SEXO EN EGIPTO
( Relatos Traiciones )


HATSHEPUCHI DE EGIPTO
Mi triunfo ante los persas liberaba al pueblo egipcio de las atrocidades de años y años sufriendo todo tipo de desdichas, saqueos, profanaciones, violaciones a sus mujeres.
Yo Alejandro Magtort, con mis legiones despues de meses de lucha conseguimos la victoria.
Los faraones, con su trono recuperado en días y de nuevo ubicados en su majestuoso templo de Menphis, nos habian preparado una fiesta de celebración para agradecer nuestra labor ante su pueblo, gesto que nos enorgullecía despues de tan duro esfuerzo, un sentimiento contradictorio surgía de mi interior ya que en realidad mis ordenes era hacerme con aquel reino, pero que en aquel momento nadie debía saberlo, mis hombres y yo tan solo ibamos a disfrutar de la velada, de sus manjares, bebidas y así poder distraernos de aquellos ultimos meses de malos momentos vividos, donde muchos de mis hombres habian perecido en la misión.
Rodeado por muros hechos con enormes bloques de piedra que habian permanecido intactos a tan crueles batallas vividas, aparecía un enorme jardín lleno de magnificas palmeras acordes con el tamaño de tan impresionante templo, en aquel lugar ubicados mis generales en mesas largas, donde no faltaba de nada, una gran piscina en el centro digna de nuestros baños romanos, culminaban con una fuente donde una estatua con cuerpo de mujer y cabeza de halcón, hacía fluir agua de su pico.
Soldados egipcios me acompañaban enseñandome todo lo que se habia preparado para tal ocasión, fascinado con lo que mis ojos podían observar y relajado por la alegría que se respiraba en el ambiente, mis generales empezaban a beber la cerveza que fluía incesantemente para ellos, a la vez que disfrutaban de los manjares que allí nos habian preparado.
Una gran felicidad me invadía en mi interior, al ver como habiamos conseguido tal gratificación por aquella gente, un soldado egipcio mediante señas me guiaba hacia el interior del templo, no dudaba en seguirlo, mis hombres no debían pasar de aquel patio, eso era la unica condición que me habian puesto y así iba a ser.
Al entrar en aquel lugar se abría ante mi visión, una gigantesca sala diáfana, tan solo cortada por inmensas columnas de gran diametro hechas con piedras redondeadas de tan inmensas dimensiones como cualquier parte de la construcción en la cuál estaba, todo era gigantesco, nunca habia visto ningún lugar con semejantes dimensiones, el suelo de marmol blanco y todo muy iluminado por grandes entradas de luz existentes en las paredes laterales del templo, donde al final del templo podía observar un altar, al cuál se accedía por una larga y ancha escalera.
En los laterales de aquel lugar observaba como miembros de la alta sociedad disfrutaban del festín, podía deducirlo por las vestimentas, adornos y joyas que lucían.
La servidumbre mezcla de hombres y mujeres, servian en un continuo baiben de preciosas y grandes fuentes, las cuales estaban llenas de diversos manjares, no podía dejar de observar todo aquello, ya que hacía meses que no comía nada que se asemejara a lo que estaba divisando, las sirvientas vestidas con transparentes vestidos hacían que aquello fuese de lo más sensual, ya que si los manjares hacían que me inquietará, que decir del tiempo que hacia que no estaba con una mujer, observaba todo de un lado a otro a la vez que seguía el camino que me indicaba aquel soldado egipcio, de repente a pie de la escalera, todo se detubo, unos tambores empezaron a sonar, acompañados por unos sonidos de trompetas muy agudas y en aquel instante pude notar como pase a ser el centro de atención de todo el personal que allí habia, todos inmoviles observandome, gire la cabeza para poder ver que sucedía y así era, todos estaban fijando la mirada en mi, de repente el soldado me señalo hacía la parte alta de la escalera y un enorme trono de oro y preciosas piedras aparecía de la nada, con el faraón sentado en él, su semblante serio parecía no ir con el momento que se estaba celebrando, cosa que debo reconocer me impresiono, a la vez que me intranquilizo, el rostro del faraón, muy pálido, desde donde yo estaba podía ver unos enormes y oscuros ojos que hacían que aún dierá la sensación de mas ostilidad, no me estaba gustando aquella sensación, pero tampoco tenía mucho por hacer, quieto, inmovil decidí mantenerme firme y utilizar mis dotes de mando siguiendo la más estricta burocracia, como si ante mi emperador estuviese, aquel ritual era algo nuevo y desconocido para mi, a la vez que nadie hablaba en mi mismo idioma, tenía que improvisar e ir con cautela, poco sabía de su cultura ante semejantes eventos.
De repente, hombres con el torso desnudo aparecierón por mi derecha, serían aproximadamente una decena, empuñaduras de oro tanto en brazos como en las piernas, tapados por una especie de falda rayada, acojuntada con pañuelos en sus cabezas y rodeadas con finas diademas, todos alargando con rayas que engrandecian visualmente sus ojos, cada uno con unas estrechas y largas trompetas, hacían que un fuerte sonido saliese de ellas intuyendose que iba a dar paso a algún acontecimiento, y así fue, ese fue el momento que quedo grabado en mi retina, para el resto de mis días, por detrás del trono apareció ella, resplandeciente como si realmente de la diosa Isis se tratase, era la esposa del faraón, la faraona Hatsepuchi, su espectacular cuerpo descendía por la escalera, contoneándose de un modo que hacia que mi nerviosismo creciera por instantes, era preciosa, una oscura y lisa melena, que caía por el lado de su rostro complementada con extensiones doradas y sobre su cabeza una impresionante corona de oro en forma de serpiente decorada con preciosas piedras verdes, aquellos excitantes carnosos labios rojos y sus fascinantes y grandes ojos azules de nuevo agrandados por aquellas líneas egipcias hacian que ante mi se encontrase la mujer mas preciosa que jamás había visto, su vestido semi transparente hacia intuir sus perfectos pechos donde la culminación de sus pezones se marcaban con claridad como si de aquel vestido quisiesen salir, mi nerviosismo no era digno de un comandante romano, pero aún no sé porque razón, no era capaz de esconder aquel extraño sentimiento que se abría en mi interior, era consciente que debía respetar ante todo a aquella mujer, ya que era la faraona, y si apreciaba mi vida, ni tan solo debía pensar lo que en mi interior estaba sucediendo, al llegar justo ante mi, aún era más latente la belleza de Hatshepuchi, no teniendo más alternativa que postrarme a sus pies arrodillado, no debía tocarla ya que de eso si me habian avisado, a los faraones no se les podía tocar, ya que podía ser penado con la muerte, levante la cabeza para poder observarla, ella me miraba de un modo poco usual, pude sentir que le gustaba lo que veía ante sí, me encanto notarlo, a la vez que sentí temor por no poder soportar aquel exceso de belleza ante mí, y perder una batalla que ni tan solo debía serlo.
- Buenas tardes Alejandro.-, para mi sorpresa hablaba perfectamente mi lengua.
- Buenas tardes su majestad.-, de mi garganta no podía salir nada más, a pesar que en mi cabeza corrían mil cosas para hablar con ella.
- Relajate, hoy es día de celebración y no pasa nada si los faraones son tocados.-, no daba credito a mis oidos, pero en aquel momento tomé su mano, besándola a modo de saludo. Pude observar como sonreía ante tal gesto, no debía ser costumbre en aquel lugar. Me levanté ante ella, su mirada me hablaba, podía notar que le habia gustado que allí estuviese, hubo una química especial dificil de definir, notaba que si no fuese la faraona, podía suceder cualquier cosa, pero desgraciadamente para mi lo era y debía respetarla como tal. Dio media vuelta y de nuevo ascendía al lado del faraón, contoneándose de nuevo ante mi, pudiendo divisar claramente las curvas de su cintura y aquel fascinante trasero que hacía que en mi interior se abriera una inmensa hoguera de pasión. Todo el mundo allí existente no perdía de vista aquella impresionante mujer digna de los dioses.
Llego al altar, girándose ante los asistente, el faraón levanto el cetro y de repente todo empezó, la gente festejaba, empezarón a hablar, comer, beber, bailar, la música empezo a sonar, a la vez que en la zona central del recinto unas bailarinas desnudas tan solo tapadas por transparentes velos en sus rostros y cinturones en su vientre, se contoneaban de un sensual modo por todo el centro de aquel lugar, el buen gusto era apreciable hasta en el más mínimo detalle, se veía claramente que aquellas gentes eran amantes de la diversión y de la fiesta.
Yo quieto aún en el mismo lugar, seguía observando lo que allí estaba sucediendo, fascinado por la opulencia y grandiosidad de tal evento que allí acontecía, las bellezas desnudas bailando tan cerca de mi, hacian que mi excitación no me dejase pensar ni tan solo en los manjares que allí habían y las ganas que tenía de saborearlos, no sabia exactamente por donde empezar, de repente una mano golpeo en mi hombro, al girarme me encontre con el faraón, habia bajado hasta mi, supongo que debió darse cuenta de mi gran desconcierto.
- Hoy es día de fiesta gran Alejandro, disfrute de todo lo que aquí hay, todo esta dispuesto para usted, los egipcios somos gente que le gusta disfrutar los grandes momentos y este es muy grande, gracias a usted, por favor, disfrute.-, perplejo, sorprendido y electrizado por aquel hombre que en aquel momento era un simple mortal al igual que yo. Decidí disfrutar del momento.
- Muchas gracias mi faraón.-, agachando la cabeza, observaba como se mezclaba entre la multitud, los soldados me habian dejado de acompañar, quedando solo ante todo aquel festín, me acerque a una mesa donde una magnifica carne de buey me esperaba, empezaba a saborearla mezclandola con aquella cerveza, me sentía a gusto en aquel momento, notaba como las gentes de allí me observaban, me daban la mano en señal de agradecimiento, mi felicidad crecía a la vez que mi cabeza estaba más turbia a causa de la bebida, un humo cada vez más espeso se apoderaba de aquel lugar, grupos de personas sentadas en pequeños grupos tenian en su cabeza una especie de panes que las sirvientas les ponían, quedandose inmoviles para que no cayese al suelo, el ambiente cada vez era más liberal y salvaje, ante mi veía como cada vez más gente aparecía sin ningún tipo de vestimentas, completamente desnudos, la gente empezaba a desenfrenarse por completo, situaciones de todo tipo empezaban a ocurrir ante mi, gente abrazándose, besándose, realizando sexo sin ningún tipo de pudor, la fascinación, sensualidad, la música, mi estado, aquellas sinuosas bailarinas, que me deleitaban con tan excitantes bailes, todo paso en un instante, empece a andar por aquel lugar y absolutamente todo el mundo estaba enzarzado en algún rincón, realizando todo tipo de practicas sexuales, aquel momento era fascinante y necesitaba observar todo lo que allí sucedía, justo al llegar a un rincón de la sala me encontraba ante una jaima, tapada por un cortinaje el cuál abrí para observar que estaba sucediendo, para mi sorpresa el faraón, estaba jugando con varias bailarinas de su haren, asustado me retire por miedo a poder haberle molestado.
Realmente aquello era una orgia fantastica que no habia vivido en ninguno de mis viajes, realmente fascinante, en mi interior decidí hacer lo mismo ya que parecía que era yo el único que me iba a quedar sin poder saborear el tan digno y gratificante juego del sexo. Andando en busca de una mujer que me gustase, andaba mirándo y la que andaba suelta no me gustaba y la que me gustaba ya estaba con alguien, estaba pagando la novatada de aquel tipo de fiestas.
Dos chicas de repente cruzaron la sala directamente en mi busqueda, yo fascinado por el acontecimiento ya me veía culminando lo que tan desesperadamente empezaba a no encontrar, tal como llegaron a mi, y de un modo furtivo y un tanto agresivo me lancé a besarle en los labios a la vez que con mis brazos las cogía a las dos, aquello que parecía iba a ser el final de mi desesperación, ante mi desagradable sorpresa, me salio mal, ya que me giro la cabeza y tal beso salío fallido, no entendía que ocurría, habían cruzado toda la dependencia en mi busqueda y ahora me giraba la cabeza, ante todo lo que allí estaba sucediendo, ¿ que pasaba ?, ¿que soy romano ?, empezaba a no entender nada, todo aquello era imposible de mantenerse impasible, cada persona que se podía apreciar con la vista estaba manteniendo sexo, de todos los modos posibles, la excitación, el olor a sexo, estaba impregnado en el ambiente, así como el desfase de todos, el abuso de alcohol, aquel humo que parecía dejarte en algún estado de embriaguez a la vez que muy a gusto, la música que no cesaba, era realmente un panorama imposible de mantenerse frio, y yo parecía la única persona de aquel recinto que no encontraba con quién.
Cogiéndome de la mano las dos chicas, me estiraban sacándome de aquel lugar por un gran porticón escondido en una zona arrinconada del lugar, allí el ambiente era más limpio, más respirable, empezaba a sentir que algo ante mi iba a cambiar, en mi interior pensaba que me llevaban a algún lugar más reservado para mi, y así fue, un segundo porticón se abría ante mi, donde una enorme piscina de roca natural centraba la atención de mi vista, en el agua, una docena de mujeres de espaldas a mi, aquel ambiente más limpio, fresco, estaba poco iluminado, tan solo unas velas hacian que pudiese divisarse de un tenue modo aquel lugar con tan fantastico panorama, parecía que me encontraba en el lugar más maravilloso del planeta, a la vez que mi estado de justa embriaguez hacia que me sintiese completamente excitado, me despoje a gran velocidad, quedándome con mi fibrado cuerpo lleno de cicatrices, ante aquellos preciosos cuerpos que me daban la espalda, las dos chicas que me acompañarón hasta el lugar se desvanecieron, marchandose de allí, pero me daba igual, habia donde elegir, realmente eran todas fantasticas, sus cuerpos a cuál más fascinante, me abrace a la que más cerca de mi estaba, y de nuevo otro chasco, se aparto de mi saliendo del lugar a toda velocidad, cada vez entendía menos que era lo que allí estaba ocurriendo, ante todo lo que estaba viviendo, ninguna chica quería estar conmigo, ¿por qué?.
De repente a mi espalda escuche una voz.
- Buenas tardes Alejandro.-, una voz suave que ya habia oido antes sonaba ante mi ahora grata sorpresa, todas las chicas a la vez se girarón sonrieron, me dieron un beso en la mejilla y a toda velocidad salieron de la piscina.
Hatshepuchi ante mi, yo desnudo dentro del agua, ella como si de nuevo en el altar estuviese, quieta inmovil, mirándome fijamente a los ojos, no podía dejar de mirar su preciosa mirada, de repente el vestido cayo, dejando su desnudo y precioso cuerpo ante mi, sus pezones puntiagudos encumbrando sus perfectos pechos, las formas de su cuerpo sinuosas curvas llenas de elegancia, dejando ver su sexo, diferente a los que conocía hasta entonces, el pelo inexistente, un pequeño camino de vello justo en la cima de su rajita, bajaba paso a paso hacía mi, en cada paso mi pulso aumentaba, mi estado de excitación, me estaba haciendo perder el control de la situación, sabía que no iba a poder mantener el respeto que ella merecía, aunque su marido estaba en la jaima, y aquello hizo que me decidiera a quitarme la tensión y disfrutar el momento tal como el mismo me habia dicho.
- Alex.-, mirándome fijamente a los ojos y a un metro de mi.
- Digáme mi faraona.-, estaba deseando abrazarla, tocarla, besarla...
- Nadie se te acercado por que así lo habia ordenado, te he estado observando durante toda la velada, estabas reservado para mi.-, con una dulce pero imperativa voz me lo decía sin dejar de mirarme ahora con deseo.
- Ah, sí, pues me alegro, porque desde que la he visto antes, he sentido algo especial.-, estaba empezando a olvidarme de quién era.
- Tutéame Alex, tutéame.-
- No te preocupes, sé que has sentido lo mismo.-, diendo un paso, la abracé a la vez que pegaba mis labios a los suyos, entrando mi lengua en su boca y enzarzándose en una guerra viperina de dos serpientes que quieren devorarse, sus brazos agarrados a mi espalda podía sentir la pasión y el deseo en aquel abrazo que era algo más que un simple abrazo, sus uñas marcaban suavemente dándome un doloroso placer en la espalda.
Aprovechando que la tenía abrazada, andaba en busqueda de la pared de la piscina a la cuál llegamos, y cuando sentí que a ella habiamos llegado la ensalce, para subirla y dejarla sentada en la coronación de la misma, dejando su sexo ante mi, separaba sus preciosas piernas dejando ante mi la cueva de su pasión, deseosa de mi, mi cabeza se lanzó casí de un salvaje modo a ella, saboreando cada rincón de aquella fuente de placer, su aroma sensual, salvaje, excitado, podía notar su caliente y humedo sexo en mi lengua, notaba como se contraía a cada movimiento de mi lengua, mis manos apretaban con fuerza sus muslos levantándola y notándo como su estado se volvía cada vez más y más salvaje, sentía su placer en mis labios, sus continuas contracciones me hacian intuir que no estaba lejos de su primer orgasmo, fascinado por tan impresionante mujer, mi excitación cada vez era más dificil de controlar, deseaba poseerla con todas mis ganas pero a la vez quería que fuese fantastico y alargaría hasta que ella fuese quién lo pidiese, lamía y lamía, sus gemidos cada vez más fuertes, mezclados con su fuerte respiración que cada vez cogía mayor velocidad, hacian que yo cada vez estubiese más necesitado de estar en su interior, de repente se giro cambiando de posición quedandose con su trasero ante mi, aquel fascinante trasero me volvía loco tan solo con mirarlo, justo por debajo su sexo humedo, ardiente, necesitado de mi, la deje allí para salir fuera de la piscina, durante el corto espacio de tiempo que tarde en salir y llegar a ella, se movía como una gatita necesitada de mi, sín perder de vista a su presa, una felina mirada azul aparecía de los ojos de Puchi, podía notar su deseo, las ganas de mi, y yo a mi pesar esperaría al momento que ya no pudiesemos más, la iba a hacer sufrir a pesar de mis meses de abstinencia ante tan larga batalla, llegué a ella, la cuál se giro dejandome la misma visión pero ahora fuera del agua, los dos desnudos calientes, locos de pasión el uno por el otro, me acerque a su culete, lamiendole volteando todo el contorno de su ano, el cuál parecía no haber sido nunca utilizado para el tan digno arte del sexo, mientrás con dos deditos entraba a su humeda y ardiente cueva pasional buscando la pared del placer para darle su segundo cenit de pasión, en seguida iba a llegar, el movimiento sensual de su cuerpo contoneándose como un animal en celo, mezclado por sus calientes gemidos perdidos en aquella sala, giraba la cabeza intentando mirarme a los ojos, por encima de su culete la miraba, estudiando su necesidad, su deseo, y en un breve instante pude ver como su mirada estaba completamente perdida en el fuego de la pasión y el desenfreno, necesitaba algo más, lo notaba, pero iba a hacerla sufrir, más yo ya hacía rato que lo estaba haciendo, sufría deseoso de ella, aunque disfrutaba dandole placer con mi lengua, con mis dedos, no había espectaculo más bonito que aquella mujer en pleno orgasmo, gritando de nuevo, explotando de placer, gozaba de nuevo, cosa que me satisfacía de un desmesurado modo.
De repente y cuando pensaba que me iba a pedir que la penetrara, se levanto, acercandose a mi, y de un empujón me lanzó de espaldas, dejándome completamente tumbado en el suelo, su mano me tocaba el pecho con fuerza, caricias casí agresivas que me gustaban, la otra mano cogía mi sexo erecto, duro, necesitado de ella, su boca engullía desesperadamente mi miembro el cuál cada vez estaba más sensible, debido a la larga abstinecia y a la espera que yo mismo le estaba sometiendo, podía comprobar que Puchi era conocedora de ello, y combinaba envestidas hondas, con lenguetazos a mi glande, no iba a tardar en descargar las energías explotando en ella, mis gemidos imposibles de silenciar, hacían que ella cada vez apretara más la intensidad de sus movimientos, avisándola...
-¡Puchi !.-, debía respetar sus gustos, que desconocía en aquel momento.
Impasible y como si nada, descargue en el interior de su boca, no dejando ni rastro de mi gran explosión, cosa que hizo que aun me excitará más.
- ¿ Te ha gustado ?.-, su azul mirada, picarona y juguetona, hacían que cada vez fuese más fuerte la atracción.
- Me fascinas Puchi, lastima que seas la faraona.-
Cambiando de nuevo su posición volvía a ponerse a cuatro patitas, fascinado con ello, sín esperar nada, mi miembro profanaba el tesoro del faraón de un fuerte golpe, aquella cueva humeda, caliente, era una fuente de placer, Puchi gritaba y gritaba...
- Siiii.-, fascinada, giraba la cabeza y me miraba a los ojos, hablandome con la vista, cojiédole de sus cabellos, le estiraba la cabeza hacía atrás y ella se excitaba más y más...de repente¡¡¡
Dos chicas entraron el la zona de la piscina, desnudas, pero corriendo y gritando...
-¡ El Faraón, el faraón¡.-, Puchi saltó, corriendo, cogió su vestido desapareciendo en segundos, y una de ellas me sentó en el suelo de la piscina, sentandosé encima mio, introduciédose todo mi sexo y abrazádose a mi a gran velocidad, cambie de mujer en segundos, ante mi sorpresa, esa fue la ultima vez que te vi, Puchi.
Ahora són las cinco de la mañana tu dulce voz suena en mi mente, te tengo tan presente que te oigo, me dormí escuchádote y despierto con tu voz, mi dulce faraona Puchi.
¡¡¡ eres genial ¡¡¡
                                                                           Alex Tort

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Foto 1 del Relato erotico: SEXO EN EGIPTO




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4279

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Traiciones

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