Javier, un hombre de cincuenta y pocos años dueño de la tienda de ropa y sastrería que hacía los trajes a toda mi familia, básicamente fui a probarme alguno de los trajes de su tienda y decidir si era mejor que me hiciese uno a medida; por aquel entonces yo tenía 24 años, las chicas se me daban muy bien y ya andaba por mi tercera novia. Iba a asistir a la boda de un familiar cercano y quedé con Javier a la hora de cierre de su tienda para que decidiera él si era mejor un traje de confección o a medida.
Sin haber pensado en la cita había salido a hacer deporte y llevaba un pantalón de deporte sin más, ciertamente el pantalón de mi traje no quedaba lo bien que debiera con esos "calzoncillos" de modo que Javier me trajo un diminuto slip para ponerme bajo mi nuevo pantalón. No recuerdo si durante la prueba hubo manoseo o no, sinceramente, pero una vez terminada la prueba estaba yo en el probador frente a un espejo triple, de esos que te permiten verte desde todos a Javier a mi espalda y sin aspecto de que fuera a salir y dejarme a solas para volver a ponerme mi ropa deportiva. Nunca había mantenido una relación de sexo con otro hombre, ni siquiera había pensado en ello. Vi a través del espejo como me miraba Javier mientras me cambiaba y le oí su primer comentario; no sé si me sonrojé cuando nos miramos a través dl espejo y me dijo que mi cuerpo era mucho más femenino que masculino. Continuó, dijo que además de no tener vello tenía una estrecha cintura y mis caderas tenían la misma forma que las de una mujer...
Aunque nada era seguro se rumoreaba en la ciudad que Javier era gay o por lo menos que "hacía lo mismo a carne que a pescado" aunque realmente nadie sabía con seguridad nada de su vida privada. Lo cierto era que por un instante pensé que me estaba echando los tejos y lejos de asustarme o preocuparme sentí un cierto desasosiego al darme cuenta de que me estaba empalmando con la conversación.
Muy coloquialmente, casi como una broma, Javier me propuso para confirmar su teoría, que probase a ponerme una ropa interior de mujer de la que se vendía en la tienda. Luego, dijo, no iba a poder venderla y me las regalaba para que yo tuviera un detalle con mi novia. Me dejó solo en el probador con un conjunto de lencería negro pretextando algo que tenía que hacer... me dejé llevar, hoy sí, pero entonces no supe que me ocurrió y me presté a su juego sin más.
Regresó al probador en unos minutos diciendo que había ido a comprobar que ya había cerrado y aprovechó para decirme también que sus dependientes se había ido y estábamos solos y también traía una voluminosa revista que era un muestrario de lencería femenina . Me había puesto una diminuta braguita de encaje y estaba frente al espejo cuando se aproximó Javier a mi espalda, todavía no estaba empalmado del todo pero comenzaba a tener dificultades para ocultar en la diminuta prenda mis atributos.
También ahora sé que habiendo aceptado llegar tan lejos él estaba seguro hasta dónde podía llegar... con una leve protesta por mi parte deslizó las hombreras del sujetador por mis brazos hasta ajustarlo a mi cuerpo y entonces vinieron los elogios y adulaciones. Repitió lo de mi magnífico cuerpo de mujer... que si lo fuera tendría a cualquier hombre a mis pies..... Mientras hablaba sus manos se deslizaron desde mis axilas por mi cintura hasta mis caderas, mi polla ya se había salido por un lateral de la diminuta braga y estaba dura como una roca, ahora sentía el aliento de Javier junto a mi oreja y tirando de mis caderas con sus mano me apretó contra él y pude notar su polla dura encajándose entre mis nalgas, pasó la lengua por la parte posterior de mi cuello y dejé escapar un suspiro al tiempo que empujaba mi culo hacia él.
No sé en que momento él se quedó desnudo y estábamos tirados sobre la moqueta en el suelo del probador, recuerdo eso sí, perfectamente, el instante en el que rocé su verga con mis labios y un instante después la metí en mi boca. Era una sensación nueva y excitante para mi, comencé a chupar con tanto intensidad que Javier tuvo que pedirme que fuera más despacio. Pero todavía estaba por venir lo mejor, al principio no entendí cuando Javier me preguntó si me gustaba que me comieran el "coñito", en suelo, con las manos de Javier bajo mis muslos alzándolos todo lo que podía metió su cara entre ellos y comenzó a pasar la lengua a lo largo de mi ano, las sensaciones que recorrían mi espalda eran cada vez más intensas, hacía ímprobos esfuerzos para no correrme cuando su lengua se metió en mi ano follándolo literalmente.
No recuerdo si aquello duró tres o diez minutos, recuerdo la intensidad del placer, lo nuevo.... sin dejar de sujetar mis piernas Javier se quedó de rodillas frente a mi, notaba la punta de su verga rozando mi entrada, luego la sentí tratando de abrirse paso pero sin forzar nada, todo con suma delicadeza. Yo estaba confundido, tenía miedo, casi pánico a que fuera más allá y resultase doloroso y por otro lado tenía un deseo enorme de saber que se sentía, inconscientemente movía mis nalgas hacia atrás cada vez que sentía que él empujaba y la echaba hacia adelante, buscándole, cada vez que el se retiraba. En uno de estos movimientos nuestras acciones se desacompasaron , justo en el instante que Javier empujaba yo empujé con fuerza mis nalgas hacia él y como sin querer su verga se abrió camino en mi esfínter y de repente todo su grueso glande estaba dentro de mi.
En absoluto fue doloroso, dejé escapar un suspiro de placer y comencé a eyacular escupiendo el esperma sobre mi vientre como un surtidor, Javier sonrió mirándome a los ojos, todavía estaba corriéndome cuando hizo un movimiento con sus caderas y sentí como entraba su verga totalmente en mi, me sentía lleno, una mezcla de placer intenso y deseo de expulsar eso extraño que estaba dentro de mi. Los dedos de Javier recogían el esperma de mi vientre y los llevaba una vez a sus labios y otra vez a los míos, pasados un par de minutos mi líbido había disminuido considerablemente y me movía tratando de que Javier saliera de mi pero con mucha delicadeza me pidió que esperase un poco más. No tenía ganas realmente, pero pensé que si yo me había corrido era lo justo esperar que también él lo hiciera. Javier inició entonces un lento va y viene dentro de mi, procuraba no llegar hasta el fondo porque, dijo, la primera vez podía tener molestias si me follaba con intensidad; pero el roce de su verga en las paredes de mi ano frotándolo cada vez que entraba y salía en su acompasado va y viene estaba excitándome otra vez.
Javier se tumbó sobre mi, su boca lamiendo mi cara y besándome mientras mis piernas rodeaban su cintura y él continuaba con su acompasado mete-saca hasta que me di cuenta de que otra vez estaba duro, me preguntó si estaba gozando; con mi actitud no necesitaba decirle nada. Me pidió que le avisara cuando fuera a correrme nuevamente.
Pasados unos minutos grité que iba a correrme, mis manos se aferraron a sus nalgas apretándole contra mi y mi pelvis empujó hacia adelante con la misma intención: me dejé ir en el mismo instante en el que noté como su verga escupía dentro de mi ano, lo notaba nítidamente. Creo que nunca he sentido un orgasmo tan intenso como aquel.
Básicamente estuve viéndome con Javier todas las semanas los tres años que duró mi matrimonio y mi mujer jamás llegó a sospechar nada; al principio nos veíamos una vez por semana pero en poco tiempo mis visitas a su casa se hicieron más frecuentes. Javier vive y tiene su negocio en una calle céntrica de la ciudad donde yo vivía entonces, cuando habían pasado dos años del inicio de nuestra relación me dijo que mi madre sospechaba algo. Efectivamente, me había visto en más de una ocasión entrar en el edificio donde vive Javier en horas y días extraños; mi madre conocía a Javier y sus gustos, en los más de treinta años que se conocían nunca habían dejado de verse. Podían pasar meses o más de un año sin tener un encuentro pero de tiempo en tiempo retomaban su relación por unos días o semanas y luego lo olvidaban durante varios meses; mi madre le había preguntado directamente si también se veía conmigo y aunque Javier lo había negado me dijo que conociendo a mi madre tenía que tener alguna sospecha cierta para hacerle esas preguntas. Aprovechó la conversación para contarme algunas cosa de mi madre lo que no hizo mas que alimentar mis fantasías con ella; parece ser que sexualmente muy des- inhibida y sin prejuicios de ningún tipo incluso en el tiempo que estaba con mi padre.
En agosto de 1995 estaba ya divorciado y me fui dos semanas de vacaciones con Javier al sur de Portugal, entonces tenía yo 30 años recién cumplidos y Javier 54, estuvimos dieciséis días en el Algarve portugués con un grupo de amigos suyos, alquilaban una casa no lejos de la playa con un terreno rodeado por un seto que le daba cierta intimidad; éramos seis parejas de las que solamente dos estaban formadas por hombre-mujer y donde desde el primer día todos estábamos con todos; la casa en realidad además de un salón gigantesco que ocupaba toda la planta baja solamente disponía de cuatro dormitorios así que el contacto era casi obligado teniendo en cuenta que dos de los dormitorios obligatoriamente debían compartirlo dos parejas. En mi caso, además, la decisión que había tomado para complacer a Javier era algo que ya no tenía vuelta atrás al menos en muchos meses, para esas vacaciones había asumido totalmente mi rol femenino no solo en nuestras salidas a la ciudad de Faro donde iba totalmente como mujer, sino que había pasado los días de sol y playa con dos micro-bikinis que me había regalado Javier para nuestras primeras vacaciones juntos y las marcas que el sol había dejado en mi piel hacían imposible que volviera a pisar el gimnasio de la ciudad en la que vivo.
En cuanto a lo demás las vacaciones fueron más que perfectas, inmejorables. Con las dos mujeres tuve sexo total en cuatro ocasiones y desde luego que no fue nada mal, al contrario, jamás había follado con mujeres tan activas y sin prejuicios; pero a esas alturas ya nada era comparable a lo que sentía cuando un tío experimentado me echaba un polvo. Desde luego que no es lo mismo correrse o tener un orgasmo metiendo tu polla que tenerlo con un tipo sepa joder tan bien que logre que te corras penetrándote y sin necesidad de tocarte, por supuesto que no. Todos los días me corrí hasta cuatro veces, exceptuando cuatro con las dos mujeres todas las demás veces lo hice actuando como hembra y disfrutando casi de una manera animal y siempre con alguien diferente. No cambiaría aquellas vacaciones por nada del mundo.