Se avecinaba un fin de semana como cualquier otro, los que se acostumbran a ver pasar por la ventana o frente a un televisor con sus colores llamativos. Esos, que se van volviendo una monotonía después de tener un tiempo largo de relación con tu pareja.
Tengo una prima menor llamada Sandra, que ha sido como mi hermana. Desde pequeños nos hemos criado casi juntos y gozamos de una relación muy bonita, casi como hermanos. Ese sábado de Octubre, Sandra me invito al matrimonio de su mejor amiga ya que su novio estaba de viaje y no quería ir sola. ¿Matrimonio?, pensé, Traje casual, etiqueta en la mesa, mujeres lindas por doquier y una oportunidad de salir de esa monotonía.
Llegó el día y nos fuimos a la fiesta. Un salón de una finca a las afueras de la ciudad, adornado todo de blanco, luces azules, un grupo de música, y unas 15 mesas llenas de gente. Las mujeres hermosas como se ven con esos vestidos largos, la mayoría hacían reverencia a sus operaciones vanidosas y sus vestidos no dejaban mucho a la imaginación.
Entramos saludando, mesa por mesa. Realmente yo no conocía a casi nadie pero quería ver a la mujer que me quitaba el aliento en mi juventud… la madre de la novia. Esta señora, de nombre Mariela, contó con la suerte de casarse con un adinerado y después de hacerse cualquier cantidad de cirugías, quedó como una diosa. En esa época colegial, con las hormonas al 100%, aprovechaba cada reunión en el colegio de mi prima para ir a acompañarla pues era una oportunidad que tenia de ver a esa veterana, una mamá, la que me podía enseñar todo sobre el sexo, y con la que mis noches pasaban húmedas y soñadoras. Sus miradas eran picaras y las mías no las podía ocultar. Una veterana de 160cm de alto, cabello castaño claro, un abdomen plano y trabajado, unos senos grandes para su estatura cubiertos por una piel canela y pecosa. Su trasero era una bomba de narcótico que me llevaban a suspirar calentando todo el interior de mi ser. Mis miradas eran tan obvias y descaradas, que ella le preguntaba a Sandra, mi prima, que porque yo la miraba tanto y de esa forma, como si ella fuera un tierno ángel ingenuo que no sabe lo que tiene y lo que muestra… en fin.
Nunca la vi. Terminamos de saludar, nos acomodaron en la mesa dándonos los primeros cocteles y parte sin novedad.
Pasados unos minutos, mi prima se levanta y se va de la mesa, dejándome a merced de 10 desconocidos, aburridores y mal encarados. Pero eso no importó mucho cuando la veo llegar de la mano con Mariela. Me levante a saludarla, y me recibió con un abrazo tan candente, apretando sus grandes senos en mi pecho, me dejo oler su cabello y mi brazo encerrar su cintura. No sobra decirles que en ese momento mi pene sintió un movimiento delicioso y con los pantalones de lino, crecía la señal visible de que algo estaba por estallar.
Al separarnos pude observar su vestido, el cual no era gran cosa, pero si dejaba a la vista más de la mitad de sus senos pecosos, sedientos de labios. Sus ojos verdes se clavaron en los míos y una sonrisa nos surgió.
Siguió la fiesta, la rumba como le decimos por acá, mucho coctel y Whisky, diversión y muchas mujeres bellas mostrando las virtudes que deja una buena cirugía.
Entre tragos, el marido de Mariela se durmió y ella se había quedado sola, mientras “la juventud” gozaba y bailaba. Yo, no podía dejar de fantasear con ella, de mirarla, de hacerle saber que mis deseos seguían en pie. Aunque ya no estaba tan esbelta por la edad, seguía con sus grandes atracciones femeninas tal cual la tenía hace 10 años. Mariela solo me miraba y desviaba la mirada. En el momento de la hora loca, mi prima, la celestina, fue y la saco y la puso frente de mi, dándome la espalda, para hacer un tren en la pista. En ese momento la cogí de su cintura, y trataba de rozar su culo en mi pene. Mis brazos la rodeaban y mis manos la apretaban como seña de pasión y deseo. Ella, apenas me miraba sobre el hombro pero yo trataba de disimular ya que en el sitio estaba toda la familia de ella y su esposo.
La calentura junto con el alcohol, me estaban haciendo una mala jugada. Mi mente empezó a volar, mi boca se humedecía de imaginar mis labios en sus senos, en su vagina, con lo que me gusta eso… como gozaría, como serían sus gemidos de placer. La hora loca pasó en pensamientos, en deseos y placer, pero se terminó.
Mariela se fue a sentar, en la mesa de su familia y yo la miraba. Así transcurrió la noche. Una hora antes de terminarse aproximadamente la fiesta, nosotros ya nos íbamos y me fui a despedir de ella. Cuando se paró, y nos abrazamos de nuevo, pude notar su olor y su grado de alicoramiento. Ahí, abrazado a ella le dije al oído:
- Yo: Me hubiera encantado bailar mucho mas contigo, pero por decencia con tu familia y tu esposo, no lo hice… tal vez en otra ocasión.
- Mariela: Lo hubieras hecho, que tal el esposo que tengo.
- Yo: si, que decepción y desperdicio tenerte acá, así como estas, y dejarte sentada.
- Mariela: Como así, como estoy? (mirándose el vestido)
- Yo: así de bella y radiante, te apuesto que más de uno desea estar con vos.
- Mariela: Estar?
- Yo: Digo, bailar.
- Mariela: aahh, y vi que te gusto mi vestido, lo único que haces es verlo.
En ese momento casi me muero de la vergüenza, yo sabía a qué se refería. Estábamos en un salón oscuro, levemente iluminado, mi cuerpo temblaba, su mirada en mis ojos, sus labios carnosos brillantes…
- Yo: Si muy bonito (bajando la mirada a sus senos, descaradamente)
- Mariela: me alegra que te gustara, porque mi marido no me dice nada.
- Yo: por eso te digo, mucho desperdicio.
- Mariela: Ya te vas? Porque no se esperan un rato mas, y me ayudas con algo.
- Yo: Ok, claro, ya le digo a Sandra.
- Mariela: Te espero en 10 minutos en la camioneta para bajar unos regalos.
Se me hizo muy extraño eso, pero bueno, regalos, boda, todo cuadraba.
A la hora acordada subí al parqueadero y ahí estaba, revisamos la camioneta y bajamos unas bolsas a un lugar apartado de la finca, una especie de bodega. Ahí, dejamos las bolsas y nos sentamos en el pasto a hablar un rato. La penumbra se hacia cómplice de la situación.
El dialogo empezó con las frases más comunes, la fiesta, la novia (su hija), terminamos hablando de su esposo de nuevo, pero esta vez, me preguntaba porque le decía ahora que era un desperdicio. Yo, ya entrado en gastos me atreví a decirle que tener una mujer así, en ese estado y no estar con ella todo el tiempo, era un desperdicio y corría el riesgo de que se la quitaran.
- Mariela: En qué estado, borracha?
- Yo: No, tomadita no, aunque debes ser más atrevida en el estado en que estas… cuanto te digo en ese estado es en lo buena que estas, con todo el respeto que te mereces.
Hubo un silencio incomodo, en el cual pasaron muchas cosas por mi cabeza, como que se pararía y se me armaría una pelea… pero no. Al final solo sonrió y me recordó cosas del pasado.
- Mariela: Creo que eso que me acabas de decir, lo has pensado desde siempre, porque cuando eras más pequeño, yo no podía pasar por delante de ti sin tener tus ojos clavados en mi… pero ahora ya soy mayor y he cambiado mucho… me dijo con una voz de “tristeza”
- Yo: Si, la verdad si has cambiado, y mucho, está mucho mejor, los años te han traído mas atracción hacia los hombres, o por lo menos para mi gusto… esos labios gruesos provocan besarlos, esos ojos miel para verlos llenos de placer, tu cuerpo para comerlo a pedazos…
En ese momento, me cogió la mano y me la besó.
- Yo: Doña Mariela, …
- Mariela: Sin Doña…
- Yo: OK, Mariela, puedo cometer una locura acá al lado suyo, puedo meterme de cabeza en una historia sin fin con Usted, si me lo permitiera, puedo meternos en problemas por mis actos hoy…
- Mariela: Y por qué no lo haces? Quiero correr riesgos.
Solo atine a acariciarle el pelo, a mirar por encima de su cabeza que nadie nos estuviera viendo… le acariciaba su cara, con mis dedos abría sus labios húmedos y calientes para entrever su lengua y dentadura perfecta, mientras mis ojos, tímidos aun, recorrían sus senos y brillaban de excitación.
Poco a poco nos fuimos acercando hasta fundirnos en un beso… tímido, delicado pero poco a poco se convirtió en el beso más húmedo y lujurioso de mi vida. Mi mano derecha apretaba su cabeza hacia mi masajeándole su cabellera. La izquierda, picarona, recorría la redondez de sus senos para encontrar un pezón erguido y de piedra, sinónimo de excitación y deseo.
En ese momento nos separamos y nos fuimos a la bodega, casi corriendo, mirando a nuestro alrededor. Entre detrás de ella y la tome por la parte de atrás, la atraje a mi cuerpo para que sintiera mi miembro viril en su máxima expresión. Mis manos recorrían su cuerpo, su cadera, sus senos mientras mi boca se fundía en su cuello con mordiscos y susurros al oído. Mariela solo se empinaba y frotaba su culo en mi pantalón, se retorcía como lombriz, me agarraba la cabeza, jadeaba y daba saltos respingones mientras le mordía su cuello.
Del desespero que teníamos, tumbamos todos los regalos que había en la mesita de la bodega. La voltee y la subí en ella, quedando con las piernas abiertas y yo en el medio. Su vestido se había subido, sus senos, grandes senos en mi pecho, sus manos juguetonas en mi pene sobándolo como solo ella sabe y desesperadas por sacármelo del pantalón. “Uyyy que rico nene” me decía, “todo lo quiero todo ya”.
Casi, me bajo el pantalón y como una estocada la penetro hasta el fondo, pero tenía que probarla, probar su almíbar, oler su olor mas erótico e intimo. Así como estaba, me arrodille en el piso y su tanga quedó a la altura de mi boca. Le abro las piernas, veo su diminuta tanga color azul aguamarina, húmeda, caliente y palpitante. Con mis manos abro bien sus bien gruesas y torneadas piernas. Empiezo a besarlas, a pasar mi lengua por la parte interna de sus muslos, a morderlos con mis labios, a lamer sus pies, todavía con tacones. Mariela solo gemía suavemente, mientras con una mano se tocaba su vagina y con la otra se amasaba sus senos los cuales ya había sacado por el escote. Esa panorámica, esa escena me tenia loco… mi bica babeaba, mi pene grueso palpitaba mientras ella seguía moviendo sus caderas al vaivén de sus dedos.
Me voy acercando a su vagina, huelo un olor intensamente deseable, la muerdo por sobre su tanga. Chupo su lencería para probar sus jugos… ella solo tiembla... Ahh, si, si, si, ahí ahí… cuando le toco “intencionalmente” su abultado clítoris, estimulado previamente por sus dedos. Mis manos no pueden dejar de tocar y mover sus senos, sus pezones erguidos. Quiero imaginar su redondez y tamaño solo con el tacto.
Corro su tanguita, fiel testigo de su estado, y paso una vez mi lengua por el largo de su vulva, uummmm que delicia, extremadamente húmeda, sus jugos me inundan la boca, mi lengua se abre paso. Mi labio superior estimula su punto más sensible… “aaajj si bebito, sigue así con mama, aayyy me vas a hacer venir rapidito, ayy siii, asiiiii” decía la dueña de mis sueños, mi diosa madura, como había deseado ese momento. En unos segundos más de estimulación, siento un calor y un rio de líquido en mi boca, en mi cara, en mis ojos… chorros disparados por su arma erótica… siento sus convulsiones, como me aprieta mi cabeza contra su concha… la miro y tiene su boca abierta y sus dientes inferiores más salidos que los otros, sus ojos blanqueados, sus senos erguidos redondos y listos para mi boca… Uy, uy, uy, ajjjj que deliciaaaa, uummmmm.
Me pare, saque my pene, como mástil del Sedov, y mientras ella terminaba su orgasmo, le fui dando golpecitos a su clítoris con mi glande, lo que la ponía más loca y sensible. La cabeza de mi pene, roja de la sangre lujuriosa en su interior, se abría paso, de vez en cuando, en su cueva maternal… se deslizaba suavemente, en el calor de sus entrañas, sintiendo cada salto, cada palpitación, mientras mi señora, mi amante casual, se mordía y chupaba los dedos. LA acomode mejor y mi pene entró más, hasta el fondo. Mariela me miro con ojos de deseo se separó y se dio la vuelta ofreciéndome su culo redondo, poniendo sus pies en la tierra, con sus piernas levemente separadas, con tacones azules de tacón alto, con su vestido recogido hasta su cintura y sus tetas afuera… Me le puse detrás, buscando con mi pene la entrada a su vagina palpitante, mis manos buscaban sus senos. El mete y saca no se hizo esperar, con cada embestida salía un gemido… Ahhh, Ahhh, Siiii, Siiiii, daleeeeee. Se mordía los labios y sus calzones para no gritar. El sonido que hacían nuestros sexos, nuestros instrumentos de placer era sonido de inundación. Mi boca buscaba sus oídos para susurrarle y respirarle mientras le bombeaba su caliente vagina… Mi verga no podía mas, a ella le flaqueaban las piernas, cada vez la sentía mas húmeda.
Me vengo, le dije al oído, me vengo hermosa, me vengo. Mariela, se volteó, se agacho y me ofreció su boca y sus senos pecosos y gigantes. Yo puse mi pene, venoso y rojo pasión, entre sus tetas mientras ella las movía para que me viniera en ellas. Ver una mujer madura, con esos atributos, pecosa, con cara de deseo, no me aguante y le descargue toda mi leche en sus grandes montañas y parte le cayó en su cuello. Mi pene palpitante lo termino de limpiar con su lengua, sus senos los limpio con su mano y luego se lo ponía en sus labios para saborearlo con su lengua mientras me miraba y se sonreía…
- Mariela: Nene, vámonos, y gracias, lo necesitaba
- Yo: Gracias a ti (mientras la besaba y le tocaba sus tetas) por hacer un sueño realidad. Espero se repita
- Mariela: En otra ocasión será.
Nos arreglamos, y salimos de la bodega, olorosos a sexo y sudorosos de pasión. No la he vuelto a ver, sin embargo sueño con ella y cada recuerdo me hace excitar cada vez más.
Las mujeres maduras y con esos cuerpos tan cuidados, son un manjar de dioses, la experiencia es divina, su calidez es contagiosa… relatorcali de Hotmail, es mi correo, por ahí hablaremos.