, fornido gracias a las horas invertidas en el gimnasio, rubio, en fin era el estereotipo de belleza de las películas, alguien digno del tremendo cuerpazo de Gabriela, sin embargo había algo mal, nunca había logrado satisfacerla sexualmente y esto se debía a 2 razones.
La primera, sentía Gaby que era debido a la falta de originalidad y talento a la hora de moverse, de sentir, de disfrutar de cada rincón de su cuerpo, y la segunda era el tamaño del miembro de su marido, si bien era cierto que nunca había visto otro, por platicas con sus amigas se podía dar una idea de lo pequeño que era, sin embargo ella lo amaba demasiado como para quejarse por eso.
Sabía en el fondo que debía hablarlo con él, que era un problema que tal vez tenia solución, pero también existía la posibilidad de que sus palabras pudiesen dañarlo, considerando lo frágil que era y eso era lo que menos quería.
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …
Los siguientes 2 días transcurrieron de manera normal en la vida de nuestra bella protagonista, y no fue sino hasta el domingo por la tarde cuando recibió una llamada mientras se encontraba descansando después de realizar la limpieza en su departamento.
- ¿Bueno...?- Dijo Gaby al no reconocer el número de quien llamaba.
- Que bella voz tiene muchachita- dijo la voz del otro lado del teléfono
- ¡Ay! Como es usted juguetón- dijo Gaby al percatarse de que se trataba la voz del viejo Cipriano.
- ¿Que quiere que haga cuando estoy hablando con la mujer más bella del barrio?- dijo el viejo como tentando la situación.
- ¿Solo del barrio…?- respondió coquetamente la chica (sin ninguna mala intención, es solo que estaba acostumbrada a recibir los piropos muy subidos de tono, y cuando uno le agradaba por lo general seguía el juego.
- Uste sabe que no reinita… Uste sabe que es la mujer más bella de la galaxia- el viejo lentamente tomaba más confianza, pero sin llegar a ser vulgar, no quería perder su oportunidad.
- Ya ve como es señor… va a hacer que me sonroje ¿eh?
- Sonrójese todo lo que quiera… De todas maneras estoy diciendo la puritita verdad.
Era extraña la gran confianza que habían adquirido en unos pocos momentos que habían estado juntos, Gabriela no veía con malos ojos la actitud de Cipriano, pues ella ya estaba más que acostumbrada a ser admirada por el sexo opuesto.
Los siguientes minutos pasaron de la misma manera con Cipriano alabando la belleza de Gaby y ella cada vez mas sonrojada hasta que llegaron al punto de la llamada.
- Bueno nena… No quiero incomodarte, pero llamaba para ver si has conseguido el dinero
Gabriela dudo un momento… por lo bien que se llevaba con el viejo no pensó que no le cobraría tan pronto.
- Ay señor… mire, la verdad es que aun nada…
- No te preocupes, y no pienses que te estoy cobrando, lo que sucede es que me surgió un problema y rápidamente pensé en ti, si aceptas te perdonaría la deuda.
- ¿Qué clase de problema?- dijo Gabriela con la esperanza de librarse.
- Déjame contarte todo desde el principio.
El viejo Cipriano tomo aire y empezó.
- Como ya te había dicho, tengo un taller, todo iba muy bien con la clientela pero hace unas cuantas semanas un nuevo taller abrió muy cerca de aquí y empezamos a perder clientes… No teníamos idea de que chingados hacer para volver a tener clientela hasta que se me ocurrió una idea… …
- ¿Cuál idea?- pregunto Gaby
- Contratar edecanes… tu sabes de esas chavas buenonas que bailan afuera de los negocios.
Gaby aun no entendía que le estaba proponiendo.
- El pedo aquí es que ya teníamos contratadas a 2, pero para mi mala suerte una sufrió un accidente y no podrá venir, y para acabarla de chingar la agencia donde las contrate no me puede mandar otra, dicen que no tienen disponibles- mentía el viejo
Gaby quien por fin tenía una idea de lo que quería el viejo, y tratando de zafarse preguntó.
- ¿Y no puede llamar a otra agencia?-
- Si… Pero el problema es que estoy pagando un dineral por esta chica, ya la vi y es una hermosura, y en las demás agencias no tienen a nadie que le llegue a los talones.
- ¿Y entonces?- la voz de Gaby sonaba preocupada.
- Entonces es cuando entras tú… Eres una hermosura, y si suples a la chica que se enfermó nuestra deuda quedara saldad.
El silencio reinó por unos instantes mientras Gaby meditaba la situación.
- No creo señor, soy una mujer casada y no me parece correcto exhibirme, si mi marido se llegara a enterar inmediatamente me pediría el divorcio.
- Ándale… sólo son 2 semanas Gabrielita, sólo eso y por las mañanas- suplicaba el viejo
- No sé- la bella mujer estaba indecisa, solo tendría que hacer de edecán por 2 semanas y terminaría su deuda, era un buen trato, si estuviese soltera lo habría tomado sin protestar.
- Tu marido no tiene por que enterarse, será nuestro secreto- el viejo sonaba muy angustiado, sentía que la escultural mujer se le escapaba.
Después de unos angustiosos momentos la chica termino aceptando:
- Está bien señor, pero solo porque usted me cae muy bien, jajaja- se rió con su dulce voz
- Muchísimas gracias Gabrielita, y a propósito tu… ” Me caes mejor” - dijo Don Cipriano en doble sentido cosa que Gaby no entendió.
- Déjame te doy mis datos para que mañana llegues aquí temprano nena.
- Está bien señor.
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A la mañana siguiente Gabriela se encontraba afuera del taller de Don Cipriano, tuvo que hablar con su jefe pidiendo sus dos semanas de vacaciones por adelantado, su jefe aceptó pensando en recibir algo a cambio a futuro, aparentemente las cosas estaban de su lado, sin embargo un sentimiento de angustia la recorría, la calle estaba en muy malas condiciones, era muy temprano y no pasaba mucha gente ni coches.
Llevaba alrededor de 15 minutos esperando a las afueras de “El pie grande” (así se llamaba el taller mecánico, por un momento le dio la impresión que el nombre parecía más de table dance que de taller mecánico, pensaba en irse, a fin de cuentas nadie la había recibido, sabía que estaba mal, como era posible que una mujer casada como ella estuviera pensando en exhibiese ante una bola de extraños,
¿Qué pensaría su marido? ¿Qué pensaría su hijo?, definitivamente estaba mal, la espectacular rubia dio una titubeante media vuelta cuando escuchó como se abría el gran portón café.
- Hola señora Gabriela- dijo Eufóricamente el chango
- Buenos días Pablo- respondió Gaby
- Bu… buenos días- el chango se extraño de cómo una espectacular mujer como ella recordara su nombre.
Aún con aquellas ropas, se podía ver a la perfección la escultural figura de Gabriela, (pants negro algo entallado, playera de tirantes negra, tenis blancos y una chaqueta a juego con el pants de cierre en medio pegada a sus senos) dotada de una belleza espectacular que la naturaleza le concedió y cuidada gracias a las horas de gimnasio invertidas, decir que era espectacular es poco, ese bello rostro digno de una muñeca de porcelana con sus ojos azules y esos labios rojos sangre, contrastaban con el deseo que despertaba su anatomía.
Su cuerpo digno de las pajas mentales de todo el que la conocía, con su trasero perfecto, voluminoso, parado respingón y sus enormes melones fantasía de grandes y chicos, de amigos y familiares.
- Pero no se quede allí señito… pásele al fondo, la otra chica ya llegó-
Gabriela se quedó unos momentos sin articular palabra, su mente era un caos, sabía que no debía hacerlo, pero necesitaba saldar la cuenta de su camioneta.
- Ok Pablo, muchas Gracias- y con su sensual movimiento de caderas fue al lugar señalado.
El lugar olía mucho a gasolina, aceite a todos esos olores característicos de los autos, el recorrido era largo y mientras avanzaba se topaba con lo que pensaba eran trabajadores, todos eran similares, vestían ropas maltrechas, sucias y feas, tipos bastante normales, notaba la lasciva mirada de todos y cada uno de ellos, a lo cual ella respondía con un agradable “buenos días”.
Gabriela abrió lentamente la puerta del camerino improvisado que Don Cipriano había montado y cuando lo hizo vio a una chica sentada en una silla, vestida con un diminuto short y una pequeña blusa de tirantes.
La chica no se dio cuenta de la entrada de Gabriela puesto que estaba muy ocupada arreglando su cabello en el espejo.
Gaby quien por naturaleza era curiosa se quedó sin hacer ruido observando a la chica.
Noto que se trataba de una chica bastante normal, no era la belleza que creyó encontraría tras la llamada de Don Cipriano, veía su cuerpo, unos pechos de tamaño medio, para bajar a un estomago del cual se notaba una ligera pancita, observo su rostro, era una niña, según Gaby no pasaba de los 18 o 19 años, lo que pudo ver de su rostro le agradó, era una chica bastante bonita, pero dentro de lo que cabe normal.
La joven volteo a ver a la rubia y fue Gaby quien rompió el silencio, como siempre;
- Hola, me llamo Gaby y creo que somos compañeras- dijo mostrando su bella sonrisa de dientes relucientes.
- Mu... mucho gusto señora, mi nombre es María- Dijo la joven levantándose de la silla y estrecho su mano, a Gaby no le agradó que se dirigiera a ella como señora, porque a fin de cuentas a qué mujer le gusta que le recuerden su edad.
- Bien María, pero a partir de hoy llámame por mi nombre Ok-
- Si “ señora” esta bi… .- en ese momento hubo un silencio, para después ambas empezar a reír
- Si Gaby está bien.
Gaby supo que se llevarían muy bien.
Pasadas las presentaciones María le indico a Gaby donde se encontraba su ropa, la cual tomo, y la extendió sobre una pequeña mesita en la esquina del cuarto.
Sin ningún tipo de pudor la escultural rubia se despojo de su blusa deportiva y su brassiere, después de manera muy sensual (sin proponérselo) deslizar lentamente su pantalón deportivo.
- Disculpa, no sé si te importara que me cambie aquí- dijo Gaby cubriendo sus pechos con un brazo y con el otro cubriendo su intimidad aún usando una minúscula tanga de hilo blanca.
Gaby tenía la costumbre de hacer eso con sus amigas, entre ellas no había secretos y menos algo tan simple como verse desnudas, pero recordó que no todas las mujeres eran así.
- Para nada Gaby, con confianza-
Para ser honesta el cuerpo de Gaby impacto a María, jamás en su vida había visto cuerpo más perfecto, y eso la cohibió, la avergonzaba saber que cuando estuviesen fuera nadie la vería por ver a esa espectacular mujer.
- ¿Te pasa algo María?- pregunto Gaby
- No nada…. ¿Puedo hacerte una pregunta?-
- Ya la hiciste- rió Gaby, comentario que agrado a María
- No ya enserio... ¿te has hecho alguna cirugía?- dijo María intentando sonar lo más natural posible, no quería enfadar a su compañera.
Gaby se extraño, llevaba poco de conocer a María jamás imagino que le preguntaría eso,
- No, la verdad no, así me hicieron mis papas- dijo orgullosa de su anatomía, a la vez que se veía en el espejo.
- ¿En serio?-
- Claro… en mi familia las mujeres siempre hemos sido así, aunque mi mama dice que yo si exagere- ambas rieron.
- ¿Qué padre tener un cuerpo como el tuyo- Decía María en tono melancólico sabiendo que ella no era ni la mitad de hermosa que Gaby.
Gaby notando que tal vez al presumir su cuerpo había hecho sentir mal a María dijo:
- Pues ni creas, que es una friega en el gimnasio, además todos los hombres se te quedan viendo de manera extraña- la sonrisa de Gaby era muy amistosa.
- Ha de ser bien chido que los hombres te quieran por tu cuerpo, poder conseguir lo que quieras.
Este último comentario si preocupo a la rubia, siempre había sido de la idea que lo más importante de las personas era el interior, no se había casado con su esposo por ser un hombre bien parecido, lo había hecho porque a pesar de sus defectos, también tenía grandes virtudes.
- Créeme no esta tan bien- decía Gaby- lo que importa es lo que llevamos dentro.
- SIII lo que llevamos dentro de la tanga y dentro del bra - respondió María
A pesar de la lección que Gaby quería impartirle a María no pudo evitar reírse
- Bueno apúrate Gaby, que ya casi es hora de salir-
- Sí, pero donde está el dueño del taller- pregunto Gaby refiriéndose a Don Cipriano
- Mi tío llega más tarde, pero tranquila que ya me dio órdenes de que hacer-
- ¿Tu tío?- pregunto Gaby
- Así es, acaso no notas el parecido familiar
Jamás en su vida Gaby lo habría adivinado, don Cipriano era un hombre muy feo y la chica era hasta cierto punto bonita.
- Pues la verdad no- respondió Gaby.
- AY gracias a Dios- comentó María a lo que ambas rieron fuertemente.
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Gabriela y María bailaban sensualmente a las afueras del pie grande, con sus ajustados atuendos, al ritmo del reggaeton. Pequeño short ajustado blanco (en el que se distinguía por debajo la minúscula tanga, por lo menos en las enormes nalgas de la casada), top de tirantes ajustado blanco sin nada debajo, panty medias transparentes y botas blancas con 10 cm de tacón.
La bella rubia estaba al principio con un poco de pena al estar allí bailando para extraños, pero conforme pasaba el tiempo iba adquiriendo confianza, hasta que llegó a la conclusión de que no era tan horrible como pensaba, a fin de cuentas a ella le encantaba bailar, le encantaba esa música, su compañera era muy agradable, e incluso le hacía gracia como alguno que otro despistado había sufrido ligeros accidentes menores por voltear a verlas.
Ya había conocido a todo el personal, aunque hubiese deseado recordar el nombre de todos solo recordaba al chango o Pablo y a Francisco un chico de unos 20 años que era novio de María.
Debía admitir que la estrategia al parecer estaba dando resultado, había muchísima gente rodeando el taller, era verdad que muchos solo iban a verlas, pero otros en verdad entraban por sus autos.
En el poco tiempo que llevaba allí Gabriela ya había recibido más de 20 números de teléfono, los cuales ella aceptaba por educación aunque claro nunca llamaría a esos hombres, cuando alguien preguntaba su número ella cordialmente se excusaba (mintiendo) diciendo que si la compañía se enterara perdería su empleo.
Mientras a unos cuantos metros de distancia el chango, Francisco y Don Cipriano hablaban tranquilamente.
- No mamen gueyes… Ya no aguanto, me la quiero coger ya- decía el viejo Don Cipriano
- Sí señor, esta re buena la señora, mire nomás como mueve las nalgas- decía Francisco señalando a la rubia mientras bailaba la macarena meneando su trasero de una forma hipnotizante y si a eso le sumamos el diminuto short que usaba era una visión impactante.
- Esas nalgotas van a ser mías muchachos, pero todo depende de que salga bien el plan, y que no la cagues muchachito. Dijo Don Cipriano volteando a ver a Francisco.
- Si ya lo sé señor- fue lo único que pudo responder el joven.
Y como si Gabriela pudiera escucharlos sin perder el ritmo se acerco a ellos y jalando a Don Cipriano lo incito a que bailara con ella, el no perdería la oportunidad de dar una pequeña manoseada a tan sensual mujer y ni tardo ni perezoso la acompaño.
Los hombres que estaban allí reunidos no podían creer como tan horrible viejo estaba dando esos arrimones a la chica, la cual al parecer ni se daba cuenta (y así era Gabriela ni se imaginaba nada de eso, si notaba como el viejo se repegaba a ella, pero así se bailaba y lo disfrutaba).
- Neta lo vas a hacer wey?- pregunto el chango a Francisco
- Pus si wey ¿por qué?-
- Es que la seño es a toda madre- en el poco tiempo que el chango llevaba de conocer a Gaby ya había cogido cariño.
- Si wey pero el patrón se la quiere echar, y quien no, nomás mírala esta re buena.
- Pero si lo logra le arruinara la vida, hasta donde se está casada y con chamaco y toda la cosa, imagínate si a tu mamá o a tu hermana le quieren hacer algo así, es mas no te vayas tan lejos, imagínate si a María se la quiere chingar otro wey.
Francisco se quedo en silencio pensando.
- Tu sabes que necesito feria y el patrón me ofreció una buena, además María… está de acuerdo- respondió Francisco
El chango ya no dijo nada sabía que nada lo haría cambiar de opinión, ambos se quedaron allí embelesados viendo a la buenísima casada.
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … ..
Pasaron las horas, su primer día había pasado de maravilla, le había encantado el sentimiento de libertad, de sentirse deseada, de poder sobre los hombres y ahora llegaba el momento de regresar a casa y obviamente Don Cipriano se había encargado de ofrecerse para llevarla.
Desde el primer momento en que llegó al taller (el) no se separo de ella, y para los próximos días tenía pensado que fuera igual, cosa que a Gaby no le molestaba, más bien la hacía sentirse segura., y siempre era agradable estar con alguien.
Don Cipriano quería que Gaby se acostumbrara a él, que en el momento en que la penetrara no existiese resistencia de su parte, quería seducirla, quería apartarla de su familia, quería que ese forro de mujer fuera solo suyo, pero también quería que fuera por las buenas, quería que ella lo deseara y no le importaba valerse de trucos y de engaños para lograrlo.
Después de un breve camino en su auto, don Cipriano dejó a Gaby a dos calles de su edificio, para que su marido no se diera cuenta de que llegaba con él.
La rubia caminó hasta su casa, había sido un día muy placentero y ansiaba que llegara el próximo.
-Hola mi amor- dijo Cesar al ver entrar a Gaby- luces un poco cansada
Gabriela no le contó a su esposo que pidió sus dos semanas de vacaciones, pues no quería que se enterara de lo que hacía, se sentía mal de ocultar algo a su esposo, pero había llegado a la conclusión de que era lo mejor para ambos.
- Si amor, fue un día duro.
En ese momento entro corriendo Jacobo.
- Mama...mami- decía completamente emocionado
- Hola mi amor-
Gabriela cargó a su pequeñín entre brazos, en esos momentos era lo único que le importaba.
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … .
Los siguientes días transcurrieron de la misma manera, con Gabriela acudiendo a su “trabajo” en el taller” esto claro sin que su marido se diera cuenta.
Estrechaba sus relaciones con los que ya consideraba sus amigos es decir con María y el chango, pero con el que se cada vez se sentía más unida era con Don Cipriano, en tan poco tiempo había llegado a considerarlo como un padre, quizá gracias a la falta de uno en su infancia, no lo sabía pero ya le tenía mucho cariño.
Con los demás trabajadores llevaba una relación cordial, notaba la manera en que la miraban obscenamente pero ya estaba acostumbrada, no fue sino hasta el jueves, un día antes de cumplir con su contrato que todo cambio.
Ese día María no acudió al trabajo, Don Cipriano le explicó que estaba enferma, por lo cual había salido como edecán sola, notaba algo extraño en el día, durante toda la tarde no vio a ningún otro trabajador, excepto a Don Cipriano, el chango y Francisco, cuando preguntó porqué, Don Cipriano respondió que no sabía, pero que cuando lo supiese se iba a desquitar (cosa que era mentira ya que él les había dado el día libre).
Gabriela ya se encontraba en el pequeño cuarto donde se cambiaba de ropa para regresar a casa, se veía en el espejo modelando, tomando su rubia melena por encima de su cabeza (a fin de cuentas era vanidosa con justísima razón).
Inspeccionaba su cuerpo en busca de alguna imperfección estando desnuda.
De pronto se abrió la puerta, y frente a ella apareció Francisco con un cuchillo en mano, Gabriela no sabía que estaba pasando, además estaba segura de haber puesto el seguro de la puerta.
- ¡Francisco!- exclamó la rubia preocupada pero tratando de no demostrarlo, cubría sus senos y su vagina con sus manos mientras de manera muy despacio retrocedía, hasta que topó con la pared.
Francisco no decía nada, su rostro no mostraba emoción alguna, simplemente se dedicó a acercarse a la rubia.
- ¿Qué es lo que quieres Francisco...?- preguntó con el tono más valeroso qué pudo demostrar.
No contestó, aprisionó con su cuerpo el de ella.
¡Aléjate de mi cerdo!- La chica trataba de empujar sin buenos resultados el cuerpo del chico, que aunque no era muy fuerte si tenía la fuerza necesaria para contenerla.
- ¡Por favor que alguien me ayude!- gritaba la chica.
El joven seguía sin pronunciar palabra alguna, solo emitía sonidos guturales, mientras colocaba la navaja en el cuello de la rubia.
- Cállate zorra, o te puede pasar algo malo- decía Francisco visiblemente nervioso, y comenzó a deslizar su lengua por el tierno cuello de ella.
“Oh Dios”… Por favor ayúdame… me está tocando- pensaba la chica, instintivamente cerró los ojos y rezó por estar en otro lugar, porque fuera solo un terrible sueño.
En ese momento sintió que unas manos apretaron sus formidables pechos, palpándolos, sintiéndolos.
- Nooooooooo!!!- gritó la rubia.
- Tranquila chichona… todo va a estar bien, mmm...- gemía Franciso.
Las lágrimas inundaron el bello rostro de Gaby, no quería ser violada en ese lugar.
De repente y sin previo aviso unas manos tomaron al joven y lo empujaron hacia un lado.
La bella Gabriela observó aliviadísima, aunque desconcertada lo que pasaba.
Junto a ella y sin saber cómo, se encontraba Don Cipriano, que a pesar de ser un viejo, también era bastante corpulento y le era bastante sencillo combatir con el joven.
- ¿Qué crees que haces pendejo?- gritó el viejo colocándose frente a la chica en señal de protección, lo cual ella agradeció y repagándose a él permanecía expectante.
El joven no dijo nada, rápidamente se levantó y echo a correr.
El viejo quiso ir tras él, pero no pudo puesto que Gabriela jalo su brazo, no quería estar sola.
Gabriela lo abrazo, sus bellos ojos seguían expulsando lagrimas, pero esta vez eran lagrimas de alegría.
- Muchas... Muchas gracias Don Cipriano- decía Gaby sin imaginar que ese abrazo calentaba de sobremanera a el viejo, sentir su voluptuosa anatomía era enloquecedor.
- Tranquila chiquita… haría todo por ti… - Fue la primera vez que Gaby creyó ver en su mirada algo más que amor paternal.
Don Cipriano la tuvo unos minutos entre sus brazos, era la primera vez que experimentaba un deseo tan intenso por alguien, ni siquiera por su esposa había sentido tanta excitación y quería disfrutar cada segundo de aquello, sus gordos brazos rodeaban la desnudez de la mujer en su cintura, espalda y extremos, casi tocando la parte lateral de sus grandes senos.
Por su parte Gaby se sentía segura, ese hombre la había salvado de lo que hubiera sido la peor experiencia de su vida.
O al menos eso creía.
… … … … … … … … … … … … … … …
Esa noche Gaby aun se sentía intranquila, sabía que el peligro había pasado, pero aun estaba nerviosa, lo cual Cesar notó, sin embargo ella se negó a contarle la verdad y argumentaba que eran problemas de trabajo sin importancia.
… … … … … … … … … … … … … … … …
Don Cipriano había sugerido a Gabriela que se tomara el día siguiente, para que se tranquilizase, sin embargo ella se negó, en parte porque en verdad se estaba divirtiendo y en parte como agradecimiento a su salvador, no iba a defraudarlo con el trabajo.
Ese viernes llego al taller y notó que las cosas volvían a la normalidad, los trabajadores regresaron, al igual que su compañera y amiga María.
Con mucha pena la rubia contó a su amiga lo que paso el día anterior en el taller con Francisco (novio de María).
- Te platico esto en parte porque eres mi amiga y quiero desahogarme, y por otra porque un tipo como ése, no te merece- el rostro de Gaby reflejaba verdadera preocupación.
El rostro de María era sereno, pero a la vez preocupado.
- No... No es lo que crees amiga- defendió María a su novio
- ¿Qué no es lo que creo?, si me tocó, estuvo a punto de… - no pudo terminar la oración.
- Ahora no puedo contarte mas, espera unas horas y lo diré todo- prometió María a Gaby y sin decir más salió del cuarto apresuradamente.
Gabriela estaba desconcertada, ¿a qué se refería? Que es lo que iba a contarle, dejó el asunto zanjado, al menos por el momento a fin de cuentas en unas horas lo sabría.
… … … … … … … … … … … … … … … ..
Terminado su último día, ambas chicas regresaron al cuarto donde se cambiaban de ropas, y cuando entraron el chango las esperaba.
Gabriela rápidamente se puso a la defensiva, después de lo que paso el día anterior prefería estar preparada.
María notó la actitud de su amiga y dijo:
- Tranquila, yo le dije que viniera, lo que te vamos a contar es muy serio y de antemano te pido que nos perdones.
- Pus si... yo también- dijo el chango
- Toma asiento Gaby porfa…- le pidió amablemente María.
Cuando todos estuvieron sentados continuaron:
- ¿Qué es lo que me quieren decir?.. No me dejen en ascuas.
- Lo que sucedió ayer, fue todo un error-
- Estas equivocada, no fue ningún error- Gaby había alzado su voz, después de lo que pasó ayer le molestaba que aun tratara de defender a su novio.
- Disculpa, no me expliqué bien, ambos (refiriéndose al chango y a ella) sabemos que lo que nos cuentas es cierto, pero las cosas no son lo que parecen.
La rubia estaba muy confundida.
- Tratare de ser lo más clara que pueda, veras, Francisco jamás quiso hacerte daño, pero fué obligado por alguien- María y el chango intercambiaban miradas ansiosas.
- ¿Por quién- preguntó temerosa, pero a la vez ansiosa por saber que le contarían.
- Por el patrón- contestó rápidamente el chango
Eso fué como un balde de agua fría para la rubia.
- ¿Qué?- A pesar de lo que le dijeran le era difícil asimilarlo.
- Así es Gaby, mi tío planeó eso, y lo peor de todo es que nosotros lo sabíamos- se notaba el arrepentimiento en su voz, sin embargo Gabriela no estaba muy convencida de que le dijesen la verdad.
Abruptamente se levanto de su asiento y visiblemente molesta dijo:
- No puedo creer que después de lo que me pasó ayer, se atrevan a hacerme una broma como esta.
- Créeme Gaby, me gustaría mucho que fuera una broma, pero no lo es.
- Pues lo siento mucho mi reina, pero no puedo creer que un hombre como Don Cipriano haya planeado eso, y además ¿con qué fin?- Gaby continuaba con el mismo tono desafiante.
- SHHHHHHH- decía el chango temiendo que alguien pudiera escucharlos.
- Por favor Gaby, veo que estas muy alterada, mejor lo dejamos para otro día- propuso María
- No, no me callo, o me cuentas ahora mismo que pasa, o Don Cipriano se va a enterar que le levantan falsos- amenazó Gaby, con ese tono que denotaba lo enfadada que estaba, ese hombre había sido muy buena con ella, no dejaría que mintieran sobre él y menos en algo tan grave.
- Bien, quería contártelo con tacto, pero si así lo quieres- María respiro aire profundamente.
- Mi tío esta prendado contigo, en otras palabras te quiere coger- el bello rostro de Gaby se dibujo una cara de sorpresa.
- El está obsesionado con llevarte a la cama y hacerte de todo - decía María mientras el chango movía su cabeza en señal afirmativa.
- Estás loca, ¿en serio crees que me voy a tragar eso?, si él ha sido bien buena gente conmigo- Gaby seguía sin creer en sus palabras-
- Es verdad, Gaby si no que se muera mi jefecita- decía el chango creyendo que con esto la convencería.
- Disculpen, pero se me hace una reverenda estupidez, en cualquier caso ¿porque contármelo ahora?
- Porque eres a toda madre, nosotros (el chango y María) te hemos tomado mucho cariño y no se nos hace justo que mi tío te juegue chueco, pues tienes un hijito y un esposo que por lo que cuentas amas y te aman, además tampoco se me hace justo con mi tía, ella también es una buena mujer que no se merece que le pongan los cuernos.
Gabriela sabía que Don Cipriano estaba casado, y por la manera en que él le había hablado acerca de ella no creía que nunca se le ocurriera engañarla.
María contó a Gaby como su tío le había prohibido acercarse al taller el día anterior, amenazando con correrla de su trabajo si no hacía caso, también que había dado el día libre a los trabajadores (recordemos que a Gaby le contó que no sabía por qué no fueron a trabajar).
El chango por su parte contó como Don Cipriano había apostado el llevársela a la cama, la manera en que aparentaba ser frente a ella y como en verdad era a sus espaldas.
Y lo más importante contaron que había pasado con Francisco, él era un buen muchacho quien desafortunadamente tenía a su madre muy enferma en el hospital y Don Cipriano se aprovecho de esto para obligarlo a atacar a la rubia, así el llegar de último momento y quedar como un héroe frente a ella, le había prometido que si todo salía bien le daría una gran suma de de dinero y la promesa de poder regresar a su trabajo después de que Gaby se fuese.
-En verdad no puedo creerles, Don Cipriano es un buen hombre- No sabía si en verdad no podía creerles o no quería.
- Ojalá nos hubieras creído a la primera, pero en fin parece que tendremos que mostrarte como es mi tío en realidad.
A continuación pasaron a contarle lo que harían.
María le dijo que ambas se esconderían en el closet, que escuchara atentamente todo lo que diría su tío, de lo demás se encargaba el chango.
Gabriela terminó aceptando, con la amenaza de que si no les creía le contaría todo a Don Cipriano.
Quería llegar al fondo de todo eso, ahora solo faltaba que hiciera su aparición Don Cipriano.
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Escucharon ruidos provenientes de la entrada, lo cual los alerto de que Don Cipriano acababa de regresar, por lo cual María incitó a Gabriela a que ambas se escondiesen en el closet, cerraron la puerta con seguro para así evitar que Don Cipriano las descubriera, mientras sucedía esto el chango sería el encargado de desenmascararlo atrayéndolo hacia el cuarto para que Gabriela lo escuchara.
- ¿Qué quieres chango?- pregunto Don Cipriano, a la vez que con su mirada buscaba rastros de Gaby
- No pus, solo le quería informar que Gaby se sentía mal… Se llevo su camioneta (recordemos que ese día su camioneta al fin estaba lista).
- NO hay pedo mi changuito, a fin de cuentas ya la tengo comiendo de mi mano, jajajaja-
La rubia desde su escondite podía escuchar toda la conversación, le sorprendió el comentario de Don Cipriano, pero a fin de cuentas aun no había dicho nada tan malo, continuó escuchando atentamente.
El chango sabía que para que Gaby les creyese debía escucharlo como en verdad era, así que se atrevió a preguntar.
- ¿Y cómo va lo de la apuesta jefecito?-
- Eres un imbécil, es el dinero más fácil que voy a conseguir- presumía Don Cipriano
- ¿Apoco es tan fácil?- la voz del chango se retumbaba en la pequeña habitación.
Mientras en su escondite Gabriela no entendía que hablaban, pero la respuesta llego en instantes.
- Veras mi chango, frente a Gabrielita soy un héroe, si no fuera por mi, Francisco se la hubiera cogido- dijo Cipriano seguido de una carcajada.
Por unos instantes reinó el silencio entre los 2 hombres, el chango no sabía que mas decir, hasta el momento Don Cipriano no había dicho nada comprometedor y sabia que solo era tiempo para que Gaby dejara de seguir el plan y saliera del closet, afortunadamente él no tuvo que decir más.
- ¿Sabes lo que me caga?- preguntó Don Cipriano- me caga haber tenido que darle tanto dinero a ese pendejo para que siguiera mi plan, pero cuando recuerdo esas tetotas, las espectaculares nalgas de Gabrielita y como me las voy a coger se me olvida todo lo demás- las palabras de Don Cipriano estaban cargadas de lujuria, una lujuria que lo comía por dentro.
- No mames chango, esta re buena- dijo Cipriano refiriéndose a Gaby
- Si jefe, está… muy bonita pero- en otra situación el chango hubiese usado otro adjetivo mas subido de tono, pero al saber que Gaby los escuchaba se contuvo.
- ¿Pero qué?- pregunto Cipriano con un tono molesto.
- Está casada señor, y además tiene un hijo.
- A la mierda con su esposo y su hijo, ella es un mujerón y a simple vista se ve que le encanta la verga.
Estas palabras calaron hondo en el corazón de Gaby, quien con su oído pegado en la pequeña puerta de madera del closet escuchaba claramente la manera en que Don Cipriano se expresaba de ella.
- Y a mí lo que me sobra es eso… VERGA… Jajajaja
El viejo notó el nerviosismo en la cara del chango, ahora que estaba seguro que Gaby lo había escuchado se preguntaba como reaccionaría, tenía miedo que tal vez saliera del closet y encarara a su jefe, a fin de cuentas ella era ese tipo de mujer, se preguntó si había sido un error arriesgar su trabajo por su amiga.
- ¿Qué te pasa pendejo?, te noto raro-
- Nada señor, me preguntaba ahora que es lo que va a hacer con Gaby. Mintió el chango
- Mañana es mi día de suerte chango, ella me contó que su marido no va a estar mañana (era verdad finalmente Cesar había conseguido una entrevista y tenía que salir de la ciudad), la invitaré a salir, y en la noche la vamos a pasar rico… jajaja-
- ¿Y uste cree que quiera salir?, llevan solo 2 semanas de conocerse…
- Desde luego, como te dije soy su héroe así que no se negara, y si lo hiciese pues solo sería cuestión de insistirle… chango, te voy a contar algo pero esto si no se lo cuentes a nadie, ni siquiera a María.
- ¿Por qué no quiere que se lo cuente?- el chango estaba intrigado
- Esas dos se han vuelto muy amigas, y tengo miedo que esa niña la valla a cagar- decía Don Cipriano sin imaginarse que ya lo había hecho.
- Se lo prometo señor- el chango cruzó sus dedos mintiendo, esto claro sin que Don Cipriano lo viese.
- Verás, tengo pensado traerla aquí mismo y colocar una cámara allí- dijo Cipriano señalando a la ventana- oculta por supuesto, y extorsionarla de alguna manera con él.
Gaby no creía lo que escuchaba ¿Donde había quedado ese señor buena gente que conocía? ¿Acaso desde que la conoció ese era su plan, y porque ella, porque no le importaba tratar de destruir a su familia para quedarse con ella?
Pasaron los minutos y Gaby cada vez estaba más asqueada, de escuchar la manera tan soez como Don Cipriano se refería a ella, las posiciones que según el haría, las veces que se vendría dentro de ella, incluso escuchó como quería embarazarla.
No aguantaba más, quería salir corriendo y decirle sus verdades a ese hombre que la había engañado haciéndola creer que era un buen tipo, sin embargo se contuvo, lo había prometido.
En cierto momento Don Cipriano se despidió, dejando en manos del chango cerrar el changarro y se fue hacia su casa.
Tiempo después ambas chicas sali
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