Don Joaquín me sorprendió cuando se la chupaba con mayor ánimo a Xavier. Casi podría asegurar que no nos detuvo inmediatamente, sino que el muy cerdo se quedó contemplando la escena hasta que vio que Xavier descargaba en mi boca. Ahora verán, fue lo que dijo. Y nos tomó por los brazos arrastrándonos hasta la dirección. Cuando llegamos nos hizo entrar a empellones y nos acuso como cualquier niño chismoso: Los encontré haciendo porquerías, fue lo que dijo Don Joaquín.
Y aquí estoy frente al Director oyendo una retahíla de moralidades, cuando yo lo que quiero es volver a disfrutar de la verga de Xavier en mi boca. El director se encuentra sentado, mostrando una pose de superioridad que me enoja. El chismoso de Don Joaquín mantiene una sonrisa socarrona, como si gozara de mayor moralidad que cualquiera de nosotros. Y el pobre de Xavier, está a punto de llorar. Me da tanta ternura.
Y bien, señor Xavier, ¿qué estaban haciendo en el baño?, le pregunta llanamente el Director. Xavier se enreda, no sabe cómo contestar para que no suene tan sucio lo que hacíamos. Al final no puede y dice sin más: Julieta me estaba mamando la verga. ¿Así, señorita Julieta? ¿Con esa boquita? Cuando dice boquita me doy cuenta que el muy cretino se relame los bigotes. Yo sólo pienso, sí estúpido y tú cuantos chochos no te habrás chupado y así besas a tus hijitos. Don Joaquín sólo sonríe obscenamente.
¿Y cómo lo estaba haciendo?, le pregunta nuevamente a Xavier, regodeándose del temor de mi compañero. ¿Cómo lo hacía? Insiste indolente. Siento el miedo que crece en Xavier, las ganas que tiene de evadirse del mundo y del momento, y por ir en pos de su ayuda lo único que se me ocurre es hincarme frente a él, bajarle la cremallera, sacarle su hermosa verga y comenzarla a lengüetear.
Si estuviera abierta a lo que sucede me daría cuenta que todo se ha quedado callado, que Xavier tiene una cara de sorpresa, que don Joaquín está gratamente entusiasmado y que el Director se ha acomodado en su asiento para mirar.
Me gusta la verga de Xavier. La he probado muchas veces y no me canso de tenerla en mi boca, de acariciarla largamente con mi lengua, de besarla y mimarla con mis labios, de engullirla hasta sentir que me ahoga y aún así soportarla en mi garganta.
Sujeto las nalgas de Xavier y comienzo a muellear. Su verga crece y se calienta a un más en mi boca. Sé que Xavier está completamente excitado cuando me toma del cabello y lo hala con cierta brusquedad, cogiéndome ahora sí por la boca. ¿Y es lo único que han hecho? Le pregunta con voz jadeante el Director a Xavier. ¿Es lo único que han hecho? Le vuelve a preguntar. Sí, contesta con dificultad Xavier.
Entonces, sorprendida pero sin oponerme, siento como Don Joaquín me levanta de las caderas y me quita con prontitud el calzón, me abre las piernas y comienza a juguetear con sus dedos en mi chocho.
Siento como el calor se incrementa en mi sexo, siento como me voy humedeciendo más y más. Mis caderas se mueven para buscar la forma más placentera de sentir los dedos de quien me agrede. Me quiebro para alcanzar algo imaginariamente anhelado y que hasta el momento nunca he tenido. De pronto, como si el cielo me escuchara, siento la lengua del conserje acariciar mi hendidura. Lengüetea salazmente mis labios, se mete en mi chocho acariciándolo, chupándolo, jalando con los labios. Se esfuerza en penetrar, siento como me abre con su boca y su carne deambular por mi vagina.
Voltéala Joaquín. La voz que dirige nos sorprende por un segundo. Ahora veo delante de mi otro sexo. Una verga más morena, más grande y gruesa que la de mí compañero de vicio. ¿Te la quieres coger? Le pregunta el director a Xavier. El pobre apenas asiente. Pues hazlo, le espeta. Yo meneo y hago danzar mi cadera para animarlo. Él torpemente intenta introducir su verga en mi agujero. Uno, dos, tres intentos. Tomo su verga con mi mano y la dirijo complaciente hasta la entrada, entonces, él, embate con fuerza.
Mientras Xavier me coge, sujetándome por las caderas, yo devoro ávidamente la verga del conserje. Apenas puedo con ella, siento como entra y sale de mi boca con fuerza. Don Joaquín es menos amoroso que Xavier y me hace tragar su enorme miembro a punto de las lágrimas. Golpea mi garganta y me toma de los cabellos con brusquedad, me digo constantemente que puedo soportarlo. De pronto siento como ambos ataques hacen que me excite sobre manera y me corra. Xavier se corre dentro de mí y don Joaquín me embadurna la cara con su semen.
Entonces el director se levanta me limpia la cara con su pañuelo y se duele de mí: ¡Ay, señorita, Julieta! ¡Señorita Julieta! Me coloca sobre el escritorio, y me levanta la falda y me da una buena nalgada.
Del castigo que reciba por parte del director ya les contaré luego.
Mientras tanto: Que tengan lúbricos deseos.