Hace ya varios años que esto ocurrió y cada vez que lo recuerdo, me excito poderosamente.
Resulta que siempre con mi mujer íbamos juntos a realizar unos trámites por una vivienda que habíamos adquirido. Mi esposa Jenny no tiene el físico de una modelo de tv pero es muy bonita y tiene un rostro que invita al ratoneo. Jenny es una mujer muy delicada y está riquísima. Es lo que se diría “una mujer deseable”.
En las oficinas de esa poderosa empresa inmobiliaria siempre nos atendía Nicolás, un corpulento hombre elegante y agradable, mucho mayor que yo, y que después fue a ocupar el cargo de intendente de una importante comuna.
Cada vez que aparecíamos en el lugar, el tipo se ponía muy caliente. Yo me daba cuenta. En esa administración había varios hombres trabajando, y algunos de ellos miraban a mi chica con insistencia y con ese afán de poseer algo que nos enloquece. Nicolás se deshacía en atenciones para con ella y le decía que su simpatía le impactaba.
Al tiempo el hombre tomó posesión de su importante cargo y mi Jenny fue al municipio a verlo por el asunto de la casa. El dijo que se ocuparía personalmente, que por favor volviera al otro día temprano en la tarde y ya le tendría definiciones. Cuando mi mujer me contó eso, sospeché que lo que quería el tipo era verla de nuevo y quizás algo más.
Cuando mi bombón fue a verlo al otro día, le dijo en tono de confesión, que estaba loco por ella. Que no dormía, no comía. No podía concentrarse en su nueva función y todo porque se acordaba permanentemente de ella. Le dijo" Sos muy linda. Me tenés loco. La verdad es que cuando te veo me imagino miles de cosas y se me sube a la cabeza un rollo que me mata. Envidio a tu marido que puede tenerte cuando quiere y se muestra con vos en todos lados. Quiero que me des una oportunidad. No es una falta de respeto. Soy un hombre desesperado. He perdido hace tiempo las ilusiones y cuando te vi a vos, es como que algo de mi juventud ha regresado. Mirá, te ofrezco humildemente una ayuda en dinero para vos y tu esposo. No me malinterpretes. No quiero ofenderte. Por favor. Pedíme lo que quieras, pero dejame que esté cerca tuyo, muy cerca, dejame que te acaricie aunque sea la piel de tus rodillas."
Ante esa confesión, le propuse a mi esposa que probara. Lo que le dije no le gustó para nada y casi me mandó a pasear. Yo insistí. Le dije que eso me excitaba y que al final, a ella le iba a gustar. Mi Jenny tenía 30 años y como dije, volvía loco como ahora, a cualquiera.
Al final, me quiere tanto y somos tan unidos, que se dejó convencer. Habíamos conversado sobre el asunto y en complicidad acordamos que no dejaría que el tipo le hiciera el amor o la abusara sexualmente. Ella lo dejaría en todo caso llegar al plano de las caricias livianas e inofensivas.
Acudió a la cita una tarde de verano, temprano y en una calle céntrica donde el hombre la esperaba con el auto.
Llevaba puesta una minifalda turquesa que dejaba a la vista sus ricas y bronceadas piernas y calzaba unas sandalias blancas muy sexys no tan altas. Se había vestido con una especie de topcito de color rojo intenso que contrastaba muy bien con su pelo negro y largo con rizos, y sus ojazos negros con pestañas muy largas.
Me cuenta que cuando subió al coche, el tipo la vio y casi explotó."Mi amor-le dijo-Que belleza increíble. Estás preciosa. Me voy a volver loco"
Enseguida le dio un beso en la mejilla muy cerca de la boca y ella pudo sentir que estaba acelerado. Arrancaron y dijo que irían paseando hacia un lugar un tanto más alejado y solitario. Mi chica dijo que tuviera cuidado y que no intentara nada extraño porque gritaría. Nicolás respondió que de ninguna manera sería capaz de faltarle el respeto.
Cuando se detuvieron en un paraje solitario a conversar, él le pidió que dejara que la bese. Mi esposa accedió pero con la condición de que fuera uno solo y delicado. El hombre la besó y no pudo contenerse. Quería comerle la boca y susurraba que eso lo enloquecía. Su perfume varonil envolvía el ambiente y su físico corpulento impactaba. Mi esposa ya estaba excitada y comenzó a gustarle lo que le pasaba. Fueron los dos al asiento trasero y se acomodaron. Jenny se quitó las sandalias mientras él la besaba con pasión. Con cuidado Nicolás le levantó el top y le acarició las tetas. Enseguida comenzó a chuparlas y mi Jenny entró en una calentura de aquellas. Ella estaba respaldada en el asiento con la cabeza algo echada hacia atrás y flexionaba y abría las piernas apoyando los pies en la suave pana roja del asiento del Ford Falcon. Con una mano el hombre le apretaba suavemente las tetas mientras con la otra, le enrolló la pollera, así con los dedos apartó la bombacha a un costado, comenzando delicadamente a masturbarla primero con el dedo, y después con la lengua. Ahí le levantó las piernas y le quitó la bombacha. Mientras le chupaba los pies le decía "Mi vida. Qué rica concha que tenés. Yo sabía que esto era de locura. Te la voy a comer, despacito. Que hermosura. MMMhhh. Me vuelvo loco. Esto es algo especial. Sabés cuanto hacía que soñaba con chuparte la conchita y hacerte acabar? Hoy se me dio."
El tipo estaba arrodillado entre las piernas abiertas de mi esposa en el asiento trasero del coche y le chupaba desde los dedos de los pies hasta el agujerito del culo. Le pasaba la lengua por los glúteos y acariciaba la planta de los pies de mi esposa como si quisiera acunarlos. Jenny me confesó que cuando la lengua del hombre rozaba el orificio de su cola y después su clítoris le venía un estremecimiento que la enloquecía. Estaba toda transpirada y la temperatura le subía peligrosamente. Deben saber que tiene una cola muy sensible, tanto que nunca pude penetrarla por ahí porque le duele mucho. Me relataba que el hombre metía su áspera lengua en el pequeño orificio de su ano y la enloquecía. Hubo un instante en que se sintió avergonzada por la posición en que estaba y porque pese a ser tan limpia y delicada, se le ocurrió si su cola tendría algún sabor en particular para ese tipo mayor que parecía extasiado. La verdad es que yo nunca le había chupado la cola así y eso era algo nuevo para ella. Jenny es una mujer que goza del sexo pero le cuesta acabar, por lo que necesita mucho tiempo de trabajo hasta que lo consigue. Me confesó que lo que le hacía ese hombre mayor en el auto le encantaba. Estaba frenética y transpiraba. Sus jugos ya mojaban la tela del tapizado. Gemía con mucho placer y no quería gritar pues estaban en un lugar desconocido. Aunque se había propuesto evitar que la penetrara sentía un deseo loco de que le partieran la concha con algo grande y caliente. El hombre ya se había desprendido el pantalón y liberada, su verga aparecía dura y con la cabeza roja. Mirando de reojo mi esposa vio el tamaño del miembro y dedujo que era más grande que la mía. También pudo darse cuenta que él sabía hacerlo. Era delicado pero firme en su acción. Esa sesión la estaba haciendo sentir la felicidad y nunca le habían chupado ahí de esa manera. Con mucha sensibilidad notaba la aspereza de la lengua que, aprovechando el ángulo subía lamiéndole desde el culo hasta la concha. Nicolás se bebía los jugos de ella y volvía, metiéndosela esta vez en el pequeño orificio y chupándoselo. Qué locura pensó Jenny. Le encanta mi culo y se deleita con mi cloaca. Este tipo es un divino.
Mi mujer abría las piernas flexionadas y se sujetaba las rodillas, ofreciéndole así, el tesoro más preciado a ese macho enloquecido que parecía querer comerle las entrañas como un animal hambriento.
Aclaro que ella tiene una estatura más bien baja y eso les permitía estar cómodos dentro del auto que era bastante amplio. La dama le facilitaba las cosas a su compañero permaneciendo sentada con las piernas abiertas y flexionadas sobre el asiento.
Mi señora se dio cuenta que el tipo no aguantaba y que jadeando empezó a acabar. Tenía la pija afuera del pantalón y escupía leche a lo loco. Como ella estaba tan caliente le pidió que con los dedos y la lengua la hiciera acabar también. El por supuesto dijo que sí. Empezó a meterle la lengua entre los pliegues de la vagina y a la vez le hacía la paja con el dedo mayor que de por sí, era bastante grueso. Mi mujer acabó a los gritos. Lo agarraba de los pelos y le decía “cómame la concha, Nicolás, déle, hágame acabar por favor porque no aguanto más.”…”Por favor, métame la lengua bien adentro. Qué áspera la tiene, ay me vuelvo loca. Quiero acabar!!! Se lo pido, chúpeme el clítoris porque me cuesta, me cuesta mucho acabar, ayy por favor no doy más, quiero toda esa lengua y los dedos, ahora…ahora…qué rico!! Estoy acabando!! Ahhh siii!! Deme su lengua, que rico!!! Hágame con el dedo, eso, eso, asi!! –gritaba Jenny mientras le daba pequeños golpes de puño en la espalda a Nicolás.
El hombre estaba loco. Cuando mi esposa acabó, lo hizo prácticamente en la boca de él, que ya estaba muy excitado. La besaba apasionadamente y en una muestra de lujuria total, él le pidió que le hiciera pis en la boca. Así es que bajaron del auto, el hombre puso una manta en el suelo y se tiró boca arriba. Ahí mi mujer se puso en cluquillas encima de él y le meó con un potente chorro la boca y toda la cara. El hombre aprovechó para chuparle de nuevo el clítoris y la cola con una pasión desenfrenada. Como ella estaba atenta, pudo ver que su amante quería volver a explotar y empezaba de nuevo a querer acabar como loco. Entonces ahí ella le ayudó, agarrándole la gruesa pija que desde el primer momento había admirado. En sus manos notó las venas hinchadas y el diámetro generoso. Se dio el gusto y le hizo una paja descomunal. Me confesó que hubo un momento en que estuvo a punto de pedirle que se la metiera y la cogiera brutalmente haciéndola gritar. Era un espectáculo ver cómo esa enorme verga negra largaba gruesos chorros de semen que caliente le bañaba las manos.
Cuando subieron al coche para volver, el tipo agradecido tomó un sobre de la guantera y se lo entregó a mi esposa. Le dijo que no se ofendiera, que él quería ayudarla a seguir siendo feliz conmigo. Que lo tomara como un regalo. Y que luego, volviera o no a estar con él como ese día, le haría otra entrega. Dijo que lo que él deseaba era que mi bella esposa viviera feliz, sin sobresaltos y con lo que le hiciera falta. Mi esposa tomó el sobre sin abrirlo.
A la noche cuando volvió a casa, vimos que el hombre le había entregado cerca de 45.000 pesos, que para los finales de los 70´ eran muy buena plata. Cuando estuvimos juntos me contó con lujos todos los detalles. Nos metimos al baño, y nos echamos un polvo de locura en la ducha. Le chupé todo. Me lo pidió y le hice una paja con mis dedos. Acabó en mi boca. La masturbé luego despacito con el dedo mayor en su hermoso ano. Le limpié la cola con mi lengua y le pedí que me hiciera pis en la cara. Su orina era un elixir y el placer me volvió loco.