Deliciosa samantha
( Relatos Gay )


Deliciosa Samantha
Desde hacía ya algún tiempo, al hacerme una paja relajada, fantaseaba con estar con un travesti recordando a Sonia, con quien estuve hace tiempo un par de veces. Miré en algunas páginas donde se ofrecían esos servicios y después de ver las fotos de siempre (cuerpos grandes con pollas enormes y tetas infladas) me decidí a llamar a Samantha. ¿Por qué se ponen esos nombres?
Según la foto, que decía “real”, también era grandota, pero no excesivamente y la tranca que se podía ver pierna abajo parecía interesante.
“Dime cariño”. Su voz, como es habitual, era seductoramente suave y baja.
No me gusta pagar por el sexo y además me parece inmoral tal y como están las cosas, pero como soy frugal, no tengo gastos superfluos, no me gustan los coches ni las ostentaciones, me auto convencí y quedé con ella en la dirección donde me dijo.
        Llegué al portal indicado, llamé al timbre indicado y la puerta se abrió sin que saliera ninguna voz del portero automático.
        Subí al piso que me había dicho, vi que la puerta indicada estaba entreabierta de manera invitadora y entré cerrándola una vez dentro.
        Un recibidor bastante amplio con varias puertas a los lados y al fondo una con cristales que deduje sería el salón. De una de las puertas del recibidor salió una figura que no tenía nada que ver con la foto que yo había visto.
        “Hola, pasa” me indico que entrara por la misma puerta, pero me quedé un poco parado. Su cuerpo no se correspondía con la foto y su voz aún menos. Tenía una voz muy femenina, más aguda y su cuerpo también parecía de mujer; un poco más baja que yo y algo menos corpulenta, aunque las tetas que sobresalían por encima del picardías de color granate que llevaba puesto y a través del cual se podía ver un sujetador y unas braguitas de color rosa eran bastante más abultadas que las mías.
        “Somos tres amigas que trabajamos juntas, pero si quieres esperar…” me dijo al ver que yo dudaba, supongo que acostumbrada a aquella situación.
        “Al contrario, me encantaría estar contigo”. Se lo dije sinceramente, porque era realmente diferente a todas las travestis que he visto, tanto en persona, como en la tele o las pelis.
Tenía una cara y una expresión casi de adolescente. Su cabeza inclinada hacia delante con los ojos mirando hacia arriba como avergonzada y una sonrisa un tanto pícara que le daba un aire casi perverso.
Entré en una habitación donde había una cama en el centro y en una de las paredes laterales un gran espejo en el que se reflejaba toda la cama. La luz era tenue, pero había la suficiente para ver lo que valiera la pena ser visto.
“¿Me das mi regalito y te preparas, por favor?” No cambió aquella expresión de niña viciosa al decírmelo. Todavía no me llegaba a creer que fuera un travesti y que al quitarse las braguitas aparecería algo debajo.
Le di lo acordado, salió, me senté en la cama en el lado del espejo y me vi la cara de asombro que tenía. Estaba impaciente por ver más de ella, así que me desnudé y me estiré boca arriba sobre la cama comprobando que ya estaba “preparado”.
Entró al cabo de un momento y sin desnudarse se sentó en el borde de la cama poniendo su mano sobre mi polla y acariciándola.
“¿Qué te gustaría?
“Pues en principio que te desnudaras” le dije intentando devolverle aquella mirada y aquella sonrisa viciosilla, aunque pensé que en mi cara no sería lo mismo.
“Ah, muy bien” Se quitó el picardías y pude ver con más claridad el sujetador y las braguitas, bajo las cuales se intuía una montañita que podría muy bien haber sido un monte de Venus femenino muy abultado, pero cuando después de liberar dos hermosas, aunque no excesivamente grandes tetas, se bajó las braguitas y se metió la mano entre las piernas pude ver que sacaba la polla que tenía escondida allí. Al igual que sus pechos, no era muy grande, pero estaba muy bien proporcionada con el resto del cuerpo y tenía un aspecto delicioso. Su piel, al contrario que la mayoría de los travestis, a los que les gusta estar morenos, era bastante pálida y no se veía vello por ninguna parte.
Seguramente mi cara era de admiración porque me dijo:
“Tu tampoco estás nada mal” Teniendo en cuenta mi edad, supuse que me lo dijo como se lo hubiera dicho a cualquiera.
“¿Quieres que te chupe esta cosa tan bonita?” Casi ni cambió la expresión de su cara
“Sí, pero todavía no” me levanté y separándole un poco las piernas me arrodillé entre ellas y cogiéndolas por debajo de las rodillas se las levanté abriéndolas un poco
“Sujétate las piernas, por favor”. Le pedí suavemente, para tener yo las manos libres.
“Mmm…con mucho gusto” Las levantó y las abrió aún más.
“¿Te gusta lo que ves, cariño? ¿Te pone cachondo?
Mucho, me gusta su aspecto. Vamos a ver que sabor tiene.
Delante de mis ojos veía sus blancas piernas alzadas, sus testículos que colgaban sin llegar a taparle aquel agujero que, supongo que a fuerza de recibir vergas, ya se veía tan dilatado que de meter el dedo índice no habría hecho contacto con su esfínter. Tenía un aspecto sano, limpio y muy atractivo. La blancura de su piel contrastaba con aquel pequeño círculo y con la bolsa de sus testículos, que tenían algo más de color y no se veía ni tan sólo un vello púbico desde el vientre hasta la parte posterior de aquel lindo agujerito, que al tener ella las piernas en la posición que las tenía parecía la entrada de un pequeño volcán abriendo y cerrando su cráter, pidiendo a gritos sordos ser explorado y sondeado por una buena polla…o por una juguetona lengua, o de haber sido posible, por las dos al mismo tiempo. Parecía un pequeño coño redondito y palpitante, listo para lo que se le quisiera meter.
        Crucé los pulgares por debajo de los huevos y los subí rodeándolos junto con su atractiva y delicada polla.
        Puse la punta de la lengua bien mojada justo donde acaba el escroto y recorrí toda la zona del perineo varias veces con ella, desde la base de los huevos hasta el borde de su esfínter sin llegar a tocarlo. Después de lamerle esa zona unas cuantas veces, separé los pulgares y sus huevos cayeron en mi boca. Me los metí en ella y los succioné al mismo tiempo que hacía rodar mi lengua a su alrededor y con las dos manos entrelazadas le hacía una suave paja. Ella cada vez estiraba más sus piernas hacia arriba, como para darme más espacio.
        No sé si los gemidos que escuchaba yo eran reales o fingidos, pero lo que creo es que no estaba demasiado acostumbrada a un trato así. Lo más probable es que sus clientes habituales fueran solamente a follársela, a que les hiciera una mamada o a que les follara ella. El caso es que parecía disfrutar tanto como yo, pero por lo que a mi respectaba, lo mejor no había llegado todavía.
        Posados sobre mi lengua a modo de bandeja me saqué sus huevos de la boca, subí un poco la cabeza y le lamí el tronco de su polla varias veces antes de meterme el glande en la boca. Chupé el glande succionando y bajé la cabeza poco a poco con la boca bien abierta sin hacer casi contacto con su preciosa polla que iba entrando hasta que noté la punta en el fondo y cerré los labios en la base apretándola con mi lengua contra el paladar. Me quedé un momento quieto sintiéndola dentro y entonces se la chupé un buen rato hasta que la dejé y seguí subiendo hacia arriba. Soltó sus piernas y puse mis brazos por encima de ellas recorriendo aún con mi lengua su vientre y su pecho hasta que llegué a una de sus tetas. Lamí aquella redondez incidiendo en la base y luego en el pezón dejándolo bien mojado.
        En ese momento ella tenía los ojos cerrados y su sonrisa se había abierto un poco dejando ver la punta de su lengua que se movía a lo largo de sus labios como acompañando a la mía en el recorrido que estaba haciendo.
         Cuando hube acabado con el otro pecho subí más arriba y mi polla chocó contra su entrepierna. La puse encima de la suya y empecé a frotar las dos juntas como si la estuviera follando al mismo tiempo que, con mi cara encima de la suya, veía como su lengua se deslizaba de un lado a otro de sus labios.
Abrió los ojos clavándolos en los míos y su boca se ensanchó como pidiendo alimento mientras mi culo iba apretando contra las dos pollas.
Puse mi boca sobre la suya y le metí la lengua. Mientras las dos lenguas se entretenían jugando, ella puso las manos entre nuestros cuerpos y juntó las dos pollas apretándolas en una paja simultánea, pero aunque la mía ya estaba a punto de estallar, todavía me quedaba algo que me apetecía mucho.
Me puse en pie entre sus piernas y ella comprendió cual era mi intención, pues se alzó las suyas como antes hasta que casi le tocaron los hombros, regalándome de nuevo la visión de su lindo culito.
Cogí la almohada de la cama, me arrodillé y alzándola a ella un poco la puse por debajo de donde la espalda pasa a llamarse culo dejándola en el ángulo perfecto para jugar con él. En ese momento sus rodillas ya le tocaban los hombros.
Le lamí las nalgas una tras otra y parecía que cuanta más saliva dejaba en el camino, más saliva producía mi boca, como un bebé babeando.
Dí un par de vueltas con mi lengua alrededor de su impaciente agujerito y noté que ella contraía y relajaba sus músculos, como reclamando algo de atención.
Finalmente, como un perrito lamiendo la mano de su amo, con la lengua plana y empapada, le lamí unas cuantas veces toda la separación de sus nalgas notando el sabor un poco ácido de su coñito al pasar por encima de él y después ya entré con la punta de mi lengua haciendo círculos para notar como se ablandaban las paredes de aquel pequeño pozo que ella contraía para apretar mi lengua dentro suyo.
Le follé el culo con la lengua un rato hasta que mi naturaleza, que estaba entre mis piernas en ese momento, me indicó que también quería algo de atención.
Me levanté y ella abrió los ojos fijando su vista en mi tiesa polla. Pensé que podía pedirle una mamada, que seguramente me habría hecho sin dudar, pero yo en aquel momento lo único que deseaba era meterla dentro de su culito, que estaba en la posición ideal para ser sondeado hasta el fondo.
Se la puse encima de la raja y froté un poco de arriba abajo. La saliva que había dejado por esa zona hacía que se deslizara suavemente.
Entonces me vi en el espejo, que quedaba delante, moviendo el culo encima de ella y eso me excitó más aún.
En videos ya me había visto en situaciones parecidas, pero no en un gran espejo en el momento de la acción.
Comprendió lo que yo quería (y confío y espero que ella también lo deseaba), liberó sus piernas y girándose un poco, pero sin dejar su posición, abrió un cajón de la mesita, sacó un condón de color rosa y me lo puso.
Volvió a subirse las piernas y le puse la cabeza de mi modesto ariete en la entrada de su cueva mágica haciendo un poco de presión y mirándola a los ojos. Ella también me miraba abriendo y cerrando su boca levemente, aunque la sonrisa nunca se borró de su cara, y así nos quedamos con la vista clavada mientras yo apretaba cada vez más hacia abajo hasta que de un solo empujón suave pero constante llegué al final de lo que permitía mi pubis, aunque me quedé un momento apretando más y haciendo contraer también varias veces los músculos de mi pene dentro de ella.
Sustituí sus manos por las mías sujetando sus piernas por las rodillas y empecé a follarla lentamente sin dejar de mirar sus ojos que se iban cerrando y abriendo con cada movimiento.
Al poco paré y saqué la polla de aquella funda de músculos para ver que aspecto tenía su entrada. El agujero negro que vi se iba cerrando poco a poco y antes de que se cerrara del todo, me agaché y metí la lengua dentro hasta que mis labios chocaron contra él. Entró toda y recorrí las paredes de aquella cueva con la punta hasta que me cansé, me volví a levantar y le metí mi polla otra vez casi sin notar fricción, pero ella tenía un muy buen dominio de sus músculos y la abrazó con ellos mientras yo cada vez subía el ritmo más saboreando el gusto que permanecía en mi boca hasta que noté que estaba a punto de correrme.
Eché el culo para atrás, me quité el condón y me corrí intentando que los chorros de leche entraran en aquel sabroso culito. Algunos lo hicieron y otros no, pero las dos o tres últimas gotas que salen sin fuerza las hice caer en la diana.
Que no se piense que me van la coprofagia ni las filias chungas, le he comido el culo a pocas personas, mujeres y hombres, y en todas las ocasiones me he asegurado de su limpieza, pero aquel cuerpo, aunque fuera de una profesional (o quizás por eso) me parecía tan limpio, sano y apetecible que no pude desperdiciar la ocasión   
“Te lo has pasado bien, ¿verdad?” me dijo cuando ya estaba vistiéndome.
“Creo que es una de las ocasiones en que más he disfrutado con el cuerpo de alguien. Espero que para ti no haya sido desagradable” Se lo dije mirándola a los ojos intentando imitar su sonrisa. No respondió nada, simplemente amplió un poco su sonrisa y me quedé sin saber si quería decir sí, o quizás: qué te crees, esto me pasa cada día.
Me acompañó hasta la puerta y le dije que seguramente nos volveríamos a ver en algún tiempo, a lo que ella se encogió de hombros como diciendo: nunca se sabe.
Iba ya para mi coche pensando en que si la volvía a visitar quería que me hiciese lo mismo que yo le había hecho a ella cuando pensé que si Samantha era la de la foto, entonces yo no había estado con Samantha.
También, por su cuerpo y aspecto, se me ocurrió que podía ser realmente una mujer con pene y que era principiante en esa profesión, ya que no cuadraba con las otras del mismo ramo.
En todo caso pensé que no había problema con su nombre, ya que si volvía, con describirla sería suficiente, pero de todas maneras, para mí ella era Samantha.

Foto 1 del Relato erotico: Deliciosa samantha

Foto 2 del Relato erotico: Deliciosa samantha

Foto 3 del Relato erotico: Deliciosa samantha




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Detalles



Nombre do Relato


Codigo do Relato
5089

Categoria
Gay

Fecha Envio


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