Tres días de Pasión 2
( Relatos Gay )


Sábado 19 de Abril

        Cuando me desperté al día siguiente, lo primero que noté es que tenía una erección inmensa. No recordé si había soñado algo que la hubiera podido producir, pero mi pene estaba tan duro como en sus mejores momentos y deseé tenerlo siempre así cuando lo tuviera que usar, pero ya se sabe: los sueños, sueños son y, aunque a menudo me despertaba con la polla dura, esa vez lo estaba mucho más.
        Ni duchándome bajó de intensidad la hinchazón y mientras me enjabonaba la entrepierna pensé en frotar un poco más fuerte y hacerme una paja, pero recordé la cita que tenía y me reservé para ella.
Una vez duchado, lo que sí que hice fue algo que suelo hacer a menudo, especialmente cuando hay posibilidades de una sesión de sexo; quité el mando de la ducha y después de comprobar que la fuerza del agua y la temperatura no fueran excesivas me puse un poco de crema, dirigí el chorro de agua a la entrada de mi agujero y me duché por dentro. Me gusta sentir como me lleno de agua y una vez descargada me siento limpio.
Parecía que intuyera lo que iba a pasar.
Al salir de casa todavía iba empalmado.
*        *        *
        Llegué antes de la hora acordada y me entretuve mirando el mar y el edificio donde estaba el apartamento en que al cabo de poco iba a entrar.
        Llamé al timbre todavía con la duda de si la cita había sido en serio o no, pero me abrió la puerta la sonriente cara de Pablo. Llevaba unos pantalones finos cortos y una camisa a juego de manga corta también.
        Me puso una mano sobre la espalda y me dio un beso en la mejilla acompañado de un leve mordisco.
        “Pasa que voy a hacer el café”
        El salón era diáfano y le entraba la luz del sol directamente, estaba extremadamente ordenado y la decoración era de un gusto exquisito, según mi parecer.
En una pared había una ventana con un mostrador que comunicaba con la cocina y le podía ver de cintura para arriba mientras trajinaba con la cafetera.
        En una pared lateral del salón había un grabado y me acerqué a mirarlo. Era el de las Tres Gracias de Rubens y parecía una copia muy buena. En la pared opuesta, haciendo un conjunto muy divertido, una copia de las bailarinas de Matisse pero ésta pintada al óleo y era tan buena que parecía el cuadro auténtico. Sobre la mesita unas revistas de arte que me ayudaron a hacerme una idea de sus gustos, o los de su amigo.
        “¿Te gusta?” oí que decía a través de la ventana de la cocina.
        “Pues la verdad es que me mucho, pero me siento un poco extraño, porque yo soy mucho más desordenado y caótico y en estos momentos temo moverme para no quitar el aire de su sitio” bromeé.
        Trajo los cafés y los tomamos tranquilamente hablando de gustos sobre arte, coincidiendo los dos en muchas cosas.
        Puso un codo encima del respaldo del sofá y noté la punta de los dedos de su mano acariciando suavemente mi cabeza mientras hablábamos.
        Al cabo de unos momentos aquella situación me estaba empezando a cohibir un poco, ya que todo era muy natural y tranquilo y mis experiencias casi siempre habían sido más pasionales, inmediatas y prácticamente sin preámbulos.
Aunque los dos sabíamos para qué habíamos quedado, parecía que él estuviese seduciéndome y aunque al principio me notaba algo nervioso, al final me relajé y me gustó dejarle hacer que me sacara de dentro mi parte pasiva y femenina.
Cada vez me sentía mejor y sus dedos no paraban de frotar con delicadeza mi cabello.
Cerré los ojos y giré la cabeza hacia su lado. Al poco noté el roce de sus labios sobre los míos besándomelos también ligeramente sin llegar a mojarlos, notando en su aliento el aroma del café. Paulatinamente fue subiendo de intensidad hasta que me abrió los labios con su lengua y metió la punta en mi boca recorriendo los labios de lado a lado primero y luego buscando mi lengua.
Yo seguía sentado con las manos sobre mis piernas sin atrever a moverme para no romper aquella situación tan relajante que para mi era nueva y muy placentera.
Solamente con el contacto de nuestros labios y lenguas seguimos unos minutos más.
“¿Te apetece que vayamos a la cama?” preguntó sabiendo la respuesta.
Se levantó y me guió hasta una habitación que, como el resto de la casa, estaba impecablemente amueblada y decorada. Había un mesita con un ordenador en un rincón y encima de la cabecera de la cama, donde hay gente que pone el cuadro del paisaje campestre o de montañas con ciervos, había un famoso autoretrato en blanco y negro de gran tamaño del fotógrafo Robert Mapplethorpe, donde se le ve vestido de cuero desde los pies a la cabeza.
“¿No te importa que nos vea Bobby”? Volví a hacer una de las bromas que suelo hacer cuando estoy nervioso y no sé que decir.
“De vez en cuando me gustan los espectadores”
Me daba la impresión de que era la primera vez que me sucedía esto y, a pesar de que el día anterior todo había ido de manera muy diferente, pensé que él me trataba como un novato sin experiencia o que quizás quería enseñarme otra clase de encuentro con algo más de seducción, o al menos eso fue lo que sentí al tiempo que cada vez me sentía tan femenino y avergonzado como pocas veces, aunque ya había experimentado el rol pasivo en oras ocasiones.
Por lo que comprobé él, al igual que yo, era versátil y también le gustaban los dos roles, según la situación. En ese momento, su mirada, su actitud y su seguridad me imponían y ya me habían seducido como a una colegiala.
Yo seguí dejando que él me guiara sin tomar la iniciativa en ningún momento.
“¿No te desnudas?” dijo mientras se quitaba la camisa.
Me senté en el borde de la cama y me quité las sandalias, pero paré para ver como se bajaba aquellos finos boxers debajo de los cuales se notaba que no llevaba calzoncillos por la protuberancia que se podía ver hasta que de ellos salió su tiesa polla que tal y como estábamos quedó a pocos centímetros de mi cara.
La verdad es que el día anterior no le había hecho demasiado caso debido a la situación y a la premura que siempre acompaña a los encuentros en público por el temor a ser pillados y al hecho de que ese día era yo el que se sentía cazador, pero en ese momento era lo opuesto y admiré su bien proporcionado, aunque no excesivamente grande pene.
Me recordó la primera vez que había disfrutado sintiendo un cuerpo encima de mi en una sauna mientras su propietario me follaba al mismo tiempo que yo sentía su respiración y sus susurros en mi oreja.
En ese momento, él no hizo lo que yo habría hecho. No me puso la mano en la nuca y me apretó contra si, simplemente acercó su erección un poco más a mi cara y guiándola con su mano me acarició los labios con el glande, como antes había hecho con la lengua. Fui a abrir la boca para metérmela, pero se apartó y me dijo que me tumbara sobre la cama.
Vestido como estaba, lo hice. En ese momento habría seguido como un corderito todas sus órdenes por perversas que hubieran sido.
Me bajó los finos pantalones que llevaba sujetos solamente con una cintura de tira de goma elástica y los dejó en el suelo.
“Mmmm, vaya, vaya…” exclamó suavemente al ver lo que yo llevaba debajo de los pantalones.
Como en bastantes otras ocasiones, me había puesto unas braguitas también muy finas y elásticas que me encanta ponerme de vez en cuando y en las que ya se podía ver una mancha húmeda al final del alargado bulto que formaba un relieve semi transparente, que ocupaba toda mi ingle y sobresalía un poco de la pierna.
Me ayudó a quitarme la camiseta como si yo no supiera como hacerlo y abrió un cajón de la mesita de noche de donde sacó un pañuelo negro (creo que de seda) y me cubrió los ojos con él haciendo un nudo por detrás.
En otro momento yo no lo habría permitido, pues me gusta controlar la situación y no me apetecen las sorpresas desagradables, pero estaba tan subyugado que ni moví un dedo, más excitado aún esperando lo que pudiera pasar.
Lo primero que noté fue que me separó un poco la cintura elástica de las braguitas y sacó la punta de mi polla por fuera dejándola aprisionada con la goma y luego un dedo que parecía recoger la gota de líquido que salía de la rajita de mi glande. Enseguida sentí como ese dedo recorría mis labios de izquierda a derecha como si fuera un pintalabios.
Pensé que debía tener algún fetiche con los labios.
Después de mojarme los labios con mi propio zumo dejó de hacer contacto conmigo y pude oir como cogía algo del cajón de la mesita. No recuerdo cuanto tiempo hacía que no me sentía tan excitado; el corazón me latía con mucha fuerza, pero no me moví. Me quedé expectante a ver (o mejor dicho sentir) que pasaba.
Yo, en ocasiones, filmo alguno de mis encuentros sexuales, tanto con hombres como con mujeres, si el compañero o la compañera de turno están de acuerdo, naturalmente. En aquel momento me habría encantado que aquello se estuviera filmando para poder verlo más tarde.
Sentí un pellizco en un pezón e hice un movimiento reflejo con la mano para ver que era, pero su mano detuvo la mía y suavemente me la puso debajo de mis nalgas para que el peso de mi cuerpo la sujetara. De motu propio hice lo mismo con la otra. La presión del pellizco era constante pero no excesiva, con lo que supuse que me había puesto algún tipo de pinza, cosa que confirmé al sentir lo mismo en el otro pezón.
Como a casi todas las personas con las que he estado, me gusta que me pellizquen los pezones y en algunos casos, como ya he dicho, mientras me masturbo yo también me pongo unas pinzas, pero esta era la primera vez que me lo hacía otra persona. El hecho de tener los ojos tapados y las manos inmóviles magnificaba aquella deliciosa sensación y mi estrangulada polla daba pequeños respingos que expandían un poco el elástico de la parte superior de mis braguitas.
Sentí el contacto de la punta de sus dedos recorrer mi hinchada verga de abajo a arriba por encima de la fina tela de las bragas, como yo mismo hago a veces pues me gusta mucho el tacto de esa tela en esa parte.
Mi respiración aumentaba de ritmo por momentos.
Entonces, también por encima de las bragas, sentí como me aprisionaba la base de mi pene con lo que me pareció una pinza redonda, ya que la oprimía con fuerza, pero sin producir ningún dolor. Lo único que hacía era hinchar más mi polla y aumentar el placer que estaba sintiendo en aquel momento. Me habría gustado desdoblarme y ser un espectador de aquello, pero seguí sin mover las manos, aunque lo que más me apetecía en aquel momento era cogerle la polla y metérmela en la boca para que me la follara.
Luego noté otra pinza debajo del glande. Entre los temblores de placer que me estaban dando, pensé que la cabeza de mi miembro debía estar completamente roja y a punto de explotar.
Luego ningún contacto suyo durante un tiempo que se me hizo largísimo, aunque probablemente no serían más de unos cuantos segundos.
Estaba ansioso por notar su contacto por cualquier lugar de mi cuerpo y al no poder ver, la sensación era aún más intensa y como él se movía descalzo tampoco sabía si estaba a mi derecha o a mi izquierda.
“Si no te gusta algo de lo que estoy haciendo, me lo dices y paro, ¿vale?” me dijo por mi izquierda.
“De momento me está gustando todo” le contesté con una voz ronca que no parecía la mía por la sequedad de mi boca.
Él lo notó, pues me dijo que abriera un poco la boca y enseguida sentí un chorro de saliva todavía con gusto a café que caía dentro de ella.
Una pinza en cada pezón y dos en la polla, las manos se me estaban empezando a dormir por la presión del peso de mi cuerpo y ahora eso.
Todas estas sensaciones juntas me estaban haciendo sentir una especia de mareo que no quería dejar de sentir.
“Ahhh…ahhh…” Mis gemidos me salían sin yo pretenderlo.
Luego otro momento sin ruidos ni contacto y entonces llegó algo que aunque instintivamente yo lo esperaba, me hizo dar un brinco en la cama.
Sentí sobre la roja y mojada cabeza de mi polla un golpe seco no muy fuerte, pero que me hizo ver las estrellas. Me senté en la cama de un salto y me llevé las manos al pañuelo que cubría mis ojos para quitármelo y poder ver, aunque mis dedos estaban prácticamente insensibles por haber soportado el peso de mi trasero un buen rato.
“Chsssst….tranquilo. ¿Te he hecho daño?” Volvió a detenerme las manos con suavidad.
Yo ya estaba empezando a recuperarme del susto y el escozor que sentía se estaba convirtiendo en una nueva sensación de placer.
“Un poco, pero creo que ha sido más la sorpresa que otra cosa” le contesté entrecortadamente mientras recuperaba el aliento.
“Sí, seguro que te ha gustado. Ahora algo más suave, ¿vale?”
Yo estaba sentado en la cama y noté que me cogía las piernas y las giraba para que cayeran por el borde de la cama y quedarme sentado allí.
“Y las manos quietecitas ¡eh! Si te portas bien te destaparé los ojos pronto”.
Aunque un poco temeroso de sentir otra vez aquel dolor, obedecí como un borreguito. En ese momento no podía negarle nada pues me estaba haciendo sentir sensaciones nuevas que, de momento, me estaban haciendo notar reacciones nuevas en mi cuerpo.
Sentí un dedo mojado encima de mis labios y abrí la boca para chuparlo. Me separó los dientes para que la abriera del todo y noté como introducía en mi boca un tipo de aro que mi lengua notó que era de acero o de un material similar. Llevaba unas pequeñas correas a ambos lados que anudó detrás de mi cabeza. Enseguida supe lo que era, ya que lo había visto en algunos clips de SM.
Mi boca formaba una O inmensa y no podía cerrarla. Con mi lengua investigué por dentro y efectivamente era como un tubo corto con bordes suaves que, aunque un poco incómodo, se podía soportar. Naturalmente no podía controlar la saliva, que comenzó a correr por el tubo hacia fuera.
En algunas situaciones vienen a la cabeza los pensamientos más absurdos, pues me recordó las visitas al dentista cuando te duerme la boca y te chorrea la saliva por la barbilla.
Como no podía ver, me imaginé el cuadro. Yo sentado en el borde de la cama con las manos a los lados, las pinzas que seguían sujetas a mis pezones y a mi polla y mi boca formando un círculo por donde pensé que cabía cualquier cosa y sin saber donde estaba él.
Estaba delante de mi, pues sentí como poco a poco iba metiendo su polla por el aro hasta que la noté con la lengua. Era algo frustrante, pues en ese momento lo que más me habría gustado es chupársela con los labios hasta que se corriera en mi boca, pero mis músculos faciales topaban contra aquel objeto que me impedía hacerlo. Por detrás de mi cabeza sentí sus manos que suavemente pero con fuerza empezaron a empujarla contra él.
Con la vía libre fue entrando poco a poco hasta que tocó fondo. Me atraganté y él se retiró hasta que recuperé el aliento y entonces volvió a meterla, pero esta vez yo estaba preparado y empezó a follarme en serio.
Yo notaba como el aro aquel topaba contra su pubis cada vez que arremetía contra mi boca y lo único que podía hacer era lamerle la polla con mi chorreante lengua mientras entraba y salía. Volví a levantar las manos para ponérselas por detrás y acompañarle en su vaivén y esta vez no me las detuvo. Le clavé mis dedos en sus nalgas abriéndoselas y empujando con fuerza hacia mi cuando él embestía.
“Te gusta, ¿eh? A que te gusta?” me iba repitiendo.
“Mmmmm….mmmmm” Por supuesto, eso era lo único que yo podía contestar, aunque estaba claro que la respuesta era afirmativa.
“Y a que también quieres que me corra ahí dentro?
“Mmmmm….mmmmm”
“Pues prepárate porque allá va”
Aumentó un poco el ritmo y enseguida sentí como se me llenaba la boca de su semen. Cerré la glotis para no tragarlo y noté claramente como corría hacia fuera deslizándose hasta mi barbilla entre el aro y su polla que seguía dando embestidas dejando algo más de líquido con cada una de ellas hasta que se detuvo haciendo presión con su pubis contra el aro. Al haber parado sentí unos pequeños espasmos de su polla contra mi paladar.
A todo esto, yo pensaba que mi olvidada polla iba a estallar porque aquel placentero escozor se estaba convirtiendo en dolor.
Me dejé caer hacia atrás en la cama y fui a desatar el aro, pero él se anticipó y me lo quitó. Yo me quité el pañuelo de los ojos mientras él, inclinado sobre mi me quitaba las pinzas y yo no paraba de jadear mientras le miraba con cara de estar diciendo que había sido una pasada.
Me bajó las braguitas, se arrodilló por encima de mi con una rodilla a cada lado y con los dedos fue recogiendo de mi barbilla y mi pecho su semen mezclado con mi saliva dejándolo caer luego sobre mi todavía jadeante boca
“¿Quieres otro café para recuperarte?” No sé si lo dijo en serio o en broma, pero me salió una especie de carcajada.
“Lo que me gustaría es que te recuperes tú” Con cara de deseo le miré su polla que todavía estaba algo dura.
“Me suelo recuperar muy rápidamente” Bajó su cara hacia la mía, me metió la lengua en la boca, en la que todavía había restos de su leche, y nos lamimos las lenguas.
En todo este rato yo no me había tocado mi polla y tenía ganas de notarla, pero la sentía muy sensible y decidí esperar, porque para mi aquello no podía acabarse ya y debía continuar. En esos momentos yo estaba en modo pasivo y deseaba que me follara el culo, pero siguiendo su juego no insinué nada, solamente le miraba como una colegiala enamorada.
Se tumbó a mi lado y los dos nos quedamos relajándonos un momento. Le puse una mano sobre su rabo ya a media potencia y la otra sobre el mío que seguía igual de duro y sensible. En ese momento encontré el significado de la frase ir caliente porque la mía estaba ardiendo todavía, aunque ahora el escozor me resultaba agradable.
Pensé en que yo nunca tendría la intuición que he visto en muchos otros hombres para saber que le gusta al compañero accidental de turno. El encuentro del día anterior había sido completamente diferente, ya que él no había llevado la iniciativa en ningún momento (o al menos eso era lo que yo pensaba), pero estaba claro que había algo en mi que delataba que me van todo tipos de de juegos sexuales, él lo había percibido y sabía que yo entraría en el juego.
Y tenía toda la razón, porque aquello no me había pasado nunca y no tenía ganas de que se acabara todavía. Estaba deseando que se recuperara para saber si le quedaba alguna otra cosa en el cajón de las sorpresas, pero cumpliendo con mi papel no dije nada de momento, solamente esperé a que él me dijera qué tenía que hacer.
“Creo que a nuestro amigo el voyeur se le ha puesto dura también”
Miré la foto y pude ver que efectivamente, por debajo de los pantalones de cuero de Mapplethorpe se distinguía perfectamente ese bulto alargado que ostentan los hombres con pantalones cuando van empalmados. En el caso de la foto, el brillo de los pantalones de cuero lo hacía más evidente.
“Quizás se ha puesto un teleobjetivo por debajo” Me gustaba su sentido del humor. Me giré hacia él y nuestras caras quedaron a pocos centímetros de distancia. Abrí la boca un poco y me pasé la lengua por los labios notando todavía el sabor pegajoso de su esperma al mismo tiempo que le presionaba suavemente su polla. Como pude sentir que parecía ponerse tiesa otra vez levanté las cejas, abrí los ojos completamente como indicando sorpresa y me mordí el labio de abajo.
“¿Quieres seguir?”
“Haz lo que quieras conmigo” me sometí notando que mi respiración volvía a ser agitada
Se bajó de la cama, me puso las manos sobre mis caderas y me hizo girar boca abajo.
“Ponte de rodillas y abre bien las piernas”. Me susurró al oído dándome una palmada en el trasero que hizo que me estremeciera.
Así lo hice. Cogí la almohada, puse las manos sobre ella y apoyé la cabeza encima de modo que pudiera ver que pasaba entre mis piernas. Lo primero que vi fue mi polla que recta como un palo estaba pegada a mi vientre y más allá los huevos colgando que me tapaban gran parte de la cara de él que se había arrodillado detrás en el suelo.
Me cogió los glúteos con las manos poniendo los pulgares dentro de la raja y me los separó con tanta fuerza que noté el frescor del aire dentro de las mucosas de mi ano. Luego un salivazo que hizo diana justo en él y uno de sus pulgares apretando poco a poco hasta entrar completamente. Ese pulgar comenzó a hacer movimientos circulares ensanchando para relajar los músculos del esfínter y ensancharlo más. Comencé a mover el culo al mismo tiempo que su dedo, pero me dio una palmada con su otra mano.
“!Chsssst¡ ¡Quieto¡” Me costó parar, pero le obedecí.
Sentí otro salivazo por encima de su dedo que apretaba hacia abajo y como otro dedo intentaba abrirse paso para entrar también.
Me preguntó si iba bien y, aunque me dolía un poco, le rogué que siguiera.
“!Sigue…sigue, por favor¡”
Poco a poco lo metió también y noté como los movía dentro de mi. Cuando creyó que ya estaba lo suficientemente dilatado, sacó un dedo con cuidado y luego el otro. Yo me moría por cogerme la polla y descargar ya, pero sabía que si lo hacía se habría acabado todo y me contuve.
Entonces se oyó el ruido del cajón de la mesita al abrirse y ese sonido tan banal hizo que me acelerara todavía más.
Al poco noté que me ponía algún tipo de crema que al principio me dio la sensación de estar muy fría, pero enseguida cambió y la noté muy caliente en las mucosas de mi ano. La nuca empezaba a dolerme por la posición de la cabeza, así que puse la cara sobre las manos y cerré los ojos para concentrarme en la presión que comencé a notar en la entrada de mi oscura cueva.
No sabía que era lo que había sacado del cajón pero estaba notando algo redondo que empujaba suavemente pero con fuerza y que entró enseguida sin casi sentirlo. Creo que la crema aquella que me había puesto debía tener algún tipo de anestesia o quizás era que los músculos de mi esfínter se habían rendido a sus dedos y se habían relajado completamente, pues entró sin dificultad cerrándose mi culo tras ella.
Era una bola cuyo tamaño no supe calcular, pero pienso que debía ser como una cereza grande más o menos. Volví a notar la presión, pero esta vez la bola era más grande, quizás como una nuez, y que costó un poco más de meter pero finalmente entró también fácilmente. Me preparé para la siguiente que llegó inmediatamente después, pero que se resistió a entrar, ya que su tamaño era mayor. Mientras la giraba y presionaba noté como un dedo llenaba de crema toda la zona. Siguió apretando y lancé unos quejidos de dolor al mismo tiempo que contenía la respiración.
“Relájate y respira porque esta también te la voy a meter” La seguridad de su tono hacía que le obedeciera. Paró unos segundos y luego continuó insistiendo. Mi culo debió abrirse como nunca se había abierto antes y finalmente volvió a cerrarse por detrás de esa tercera bola mientras mis manos se llenaban del sudor que me caía de la cabeza.
No sé si quedaban más bolas en ese rosario, pero yo no podía más y, aunque no le dije nada, si intentaba meterme otra tendría que decirle que parara.
No hizo falta, se paró ahí moviendo el extremo exterior mientras yo notaba las bolas dentro de mi. Sentí que me volvía a poner crema y entonces comenzó a estirar. Otra vez tenía que pasar la bola grande, pero esta vez hacia fuera.
Estoy convencido de que aquella crema debía tener algo que adormecía los músculos pues aunque notaba la presión en los músculos de mi culo, se podía soportar.
Finalmente la bola hizo plop y vio la luz. Las dos siguientes ya salieron sin dificultad y noté como me masajeaba con más crema la entrada de la caverna cuyos músculos latían con tal fuerza que me parecía oírlos como un tambor. Pensé que debía parecer la entrada del tren de la bruja y que en ese momento podría entrar hasta un puño.
Fui a moverme para cambiar de posición pero me detuvo poniendo las manos sobre mi lomo.
“Oh,oh…aún no”
No sé si podré aguantar, pensé mientras me pasaba la mano por encima de mi olvidada polla que seguía intentando llamar la atención. Por supuesto no me negué y esperé con ansiedad lo que él quisiera hacerme.
“No te muevas”. Cumplí sus órdenes. No siempre es así, depende de la otra persona, pero en ese momento sentía placer dejando que él me mandara.
Como iba descalzo no oí a donde fue, pero al cabo de un momento sentí que me abría las nalgas y noté la agradable sensación de su soplido sobre mi dilatado culo, que pensé que ya debía tener las dimensiones de un coño. Al pensar eso me excité. Me excitó la idea de pensar que era un coño. Supongo que era un paso más en el proceso de feminización y sometimiento que él parecía tener en mente.
Mientras pensaba esto, oí el sonido inequívoco de alguien que se pone un guante de látex y me dio un vuelco el corazón. Me había leído el pensamiento o es que yo inconscientemente quería que eso pasara y sabía que podía pasar.
Aquello siguió subiendo de tono y yo cada vez estaba más sumiso. Me dio varias palmadas en el culo que me produjeron un escozor muy agradable mientras yo gemía como una gatita y lo movía de un lado a otro.
Había decidido aceptar el rol femenino hasta el final.
Noté que me ponía más crema y casi no noté un dedo entrando, luego otro y un tercero.
Como he dicho, era bastante más pequeño que yo y sus bien cuidadas manos estaban proporcionadas con su cuerpo. Eran pequeñas y delicadas.
Con esos tres dedos dentro fue girando la mano como si taladrara haciendo presión hacia dentro. Un cuarto dedo se abrió paso entre los otros y también entró.
Aquello era más grande que la tercera bola, pero la flexibilidad de los dedos y el tamaño de su mano permitían que se acoplaran más al espacio que había y aunque notaba mucha presión, el poco dolor que sentía me gustaba.
Siguió taladrando al mismo tiempo que apretaba y aflojaba y yo le ayudaba haciendo presión cuando la hacía él. Cada vez entraba un poco más y ya iba por los nudillos de la mano cuando sentí que me agarraba mi tiesa polla y la forzaba hacia abajo, aunque ella no quería bajar. Eso era lo que me faltaba. Ya casi me había olvidado de ella y la sensación de notar su mano rodeándola casi hizo que me corriera, pero intenté aguantar para seguir con la parte de atrás.
Mientras seguía intentando meter toda la mano, me sujetaba el rabo hacia abajo sin mover la mano, solamente la agarraba apretando suavemente.
Me parecía imposible que pudiera entrar todo el puño, pero él insistió. Retiró la mano y la volví a sentir notando la sensación de crema fresca al mismo tiempo que me apretaba un poco la punta de mi hinchado glande.
“¡Me corro…me corro…!” Ya no podía aguantar más.
“Todavía no. Espera” Aunque suave, su tono era imperativo. Me soltó la polla que golpeó mi vientre dejándome a punto de descargar, sacó la mano y volvió al cabo de un momento poniendo una toalla debajo de mi vientre. Me había cortado y por un lado me sentí frustrado, pero por el otro impaciente por ver como seguía el tema.
De nuevo sentí sus dedos entrando esta vez casi sin dificultad hasta los nudillos. Yo deseaba que siguiera también presionándome mi cilindro de carne, pero él sabía que si lo hacía yo me correría enseguida y lo ignoró centrándose en la parte de atrás.
Sin prisa pero sin pausa siguió girando, sacando y entrando la mano mientras yo gemía, cosa que al parecer era lo que él quería, pues con cada gemido mío notaba más presión, hasta que pasó lo que yo pensaba que no podía pasar, pero tenía que pasar.
Sentí una relajación inmensa en mi culo cuando entró la mano hasta la muñeca y justo en ese momento, sin tocarme, comenzaron a salir chorros de leche de la punta de mi verga al mismo tiempo que yo sentía como se agitaba todo mi cuerpo.
Fue un momento de placer y dolor increíblemente nuevo para mi. No recordaba haberme corrido nunca sin hacer mi polla contacto con nada, pero cuando salió la última gota llegó el bajón y él seguía con la mano dentro.
Me dolió bastante más al sacarla, aunque fue todo lo delicado que pudo, pero una vez sacada la mano, empezó a darme azotes en el culo.
“!Te has portado mal, te he dicho que no te corrieras!” Su tono era de enfado fingido, aunque suave.
Me giré y me tumbé boca arriba jadeando intentando no hacerlo encima de la empapada toalla. Me di cuenta que él quería seguir en su rol dominante, pero a mi ya se me había olvidado el papel.
Le miré sonriendo y le dije que
“Perdona, pero me ha sido imposible resistir. Dime que puedo hacer para compensarte” le dije en tono normal mirándole sonriente.
Él vio que yo ya no era una gatita sumisa y cambió también de actitud. Por encima mío, me enseñó una mano con la palma hacia arriba, pero no entendí que quería decir-
Sonriente fue girando la mano, de la que comenzó a caer una pequeña cascada de semen sobre mi vientre. No sé en que momento se había corrido otra vez sobre su mano.
Se tumbó entonces sobre mi y como tanto su polla como la mía seguían bastante duras aplastó las dos balanceándose de una lado a otro rebozándolas en semen.
Me hizo lamer la palma de la mano del resto de leche y nos dimos un beso muy largo, profundo y húmedo mientras nuestras lenguas removían aquel líquido viscosa de sabor inconfundible para los sibaritas del sexo.
Al cabo de un rato de acariciarnos los cuerpos y de compartir la mezcla de saliva y semen yo ya casi me estaba quedando dormido y me había olvidado de la hora.
“¿Cuántos días más te quedas?” pregunté con la esperanza de que nos volviéramos a ver.
“Mañana por la tarde me vuelvo a Madrid, que el lunes trabajo” respondió con cara de consternación.
“¿Te apetece que nos volvamos a ver?” No sé si lo conseguí, pero intenté poner cara de estar rogando.
“¿Tú que crees?” me respondió con una pregunta al mismo tiempo que me daba un mordisco en el mentón.
Puse las manos sobre sus nalgas y apreté mi polla contra su vientre sintiendo la mía contra el suyo.
Quedamos para el día siguiente y nos dimos los teléfonos por si había algún contratiempo.
Antes de salir del apartamento nos besamos de nuevo y cuando yo salía de la puerta me dio un cachete en el culo. Me giré dando un suspiro muy femenino añorando ya el próximo encuentro.
Mientras iba para mi coche seguía notando un gran escozor en mi ano que me duró todo el día.
*        *        *
Todo aquel que haya leído hasta aquí sabe que tengo casi sesenta años y a pesar de que, naturalmente, mi cuerpo no es el de un joven mozo, me conservo muy bien. Mi peso es proporcional con mi estatura y mi pelo, aunque algo cano, es abundante.
Mis experiencias sexuales con otros hombres han sido bastantes, pero prácticamente siempre en situaciones anónimas, un tanto sórdidas y con la prisa que da la sensación de estar haciendo algo prohibido, pero lo que me había pasado hacía un rato era algo fuera de lo normal. Con Pablo había experimentado unas sensaciones y un placer nuevos que no podía quitarme de la cabeza mientras volvía a mi casa.
Por la tarde ese día habíamos quedado con unos amigos y en un par de ocasiones tuve que excusarme porque me preguntaron si me encontraba mal. Les dije que no había dormido bien y me dolía la cabeza, pero la realidad era que no me podía quitar de la cabeza lo que me había pasado y el dolor en mi culo que me lo recordaba constantemente, aunque, claro está, de eso no dije nada.
Nos despedimos de los amigos pronto y en cuanto pude me fui a la cama. Quería estar descansado para el día siguiente.
Al cerrar los ojos me vinieron imágenes de la mañana y me dormí con la mano encima de una erección.


Comentarios


Que locura, me encantaría vivir una experiencia así, voy a tener que descansar antes de leer tu tercer día de pasión, para mi que soy pasivo, lo viví todo intensamente y me dejo agotado y con ganas locas de ser sometido y usado así!
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Gay

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