Tres días de Pasión 3
( Relatos Gay )


Domingo 20 de Abril

Esa mañana me levanté con mucho tiempo por delante. Mi mujer, como siempre, dormiría hasta la una o las dos de la tarde y yo quería aprovechar toda la mañana para mi. Además era domingo y Pablo volvía a Madrid por la tarde.
Llegué a la costa unos treinta minutos antes de la cita y como era pronto fui a pasear por donde le había conocido hacía dos días. Pasé por la arena allí donde le había visto por primera vez y reviví en mi cabeza la imagen de aquel día; él con el cuerpo cubierto de aceite solar tumbado de lado con la cabeza apoyada en una mano y la polla colgando muslo abajo.
Seguí por las rocas donde le había follado, pero esta vez no me paré en el mismo lugar, seguí bordeando el muro de roca y al girar un recodo casi me dí de cara con una pareja de maduros rellenitos que estaban haciendo lo mismo que Pablo y yo habíamos hecho un par de días antes.
Yo no me había dado cuenta de que aquel sitio debía ser un punto frecuentado por cruisers, pero en ese momento me quedó claro que lo era.
El que estaba detrás se retiró del culo del otro y pude ver como salía su larga polla enfundada en un condón antes de que me diera la espalda. El que estaba delante se giró también y echaron a andar.
“Perdonad la interrupción, pero si a vosotros no os molesta que yo esté aquí, a mi tampoco” me atreví a decirles.
Se giraron los dos. El que estaba dando seguía con la polla tiesa y la punta del condón colgando. Mi sonrisa les aseguró que no había peligro, se miraron y después de unos besuqueos volvieron a la faena. El que bombeaba el culo del otro me miraba mientras lo hacía sin atreverse a invitarme hasta que al cabo de unos minutos me hizo un gesto con la mano para que me acercara.
En otra ocasión lo habría aceptado gustosamente, pero tenía una cita mucho más interesante. Pensé en la diferencia entre casi todos los encuentros sexuales que yo había tenido con hombres, que habían sido más bien como el que estaba contemplando, y la sesión relajada y tranquila del día anterior.
Me despedí con un gesto de la mano y me dirigí hacia el apartamento.
Llamé al timbre desde abajo y me abrió la puerta de la calle. La del apartamento estaba ya abierta y oí que desde la cocina me invitaba a entrar, cosa que hice cerrando la puerta.
El café estaba preparado y nos lo tomamos mientras charlábamos de generalidades y aunque yo estaba ansioso por pasar a la acción, no sé que tenía su compañía que me hacia estar a gusto y relajado.
Luego la conversación se volvió más personal y me explicó que su amigo tenía una galería de arte en Madrid, que se habían conocido en la Escuela de Bellas Artes, que habían congeniado muy bien y eran pareja abierta, es decir que estaban libres de tener relaciones con otras personas.
A punto estuve de preguntarle si les iban los tríos, pero me callé.
Luego yo le expliqué cosas de mi vida pública y de mi vida privada que nunca he confesado a nadie. Le dije como había empezado a interesarme por el sexo con hombres, le conté algunos encuentros de los que mejor recordaba haciendo cruising en saunas y cines, e incluso le confesé que tengo un archivo de clips de vídeo que filmo de mis sesiones de sexo, si la otra persona está de acuerdo.
Me miró con cara de extrañeza.
“¿Has filmado alguna vez sin que el otro o la otra lo sepa?”
Abrí la boca para decir que no, pero le confesé un poco avergonzado que sí lo había hecho en un par de ocasiones, aunque le juré que eran para disfrute personal mío y nunca se las había enseñado a nadie ni pensaba hacerlas públicas.
“Ven” me cogió del brazo suavemente y me acompañó hasta la mesita de la habitación sobre la cual estaba el ordenador.
“Te prometo que te lo iba a enseñar y dejar que decidieras tú si conservarla o borrarla” dijo mientras abría una carpeta y luego un clip de vídeo.
Me quedé estupefacto.
Se veía la habitación desde el ángulo de la mesa. Al cabo de unos minutos estaba yo sentado en la cama mirando con cara de bobo como él se quitaba la camisa y se bajaba los pantalones. Pude como me tapaba los ojos con el pañuelo, pude ver el aro que me había puesto en la boca y como chorreaba la saliva por él, pude ver como me follaba la boca que yo no podía cerrar, pude ver el rosario de bolas que me metió. Había una más, pero esa era ya debía ser para gente acostumbrada a que le metan un guante de boxeo o un bate de béisbol.
En resumen, estaba contemplando todo lo que habíamos hecho el día anterior sentado allí con la vista clavada en la pantalla mientras él, de pié detrás de mí, se intentaba excusar diciendo que no lo solía hacer y que tampoco tenía intención de enseñársela a nadie. Me sentó mal, pero en el fondo yo también había hecho eso y se lo había confesado, por eso no podía recriminarle nada, aparte de que él me trasmitía una confianza y tranquilidad sorprendente.
Verme a mi mismo a cuatro patas mientras él intentaba meterme la mano entera me estaba poniendo como una moto.
Me puso las manos sobre los hombros y las fue bajando por delante hasta que llegó a los pezones que amasó con las palmas de las manos primero y después pellizcó ligeramente.
Me recliné un poco en la silla sin apartar la vista de su mano que en la pantalla me ponía crema entre los glúteos y luego metía un dedo detrás de otro poco a poco.
No pude rechistar, aquellas imágenes me excitaban como ninguna de las que había visto antes, aunque en ese momento sentía una cierta contradicción. Por un lado no me había gustado que lo hubiera grabado sin decírmelo, pero por el otro no podía apartar la vista de la pantalla del ordenador.
Él, todavía detrás de mi, fue bajando las manos por mi vientre hasta llegar a mis ingles. Yo ya había abierto un poco las piernas para liberar mi polla que había quedado oprimida al endurecerse y ahora las abrí más indicándole que sus manos iban por buen camino.
“¿A que te gusta? ¿A que no te importaría repetir?” su susurro estaba muy cerca de mi oreja.
Incliné la cabeza hacia atrás hasta apoyarla sobe su hombro sin dejar de mirar las imágenes y le lamí la barbilla. No sé que me pasaba con él, pero me hacía sentir una sensación especial de estar dominado por completo.
A mi edad y con mi experiencia nunca había notado la sensación de que alguien podía hacer conmigo lo que quisiera.
“Hay una parte de mi anatomía que pide descanso” protesté sin demasiada convicción.
“Pues nos dedicaremos a otra que ayer descuidamos un poco, ¿te parece?” Eso lo dijo apretándome los huevos y la polla con tanta fuerza que dí un bote en la silla.
“Uy, perdona. A veces no controlo” Me apretó con más suavidad.
Giré la cabeza y le lamí la nuca por detrás de la oreja, como si yo fuera un perro y él mi amo y creo que él también lo entendió así; me dijo que me pusiera en pié y que me desnudara. Mientras yo lo hacía abrió el cajón de la mesita.
“¿Quieres jugar un ratito?”
“Haz lo que quieras conmigo” Creo que le respondí demasiado rápido.
Del cajón había sacado un collar de cuero del que colgaba una cadena que en el otro extremo tenía también una pequeña correa, tipo muñequera y del centro de la cadena salían dos cadenas más cortas con una muñequera de cuero en cada extremo que se cerraban con hebillas de metal.
Siguiendo sus instrucciones me desnudé y me quedé de pié al lado de la cama sintiendo una nueva excitación por todo mi cuerpo y él, sonriendo con una encantadora sonrisa algo perversa, me ciñó el collar alrededor del cuello dejando caer la cadena por delante, después me rodeó la base de mi tiesa polla junto con los testículos con la correa pequeña que colgaba del otro extremo, la ajustó y por último hizo lo mismo con las cadenas cortas y mis dos muñecas.
Una norma mía es no permitir que me aten las manos durante los juegos sexuales, pero me tranquilizó el hecho de que en el caso de quererlo, podía desabrocharme las muñequeras, pues aunque si intentaba mover los brazos lo único que conseguía era darme tirones del cuello y los huevos, una mano alcanzaba la otra y podía desabrocharme si la situación lo requería. Además creo en serio que a él le habría dejado hacer cualquier cosa conmigo.
Se apartó un poco mirándome de arriba abajo, como admirando su obra, se volvió a acercar y me empujó suavemente hacia atrás. Mi acto reflejo habría sido poner las manos por detrás para parar la caída, pero no podía hacerlo. Me quedé tumbado sobre la cama con los brazos estirados y las manos tocándome los muslos. Intenté levantar los brazos pero el resultado fue que al hacerlo me estiré del collar del cuello y de la muñequera que oprimía la base de mi paquete. De la única manera que podía alcanzar para darme placer yo mismo era sentándome, pero me impidió hacerlo sentándose él encima de mi cara.
Comenzó a frotar suavemente su ano contra mi boca de la cual salía mi ansiosa lengua, que intentaba entrar dentro sin conseguirlo, pues él se balanceaba hacia delante y hacia atrás.
Mis manos no podía hacer absolutamente nada de lo que en ese momento estaban deseando y mientras él frotaba cada vez con más presión su sabroso agujero contra mi boca, iba dando pequeños tirones por la parte inferior de la cadena que hacían que yo me pusiera cada vez más duro.
“Y ahora nos ocuparemos de esta cosita a la que ayer no hicimos mucho caso” al decir eso se inclinó hacia delante, apoyó sus manos encima de mis piernas poniendo su peso encima y sujetándolas así contra la cama. Entonces sentí como una pequeña descarga eléctrica cuando su lengua rodeó mi glande primero y luego se lo metió en la boca.
Me la han mamado muchas personas en todo tipo de situaciones y momentos y casi siempre he disfrutado, pero mi sensación en ese momento era que Pablo me estaba haciendo la mejor mamada que me han hecho nunca, supongo que en parte era debido a mi inmovilidad y mi estado de sumisión. Su manera de actuar, su voz y su seguridad en lo que hacía me había cautivado literalmente.
Con los labios empapados de saliva me chupó el glande muy suavemente durante unos segundos y de repente bajó la cabeza y se la metió toda en la boca hasta que noté su nariz haciendo contacto con mis huevos al mismo tiempo que dejaba caer todo el peso de su culo sobre mi boca quedándose completamente inmóvil tanto por un lado como por otro.
Así estuvo sin moverse lo más mínimo un poco hasta que me dí cuenta que empezaba a faltarme el aire, pues tenía tapada mi boca con el agujero de su culo y la nariz chafada entre sus nalgas con todo el peso de su cuerpo.
Mi corazón se aceleró y sentí algo de pánico al mismo tiempo que unas pequeñas convulsiones en mi polla, que entera seguía dentro de su inmóvil boca. Sus rodillas impedían que yo pudiera mover mis manos y en el caso de que lo hubiera podido hacer, lo único que habría conseguido es estirar de la correa que rodeaba mis testículos.
“Mmmmmmffffff…” fue el único sonido que pude emitir.
Supongo que esa era la señal él que estaba esperando, pues de inmediato sentí que liberaba mi boca mientras me succionaba mi temblorosa verga de abajo a arriba, ahora con más fuerza y velocidad.
Al mismo tiempo que jadeante intentaba recuperar el aliento me salieron varios chorros de semen acompasados con las convulsiones que sentía en todo mi cuerpo.
Recordándolo ahora, aquella fue la corrida más bestia que he tenido en mi vida, pero en aquel momento mi polla estaba tan roja e hinchada como si estuviera inflamada a punto de reventar mientras mi única preocupación era volver a respirar con normalidad.
Él, con la boca todavía llena, se levantó enseguida y se tumbó a mi lado acariciándome la cara y la cabeza para que me calmara. Cuando notó que yo ya estaba más tranquilo se levantó y salió un momento de la habitación volviendo en un par de segundos con la boca vacía y una toallita mojada que puso sobre mi entrepierna. La diferencia de temperatura entre la toallita y mis sensibles partes me hizo dar otro respingo, pero me quitó el escozor que estaba sintiendo por la presión de la correa y su mamada.
¿”Mmmmm… ¡que rica estaba¡ ¿Pensabas que soy vegetariano? Mientras decía eso me desabrochó todas las correas y sentí una sensación de verdadero relax.
“¿Pero ahora que hacemos con lo mío?” Yo, aún jadeante, había cerrado los ojos pero los abrí y le vi arrodillado a mi lado con las piernas algo separadas masturbándose poco a poco.
“Lo siento, estoy agotado” dije mientras movía la cabeza de un lado a otro.
“Ya me lo imagino, pero no te importa, ¿no? Yo también tengo ganas de descargar”
Le sonreí con sonrisa de mártir y casi sin fuerzas me chupé un par de dedos, pasé la mano por debajo de sus piernas y encontrando aquel agujero que casi me había asfixiado, le metí un dedo y lo moví mientras su ritmo subía de intensidad.
Cuando estaba a punto de correrse apartó la toallita y echó encima de mi refrescada polla varios chorros de semen bastante más abundantes que los míos. De nuevo, la temperatura más caliente de su semen hizo que mi recién refrescada e hiper sensible polla diera otro salto.
Volvió a poner la toallita encima y se tumbó a mi lado en la misma posición que le había visto el viernes anterior en la playa.
“¿Sabes?, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien. No es tan fácil encontrar a personas a las que les vaya esto, pero yo enseguida vi que a ti te gustaría. Y ¿a que te ha gustado?”
Yo estaba con los ojos cerrados ya medio dormido y casi susurrando le dije:
“Gracias”
*        *        *        
Me desperté de un salto. Según el reloj habían pasado pocos minutos, pero a mi me parecía que habían pasado horas. Pablo estaba dormido a mi lado respirando suavemente.
Por un momento pensé en meterme su fláccida polla y sus huevos en mi boca para despertarlo haciéndole una mamada como mejor supiera hacer para compensarle y quedarme hasta que se tuviera que marchar, pero se impuso la razón. Le pasé la mano por todo el cuerpo hasta llegar a su pubis y le puse mi boca sobre la suya para despertarlo.
“Con dolor de mi corazón y de otras partes, tengo que irme”
“!Ces’t la vie¡” Dijo abriendo los ojos y levantándose.
Después de lavarme y vestirme le pregunté si le importaba que le diera mi correo para avisarme si volvía en otra ocasión.
“Pues claro. Y te quepa duda de que te avisaré. Espera un momento” Fue hacia el ordenador y sacó un pendrive del usb donde estaba insertado y me lo dio.
“Para ti”
Me marché con una sensación extraña. Era como si me hubiese quedado colgado con Pablo y eso nunca me había pasado con otra persona.
Esa tarde, estaba mirando la televisión en el sofá junto con mi mujer, aunque no estaba concentrado en la pantalla, en la que se veía una pareja bailando un vals, sino en otras imágenes mucho más interesantes y excitantes que se agolpaban en mi cabeza.
“Ah, ¿sabes? No recuerdo si fue anoche o la noche anterior hablaste mientras dormías” dijo como si lo hubiera recordado de repente.
“¿Ah, sí? ¿Y qué dije?”
“Dijiste: haz lo que quieras conmigo. ¿En qué debías estar soñando?”.
“No tengo ni idea” contesté, y en ese momento entendí porque esa mañana me había levantado con la polla tan tiesa.




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4659

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Gay

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