- Buenos días, mi nombre es Raúl, ¿en qué puedo ayudarla? - preguntaba mientras me perdía en sus ojos.
- Buenos días, señor Adams, me llamo Chris y necesito los servicios de un abogado para un juicio por una herencia.
-¿Cómo supo de este bufete, señora...?.- fui incapaz de tutearla, me parecía ser ella demasiado importante para ese tratamiento.
- Chris, sólo Chris, señor Adams.
- Entonces yo soy Raúl para usted... Chris.- sonreí aun navegando por las brumosas nubes de su pelo.
- Unos amigos me recomendaron su bufete.- retomó ella.- El señor Haunsinka que fue su cliente hace seis meses por un caso... peculiar. Me dió gratas referencias acerca de usted.
- Sí, ya me acuerdo. Muy bien, dígame de qué se trata y veremos a ver que es lo que se puede hacer.
El asunto no era muy complicado pero llevaría algún tiempo solucionarlo, se trataba de una herencia que había recibido y una reclamación presentada por un pariente suyo que se entendía perjudicado. Acepté el caso, le informe de cuáles eran mis honorarios y le solicité que al día siguiente me entregase toda la documentación de que disponía, como así hizo. Cuando la volví a ver ese día, mi cuerpo se estremeció violentamente.
- Es tu cliente.- me dije.- Y la acabas de conocer.
Durante una semana no volví a verla, mantuve reuniones con el abogado de la otra parte, un capullo que conocía y que, pese a que era buen abogado, era una persona despreciable y necia; revise el testamento y le expuse mi opinión al juez en la primera reunión que tuvimos con él. Volvimos a vernos una tarde en la que yo le expliqué lo que había llevado a cabo y cual era mi impresión respecto al tiempo que tardaríamos en tener un resultado definitivo.
Una vez terminada nuestra reunión la invité a tomar un café o cualquier otra cosa y ella aceptó con un suspiro, con cara de cansancio. Fuimos a un café que conocía cerca de la zona de San Miguel, un bar llamado "Roma" y que me habían recomendado vivamente. Su ambiente era relajante y creía que eso sería bueno para mi cliente. Charlamos y nos contamos un poco de nuestras vidas: ella había nacido en Wolwoth pero se había trasladado a Valladolid hace 7 años. Era escocesa(yo había nacido en Irlanda) y era profesora de Inglés en una academia del centro y por lo que yo entendí era soltera.
Es extraño como pueden desarrollarse los acontecimientos, durante toda la conversación, no dejamos de mirarnos a los ojos, como si detrás de ellos hubiese un océano de pacíficas aguas donde quisiésemos navegar. Con la conversación y el embobamiento que yo tenía, unas gotas de café cayeron sobre mi pantalón, juro que accidentalmente. Ella, con rapidez, pidió un poco de gaseosa y un paño al camarero y se inclinó con él. Azorado y más enamorado que nunca le cogí el trapo y iba a limpiar yo.
- Tranquilo - me dijo.- He estado durante cinco años limpiando las manchas de mi familia así que esta saldrá enseguida. Sin saber qué pensar, la dejé hacer. La mancha estaba sobre un muslo cerca de la rodilla, y cuando sus manos cruzaron sobre mi pierna hizo que se me erizara la piel y que un ligero escalofrío sacudiese mi columna.
Quizás ella lo notó, o quizás solo fue un impulso, pero el caso es que sin darme cuenta ella se levantó y me miró. Yo la miré. Se me notaba en los ojos que una parte de mí la quería, la quería desde el principio. Nos inclinamos y nos besamos. Sentí llorar por dentro de felicidad sin preocuparme de si era cliente mío. Pensé en llevarla a mi casa y consumir allá nuestro amor pero realmente la apreciaba mucho, la quería. Por eso dije lo que dije:
- Nos tenemos que tomar las cosas con calma.
-¿Por qué? - Supongo que todos dirán lo mismo pero no quiero ir rápido. No quiero fastidiar algo aunque aun no haya empezado. Quiero conocerte y...
Me besó y me abrazó. Una semana después ella volvió a mi despacho. Nos habíamos visto más veces desde aquel beso pero nunca allí. Ya tenía el resultado del juez.
-¿Y bien?
- Hemos ganado. El juez ha pensado que la demanda no tiene fundamento y que el resultado de la herencia no tiene importancia en que sea perjudicial pues estuvo firmado por tu tío, que en paz descanse.
Chris se echó sobre mí y empezó a besarme. Agradecí que Dopehat estuviese ese día fuera de la ciudad, Mientras me besaba, las manos de Chris acariciaron mi entrepierna, sobándome una y otra vez, hasta que notó como comenzaba a tener una erección bajo los pantalones. Habíamos dejado pasar aquella ocasión pero ví que ahora ya nada podría pararlo. Me bajó la cremallera y desabrochó los pantalones, su mano acariciaba ahora mi pene por encima de mi ropa interior y hacía que mi erección fuese en aumento.
Pero ella quería más, lo quería todo, y lo tomó. Su mano se introdujo bajo mis calzoncillos de South Park (algo que le hizo gracia) y atrapó mi pene excitado y duro. Lo sacó de los calzoncillos y se quedó mirándolo unos segundos. No es que tenga un pene enorme, es normal pero ese día había alcanzado su punto álgido.
- ¡Es hermoso, me gusta y es mío! - dijo mirándome a los ojos. Sonreí, no podía evitarlo, mientras sus manos comenzaron a acariciar todo mi pene, y poco a poco comenzaron una lenta y maravillosa masturbación.
La sensación era maravillosa, sus manos resbalaban por todo mi sexo, acariciando el glande y bajando hasta la base, jugando con los testículos, lentamente al principio y poco a poco aumentando el ritmo de la masturbación. La besé el pelo con un amor enorme y un placer infinito. Sin darme casi cuenta agachó su cabeza hasta mi entrepierna y sus labios rozaron mi glande, luego su lengua lo rodeó y jugó con él. Jamás me habían hecho una mamada y bien cierto era que nunca me había obsesionado la idea de no hacerla pero cuando sus labios atraparon todo mi glande, me sentí en la gloria, sentí que jamás podría sentir tanto placer
Su boca subía y bajaba por todo mi pene y su lengua me deleitaba con lametones que me hacían gozar como nunca antes había experimentado. Me volvía loco.
Antes de terminar, me levanté y la besé. Ella me miró sorprendía pero yo la volví a besar. Poco a poco puse mi mano en la cintura de Chris y la fui bajando hasta su turgente culito. Acaricié esa hermosa redondez sobre la tela de su ajustada falda lo que hizo que diese un ligero respingo. Mi mano siguió bajando y se introdujo bajo la falda acariciando sus braguitas, separando éstas e introduciendo mis dedos entre sus labios vaginales. Estaban húmedos, ardientes.
Chris puso los ojos en blanco y lanzó un largo y trémulo suspiro. Mis dedos continuaban inspeccionando su intimidad, explorándola, excitándola, penetrándola y masturbándola lentamente. Retiré mi mano y mirando a mi hermosa criatura olí su perfume más íntimo, derramado en mis dedos. Ella me lanzó una mirada llena de fuego, una mirada que exigía que mi mano volviera a las profundidades de su vagina pero yo me limité a besarla mientras la masajeaba los hombros. Esta mezcla de impaciencia y deseo, esta dulce tortura hizo que nuestro beso fuese furioso, como una batalla pero a la vez dulce y sedoso. La atraje a mí por la cintura, la estreché entre mis brazos y la volví a besar con auténtica lujuria. Su mano bajó y agarró mi pene cuan largo era, lo movió varias veces y se separó. Estábamos jugando al juego de torturarnos mutuamente de placer. Pero ella se había separado por otra razón. Lentamente se fue desnudando ante mí, con una sutileza y sensualidad increíble, con una dulzura y una elegancia que jamás había visto. Yo, por el contrario, fui un desastre. Me quedé atrapado por la pernera del pantalón y si no hubiese recuperado la estabilidad me hubiese caído contra la ventana. Cuando estuvimos los dos desnudos, nos miramos mutuamente durante unos segundos, observando en silencio cada centímetro de la piel del otro, silencio que rompimos unir nuestros cuerpos en un abrazo de brazos y piernas, acariciándonos la nuca, la espalda, los muslos. Dedos que desean descubrir, bocas que se desean navegar, pieles que se desean unir, sensaciones, sabores, olores...
Lánguidamente nos fuimos recostando sobre el suelo enmoquetado, besándonos los labios, besando su cuello. En ese momento, mi boca bajó hacia sus pechos, hermosos, jugosos y puntiagudos, y mi lengua lamió el derecho, acarició dulcemente su aureola dejando un rastro húmedo a su paso, jugó con un pezón muy excitado, mis labios se apoderaron de él, lo absorbieron y sus gemidos se volvieron más acelerados. Repetí las caricias en su otro pecho.
Su mano tiró dulcemente de mi cabello y me hizo abandonar sus pechos, volvimos a besarnos, a mezclar nuestras lenguas con esa furia de antes. Nuevamente mi boca bajaba por su cuello pero esta vez no se detuvo en sus pechos; pasó entre ellos y se detuvo en su vientre, besándolo, lamiendo con deleite las proximidades de su precioso ombligo, del pendiente que lo bordeaba, empapándolo, penetrándolo lentamente con mi lengua, notando las contracciones que ella experimentaba con cada caricia de mi lengua.
Bajé mi rostro a las profundidades de sus piernas, comencé besando sus muslos mientras mis manos acariciaban los alrededores de su vagina. El olor de su sexo era penetrante, atrayente, e hizo que aproximara mis labios a su sexo y recorriese con mi lengua sus labios vaginales, separándolos poco a poco, apareciendo ante mí su vulva sonrosada que lamí con pasión, con deleite, con locura... Mi lengua la penetraba en círculos, sus jugos comenzaban a fluir, su clítoris ya muy excitado me llamaba para que le prestara la dedicación adecuada, mis labios se apoderaron de él, muy suavemente, mi lengua lo martirizaba dulcemente a la vez que mis dedos la penetraban, su orgasmo se aproximaba muy veloz, aumenté el ritmo de penetración de mis dedos... de pronto estalló, el orgasmo se apoderó de ella, y se irguió sobre su espalda a la vez que sus gemidos se convertían en gritos ahogados.
Levanté la vista y la contemplé, con los ojos cerrados, mordiéndose el labio inferior, con la frente perlada de gotas de sudor, las mejillas encendidas... era la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra.
Abrió los ojos y me miró.
- Ven, bésame - dijo en un susurro.
Obedecí. Nuestras bocas se unieron de nuevo durante unos minutos rodando ambos sobre el suelo enmoquetado.
Entonces, se sentó sobre mí.
- Ahora me toca a mí hacer que disfrutes. Es Haushinka, como mi tío.
No la entendí pero no me dió tiempo para explicaciones. Se bajó de mí mientras sus delicadas manos tomaban mi pene ya excitado, lo acariciaban y muy despacio su boca se apoderaba de mi pene, sus labios y su lengua se enseñaban con mi glande. Mi pene estaba tieso como una roca. Su mamada era increíble; lamía todo el tronco de mi sexo, chupaba con deseo mi glande e introducía prácticamente la totalidad de mi polla en su boca. Y, mientras, sus manos masajeaban mis testículos. Estaba a punto de correrme.
- Cielo, voy a terminar - dije entre jadeos.
- Mmmmmmmm...- esa fue toda la respuesta que obtuve. Sacó mi pene de su boca y empezó a masturbarlo hasta que exploté.
Se recostó a mi lado, nos acariciamos tiernamente, dejando que nuestros cuerpos se relajaran y descansaran un poquito.
-¿Hay cuarto de baño?- me preguntó.
- Aquella puerta de allí.- acerté a decir, señalándola. Se levantó y se fue al baño. Apareció unos segundos mas tarde, se apoyó sensualmente en la puerta.
-Haushinka.- dije.
-Haushinka.-rió ella mientras se tendía en la alfombra. Gateó sensualmente sobre la alfombra hasta colocarse sobre mí, nos besamos lascivamente, notando el calor de su sexo sobre mi vientre, su humedad; mi sexo comenzaba a dar muestras de excitación.
- Otra vez estás animado.- exclamó con sorpresa. Sus manos tomaron mi ya más que excitado pene, lo acercaron lentamente hacia su coño y comenzó a frotarlo sobre sus labios vaginales, acariciándolos y consiguiendo que éstos se fueran entreabriendo poco a poco. Nuestra excitación era máxima, tenía unas enormes ganas de penetrarla pero sólo si y cuando ella lo deseara pese a que era evidente que ya lo deseaba. Nuestros gemidos eran cada vez más profundos y subidos de tono. Acercó su boca a mi cuello, me besó, me lamió con desesperación mientras mi pene la masturbaba como si de su mano se tratase y acercando su boca a mi oreja, me susurró en un gemido:
- Hazme el amor, mi dulce caramelo. No puedo aguantar más sin sentirte en mí. Acerqué mi pene a la entrada de su sexo y muy lentamente la comencé a penetrar. Primero introduje tan solo mi glande y me quedé quieto, quería que notara nítidamente como cada centímetro de mi sexo horadaba su interior.
-Más, más, todaaa.
Mi pene por fin la penetró por completo y durante unos segundos me mantuve en una absoluta quietud en su interior, para después, y nuevamente muy despacio, salir centímetro a centímetro de su lubricada vagina.
Cuando mi pene estaba a punto de salir de su sexo la penetré completamente con un golpe de cintura y comencé a moverme a un ritmo duro y frenético.
- Aaahhhh, sí, más, más..- gritó Volví a alterar el ritmo de mis embestidas, ahora el ritmo era acompasado, uniforme para aumentar la velocidad de mis penetraciones, cada vez más rápidas, más profundas, mas duras, a los pocos segundos. Sus uñas se clavaban en mis hombros, sus gemidos eran roncos, ahogados, como si se quedase sin respiración, sus dientes mordían su labio inferior, el sudor nos cubría por completo y arroyaba por su espalda. Así estuvimos durante no sé cuanto tiempo, cambiando los ritmos y la fuerza de las penetraciones, impidiendo que nuestros cuerpos se acostumbraran a una frecuencia establecida, a veces mi mano se colaba entre nuestros cuerpos y masturbaba su clítoris tremendamente duro a la vez que la penetraba, otras veces mis manos bajaban por su espalda hasta su hermoso culo y lo amasaban con una dulzura insospechada en mí.
El clímax se acercaba, la crispación era máxima, el orgasmo se aproximaba como una locomotora sin frenos...... y de repente una tremenda humedad empapó mi sexo. Chris había estallado, lo que provocó que yo también tuviese un orgasmo, en medio de sus sacudidas. Creo que nunca antes había experimentado un orgasmo tan devastador, por unos segundos fue como si el tiempo se detuviera y la tierra dejara de rotar.
Los dos, desmayados, exhaustos y entrelazados nos acariciamos como si fuéramos unos gatitos para unos minutos después abandonarnos a un ligero y reparador sueño. Cuando desperté la besé en el cuello y me quedé junto a ella sintiéndo su esencia sobre mí, sabiendo que me había enamorado de ella, sabiendo que lo que acababamos de vivir retornaría siempre a mi mente. Aquél día con Chris. Chris.