Placentero Viaje
( Relatos Confesiones )


El Jueves de la semana pasada, salí tarde de trabajar y tuve un percance con mi automóvil. A la media noche, luego de haber intentado desvararlo con un mecánico, fue necesario contratar una grúa para llevarlo al taller. Como vivo en una población a hora y media de la ciudad, tuve que abordar un bus de servicio intermunicipal. Estuve de suerte porque conmigo completó el cupo, aunque la ubicación que me correspondió no fue la mejor, en la última banca, al lado del cubículo sanitario. Por la hora, todo el mundo iba durmiendo.
Cuando llegué a ocupar mi asiento, debía compartir silla con una mujer de unos 36 años, quien al parecer había escogido a propósito aquel lugar y seguramente ya esta confiada que nadie más abordaría el vehículo y estaría sola y a sus anchas en el último rincón del bus. En principio quedó un poco sorprendida pues la encontré in flagranti, con una mano acariciando su pecho por entre la blusa, la cual había desabotonado, y con la otra entre las piernas bajo su falda, la cual había levantado suficientemente. Bastante turbada, trató de acomodarse en la silla organizando su falda e intentando abotonar su blusa, a la vez que me daba espacio para sentarme.
En la penumbra vi brillar sus ojos cuando voltearon a mirarme mientras con voz nerviosa me saludaba. Yo respondí el saludo y me acomodé en la silla a su lado. Se le notaba tensa, mirando de reojo y con intensiones de disculparse. Para distensionar la situación tomé la iniciativa y le dije en voz baja para no incomodar a los vecinos de delante que dormían plácidamente: ‘lamento mucho haber interrumpido’. Ella apresuradamente y agachando la cabeza contestó: ‘discúlpeme; qué pena’. Yo agregué: ‘no se disculpe ni se avergüence; tampoco se sienta incómoda conmigo. Si desea continuar, siéntase en libertad de hacerlo; por mí no se preocupe que no tergo problema con eso’. Viendo mi desfachatez volteó a mirarme con timidez pero con picardía diciendo: ‘lo haré sólo si usted está dispuesto a participar’. ‘Vale’, respondí mirándola directamente a los ojos. De inmediato me abrazó, posó su boca sobre la mía y me dio un profundo, prolongado y apasionado beso, mientras tomaba una de mis manos y la posaba sobre su pecho.
Yo correspondí su beso y acaricié su pecho por sobre la blusa, pero luego me abrí paso para sentir directamente su seno, el cual encontré exquisito; era natural, de un tamaño mediano que se acomodaba armónicamente al tamaño de mi mano, suave, firme y turgente y con un largo pezón que respondió de inmediato a mis caricias con una erección prominente que dejaba notar lo cachonda que estaba esta mujer.
La intrepidez de su beso y la exquisitez de su seno, de inmediato hicieron efecto en mi humanidad, Mi pene hinchado presionaba incómodamente dentro de mi pantalón, lo cual ella no tardó en notar, pues con una de sus manos acariciaba todo mi cuerpo con avidez. Entonces se las arreglo para liberarlo mientras seguía besándome apasionadamente. Luego de recorrerlo suavemente de arriba abajo con sus dedos y empuñarlo acunándolo en su mano como para conocerlo, sin más espera abandonó mi boca para besarlo a él y engullirlo con delicadeza primero, mientras probaba cómo encajaba en su boca y su garganta, para luego acelerar el ritmo en una frenética mamada, engulléndolo como si quisiera comérselo entero.
Por mi parte, mientras con una mano intentaba seguir disfrutando la delicia de sus pechos, con la otra levanté su falda descubriendo que no llevaba pantis, lo cual me facilitó las cosas; recorrí con deleite sus nalgas; tenía un culo hermoso, grande, redondo y suave. Siguiendo su canal medianero encontré su ano, un ojete grande y palpitante, que al acariciarlo succionaba como queriendo tragarse mi dedo. Se notaba que estaba acostumbrado a recibir placer, pero ese no era mi objetivo por ahora, así que continué mi recorrido, descubriendo enseguida una vulva perfectamente rasurada, carnosa, caliente y resbalosa con todos los fluidos que la excitación habían producido en abundancia. Introduje dos dedos sin ninguna dificultad y luego de humedecerlos bien con un par de penetraciones, busqué su clítoris. ¡Qué delicia!, estaba erecto, sobresalía de entre los labios vaginales y al tocarlo sentí su estremecimiento (era evidente el trabajo previo que ella había hecho); estaba muy caliente y sensible pues bastaron unas pocas caricias para que ella estallara en un violento orgasmo que la hizo convulsionar de pies a cabeza, obligándola a detener por un momento la succión de mi miembro, pero sin sacarlo de su boca.
Respiraba agitadamente y se notaba que hacía esfuerzos para no gemir, seguramente por discreción. Noté que al incrementar su sensibilidad, mis caricias resultaban incómodas en aquella suculenta perlita, la cual me hubiera encantado besar, chupar, morder y saborear. Decidí entonces introducir nuevamente mis dedos en su vagina mientras ella se recuperaba y recomenzaba la deliciosa mamada que le estaba dando a mi verga, mientras yo intentaba follarla con mis dedos. Uno a uno fui incluyéndolos en las penetraciones cada vez más amplias y profundas, hasta meter cuatro de ellos tan profundo como me permitía el tope del pulgar.
Mi manipulación fue agitándola de nuevo, mientras ella con sus succiones, mordiscos y chupetones iba elevando mi excitación hasta ponerme a punto de estallar. Me contuve hasta donde me fue posible, mientras bombeaba rítmicamente mi mano en su chocho. Cuando ya no pude más, exploté en su boca en una corrida fenomenal que ella secundó con un nuevo orgasmo.
Yo sentía mi semen como fuegos artificiales dentro de su golosa boca. En medio de la tensión del clímax, sentía el alivio de mis testículos tras la eyaculación, y la inenarrable excitación que me proporcionaban las contracciones de sus músculos vaginales en mi mano, producto del intenso orgasmo que ella también experimentaba.
Por unos momentos nos quedamos tensos e inmóviles, salvo por las contracciones normales del orgasmo. Yo saqué mi mano de su encharcado chocho mientras ella acababa de chupar mi pene para sacarle las últimas gotas de mis fluidos. Ella se incorporó, me abrazó de nuevo y con un beso francés compartió conmigo el semen que aun quedaba en su lengua. Luego, cada uno se organizó acomodando su ropa, justo cuando entrábamos a la población donde hacían la primera parada. Ella me dijo gracias al oído, me dio un beso de despedida y se bajo del bus en aquella parada.
Yo me sentía relajado, satisfecho, flotando en la nube que el aroma de su sexo había dejado en el ambiente e impregnado en mi mano. Esa noche dormí plácidamente, sin siquiera acordarme del incidente con mi automóvil.




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Categoria
Confesiones

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