A mi esposa virgen se la cogió otro a los 18 años
( Relatos Heterosexuales )
La verdad es que con mi esposa Linda llevamos varios años de matrimonio. Somos muy felices y no tenemos problemas. Tenemos sexo siempre y con mucha pasión. Realmente lo disfrutamos. Siempre lo hemos hecho y nos arreglamos para mantener viva la llama del deseo. Somos muy comprensivos y nunca discutimos. Me gusta cuando otros la miran y la desean. A poco de casarnos ella me confesó lo que le pasó mientras estábamos de novios, en una provincia del norte donde vivía su hermano. Es un caso que todavía me excita como si recién me lo contara. Es increíble. Hasta sueño que se la está cogiendo otro delante mío. No sé si podría convencerla de que lo haga actualmente. Estoy seguro que sería un espectáculo digno de ver.
Durante el noviazgo siempre nos dábamos unas sesiones de atraques espectaculares, pero aunque quedábamos muy calientes porque yo le chupaba las tetas y las nalgas, y le ponía mi verga entre sus piernas hasta que se estremecía como si le diera la electricidad, nunca se la metí. Nunca la penetré. Llegué inclusive a frotarle mis dedos en su clítoris muy superficialmente y con mucho cuidado hasta lograr verdaderos estados de locura. Algunas veces llegamos a practicar un 69 y por cierto que lo disfrutábamos. El sabor de su vagina es exquisito. Siempre ha sido muy delicada y además se cuidaba hasta la higiene íntima. Es muy especial en eso.
Eramos novios, estábamos enamorados y nos deseábamos. Sin embargo ella tenía temor de hacer el amor. Había leído y también alguien le dijo sobre los problemas, el embarazo de soltera, etc. Cuando estábamos juntos se excitaba pero el temor podía más. A mí me animaba la idea de conservarla como una bella flor sin profanarla y llevarla así hasta el matrimonio. Ya de casados es como que se soltó y tengo que admitir que para coger es riquísima. Conmigo ahora hace de todo. Actualmente a veces está tan loca cuando cogemos que se quiere tragar todo el semen cuando le acabo en la boca. Está riquísima y es muy delicada. Cuando se pone a caballo encima mío le chupo el bizcochito hasta que acaba en mi cara. No se lo he dicho directamente pero sí le he insinuado sobre cómo se sentiría cogiendo con otro hombre. Todas las veces he notado que rechaza la idea. Dice que ella es solamente para mí. Que no le interesa hacerlo con otro. Aunque no insisto, me da vueltas en la cabeza lo lindo que sería verla penetrada por otro. Me ratoneo pensando que puedo ver cuando otro tipo la hace acabar a los gritos o le mete una gruesa verga por la cola haciéndola bramar de placer. Son solamente ideas.
Cuando estábamos de novios ella tenía 18 años y yo no me la había cogido nunca. Estaba virgen. Yo la deseaba con locura. Una noche que dormí en la misma habitación que ella y otras primas, en una casa de campo de sus parientes, enamoradísimo me metí en su cama y la besé entera. Me calenté de tal forma que cuando puse mi verga entre sus piernas y ya le había quitado la bombacha, no me aguanté y acabé como loco. La bañé toda con mis fluidos y a ella le gustó. Otra vez que se quedó sola en su casa, en la siesta, nos dimos sin asco en la cama y solamente llegué a poner mi miembro en la puerta de su rico culito. Ni siquiera empujé fuerte porque le dolió, así es que acabé a chorros en su cola y en su espalda. Le manché su pelo negro con mi semen y hasta se lo pasé por la cara.
Una noche, estando ya casados y mientras me la cogía con un hermoso polvo, yo le hablaba de las ventajas y del placer que le proporcionarían hacerlo con otro tipo. En ese estado de calentura, me confesó que una vez, cuando aún éramos novios y debió viajar a una provincia del norte donde la esposa de su hermano acababa de dar a luz; cogió con un chico de 20 años, vecino del lugar llamado Rodolfo. Fue su primera vez.
Resulta que en una de esas noches estando allá, se quedó en casa de una señora vecina y amiga donde la querían mucho. Su hermano había discutido con la esposa y la situación se tornó desagradable. Aprovechó la amistad con esa familia amiga y decidió pasar la noche ahí. Era verano y le asignaron una habitación para ella. Después de ducharse se acostó cansada y enseguida se durmió. Se había puesto un camisón corto tipo baby-doll amarillo que yo conocía porque se lo vi varias veces. La verdad es que enloquecía con eso porque siempre fue muy sexy. Yo sabía que el tal Rodolfo, hijo de la señora en cuestión estaba loco por ella porque ya me lo había contado en otras veces que viajó. Esa noche el muchacho aprovechó y cuando todos descansaban fue hasta la pieza y empezó a besarla en la boca mientras estaba dormida. En eso ella despertó algo confundida y no supo qué hacer. No se daba cuenta qué pasaba. Al principio, según me contó, pensó en echarlo de inmediato. Sin lograr despertar del todo le reclamó al muchacho por lo que estaba haciendo.
“Qué hacés, Rodolfo. Qué te pasa! Estás loco? Cómo hacés esto? Andate por favor, vos sabés que estoy de novia y me estás faltando el respeto en tu propia casa. Dejáme, te lo pido!!”
Lo que pasa es que los besos en la boca y las caricias ya la habían calentado un poco y la situación no le desagradaba. Preocupada le tomaba las manos a Rodolfo para evitar que siguiera con las caricias en su cuerpo pero tuvo que admitir que sentía cierta excitación. Tenía todavía en su rostro la saliva y el perfume de él. Se sintió turbada y en la penumbra las manos rudas y esos músculos le generaron un estremecimiento. Me dijo que se acordaba de mí y no quería fallarme, pero que como nunca había estado así con otro, en una situación así y estaba ya muy caliente, le pareció agradable lo que le estaban haciendo. De todos modos podría ser un juego que no pasaría de unos besos y algunas cálidas caricias. Linda se dijo que si no se dejaba dominar por la voluptuosidad, seguramente todo terminaría ahí.
El chico se mostraba empecinado y la besaba con ardor en la boca mientras le decía que estaba enamorado de ella.
Comenzó a levantarle las piernas y le sacaba la bombacha, mientras le chupaba los pies. Ya le había enroscado el camisón liberando su bella figura. La besaba en el cuello y luego en el vientre y cuando le abrió al todo las piernas le puso la lengua en su bizcochito que ya estaba bien mojado. Me dijo que en ese instante casi le salió un grito de placer y de locura. Le costaba contenerse y era menester guardar silencio pues sabía que estaban todos durmiendo. La lengua áspera del joven escarbaba y revolvía entre los labios de su zorra y ella escuchaba que él murmuraba "qué rico, qué especial, mi vida. Te la voy a comer toda" Mi chica estaba toda mojada y ya muy caliente, disfrutando de algo que así, era toda una novedad para ella. Yo nunca había llegado a tanto. Con los dedos él le abría los labios de la vagina y metía la lengua despacito lamiéndole el clítoris a la vez como si fuera un rico helado. Claro; como me contó, jamás la habían hecho llegar hasta ahí. Era un momento de locura total. Pensó arrepentida que me estaba engañando pero a la vez se repetía que eso que le hacían era lo más rico y placentero que había experimentado nunca. Ni en sus más calientes fantasías soñó que alguien podría chuparle así la concha y volverla loca de esa manera. Alguna vez una de sus amigas le había contado que le hicieron sexo oral y que era muy bueno, pero no lo imaginaba así. Al momento ya le estaba chupando las tetitas y con la otra mano le acariciaba delicadamente la almeja. En un momento se puso encima de ella y pudo sentirlo cómo jadeaba de la calentura. Le decía "mi amor, mi amor que bella que sos. Te amo quiero hacerte mía". Entre susurros mi novia le decía “No Rodolfo, por favor. Soy virgen. No me hagas daño. No sigas por favor, te lo pido…”. El chico no respondió y se acomodó sobre ella mientras le besaba la boca, cuidando de no aplastarla con su cuerpo y casi con calculada precisión dejó que cayera el miembro justo sobre la zona peluda que estaba hinchada y remojada. Linda me contó que era una verga dura, grande y caliente. Era como un pedazo de material rígido y suave, muy caliente, tanto que le quemaba la entrepierna. En ese instante mi chica calculó que la verga que le estaban por meter era más grande y gruesa que la mía. A mí me la había tocado y agarrado varias veces y en ese sentido era la única experiencia. Jamás había sentido otra pija. Aquí no se animó a tocar por pudor pero apreciaba las dimensiones al contacto con su piel. Primero sintió que se la pasaba como un pincel sobre la concha y advirtió que en un momento él hasta se puso saliva en la cabeza de la poronga. Se imaginaba lo que venía. Pudo sentir cuando se la apoyó en su pequeña raja y quiso meterla. El dolor fue muy fuerte y ella lo quería rechazar empujándolo con las manos por el pecho. Le hizo doler y además, pensó, no podía permitirle profanar lo que ella guardaba para mí. Sin embargo mi novia estaba muy caliente. Tenía la chocha toda mojada y se dio cuenta que lo mejor era dejar que Rodolfo siguiera. Ya estaba… y además, se dijo “Qué rico que estaba este pendejo!!!”
Todo sumaba. Se encontraba muy lejos de mí. El calor de esa noche, el sabor que tiene una aventura, la inexperiencia a ese nivel, los besos cálidos, el grado de excitación, ese físico impresionante y en fin, todo el escenario era propicio para lo que le estaban haciendo. Emocionada como si lo viviera de nuevo, me contó que el chico dio como un envión y ahí pudo ella sentir cómo le metían ese trozo duro y gordo en la inmaculada casucha. Era su primera vez. Sus ojos se llenaron de lágrimas por la emoción y por el dolor. Una gruesa pija le estaba entrando y su pequeña cueva parecía que iba a partirse en dos. Linda lo tomó fuerte de sus brazos casi a la altura de los hombros y le clavó las uñas mientras intentaba apagar el grito de dolor y de gusto. Contraía y estiraba los dedos de sus pies. Con mucha energía estrechaba su cabeza contra el cuello del muchacho mordisqueándole la piel, pudiendo percibir el perfume masculino mezclado con el sudor de ese macho que estaba con la adrenalina a mil. Estaba extasiada mientras la pija le entraba y le salía lentamente. La concha le ardía y le quemaba. Sentía como sirenas de alarma en sus oídos. Mi novia desesperada, flexionaba con fuerza las piernas y lo atrapaba al muchacho casi por las nalgas apretándolo contra sí, y mientras se fundían sus bocas en un beso, la lengua del chico le llegaba a la garganta. Cómo sería el placer que mi niña sentía que hasta un hilo de saliva le corría por la comisura de los labios. Ella me dio todos los detalles. Entre el placer y el dolor descubría esa noche cómo se coge, porque jamás lo había hecho. Sentía como que sus entrañas se abrían dando paso a ese pedazo de carne hirviente que la enloquecía. Rodolfo sabía coger. Se la culeaba con delicadeza y con mucho cuidado. No la maltrataba pero le demostraba que podía darle más y más. Le masajeaba las tetas y con los dedos hacía como si fueran perillas sus pezones. Después sacaba un poco la pija, no al todo, y; mientras paraba un instante, le chupaba los pezones despacito. Siempre, permanentemente le susurraba al oído "mi amor, mi amor, que rica que estás, te amo. Ahora sos mía, por fin...". Cuando él paraba de bombear, Linda sentía que la cabeza de la poronga le latía adentro y eso la volvía más loca. Ahí ella empezó a pedirle en un grito ahogado que se la siguiera metiendo, que le gustaba mucho. Le pedía que no parara, que estaba rico y le gustaba y que por favor la partiera al todo. Me confesó que fue algo sublime, pese al dolor. Enseguida el muchacho empezó a bombear lento pero firme y la locura se apoderó de ella. Quería gritar fuerte pero no podía. Gemía como loca y parecía que la cabeza le estallaba. Su corazón latía tan fuerte que casi podía escucharlo. Un temblor en todo el cuerpo se apropiaba de su persona y mientras él la besaba le decía "que rica concha que tenés mi vida, al fin es mía, sabés cómo he soñado con ella todo este tiempo?. Te la voy a comer toda, ricura. No te vas a olvidar más de este polvo, mi amor. Nadie te va a volver a culear como yo esta noche, bomboncito. Yo sabía que eras muy rica y deliciosa. Siempre lo supe. Ahora sos mía". Mi novia se volvió loca. Empezó a imaginar que se sentaba sobre esa poronga gruesa y dura y que le desgarraban la casucha. El le chupaba las tetas y bombeaba como una máquina. El placer la dejaba casi anulada y lo único que le pedía es que le diera más. Sin saber cómo, Linda empezó un movimiento de vaivén con sus caderas y de esa forma dentro de su concha la pija del muchacho parecía que estaba revolviéndole todo. Para ella, en su inexperiencia, esa era la pija soñada. La de Rodolfo. Nadie le había enseñado, pero estaba moviéndose acompasadamente de una forma tan sensual, que podía seguir perfectamente el ritmo lento pero firme del macho que tenía encima. El sólo hecho de sentir que se la estaban clavando así, le producía un placer infinito, desconocido hasta ahora. Gemía y sufría. Gozaba y disfrutaba del momento con un instinto animal. Pensaba qué sería de mí si supiera lo que le estaban haciendo. Ahora entendía por qué sus amigas siempre le decían que dejara de ser virgen. Que se echara un polvo conmigo o con otro, pero que descubriera lo rico del asunto. Y la verdad, era algo delicioso. Se daba cuenta que estaba remojada y que sus jugos mezclados con los de él, ya humedecían hasta las sábanas. Percibía que suavemente las gotas descendían desde su concha hasta el culo. Ella estaba de espaldas y tenía las piernas enroscadas en la cintura del tipo. Por momentos tuvo la intención de sentarse sobre el chico y enterrarse la voluminosa verga hasta el fondo. La voluptuosidad la estaba ganando. No quería parecer una desesperada, pero; que hermosa pija tenía ese pendejo. En algunos instantes, el jovencito le tomaba los pies y se los ponía en su pecho, quedando su concha algo cerrada y sentía entonces más fricción de los labios vaginales contra el instrumento. Esa pose la deslumbró, porque la pija le llegaba muy profundamente, como si quisiera salirle por la garganta, tanto que le hacía doler como si topara en algo. Mi novia mordisqueaba el cuello y los hombros del muchacho con desesperación porque no podía gemir más fuerte. Alguien podría escuchar. Por nada del mundo quería que ese momento se terminara. Qué divino era coger!!!. Qué espectacular y fascinante era porque se la estaban culeando en una provincia tan lejana y en una noche soñada. Estaba gozando como loca. Eso le gustaba tanto que no deseaba parar. El chico se puso saliva y le metió el dedo en la cola. - Ufff!!. Qué rico!!! -dijo en un susurro en el oído de Rodolfo a la vez que la boca se llenaba de saliva. El dedo dentro de su cola era algo especial. Qué locura!!! Nunca se imaginó tener esa sensación. Las fantasías la mareaban. Imaginaba entonces cómo sería una verga en vez de ese dedo. La temperatura le aumentaba peligrosamente. Sin querer apretaba la cola y ejercía un movimiento como chupando, succionando con su rico culo ese dedo generoso que entraba y salía con un ritmo exquisito. No le importó que la mano del joven terminara quizás manchada con su mierda y que luego él lo contara entre sus amigos. El joven le encajaba el dedo mayor en el culo masturbándola así mientras se la seguía cogiendo y le decía que esa cola era lo más rico que había tocado. Mi chica estaba tan caliente que no podía más. Estaba loca. Quería más y más, y se imaginó que ser penetrada por la cola sería maravilloso. "Ayy rompeme la cola mi amor… Chupámela por favor. Qué divino es esto! Hacéme con el dedo un poco más. Chupáme el culo, por favor que estoy muy caliente... Quién te enseñó esto, divino. Huyyy que rico... Qué rica pija que tenés mi amor!! La quiero mía, mía!!!"-susurraba ella en el oído del chico. La sesión no paraba. En la penumbra de la habitación el joven metía y sacaba la pija con una destreza increíble. Mi novia ya sabía y estaba disfrutando de lo que era una verdadera culeada. Sólo lo había leído o escuchado en algún lado. Se preguntaba por qué yo nunca me la había cogido, si era algo tan rico. La poronga entraba y salía y le parecía que su vagina iba a estallar. Los jugos le llegaban al agujero del culo y así, el dedo seguía jugando, hasta con un pequeño sonido de mete y saca que podía oírse apenas en la quietud de esa calurosa noche norteña. Tenía la chocha hinchada y le dolía pero el placer era enorme. En un momento Rodolfo le sacó la pija de la concha y elevándola con fuerza por las nalgas, empezó a chuparle el orificio del culo. A Linda le salían pequeños y entrecortados grititos de desesperación. La lengua del atlético muchacho entraba en su cola y parecía querer comerle su interior. La vergüenza se le mezclaba con el placer. Estaba como loca. Pensó que tendría que acabar para calmarse pero no había experimentado cómo hacerlo. El chico le chupó el culo apasionadamente y de repente volvió a meterle la pija hasta el fondo en la concha. Rodolfo entraba y salía con más velocidad. Linda emitía un gemido interminable ahogándose contra los músculos del chico, mientras su estado de desesperación aumentaba. Transpiraba mucho y creía que podría morir del placer enorme que experimentaba. Sintió de repente cómo un líquido caliente le entraba en la vagina y también percibió que le corría por los glúteos. Por primera vez sentía cómo la leche de un tipo le llenaba la concha. No sabe si él la hizo acabar, ella cree que sí; porque recuerda que como se la cogía y a la vez le levantaba las piernas chupándole con mucha delicadeza los dedos de los pies, el placer fue infinito. Debe haber sido su primer orgasmo de verdad. Cuando el muchacho acabó, estaba exausto. Rodolfo se relamía como un león después de devorar su presa. Sintió ella cuando le retiró el dedo de la cola y ahí le dio un poco de verguenza. El orifico le ardía un poco y pudo sentir que un soplo le salió del ano. Estaba sudada y su entrepierna toda mojada. Ahí ella lo empujó con los pies y lo hechó. El salió rápido de la habitación y se fue. Linda caminó hacia el baño y cuando se sentó en el inodoro, su culo estaba dilatado. La sensación era extraña y hasta tenía ganas de hacer caca. Percibió que de su chocho dolorido cayó sangre. Dice que de nuevo se acordó de mí. Se puso a llorar. Ya no era virgen y otro, no yo; se la había cogido. Actualmente mi esposa está muy rica. Han pasado los años y ya no quiere contarme de aquello. Dice que casi no se acuerda o no se quiere acordar. Yo de verdad quisiera verla cuando otro se la coge. Es muy bonita y se pone más linda aún cuando está culeando. Se le dilatan las pupilas y sus ojos negros se ponen brillantes. Tiene una concha riquísima y cada vez que puedo se la chupo hasta el cansancio.
No sé si a alguien le pasó algo similar. Este recuerdo me acompaña siempre y me excita cada vez que lo traigo a mi memoria. Coméntenme por favor. Esto me pasó de verdad. Quisiera saber si con ayuda profesional, puedo llegar a convencerla de que necesito que coja con otro. Es una satisfacción que me quiero dar y pienso que lo sería también para ella.
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