Un día, cuando ella pasó a mi lado, se detuvo y me dijo al oído susurrando: -“Ven esta tarde a mi casa”. Yo quedé perplejo mientras trataba de dimensionar la situación y ella hablando en voz alta cerca de sus amigas dijo: -Necesito que me enseñes matemáticas, soy un desastre”. Sus amigas solo dijeron: -“Y eso que la otra semana es el examen, tienes suerte que te enseñen”. Cuando ella se fue con sus amigas charlando, me di la vuelta y pude ver su hermoso trasero, obviamente cubierto por una falda a cuadros que era parte del uniforme escolar. -¡Bendito culo al que he dedicado miles de pajas!
Esa tarde después de clases cumplí con lo acordado y fui a su casa, la madre de Catalina me recibió en la entrada y me hizo pasar, en la sala de estar había una mesa donde estaba Catalina con unos cuadernos y unas hojas con ejercicios de matemáticas.
-Catalina ya empezó a practicar, aunque le falta mucho que aprender -dijo la madre.
-No te preocupes mamá –dijo ella- Juan me va a enseñar todo lo que sabe y con eso aprobaré el examen. ¿Verdad?
-Claro –le respondí- No es tan difícil.
Así estuve yo como media hora enseñándole como sacar los porcentajes, haciéndole ejercicios y todo mientras en mi mente solo tenía el recuerdo de Catalina succionando mi polla en el baño y deseando que la madre se largara de allí para poderle correrle mano a su hija. Catalina aún llevaba puesto el uniforme escolar: una camisa blanca donde sobresalían sus dos tetazas y la falda a cuadros que les había comentado. -¡Que ganas de poder explorar con mi mano bajo aquel lugar!
-Bueno, yo tengo que ir de compras –dijo la madre de Catalina- Sigan estudiando, demoraré un poco en llegar.
Cuando la madre salió por la puerta, sentí un cosquilleo en todo el cuerpo y mi corazón se aceleró de golpe, era mi oportunidad, pero Catalina se había levantado de la silla y se sentó en un sofá que estaba en la sala.
-¿O sea que ahora estamos solos? –le pregunté a Catalina.
-Así es –me respondió mientras se sacaba los zapatos y las medias.
-Bueno… -comencé a hablar torpemente pero antes de que siguiera quedé anonadado al ver que Catalina se había levantado la falda y se estaba metiendo los dedos debajo de sus bragas. Movía los dedos despacio y luego cambiaba la velocidad mientras su cara reflejaba el placer que estaba sintiendo, yo con una cara de baboso estaba presenciando a mi amiga Catalina masturbándose frente a mí. Así estuvo unos minutos hasta que me miró y me dijo: -¿Qué esperas? ¿No quieres probar? He estado esperando harto tiempo para que me comas el coño.
Sin perder más tiempo me lancé sobre ella y le quité su calzoncito dejando ver su vagina que estaba decorada con algunos vellos de color claro, se veía muy suculento, pasé mi mano con delicadeza por todo su contorno, tocando sus muslos y piernas y dejé caer mi lengua sobre tan precioso coño todo húmedo, comencé a dar lengüetazos a sus labios mientras observaba como ella gozaba y se le aceleraba el pulso hasta que noté que se había corrido, yo seguí bebiendo de aquel manjar de dioses y sentí como su mano alzó mi cabeza para poder ver la expresión de su rostro: unos ojos brillantes y desorbitados, una respiración jadeante, el pelo alborotado y apretando los labios como toda una puta como esas que salen en las películas porno.
-No he dejado de pensar en ti desde aquel día –me dijo ella con la respiración entrecortada.
-Yo tampoco, te deseo más que a nadie –le dije.
-Entonces hazme tuya, quiero que tú seas quien me quite la virginidad.
De solo escuchar esas palabras, me llené de una energía sobrenatural, mi polla ya estaba a full, así que me bajé los pantalones y dejé al descubierto mi herramienta en su estado más duro, ella terminó de sacarse la falda y se abrió de piernas recibiendo mi pene como se abría paso lentamente ya que tampoco quería lastimarla y comencé a realizar movimientos rítmicos con mi pelvis, cada vez más rápidos y fuertes, tocaba sus senos y jugueteaba con ellos, miraba su rostro, su cara de placer era aún más excitante, yo estaba en el paraíso, aun no podía creer que era mi primera vez y con la chica que más me ponía de la escuela.
-Me duele un poco, pero no quiero que pares, por favor!- me decía.
Yo seguí con el mismo vaivén escuchando una mezcla entre gritos de dolor y placer mientras le decía que me excitaba demasiado su cuerpo y sus gemidos.
-Ooooh!!! Que rico!!!! –gritaba- Ahora déjame subirme sobre esa polla.
Se levantó y me besó, un beso cálido, fogoso, sentí todo el deseo que tiene por mí, luego me lanzó sobre el sofá y ella se sentó sobre mi verga tiesa, comenzó a subir y a bajar mientras reía y gemía, gemía cada vez más fuerte y sus senos saltaban al ritmo de cada penetración.
-Dame duro!!! -gritaba- Dame toda tu verga. Ooooh, que rico!!!
-Toma puta!!! Siempre te quise follar, eres mi puta!!! Ahora eres solo mía….
-Me gusta que me llames así, soy tu puta y quiero que te corras en mis tetas.
Así lo hice, saqué mi pene de su vagina y le rocié todo mi deseo en sus senos, ella se los acariciaba y luego tomaba los residuos de mi leche para saborearlos felizmente. Ambos nos quedamos tumbados en el sofá desnudos y abrazados durante unos minutos, luego nos vestimos y volvimos a lo que estábamos.
-Estuviste genial!! –me repetía- Fue nuestra primera vez.
-Y espero que no sea la última.
Nos sonreímos y desde ese día comenzamos a tomarnos más en cuenta en el colegio, a decirnos cosas sucias al oído en plenas clases, a tocarnos disimuladamente sobre la ropa, a jugar con nuestra juventud con total libertad.
Desgraciadamente, las cosas no duraron mucho, pero eso lo contaré en otra ocasión…