CAPITULO 1. CONOCIENDO A PATRICIA.
Cuando ví a esa mujer de lejos, me quedé fascinado por su
físico. Grandes tetas, pequeña cintura, gran culo, grandes muslos, piernas
largas y bien torneadas. Fué al acercarme a ella que advertí que era más alta
que yo, lo que convertía sus tetas en dos enormidades, y su culo en un enorme
culazo.
Ella pareció advertir el curso de mis pensamientos y me
sonrió con una sonrisa que tenía un toque de perversidad. Sabía el efecto que
producía en los hombres, indudablemente, y en sus cejas se arqueaban entre la
diversión y la ironía. Fué en ese instante que caí bajo su embrujo. Sacando un
cigarrillo de su bolsita me preguntó si tenía fuego. Su voz también era
envolvente. Y sus ojos a unos quince centímetros por sobre los míos ejercían un
dominio del que eran conscientes y sabedores.
Estábamos en la costanera, ya que ambos habíamos salido para
aliviar el calor, yo al menos. Porque me dijo "en casa tengo una pileta de
natación, y podemos refrescarnos en el agua, ¿querés venir?"- Naturalmente que
sí. Yo no podía creer la buena suerte que estaba teniendo al ligarme a esa
mujeraza. Mientras caminábamos pude observar que su enorme cuerpo se movía con
la gracia de una pantera. "Madre mía" me dije, "esta mujer puede hacer cualquier
cosa conmigo".
Cuando llegamos a su mansión me dio un shortcito a mi medida
y vistió una maya estilo hilo dental, tanto arriba como abajo. Luego corrió
hasta el borde de la pileta, dándome una visión alucinante del bamboleo de sus
tetazas y otra de su panorámico culo al zambullirse.
La excitación me hizo exagerar en el salto para zambullirme,
de modo que terminé cayendo de cualquier manera en el agua. Patricia lo festejó con
grandes carcajadas cristalinas. Luego se zambulló pasando por entre mis piernas,
una y otra vez, rozando mi pene al hacerlo. Eso, y la visión de sus tremendas
tetas flotando en el agua, me pusieron a mil. Jugando como si fuera un delfín,
Patricia me ofreció visiones de su culazo, como para que quedara impreso en mis
retinas.
También me dio muchos topetazos con sus tetonas, para después
salir huyendo. La verdad es que me puso más caliente de lo que jamás había
estado en una pileta. No faltaron los topetazos con su culón, varias veces en el
pecho, y también en la cara. En dos o tres ocasiones me apretó las tetas contra
el culo. Siempre apenas un toque y alejarse.
Veía también su bellísimo rostro acercarse al mío casi hasta
el beso, para después desaparecer en una zambullida que terminaba poniéndome el
culo sobre la cara. Y se alejaba. Y nadaba alrededor mío, apenas rozando mi
cuerpo en su deslizarse. Su cintura era una maravilla, dándole el look de un
ánfora muy bien torneada, muy pero muy bien torneada. En síntesis, que para
cuando salimos del agua, luego de cerca de una hora de semejante juego, mi única
idea era cogérmela y cogérmela tantas veces como pudiera y como me dejara. Nunca
me había sentido antes tan completamente seducido por una mujer.
Y nunca había estado con una mujer como aquella.
Capítulo 2: SU CULO EN MI CARA.
Luego, nos tiramos a descansar en el pasto, al lado de la
pileta. Yo me tiré boca arriba. Ella en cambio se sentó de costado, con el
culazo a la altura de mi cara. Mientras charlaba pude ver que se había quitado
la tanguita. Y bamboleaba lentamente el culo acercándolo a mi boca. A mí me
costaba coordinar qué decirle, y se me había producido una inocultable erección,
de la que ella no hizo la menor mención.
–A mí me gusta dominar a los hombres- me estaba diciendo. Y
fue arrimando el enorme culo más cerca de mi cara. Yo permanecía inerme,
fascinado por ese culo que ocupaba toda mi visión. -¿Te gustaría lamerme el
ojete?- preguntó. Sorprendido por el desenfado de su pregunta y la aparente
naturalidad de su tono de voz, solo atiné a murmurar –sí, cla-claro- -Así me
gusta, Martín- y levantando la pierna me chantó el culo en la cara, el ojete a
la altura de mi boca.
-Ahora dale a la lengua, corazón, meteme la lengüita, lameme
el ojetito- Y empezó a mover el culo contra mi cara. Yo saqué la lengua y
comencé a lamerla con pasión, metiendo y sacando la lengua de su ojete, mientras
ella lo ondulaba girándolo sobre mi cara.
-¿Podés respirar mi cielo? Voy a dejarte entrar un poco de
aire para que no te me mueras. Los dos últimos hombres a los que les hice
lamerme el culo se desmayaron. Uno era un chico jovencito, de quince años, que
me besaba y lamía el orto tan rico que no pude contenerme y se lo apreté contra
la cara, tan fuerte que se desmayó. Al tiempo que acababa abundantemente sobre
su pantaloncito de baño. El otro era un viejo de sesenta que agarró mi culo con
ambas manos y se prendió como un niño a la teta. ¡Qué placer me dio ese hombre!
¡Cuánto entusiasmo! ¡Esa lengua me recorría el culo de arriba abajo, y su boca
me besaba y me besaba como un esclavo subyugado!-
A esa altura, el esclavo era yo, y estaba dispuesto a seguir
chupando ese culo hasta el fin de mis días. –¡Así, mi vida, así! ¡más lengua,
más lengua! ¡Y besámelo, chupámelo!- y seguía removiendo el culo contra mi cara
y mi boca. Cada tanto lo levantaba un poco para dejarme respirar. -¿Nunca te
sentaron la concha en la cara?¿Querés conocer mi concha a fondo? Te la voy a
refregar para que conozcas lo que es una conchaza- Y de pronto tuve esa concha
sobre mi cara. Que olor maravilloso. Y qué sabor... Era una concha enorme,
caliente y húmeda. Su lubricación me lavaba toda la cara, a medida que ella me
la refregaba en todas las direcciones. -¡¡¡Qué rico, corazón!!! ¡Chupame así,
que ya estoy por acabar! ¡Me encanta cuando tengo la cabeza de un hombre entre
las piernas..."- y mientras me agarraba la cabeza con ambas manos moviéndola por
su concha a su gusto. –Me gusta cuando domino a un hombre, de cualquier edad que
sea, obligándolo me agarraba la cabeza con ambas manos moviéndola por su concha
a su gusto. –Me gusta cuando domino a un hombre, de cualquier edad que sea,
obligándolo a chuparme el culo y la concha! ¡Me gusta subyugar a los hombres con
mi culo y mi concha! ¡Dale al clítoris, dale lengua y chupámelo! ¿Te gusta mi
clítoris, lambetón? . Y claro que me gustaba. Era un clítoris enorme, de cerca
de tres centímetros, totalmente erecto. Y ella me lo refregaba y entraba y
sacaba de mi boca como una pequeña pija. Y yo chupaba y chupaba. Y de pronto se
puso rígida y comenzó un tremendo orgasmo que parecía no tener fin, mientras
gritaba obscenidades apretándome la cabeza contra su peludo coño. Luego me
desmontó y cayó a un lado rendida. Mi pija parecía un mástil, pero ella parecía
haberse olvidado de mí. Agotado, yo también me dormí. No había descargado, pero
el cansancio era mayor. Pero la aventura no había terminado.
Capítulo 3. PATRICIA ME HACE ACABAR A SU ANTOJO.
Cuando me desperté, ella me estaba mirando con ternura. –Mi
vida, ¡qué buen trabajito que me hiciste!- y me besó con sus carnosos labios,
hundiendo suavemente su lengua en mi boca. Luego volvió a mirarme. –¡Te voy a
enloquecer, mi vida!!- y subiéndose encima mío comenzó a besarme el cuello, la
cara la boca, lamiéndomelos con su lengua cálida. Nuevamente me estaba
dominando.
Poco a poco fue deslizándose hasta que me puso las enormes
tetas en la cara. Con sus pezones igualmente enormes. Y me puse a chuparlos, y
besarlos. Ella me ponía una y otra teta, aplastándome la cara. Me las refregaba
contra la cara y me colocaba a su gusto sus sabrosos pezones que yo, perdida
toda conciencia, lamía y besaba y chupaba sin parar.
De pronto siento su mano sobre mi polla, a través de la tela
del pantaloncito de baño. Y comenzó a apretármelo, pillando el glande entre sus
dedos a un ritmo cada vez mayor. -¡Sí, mi pichoncito! ¡Lamele las tetas a
mamita!- Y su mano seguía apretando y soltando, apretando y soltando. Mi cara
enterrada entre sus enormes tetas bamboleantes. -¡Así me gusta, mi nene! ¡Me
encanta tener a un hombre dominado y obediente!- y su mano seguía pellizcándome,
produciéndome sensaciones deleitosas. Yo había perdido toda conciencia e
iniciativa salvo la de besar y chupar esos melones hasta el fin de los tiempos.
Y su mano seguía apretando y soltando, y luego comenzó a frotarla en círculos
sobre mi pija, a través de la tela. Después volvió a poner su boca en la mía y
su lengua en mi boca, en un largo y apasionado beso, mientras su mano seguía y
seguía con su trabajo. De pronto, en medio del beso, comencé a correrme, con su
lengua en mi boca, mientras ella me la devoraba con pasión. De mi polla comenzó
a salir el semen a borbotones, mi ojete se cerraba y abría irresistiblemente,
mientras mis nalgas se tensaban para ayudar en la descarga. Finalmente me relajé
exánime, casi inconsciente. Mis pantaloncitos completamente empapados de mi
semen.
-¡Ahora eres mi esclavo, Martín! Estás enteramente a mi
disposición, y voy a usarte a mi gusto hasta que te tire como un forro usado.
Muy usado, y bien usado. Porque voy a usarte mucho y voy a hacerte conocer
formas de placer que no podrás resistir, ni impedir. Eres mío. Hasta que yo
quiera. Puedes seguir con tu noviecita, pero vendrás al instante en que te
llame, para ordeñarte luego de hacerte hacerme las cosas que yo quiera. Tu leche
es mía, y voy a sacarte torrentes de leche hasta dejarte seco, como hoy. Pero
por ahora recién comenzamos-
Y poniéndome nuevamente el culo en la cara me ordenó: -cuando
te empiecen a entrar las ganas lameme, vamos a tener otra sesión de mi culo en
tu cara- Y yo comencé a lamer.
Capítulo 4. LAS FORMAS DE CULEAR DE PATRICIA.
Los días que siguieron mi mente andaba a la deriva, en la
memoria de lo que me había hecho con su culo, con la imagen de su concha y los
abundantes jugos con los que limpió mi cara. De sus enormes pechos y sus
riquísimos pezones. Estaba como en trance. Seguía viendo a mi novia, pero mi
mente estaba en otra parte. Seguimos cojiendo, pero mi mente estaba ausente, en
otra concha, en otro culo en otra boca, en otras tetas. En el perfume de su piel
y de su boca, y de sus tetas, y su concha y su culo. Esa mujer enorme, en una
sola tarde, me había atrapado.
A la semana me llamó. Su voz sensual me envolvió al instante.
-¿Cómo está mi pichoncito? ¿Con ganas de ver a mamita? ¿Y de jugar un
poquititito?- ni me animé a decirle que había quedado en ir a cenar a lo de mi
novia. Ya no tenía la menor importancia. El deseo imperativo de Patricia era
irresistible. Le di una excusa cualquiera a mi novia, y partí para lo de Patricia.
Cuando me recibió estaba deslumbrante. Su cuerpo enfundado en
un sensual vestido rojo, con un tajo en los muslos desde la altura de las
caderas, y su escote realzaba, sí aún era posible más, sus voluminosos pechos.
Con una sonrisa espléndida de sus carnosos labios me invitó a seguirla al
interior. Había preparado una abundante cena que nos servimos en el comedor.
Ella llevaba la iniciativa de la conversación. Me preguntó
por mi "noviecita", y si me "había acordado un poquitito" de ella. -¿Te gustó
tener mi culo sobre tu cara?- Curiosamente, la comida se hizo más rica. -¿Y que
te hiciera chuparme las tetas?- Yo seguía con la comida y mi polla había
comenzado a reaccionar a su lenguaje tan desenfadado.
A medida que avanzaba la cena, Patricia iba encendiendo mi
imaginación con sus comentarios procaces, y algo misterioso en su voz y su
mirada. Al llegar al postre estaba completamente empalmado. Entonces sacó una
tetaza fuera del escote y siguió la charla como si nada ocurriera. Yo miraba
como hipnotizado su mano que comenzó a acariciársela. Su pezón se endureció,
hinchándose. Patricia suspiró, y su voz se tornó más sensual, más arrastrada. Se
puso un poco de crema en el pezón: -¿querés comer tu postre, Martín?- Yo iba a
levantarme, pero ella se me adelantó, poniéndome el pezón a la altura de mi
boca. -¡La anfitriona debe atender al invitado!- Y comencé a chupar hasta
dejarlo bien limpito. Entonces me lo sacó y volvió a su asiento. Se levantó la
pollera, dejando sus magníficos muslos a la vista, y con su más abierta sonrisa
tomó más crema y bajó su mano hasta la entrepierna. Yo no podía ver, pero estaba
seguro de que no tenía bragas.
-Ahora mi amoroso, ponte debajo de la mesa y continuá
comiendo tu postre.- Obedecí, y en cuatro patas me puse bajo la mesa para
encontrarme con la visión de su peludísima concha adornada con crema. Fui
limpiando sus abundantes pendejos hasta llegar al clítoris. Allí ella abrió las
piernas ampliamente, ofreciéndome su concha desfachatadamente abierta y avanzada
hacia mí. La cabeza me daba vueltas por la situación. La suavidad de sus
carnosos muslos acariciaba mis mejillas. Y el olor que salía de su concha me
mareaba. Una vez que me tuvo bien adentro de su concha, me tapó la cabeza con la
falda. Y con sus manos me la sostenía apretándomela contra su concha. Todo esto
ocurría en silencio, con sólo el ruido de nuestras respiraciones y jadeos.
-¡Así me gusta, mi sirviente obediente! ¡Imaginate lo que
sentiría tu noviecita si te viera como estás ahora. Chupándome la concha por
debajo de la pollera...!- Yo estaba completamente empalmado y subyugado,
avergonzado incluso, pero con un sentimiento de servilismo gozoso.
Después de un rato de intimidad interminable, Patricia se
corrió, apretándome la cabeza con las manos, los muslos y la concha. Finalmente
me soltó y casi asfixiado caí a sus pies, quedando rendido en el suelo, todavía
empalmado. Patricia me puso los pies en la espalda. Hacía menos de una hora desde
que había llegado y ya había abusado de mí, consiguiendo su primer polvo y mi
total sumisión.
Cuando salí de abajo de la mesa, Patricia sonrió al ver mi total
empalme a través del pantalón. Y parándose, levantó su pollera, dejándo su
tremendo culo al aire.
-¡Ahora de rodillas, nene!- y puso su culo frente a mi cara.
-¡Ya sabés lo que tenés que hacer!- Los redondos globos de sus nalgas rodearon
mis mejillas, tan pronto como avancé hacia su ojete. La piel suavísima y fresca.
Comencé a besarla. Sacando el culo, agarró mi cabeza con sus manos para que no
pudiera separarla. La situación me excitaba enormemente. Ser dominado por esa
voluptuosa mujer era lo más caliente que me había ocurrido en mi vida. Y ella
parecía saberlo.
-¡Esta es mi idea de culearme a un tipo! - y comenzó a dar
culadas contra mi cara. Ahí fue cuando me derramé. Pero sus manos me tenían
aprisionado contra su culo y se lo seguí chupando.
-¡Las cosas que les hice a los tipos con este gran culo mío!
¿Te gustaría que te cuente?- Yo no podía contestarle, atrapado como estaba por
ese enorme culazo, pero ella tomó eso como un sí, de cualquier modo estaba
dispuesta a hacer lo que quisiera. Y mientras seguía con las culadas, ahora más
rapiditas y suaves, y rotando el culo, continuó: -Una vez, en un colectivo, me
puse delante de un tipo que venía con su esposa, y aprovechando que estaba
lleno, se la hice parar con mis frotes y rotaciones -el tipo no sabía que cara
poner para disimular ante su mujer- y yo continuaba con pequeños culazos contra
su poronga que estaba a mil, y después con unos rápidos apretones de mis nalgas
lo hice acabar. Sentí las pulsaciones de su acabada contra mi culo. Y lo dejé
con el pantalón enchastrado con su propio semen, con una mancha que le iba a ser
muy difícil de explicar. Y todo se lo hice en menos de ocho minutos.-
Mientras decía esto, aumentaba sus movimientos, llevada por
la calentura de lo que me contaba. -En otra ocasión salí con un tipo que se las
tiraba de galán. Fuimos a un hotel, y cuando le dije que quería "con algunos
chiches" me propuso que hiciéramos el sesenta y nueve, que era justo lo que yo
esperaba. Pero cuando nos pusimos en la posición, me senté sobre su cara. El
pobre tipo esperaba que le chupara el nabo, pero yo me mantuve aprisionándolo
con mi peso, y dándole con el culo en la nariz, mientras ante mis ojos veía como
su pija se empalmaba. El pobre lamía y besaba, y chupaba, y yo le refregaba el
culo por la cara. Y la pija se le ponía más y más parada, y yo ni se la tocaba.
Apenas lo dejaba respirar, y lo hacía cogerme el ojete con la nariz, y yo le
hacía pequeños saltitos sobre la cara, y le decía cosas sucias. ¡Y el tipo
prendido como loco! Y así, seguí culeándolo, hasta que le tiré un pedo, y ahí
fue cuando acabó. ¡Le salía un verdadero torrente del nabo! ¡Cuándo le saqué el
culo de la cara, tenía una expresión completamente alucinada! ¡Ese no se hace
más el galán con nadie!-
Yo a esa altura había perdido la noción de todo, y aunque
tenía el pantalón lleno de mi semen, se me había parado nuevamente. Y ella
continuaba contando:
-¡Les hice mil cosas a los hombres con mi culo! ¡Y no
solamente a los hombres! ¡Una vez con mi modista, la calenté tanto con mi culo
mientras me medía para la falda, que no aguantó más y lo agarró con unas ganas,
que me metía la lengua por todos lados y me hizo acabar como loca! ¡Y otra vez
con una compañera de la facultad con la que nos habíamos reunidos para estudiar,
pero yo no pude con mi genio y la volví loca con mi culo, pobre chica, terminó
pidiéndome de rodillas que la dejara chupármelo!-
Entonces me quitó el culo de la cara y mirándome con
expresión divertida me dijo: -¡Vaya, al palo de vuelta! ¡Yo sentí que te corrías
a los primeros culazos que te di, pero sabía que si te obligaba a seguir
lamiéndome el culo te ibas a empalmar de nuevo! ¡Sacate el pantalón así no se te
sigue embarrando con tu semen!- Me saqué el pantalón y el calzoncillo, y mi
choto quedó empalmadísimo, flameando al aire.
Capítulo 5. LA OTRA FORMA DE CULEAR DE PATRICIA.
-¡Bueno, ahora me toca a mí, lamerte el culo! Acostate en la
cama, boca arriba, mi nenito, que vas a conocer lo que bueno!- Cuando me tuvo en
la posición me levantó las piernas y comenzó a lamerme el culo, toda la raya
hasta las bolas, y se entretenía en mi ojete, metiendo y sacando la lengua, y
entrándola poco a poco cada vez más profundo. Lamía con ganas y entusiasmo, y yo
me iba sintiendo transportado al paraíso, un paraíso que antes jamás había
conocido ni sospechado. Mi ano se iba abriendo ante los avances de su lengua,
que literalmente me estaba cogiendo.
Entonces cambió la lengua por algo. Se sentía como una
pequeña pija de goma, no más grande que un dedo de mujer. Yo me dejaba. Y ella
entraba y sacaba la pijita. -¿Que sentís, mi pequeño putito? ¿Te gusta como te
estoy cogiendo?- Y entraba y sacaba en mi culo lubricado y abierto por su
saliva.
-¡Claaro. ¡Te dejás porque esta es una pijita chiquitita! ¡Yo
sabía que tenías el ojete cerradísimo! ¡Pero ahora lo vamos a ir abriendo! ¿Te
gusta más así?- y de pronto sentí que la pijita se hinchaba un poco, y ella
siguió metiéndola y sacándola. -¿No te dije que era un consolador hinchable,
no?-
No me dolía, y el placer era mayor. -¡Ah, putito! ¡Te gusta
¿no?! ¿Te la aguantas un poquito más gorda? - y sentí como el pene que tenía en
el culo crecía un poco más. Ahora parecía una pija normal que entraba y salía de
mi culo sin dificultad, produciéndome un placer desconocido.
-¡Ah, veo que te gustan gordas y largas! ¡A ver si te gusta
esta!- Y sentí que la polla se hinchaba hasta un considerable tamaño, mayor
todavía a la de la mía. Y la hija de puta continuaba entrándola y sacándola,
entrándola y sacándola. Sentía el culo completamente abierto. Y me sentía un
juguete en sus manos, completamente puto.
- ¡Bien, mi putín! ¡Y ahora vamos al tamaño baño! - Me la
sacó y mientras la lubricaba con una crema, me contaba: -¡Esta es una poronga de
negro grandote! ¡Creo que te la vas a bancar lo más bien! ¡Y el culo te va a
quedar abierto como una flor!- Yo estaba ansioso, era más grande que cualquiera
de las anteriores, ¡aquella era una verdadera poronga!
- ¡Abrite bien, putito! ¡No te esperabas salir cogido de
aquí!- y yo sentía como aquel monstruo iba llenando mi culo, produciéndome un
intensísimo placer.
-¡Si me habré cogido tipos con este consolador... !- Y
continuaba entrándolo y sacándolo. - ¡Esta es la segunda manera que tengo de
culearme tipos! ¡Todos los tipos que vienen aquí terminan con el culo abierto! -
Y mientras seguía metiéndomelo y sacándomelo agregó: -¡Piensa que te está
cogiendo un negro con una polla de veinticinco centímetros! ¿Verdad que te
enloquece, mi nene?- Y siguió moviéndolo cada vez más rápido. Y entonces acabé
con un gran grito de placer.
Quedé culo para arriba, con el consolador todavía en el orto,
completamente vencido y dominado. Y dichoso. Pertenecía a esa mujer para que
hiciera de mí lo que quiera.
Cuando volví a mi casa, de madrugada, tenía los huevos vacíos
y me dolía un poco el culo. Me sentía un poco envilecido, pero bien.
Capítulo 6. EN UN BAR, PATRICIA ME HACE ACABAR SIN TOCARME.
Nuestro siguiente encuentro fue en un bar. Yo me preguntaba
qué ocurriría allí.
Qué iría a ocurrirme, más bien. Fuimos a un apartado oscuro.
En la semipenumbra acercó su boca incitante a la mía. Y rozó con su lengua mis
labios y mi lengua. Yo me encontraba ya empalmado, pues su sola presencia me lo
producía.
-Hoy nada de culo, mi cielo, y nada, pero nada de concha- Y
comenzó a besarme con besitos tiernos que me pusieron a mil. -Solo la boca, mi
nene. Sentí mi boca, mi lengua, mi saliva... - y su cálido aliento húmedo y
perfumado me subyugaba completamente. Y comenzó a lamerme la boca, y el cuello,
y volvía a la boca, y recorría toda mi cara, y volvía a la boca, y las orejas, y
la frente, y la boca, y la boca y la boca, y la lengua. Y con las manos me
acariciaba la cabeza y el cuello, y me metió un dedo en la boca para que se lo
chupara, y se lo chupé. Y comenzó a cogerme la boca con el dedo. Entonces me
sacó el dedo y comenzó a cogerme la boca con la lengua. Y la polla me latía cada
vez más.
Y se me pegó al cuerpo, haciéndome sentir sus enormes tetas.
- ¡Tocame las tetas, nene!- me susurró con su aliento en mi boca. Mi pija se
había parado completamente dentro de mi pantalón amplio. Le saqué las tetas
afuera, tibias, calientes, olorosas. Y bajé la cabeza hasta sus pezones y los
abarqué con mi boca abierta, pasando de uno al otro, mientras ella gemía. - ¿Te
acordás de mi culo en tu cara, pichoncito? ¿Recordás nuestra primera vez al lado
de la pileta? Sabía que te ibas a volver loco con mi culo.- Y levantando mi
cabeza hasta su boca, continuó devorando la mía. Creí que en cualquier momento
acabaría. Me volvió a bajar la cabeza hasta sus pechos. Se los besé como un
poseído, lamiéndolos por todas partes. - ¡Ay, mi nene, cómo me calentás!- y me
movía la cabeza refregándomela con sus tetas -¡A mí me gusta calentar a los
hombres hasta que no den más! ¡Y a vos, precioso, te tengo atrapado! ¿Te acordás
cuando te hice chuparme la concha?- y me volvió a subir la cabeza, para
enloquecerme nuevamente con su boca. -¡¡Estás temblando, mi cielo!! ¡Me parece
que ya te tengo cerquita cerquita! ¿Sentís el olor de mi concha? ¡La próxima vez
te voy a dejar comérmela, me voy a sentar sobre tu cara, y te voy a hacer acabar
sin tocarte! Cómo ahora, mi vida, ya casi estás ¿no? ¡A muchos tipos los hice
acabar sin tocarlos! Y vos vas a ser uno más en esa lista. ¡Ya te tengo pichón!
¡Puedo sentirlo en tu respiración, es cada vez más rápida, más rápida, ya estás
por acabar, ya te tengo donde quería! ¡Te hago acabar con mi culo, te hago
acabar refregándote mi concha en la cara, te hago chuparme el culo, te hago
chuparme la concha, y ahora te hago acabar con la boca y con la imaginación!
¡¡¡Cielos, mi nene, cómo estás temblando!!! ¡Ya te puse en el borde... ! ¡Dale
pipí, venite en tus pantalones! ¡¡¡Venite yaaa... !!!- Y me derramé copiosamente
en mis pantalones, mientras ella me miraba en los ojos con expresión divertida y
un poco burlona.
-¡Muy bien, mi nene! Como ves te hago acabar como quiero. La
próxima vez te voy a hacer pis encima. Y te voy a hacer tomarme el pis. Y te voy
a hacer correrte con sólo mearte. Te vas a volver adicto a mi pis.-
Yo estaba derrengado en el asiento, con una enorme mancha de
semen en el pantalón, y la sensación pringosa del semen empapando mi
calzoncillo. Y la miraba embobado por su dominante fascinación.
Capítulo 7. MI ROSTRO, EL ASIENTO DE PATRICIA.
Yo naturalmente pasaba mis días obsesionado con Patricia, con
ese culo sobre mi cara, con su dominio desenfadado, con la imagen de su concha,
y su olor y su sabor, y esas tetas, y esa boca, y el saber que era un juguete en
sus manos, que podía hacer de mi lo que quisiera.
Me había prohibido terminar con mi novia, de modo que
continué teniendo relaciones con ella. Vivía en un estado de agonía, deseando
únicamente estar con Patricia, todo el tiempo. Pero ella sólo me llamaba cada
cuatro o cinco días. Ya que decía que quería sentirse libre para experimentar
con otros hombres, y también mujeres. Y mantener otras relaciones. Esto
atormentaba mi mente, pero era parte del placer de ser dominado por ella, de que
me impusiera su voluntad, subyugando la mía tan completamente que sólo quería
ser su juguete, su amante, su forro, como ella decía, temiendo el día en que me
desechara.
Entre nuestros hábitos normales tomamos la costumbre de
pasarnos muchos ratos, por ejemplo ella hablando por teléfono, y su culo sobre
mi cara, que estaba sobre el sofá. Mi nariz en su culo. Mi boca besándoselo y
chupándoselos, mi lengua lamiéndolo, mientras ella como al acaso, distraídamente
lo reacomodaba y lo removía, mientras seguía charlando al teléfono. Yo buscaba
esa posición tanto como me era posible. Y a ella también le encantaba. A veces
se le escapaba algún pedo esporádico, que añadía condimento a la situación.
Otras veces me chantaba la concha en la cara mientras leía un
libro apoyado sobre mi siempre parada pija. Y se iba moviendo suavemente al
principio y aumentando el ritmo hasta que, sin que ella me tocara, mi miembro
comenzaba a largar chorros de semen como una fuente. A veces no le hacía caso,
pero otras veces se ponía a limpiármelo con la boca, de tal forma que con sus
carnosos labios y su tierna y atrevida lengua y la cálida oquedad de su boca, me
la dejaba limpita, sí, pero otra vez al palo.
Capítulo 8. EL PRIMER PIS. PATRICIA ME CUENTA DE SU NOVIO
OBEDIENTE.
Otras veces, en el suelo, se sentaba a horcajadas sobre mi
cara, apretándomela con su tremenda conchaza. Mientras leía, o hablaba por
teléfono, o cosía una blusa, o incluso cuando charlaba conmigo. Fué una de esas
veces cuando avanzó sobre mí: -¡Mi cielo, tengo ganas de hacer pis... !¡Pero
creo no voy a llegar a tiempo al baño...!¿...vos no me harías el favor...?- y
ahí me soltó un chorrito en la boca. La pija se me puso que parecía un fierro.
-¡Ay, gracias mi vida...! ¿Puedo seguir un poquito más?- Y entonces me largó un
chorro más largo que me llenó la boca con su pis, que tragué extasiado.
-Gracias mi cielito, ahora lameme bien para limpiarme- Pero
cuando estaba ya acabando de limpiarla de pis con mi lengua, llegó otra
descarga, que empecé a tragar con gozo. Me agarré a sus nalgas, pegando mi boca
a su fuente, para tragarme todo lo que tuviera para darme.
Una de esas veces me contó de su novio. Resulta que hacía
algo más de dos años que salía con un muchacho un poco menor que ella. Pero no
le permitía tener relaciones, ya que lo había convencido de era "una chica
decente", y que no pensaba entregar su virginidad hasta después del matrimonio,
y quizá ni entonces. Al pobre la lecha ya le salía por la nariz. Porque además
ella lo calentaba de todas las "inocentes" maneras posibles. Cuando iban a
bailar lo apretaba hasta ponerlo bien al palo, y entonces se apartaba fingiendo
horror: -¡pero qué te has creído! ¡Yo sólo te estoy brindando mi cariño, mi
ternura, pero vos sos una bestia que enseguida piensa en el sexo. La verdad es
que el pobre ya no debía poder pensar en otra cosa, con el "tratamiento" que
ella le estaba dando, decía Patricia riéndose a más no poder, con su concha en mi
cara y soltando chorritos de pis, en el descuido de la risa. Yo, al palo
permanente, por supuesto.
Me contaba, muy divertida, que no lo dejaba acabar nunca. Que
lo llevaba hasta el borde, y cuando el pobre tipo estaba en el mismísimo borde,
lo detenía, ya fuera con la escena del horror, o con sus proclamaciones de
virtud, o con su enojo, o con sus imploraciones. Y le hacía la cabeza hablándole
de la virtud de una chica decente.
Otra tortura que le hacía era contarle con todo detalle las
cosas que le hacían a los hombres sus amigas liberales, que eran anécdotas
sacadas de sus experiencias personales, o de su pícara y perversa imaginación.
A veces mientras me contaba las cosas que le hacía a ese
pobre muchacho, me dejaba meter mi pija en su caliente culo, y me hacía quedarme
muy quieto. Y me contaba las mil formas en que calentaba y frustraba a su novio,
hasta que yo no daba más y me corría a grandes chorros.
-¡Así me gusta, mi nenito... ! ¡Cuantos chorros, cuanta
lechita! ¡Estás muy calentito conmigo, ¿no? Te pongo este culo encima de la
cara, me siento encima tuyo, te lo hago chupármelo y lamérmelo viviendo
obsesionado con mi culo, hasta que te dejo metérmela ahí, pero no te dejo
moverla, y con el calorcito y la calentura al final no podés contenerte y te
empiezan a salir los chorros. Es que te estoy haciendo el mismo trabajito que le
hago a él, sólo que a vos cuando no das más te dejo acabar. Con el pobre
Carlitos estoy haciendo un experimento. Reconozco que es algo cruel, muy cruel
en verdad, pero a mí me da mucho placer, y al fin de cuentas en la ciencia se
usan cobayos para ser sacrificados. Todo sea en nombre de la ciencia... ! ¡Vení,
que ahora quiero culearte la cara con mi culón!- Y acomodándose en posición de
69 comenzó a culearme la cara.
Capítulo 9. PATRICIA MEANDOME MUY SEGUIDO.
Otro día, apenas llegué, me hizo tenderme en el suelo, sin
quitarme la ropa.
- ¡Hoy quiero mearte enterito, de pies a cabeza, con ropitas
y todo!- Y parándose con ambas piernas abiertas, una a cada lado de mi cuerpo,
apuntó con su concha a mi cara, ojos, pelo, orejas, nariz, boca, yo abrí la boca
y ella embocó un largo chorro para después seguir por mi cuello, mi pecho, hasta
llegar a mi bragueta que me mojó completamente, y después siguió hasta mis
zapatillas.
-¡Estuve juntando todo este pis para vos, mi vida!- dijo
acuclillándose frente a mi boca, de modo de continuar meándomela. Yo estaba
extásico de placer, y bebía y bebía su orín, amarillo naranja y caliente. Cuando
terminó, yo vi embobado como su concha se acercaba hasta cubrir mi visión, y
comenzaba a restregarse contra mi cara. Sus jugos vaginales sabían exquisitos.
- ¡Ahora te voy a contar otras cosas que hice con mi culo, mi
boca, mi concha y mis tetazas! ¡Resulta que yo tenía una vecinita de 13 años que
era muy simpática y que me miraba con cariño.! Era bastante inocente la chica, y
me aproveché de ella hasta convertirla, siempre bajo el disfraz de la simpatía,
del "cariño entre amigas", de "ayudarla en su crecimiento", ya ni me acuerdo
cuantas estupideces le inventé para engatusarla. Entre "jueguitos de amigas" le
hice el ortito, le metí mis tetazas en la concha, le chupé la conchita hasta
dejarla exhausta de tantos orgasmos. Y le daba larguísimos besos de lengua,
hasta hacerla perder la conciencia, de tanto placer. Y, por supuesto, le chanté
mi culazo en la cara, y le hice chuparme mi conchaza. ¡La nena estaba perdida
por mí!. Mientras me decía esto, Patricia oprimía mi cara con apretones de su culo.
Y me decía: -¡Chiquitín, como te quiero! ¡No sé como se puede querer tanto a
alguien!- y acabó estruendosamente sobre mi cara.
Yo estaba enamorado de esa mujer.
Capítulo 10. PATRICIA, CONMIGO DEBAJO, HABLA POR TELÉFONO CON SU
NOVIO.
En eso sonó el teléfono: -¡Carlos, mi vida, me tenías
abandonada, desde el mediodía que no me llamabas... ! ¡Justamente me estaba
acordando de vos!- dijo mirándome desde arriba con una sonrisa burlona, y pude
ver cómo su clítoris volvía a crecer se ponía duro y grande ante mis ojos. Me lo
acercó a la boca y comencé a besarlo. -...¿y qué estabas haciendo... ?- preguntó
con voz mimosa.
- ¡Ay Carlitos, como te extraño...! ¡Pero claro, tenés que
estudiar en la facultad... ! ¿Cómo? ¿Que no podés concentrarte... ? ¡No
entiendo, Carlitos,... ¿por qué no podés concentrarte?- La guacha giró para
apuntarme con el ojete, y se puso a jugar con mi pija, acariciándola,
estirándola, moviéndola en círculos... -¡¿Otra vez empezamos con eso... ?!- dijo
con un poquito de enojo en su voz mimosa.
-¡No hablemos más de ese asunto! ¿Te conté lo que hizo mi
amiga Andrea con el gran danés que tienen, cuando no estaba su marido? ¡Qué
degenerada... ! Resulta que... - y comenzó a contarle una historia de lo más
guarra de su amiga con el perrazo, con todo lujo de detalles. Mientras me seguía
manipulando el choto, chupándomelo mientras charlaba. -¿Que qué estoy comiendo?
Nada mi vida, estoy lamiendo un chupetín, de rico... !- Yo, el chupetín, estaba
cerca de derretirme.
-¡Y la loquita del segundo C! ¡Resulta que se quedó encerrada
en el ascensor con el marido de la del cuarto B! ¡¡Dos horas estuvieron en ese
ascensor!! ¡¡Cuando por fin salieron, el tipo estaba hecho un trapo, toda la
ropa arrugada, despeinado, la cara ojerosa... !! ¡Claaro, el tipo tiene como
cuarenta y cinco años, mientras que la loquita esa tiene treinta y dos... ! ¡¡Lo
agotó como un desaguadero... !! ¡Y su pobre marido, que se pasa el día
trabajando como un santo, y no sabe nada de las andanzas de su mujer... !- Y
empezó a pajearme mientras me lengüeteaba el choto y movía su culo en mi cara.
-¿Qué por qué suspiro? Es porque pienso cuán diferentes somos
nosotros dos, que no hacemos esas asquerosidades... ! ¡Vos también estás
suspirando, mi cielo! Porque es un suspiro eso, ¿no? ¿O estás jadeando?- dijo
dándose vuelta y haciéndome un guiño cómplice. -Ah, es un suspiro entonces...
¡Es hermoso que vos también te emociones Alberto! ¡Somos el uno para el otro...
!- Y acelerando los movimientos de su mano me hizo soltar mis chorros a morir,
mientras bombeaba su sabroso culo en mi cara.
Capítulo 11. ADICTO AL PIS DE PATRICIA.
Tal como Patricia me predijera, me volví adicto a su pis. Apenas
llegaba a su casa me arrodillaba frente a ella con la boca abierta, y ella,
pelando concha, me la llenaba de pis. Después terminaba chupándole la concha, o
lo que ella quisiera.
Un día me empotró la concha en el culo y me lo llenó de pis.
Otras veces nos poníamos en 69, ella arriba, y cuando veía
que yo esta por acabar, justo en el momento, me meaba la cara, y yo tragaba
mientras me venía. Tenía un gran sentido de la oportunidad.
Una vez me encajó la concha en la boca con tanta exactitud,
que cuando empezó a mearme, lo mandaba directamente a mi garganta, aunque yo
alcanzaba a saborearlo con la lengua.
En los almuerzos y cenas, mi bebida era su pis, que guardaba
helado. A la hora del té, pis caliente, recién hecho, en una tacita de té. Yo me
servía varias tacitas, cargándolas con la tetera llena de pis caliente.
Llegué a pedirle que me llenara dos termos con su pis
caliente, para tomarlo en casa. Siempre tenía los termos al lado de la cama. Y
me hacía innumerables pajas, en su nombre. Pero su sola presencia bastaba para
llenarme los testículos de semen.
Capítulo 12. PATRICIA ABUSA DE MI HASTA AGOTARME.
A veces me llevaba a bailar. Y mientras se apretaba contra mí
y se frotaba pesadamente, me comía la boca hasta que me hacía correr. Y
seguíamos bailando apretadamente, mientras la leche se escurría por mis
pantalones y a lo largo de mis piernas. Y la misma idea de lo que me estaba
haciendo me ponía al palo nuevamente. Siendo ella más alta que yo, mi cara
estaba sumergida entre sus tetazas, salvo cuando me la levantaba para hundir su
lengua y comerme la boca. Esa mujer me tenía como quería. Me apretaba contra sus
tetazas calientes y perfumadas y me las refregaba por la cara, mientras me decía
cosas sucias.
-¡Mi muñequito!- me decía -¡vos sos mi muñequito! ¡Esta noche
te voy a dejar meterme tu pijota en mi conchaza... ! ¡Pero quiero que me dures,
mi vida! ¡Por eso te estoy exprimiendo tanto ahora... !- Aquella tarde ya me
había hecho lanzar tres polvos, allí, bailando, y ya iba camino al cuarto. Para
el quinto siguió con el mismo procedimiento, sólo que dándose vuelta, me plantó
el culo contra mi vientre y trayendo su mano a su espalda, estuvo pellizcándome
mi endurecido miembro hasta ordeñarme una vez más. Cuando llegué al asiento,
estaba tambaleándome, y sentía el semen pegoteado por todas las piernas y el
pantalón. Caí en la silla como pude. Y ella me sonreía espléndida y triunfal.
Me ayudó a levantarme y fuimos a la puerta apoyándome en ella
para sostenerme y poder caminar. -¡No te preocupes, mi nene, que ahora cuando
lleguemos a casa te voy a hacer recuperar... !- Me metió en su coche, y me
llevó, medio desvanecido hasta la mansión. Me ayudó a llegar a la mesa, y me
sirvió una cena deliciosa: ostras, nueces, apio, roquefort, huevos, vino
espumante y, desde luego, su pis, todo espolvoreado con ginseng en polvo y
guaraná. -¡Comé, mi vida, comete todo que tenés que alimentarte, me parece que
te pasé por encima hoy...! Y como voy a seguir haciéndolo, tenés que alimentarte
bien y dormir un buen ratito. ¡Ah, ponele más picante a la comida!- Dicho y
hecho: después de la cena me ayudó a llegar hasta la cama, donde caí redondo.
Capítulo 13. PATRICIA ME HACE EL CUENTO DE "EL VERDADERO MACHO
INDOMINABLE".
Cuando me desperté habían pasado muchas horas, ya que era
media mañana. Julia me despertó con un beso tierno. Me puso un salto da cama de
toalla gruesa, y me sirvió un abundante desayuno. Dos tazas de café caliente, un
par de huevos fritos con dos rodajas gruesas de jamón cocido, jugo de naranja
recién exprimido espolvoreado con ginseng, guaraná . Y un gran jugo de tomates
espolvoreado con apio y catuaba. Quedé pipón.
Y me llevó al lado de la pileta a tomar sol. -Es por la
vitamina D- me explicó. Yo creí recordar vagamente que la vitamina D tenía
efectos afrodisíacos y se producía cuando el cuerpo tomaba sol. Pero mientras me
iba adormeciendo, preferí pensar que todos esos mimos significaban cariño,
creencia que se afianzó cuando sentí sus cálidas manos iniciar un masaje
energético de todo mi cuerpo, por el frente y por la espalda. Ahí me quedé
nuevamente dormido, confiado, y feliz.
El masaje me producía una sensación de protección y
confianza. A la hora y media me desperté y el masaje aún continuaba. Me sentía
completamente repuesto y renovado, pero el masaje me gustaba tanto que decidí
seguir pareciendo dormido. Pero, poco a poco fui notando algo raro. Patricia seguía
masajeándome, pero ya no con las manos, sino con algo redondo y enorme, muy
suave... ¡Su culo! En esos momentos estaba masajeando mi espalda. La sensación
de su gran culazo en mi espalda era genial. Ella llegó hasta la nuca y me la
masajeó con sus grandes globos, incluso abriéndolos un poco para alcanzar mi
nuca con su ojete. Me empalmé. Ella siguió bajando su culazo deteniéndolo con
leves movimientos rotativos en cada lugar de mi espalda. Mientras iba
canturreando una especie de canción de cuna de suave y sensual melodía. Cuando
puso su culo sobre mi culo la temperatura del masaje comenzó a elevarse. De
pronto comenzó a masajearme con las tetazas. Las arrastraba pesadamente sobre
mis nalgas, y yo sentía sus grandes pezones parados, que me ponían a mil. En eso
siento que con sus manos me separa los cachetes, para luego sentir uno de sus
enormes pechos entrando hasta el ojete, su duro pezón entrando y saliendo...
-¡¡Patricia... !!- suspiré con pasión -¡¡¿qué me estás haciendo, mi vida... ?!!!-
-¡¡¡Shh!!!- me retó ella -¡¡bien quietito y en silencio!!- y
continuó con su excitante masaje.
Luego me dio vuelta como si fuera una milanesa, poniéndome
boca arriba. Mi falo enhiesto apuntaba al cielo decididamente, como una nave
espacial lista para lanzarse. - ¡Waw!- exclamó ella con admiración en la voz
-¡Miren lo que tenemos acá! ¡Eso no me parece nada bien! ¡Yo estoy dándole un
masaje lleno de cariño y el muy guarro se me empalma... ! ¡Y cómo! ¡Pues nada,
usted se me queda quietecito y con pensamientos puros en esa puerca cabeza! ¡Veo
que esos sacos ya están llenos de nuevo! ¡Qué poder de recuperación mijito!
¡Pero nada, deje su mente en silencio, sin pensamientos impuros!- y con sus
tetas comenzó a recorrer mi vientre.
-¡No piense en mis tetonas frotándose contra su cuerpo!
¡Olvídese de esa pijota paradota! ¡No piense en mi culo sobre su cara!- y me iba
restregando las tetazas lenta, sinuosa y sensualmente contra el frente de mi
cuerpo. Y fue aproximando las tetas a mi rostro. Luego las arrastró nuevamente
hasta mi miembro, desesperadamente parado. Sin ayudarse de las manos las pasó
una y otra vez por mi nabo, haciendo por el delicioso roce que se corriera la
piel y el glande se destapara y quedara al aire.
Siguió hasta las rodillas, y luego hasta mis pies. Luego
volvió a trabajarme con el culo. A medida que iba avanzando nuevamente hacia la
cara, volvió a hablar:
-¡Mantenga su mente indiferente y pura!- y ya empezaba a
sentir el olor de su concha que estaba llegando a mi boca. -¡No piense en mi
concha! ¡Sienta como le refriego mi clítoris, pero ni se le ocurra chupármelo!-
y comenzó a frotarme su clítoris contra mis labios. Procuré obedecerla, pero no
pude menos que entreabrir la boca. Y su clítoris empezó a cogerme la boca. -¡Así
me gusta, corazoncito! ¡Quédese bien bien quietecito, y con la mente en blanco!
¡Ahora le voy a refregar mi peluda concha por la cara! ¡Pero usted ni se me
mueva, no haga nada!- Lo que no pude evitar fue que la respiración se me
acelerara, y mi pija enhiesta temblara en el aire. Y comenzó a refregarme la
concha por la cara, bañando mi rostro con sus jugos vaginales. Mi respiración se
aceleraba más y más. Mi estómago se contraía espasmódicamente, y mi bajo vientre
se estremecía con temblores involuntarios.
-¡Así me gusta, mi nene! ¡Bien obediente y quietecito! ¡Ahora
le voy a acariciar la nariz con mi ojete, pero usted nada, se me queda bien
quietecito, o me voy y no le restriego más el ojete contra su cara!- y sentí los
redondos globos de sus firmes y suaves nalgas sumergiendo mi cara entre ellas.
Las fue abriendo hasta chantarme el ojete en la nariz y volver a cogérselo con
ella. Yo sentía como sus jugos seguían derramándose sobre mi cara, boca y
cuello. Mis brazos se tensaban con movimientos espasmódicos, mis puños se abrían
y cerraban por si mismos.
Y entonces comenzó a hablarme, a recordarme las cosas que le
hacía a su novio, para mantenerlo en estado de constante desesperación, y de las
cosas que les había hecho a los hombres en los colectivos, como el viejito aquél
que tuvieron que llevárselo con un respirador, o aquel señor que viajaba con su
esposa en el subte y al que le dio tal tratamiento que acabó a las cuatro
estaciones. Y su culo seguía jugando con mi cara. Y su respiración también se
aceleraba. Y la mía estaba a mil.
- ¡No piense en lo que le estoy haciendo ahora!, ¡Aleje de su
mente los pensamientos eróticos! Piense mas bien en lo que hicimos cuando fuimos
a bailar. ¡Recuerde que a mí me gusta dominar a los hombres, tenerlos bajo mi
culo, y hacerlos acabar de pura calentura y ¡resístase!- su culo rebotaba una y
otra vez en mi cara con movimientos cortitos, cada vez más seguidos.
-¡Ahh, ahh! ¡Eso es lo que quiero yo: un hombre bien hombre
que se aguante cualquier cosa que le haga y sea capaz de resistir sin acabar...
!- y revolvía su culo contra mi cara próxima ya a su propio orgasmo.
Yo vi que la situación no era la de un hombre bien hombre que
fuera capaz de resistírsele. Ahí estaba yo bajo su culo, y ella culeándome la
cara, completamente dominado y subyugado. -¡Muy bien, mi macho, así me gusta, un
hombre que se resista a ser mi esclavo y acabar cuando yo lo domino! ¡¡Ahhh,
ahhh, mi vida... ¡qué polvo me estoy echando en tu cara! ¡¡¡Ahhhh ahhh,
síiiii!!!- y acabó con convulsos apretones de su culo, mientras mi pija
estallaba como un surtidor, moviéndose de un lado para otro, echando chorros y
chorros de semen, que esta mujer había logrado ordeñarme una vez más, sin
tocarme con las manos.
Ella sabía muy que me estaba llevando al orgasmo, y se
divertía jugando conmigo. Quedamos rendidos, uno en brazos del otro.
Yo completa, total y definitivamente rendido.