Donde las dan las toman, ¿no?
( Relatos Gay )


UNA ANÉCDOTA TOTALMENTE CIERTA.

Contaba yo 12 años recién cumplidos y vivía en un pueblecito del norte muy tranquilo, en una casa muy grande. Como cada verano, la hermana de mi madre, que vivía en Madrid, llegó a nuestra casa, con su esposo y sus dos hijos. Mi primo tenía 13 años y mi prima 10. Para completar la lista entre primos, diré que mi hermano contaba 2 añitos.
Los días en el pueblo eran tranquilos y pasaban despacio. Eso es lo que necesitan quienes viven en ciudades grandes. Las mañanas eran de dormir hasta casi la hora de comer. Las tardes al río. Las noches paseos y partidas de perchís en casa.
Una día, después de comer, los dos matrimonios se acostaron a dormir la siesta, pues la partida de la noche se hizo larga y estaban rendidos. Los niños no, ya que, como he dicho, nos levantábamos justo para comer. Mi primo me propuso ir a pasear. Pero yo no acepté, ya que debía cuidar de mi hermanito. ¡No íbamos a dejarlo con una niña de 10 años! Le dije que me iba a mi cuarto, a leer un ratito. Total, no podía hacer ruido... Y me fui, tumbándome en la cama con un tebeo. Junto a mí dormía el pequeñajo. La niña estaba viendo la tele. Mi primo... ni sé.
Después de un buen rato leyendo, se abre la puerta y aparece mi primo, asomando tímidamente la cabeza, como preduntando si podía pasar. Le dije que sí. Le acompañaba la niña, que se había empeñado en venir a dormir la siesta con nosotros. Le dije que podía dormir con el pequeño, pues yo me iba a la cocina a leer. Aceptó. Le pedí que si ocurría algo me avisara. Salí y mi primo vino detrás. Me senté en una silla de la cocina, pero mi primo me dijo si quería ir a su cuarto, ya que yo había prestado el mío a su hermana. Fui con él. Me tumbé en la cama y me puse a leer. Él estaba a mi lado, pensativo. Yo ni me daba cuenta de lo que hacía. De pronto, me da un golpecito en la pierna y yo le miro. Primero a la cara, luego a la entrepierna, pues me lo indicó con su cabeza. Tenía un buen bulto. Yo no le hice mucho caso y seguí leyendo. Insistió en que le mirara y lo hice con desgana. Se había sacado el pene, que ya era de buen tamaño para su edad, y lo estaba manoseando con suavidad. Mi corazón comenzó a correr y le dije que no fuera guarro. "¿Quieres darle tú al manubrio?" -me dijo. Negué con la cabeza y me levanté de la cama. Mientras me calzaba, él empezó a gemir y le miré. ¡Empezó a echar leche por ahí como un surtidor! La cosa quedó así y lo olvidamos... O eso pensaba él.
Al verano siguiente, vinieron de nuevo. Los días eran repetidos de las demás vacaciones. Pero algo fue muy diferente. la última noche, los adultos decidieron ir a la ciudad más próxima, al cine y a cenar. Nos dejaron a cargo de los pequeños. Cuando nos entró el sueño, cada cual se fue a su cuarto: Yo con mi hermanito, mi primo solo y la niña lo mismo. Casi a punto de dormirme, oigo la puerta que se abre. Enciendo la luz y allí estaba el adolsecente caliente que atacaba de nuevo. ¡Qué persistencia, después de un año! Venía encendido como un caballo. ¡Y desnudo! Me dijo susurrando que él y yo teníamos algo pendiente y que su calentura esta vez no la quitaría solo. Se tumbó a mi lado y yo intenté replicar. Me tapó la boca y me dijo si quería despertar al niño. Negué con la cabeza y, antes que se diera cuenta, le cogí la verga. Era preciosa, grande y dura. Empecé a sobarla lentamente. Luego más rápido. Otra vez despacio. Estuve así un ratito y mi cosita también dijo que se apuntaba a la fiesta. No era como la suya, pero la excitación sí. Entonces, bajé la cabeza y comencé a lamerle suavemente la punta. Lengüetazos, besos, chupaditas... Me la metí un poco en la boca, succionando con cariño. Él se moría de placer. Ni siquiera se la habían meneado y yo se estaba haciendo una mamada. Claro, que lo él no sabía es que, desde que empecé a tener erecciones, ya hacía mis cosas con un amigo del pueblo. Mamé aquel rabo, me lo metí entero, le chupé los huevos... Cuando noté que se iba, separé la cara y empecé a masturbar fuertemente con una mano, mientras con la palma de la otra rozaba el glande. Se corrió en mis manos, como un bendito. Pero yo no paraba de frotarle. Se volvía loco y cuando no aguantó más, me retiró bruscamente las manos. Se levantó, cogió una toalla y se limpió. Mientras hacía esto, yo le chisté y me miró. Señalé con un dedo pringado a mi pene y le dije que ahora le tocaba a él. Pueso mala cara, pero comprendió que era lo justo. Yo estaba a cien. Me cogió la verga y empezó a masturbarme. No era muy ducho, pero estaba bien. Le cogí por la nuca y lo forcé a metérsela en la boca. La primera chupada le supo mal y trató de retirarse, pero la postura no le permitía hacer fuerza y yo empujé hasta que le entró toda. Casi le da una arcada. Aflojé, para que se moviera como yo lo hice. Cuando noté que me iba... no le avisé, sino que empujé mi pelvis y le toqué hasta la campanilla una milésima de segundo. Al retirarme, rocé su paladar y ahí ya no pude más. Toda mi leche estaba en su boca. Entre el trompicón que le metí y la leche brotando, poco le faltó para vomitar. Se retiró como un relámpago y escupìó todo en la toalla. Dio varias arcadas, pero no llegó a vomitar. Me miró enfadado y yo me encogí de hombros. Me levanté, tomé otra toalla y me limpié... lo poco que quedaba. Se fue avergonzado a su cuarto.
Al día siguiente partían hacia Madrid.
Así fue como se inició en el sexo mi primo el heterosexual; el que fanfarroneaba de tener a todas las chicas loquitas por sus huesos, aunque ninguna le tocaba nada. Yo sí; pero cobrando con creces.
Ahora esá casado y yo soy el padrino de su hija mayor, que también se ha casado.




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