Carla me dijo que me acostase en su cama y que la esperase mientras iba al baño; al pasar delante del televisor, un LCD gigante, tocó algunos botones y aparecieron las imágenes de una orgia entre dos travestis hermosas, una chica y un hombre.
- Es sólo para que te relajés… ¡pero no te vayás a pajear! – dijo sonriéndose.
- Dale, andá; volvé rápido…
La había conocido dos horas antes a la salida de un boliche frecuentado por chicas como ella, gays, lesbianas, putas lindas y varones que buscaban esta clase de personas. Allí adentro, sentado al costado de la barra, la había mirado como bailaba provocativamente. Ella se había dado cuenta de mi mirada y en algún momento me tiró un beso moviendo sus labios. Danzaba junto a otras cuatro travestis, todas lindas y provocativas, pero ella me pareció la más hermosa y excitante: debía tener alrededor de 25 años, cara bonita, con nariz respingada y pómulos altos, labios rojos medianos, ojos azules, y una cabellera negra hasta la cintura. Calzaba tacos aguja de más o menos 15 centímetros, por lo que alcanzaba alrededor de un metro ochenta y cinco de estatura. Sus piernas eran largas, delgadas, y terminaban en un pantalón vaquero cortísimo que dejaba ver los cachetes de su culo redondo, duro, parado. Una cintura fina, supongo que menor a los 65 centímetros, descubierta pues tenía puesta una camisa de seda rosa atada debajo de sus tetas, tal vez talla 95. Le hice una seña invitándola a tomar algo, pero rechazó la invitación. Luego realicé otro gesto para saber si podía acercarme a bailar con ella, y respondió moviendo su cabeza negativamente. Al menos conmigo fue amable, pues todos los varones que se acercaron al grupo de travas para bailar con ellas fueron rechazados con malas caras.
Al salir todos del boliche, una amiga de ella se acercó y me preguntó si quería seguirlas en mi auto a la casa donde iban a continuar la fiesta.
Tras unos segundos de sorpresa y duda (¿sería capaz de meterme a la casa de travestis?) me subí a mi vehículo y seguí el manejado por la travesti que me había cautivado. Anduvimos 20 minutos, hasta un barrio residencial, tranquilo, hasta que la conductora detuvo su auto frente a una casa linda, con jardín cuidado. Todas bajaron y rápidamente se metieron dentro de la vivienda, mientras ella me esperó en el portón de ingreso.
Al acercarme a su lado comprobé que me sacaba una cabeza de altura.
- ¡Hola bebé!, me caíste bien porque sos atractivo, parecés bien varonil y no fuiste baboso… - exclamó con una voz gruesa pero suave. Me llamo Carla.
- Gracias por invitarme a tu casa – le dije – Mi nombre es Alberto, respondí.
- Pero ahora te pregunto: vos sabés que soy travesti, y mis amigas también lo son; ¿estás seguro de entrar?...
- No se si estoy seguro, pero sos tan linda que no me quedo otra que seguirte y ahora creo que te seguiré…
Ella sonrió seductoramente, tomó mi mano derecha y me llevó a la puerta de su vivienda.
Me hizo entrar y en el living, amplio, con dos sillones sofás y otros cuatro individuales, ya estaban sus cuatro amigas junto a otras dos chicas, mujeres, y dos hombres, uno alrededor de 30 años, y el otro cincuentón. Excepto Carla, todas se habían desnudado de la cintura para arriba, mientras que los varones estaban en pelotas, con las pijas paradas. Sus falos eran toqueteados por dos travestis, mientras que las señoritas reales y las otras dos trans se besaban entre ellas.
Me senté en el sillón individual que quedaba y Carla me trajo para tomar un vaso de vino tinto mezclado con coca cola. Se escuchaba música tropical y regaetton. La anfitriona se puso a bailar sola, moviéndose como puta de cabaret, en tanto que las chicas que estaban con los dos hombres se desnudaron completamente y bailaron apretándose contra ellos. El espectáculo era excitante, pues además de juntar todas las pijas erectas las travas se colocaron detrás de ellos y golpearon sus vergas sobre los culos masculinos. El hombre de más edad se arrodilló y atrajo los miembros de las trans para chupárselas.
Una de estas era una rubia madura con cuerpo de modelo, mientras que la otra se trataba de una pendeja de no más de 20 años, flaquita pero con una verga finita y larga.
Una de las travestis que se besaba con una de las putitas me miró, le dijo algo al oído a su compañera y ambas se levantaron del sillón y se acercaron, moviendo exageradamente sus caderas, pasándose sus manos sobre los cuerpos desnudos y mordiéndose los labios. La trava que se aproximaba era una morocha con lindas tetas y cara de viciosa, mientras que su acompañante, pendeja de no más de 20 años, era delgada y armoniosa, con la concha rubia depilada.
Yo era el único que continuaba vestido. Todo lo que veía me había excitado y se me notaba la pija parada detrás del pantalón (cuando está al máximo alcanza 19 de largo y 4 de ancho).
- Hola rico, soy Yanina – dijo la trava – y ella es Micaela. ¿Por qué no te sacás el pantalón y nos mostrás tu aparato? Vamos a bailar y después hacemos una fiestita los tres…
Antes que termine su invitación las dos, paradas delante de mí, me apoyaron sus tetas sobre mi cara, invitándome a chuparlas…
- ¡Bueno chicas!, al machito lo traje yo, y está conmigo… -dijo Carla, riéndose pero marcando territorio.
- Si, claro, es tuyo, pero con el paquete que tiene ahí, avisá si necesitás ayuda… - señaló Yanina, luego de apretarme la entrepierna.
- Ya veremos… por ahora vayan a tranquilizarse en alguna de las piezas…; y si usan los consoladores, limpienlos…
La dueña de casa se acercó a mí y me susurró al oído que siga sus pasos. Yo me dejé guiar, mirando su culo perfecto. Fuimos hasta un dormitorio, y cerró la puerta.
- ¡Vos no sabés lo que son esas trolas!, ¡ven una pija grande y se ponen loquitas!. A vos parece que te gustó la de conchita depilada… - comentó Carla.
- Te digo la verdad, todas las chicas que veo acá son muy lindas, pero por algo te seguí a vos…
La dueña de la casa orgiástica se acercó y me plantó un beso.
- ¡Gracias!, espero darte todo lo que deseas… - susurró - Ahora esperame; voy al baño; vos ponete cómodo… – dijo.
Carla salió del baño con sus tetas espléndidas al aire, y una minifalda transparente de gasa negra. Sus chichis eran grandes, redondos, parados; sabía que eran artificiales, pero mirarlos era delicioso y no me preocupaba. Me sorprendió no verle ningún bulto en su entrepierna, y por el contrario, contemplé un culo hermoso y unas piernas delgadas y bien depiladas. Se acostó al lado mío, de costado, y comenzó a besarme, primero muy suave, para luego hundir su lengua dentro de mi boca y moverla por el paladar y lengua; nunca me habían besado de ese modo, me calentó terriblemente, y entonces fui yo quien se arrojó sobre sus tetas, para chuparlas como desesperado; le daba lametones con mi lengua en sus pezones, que estaban duros y parados, mientras mis manos acariciaban y trataban de abarcar esos pechos. Ella en ningún momento se colocó encima de mí y me olvidé que era una travesti; me sentí feliz de estar con tremenda hembra, luego de 6 meses sin coger y sólo tener sexo de modo solitario.
Carla comenzó a descender su boca y lengua por mi cuerpo, provocándome espamos, hasta llegar a mi boxer, levantado por la tremenda erección que tenía.
- ¡Papito!, ¡qué hermosa pija, grandota y gruesa!; ¡te la voy a comer para que se descargue un poquito! – exclamó entusiasmada.
Me bajó el calzoncillo y saltó mi verga contenida. Ella abrió su boca y la engulló para de inmediato mover su lengua como antes dentro de mi boca; su órgano sin hueso, caliente y empapado en saliva, envolvió mi glande y hundió la puntita en mi uretra, haciéndome delirar…
- ¡Pará Carla!, me vas a hacer acabar… - le dije entre gemidos.
- ¡Si amor!, eso quiero, que me llenés de tu leche…
Y así fue, mientras sus labios y lengua enloquecieron mi pija convertida en una roca, comencé a largar todo mi esperma; ella recibió la primera parte en su boca, y la tragó, para luego agarrar la verga y pasársela por sus tetas monumentales, enchastrándolas de semen.
Carla se arrodilló sobre la cama, a mi costado derecho, y me sonrió. Su cara, cuello y senos brillaban con mi acabada.
- ¡Amor, que cantidad de leche largaste!, parece que hace tiempo que no cogés…
- Si, hace meses… - le respondí, recuperando el aliento.
- ¿Y qué hacías para aguantar?
- Pajas, tres veces por semana, o más…
- Está bien pajearse, pero con una pija como la tuya, es un desperdicio… Si me dejás, yo te ordeño tres veces a la semana, siempre y cuando te gusten las chicas como yo…
Pese a mi reciente orgasmo, comencé a tener otra erección, entonces Carla se incorporó y paró de espalda al costado de la cama, mostrándome su culo precioso, y lo empezó a mover, como si bailara, mientras se iba quitando su minifalda. Cuando la tuvo en el suelo se agachó y me ofreció la plenitud de su culazo, con un agujero que se me antojó delicioso. Luego recogió la faldita y tiró sobre mi cara. Debido a que me cayó en los ojos, momentáneamente quedé sin verla; cuando me saqué la mini de la cara la vi completamente desnuda, de frente, mostrando que además de tetas, linda cara y una cintura estupenda, tenía una pija que era grande como la mía.
En ese momento, en segundos, sentí muchas sensaciones: vergüenza por estar dentro de una pieza junto a una pija de hombre; excitación porque ese pedazo de carne parado la poseía una mujer hermosa, con un cuerpo de modelo; miedo a que si seguía adelante me convertiría en un puto; deseos de agarrar esa verga con mis manos y metérmela en la boca; satisfacción de por fin tener delante de mío, a mi alcance, esa clase de mujeres “armadas”, las mismas con las que me había masturbado tantas veces, mirándolas en la pantalla de la computadora; y un sentimiento de comodidad de estar íntimamente con una hembra dulce, que a diferencia de las mujeres con las que había estado (tanto parejas como putas), ofrecía sexo y buena onda sin histerias…
- Si te gusta lo que ves, seguimos; sino, fue un gusto… - sostuvo Carla ante mi cara de sorprendido.
- ¡Me encanta lo que veo!, ¡sos hermosa!
Entonces ella se tiró sobre mi, y me besó como antes, pero ahora apoyándome todo su cuerpo de hembra magnífica, sus tetas gloriosas y su pija, que se apoyó sobre la mía. Las dos estaban al palo. El caliente contacto me la puso más dura, pese a la acabada previa, y los juguitos preseminales salieron viscosamente.
Siempre había pensado que no había nada más hermoso y excitante que una conchita mojada rozando mi pija, antes de meterla dentro de esa cuevita rosada, ¡pero la electricidad sabrosa de sentir el frote de dos pijas paradas fue algo increíble!
Carla, con un rápido y vigoroso movimiento, dio vuelta mi cuerpo y se colocó boca arriba, pidiéndome que coloque mi pija entre sus grandes tetas. Y de este modo empezó a pajearme, moviendo rítmicamente sus hermosos melones. Los miraba extasiado: plenos, con pezones duritos, mientras ella gemía con ojos cerrados.
No pude evitar acabar de nuevo, tan fuerte como la primera vez, logrando que saltase la leche hasta su cara y tetas. Con su lengua chupó el semen cerca de sus labios, mientras que sus manos recogieron el resto y lo untó sobre su rostro y pechos, para terminar sorbiéndose las palmas. Sus brazos me acercaron para que la bese, y entonces sus labios y lengua me pasaron sus salivas y mis fluidos. Ya conocía el sabor de mi leche, pero mezclado con su sudor, perfume de mina y saliva, me provocaron intenso placer.
Sentí cansancio y sed, mucha sed, por lo que me deslicé al costado suyo y me senté al borde de la cama, con mi verga blandita, para vaciar el vaso de vino y coca cola que había dejado sobre la mesa de luz. Ella siguió acostada boca arriba, con su pija apuntando al techo.
- ¡Sos preciosa!, me siento muy bien con vos, te confieso que gocé mucho mejor que con las mujeres que estuve – le dije mientras recorrí con la mirada todo su cuerpo, con deliberada lentitud en su pedazo. Me tranquilizaba su sonrisa y mirada serena, aunque llena de deseo.
- Si te gusta, podés cogerme como mi machito preferido…
- Tengo una duda, porque yo acabé dos veces, y se me está parando de nuevo, pero vos, ¿cuándo tenés un orgasmo?, ¿vos podés acabar?
- ¡Claro papito!, tal vez acabo menos que vos, porque yo cogo todos los días, varias veces, y si no me cogieron bien cuando me tiro en esta cama pongo una película porno ¡y me pajeo!; pero no te preocupés, que esta noche me parece que voy a acabar más de tres veces… - sostuvo mientras se colocaba sobre su costado izquierdo y me ofrecía sus curvas.
- ¿Cómo?, ¿cogiendo o pajeándote?
- Si vos te vas ahora, me tendré que pajear, y jugar con las chicas que están afuera, o coger a alguno de esos putitos…, no sé, depende de hasta donde querés llegar…
Mi pija estaba semiblanda, o semidura, y con la calentura que tenía mirando su cuerpazo y cara, sentí que en esa pieza podía hacer todo junto a ella.
- Bueno, vos te habrás dado cuenta que es la primera vez que estoy con una chica como vos, no sé que se supone que debo hacer para que vos acabés también… - sostuve.
- ¿Qué harías si tenés a una hembrita desnuda que te pide que la cogás? – preguntó Carla.
- Después de besarla y chuparle las tetas y su pancita, me metería con la lengua en su concha, mordería el clítoris, hasta sentir mi cara mojada de juguitos, y entonces jugaría con mi pija hasta metérsela y moverla hasta que ella acabe y luego largar mi leche caliente…
- ¿Y como la cogerías?, ¿vos arriba, abajo, los dos de costado…?
- Si sería una putita hermosa como vos, con tetas espléndidas como las tuyas, me acostaría con las piernas abiertas, la pija como un árbol, y la pondría arriba mío, para hundírsela en el culito mientras miro y acaricio los globos… - dije.
- ¡Dale!, probemos…
Estiró su delgado pero fibroso brazo izquierdo y tomo mi mano derecha para atraerme hacía la cama, me hizo acostar y ágilmente se sentó sobre mis muslos, con las rodillas flexionadas hacia atrás. La vista que tenía era estupenda, sólo vista en películas porno, como las tantas que había visto y me habían provocado tantos orgasmos: una cara armoniosa, boca golosa, cabellera negra larga, senos perfectos, cintura delgada, ¡y una pija grande como la mía a centímetros de mi pedazo! Todo me gustaba, y me asaltó el deseo de tomar con mis manos su pinchila, sentirla en dura y palpitante, pero reprimí mis ganas…
Carla se estiró y tomó un pomo de crema que estaba sobre la mesa de luz, extrajo un poco y se colocó en su culo y en mi pija, logrando calentarme más aún. Todo lo que sucedía para mi era una excitante novedad; hasta el momento, con mis 45 años, nunca había cogido con un gay, pues no me atraían, ni tampoco con una travesti, cuyas imágenes eran mis elegidas para pajearme. Lo que si había hecho muchas veces es ponerme tanguitas, dejar que se hunda el hilito trasero en mi culo, y darme duro; también me había sentado sobre zanahorias, pero nunca pude metérmelas completas pues más allá de dos centímetros dentro me hacían doler.
En ese momento se iba a concretar mi más ansiada fantasía, que superaba incluso los deseos de estar con una modelo de revista erótica: coger, revolcarme con una travesti hermosa, preciosa de cara, con cuerpo exquisito, ¡tetas perfectas y una pija grande!
Lentamente, Carla fue apoyando mi pija erecta en su culo, se separó los cachetes y la empezó a hundir en su agujero caliente y resbaloso. La sensación era maravillosa, incomparablemente mejor que entrar en una concha; por una parte su ojete me apretaba suavemente mi tronco, mientras que por otra mi glande recibía miles de cosquillas placenteras, mientras que mis manos se agarraban a unas tetas magníficas…
Carla gemía y mostraba gestos de dolor y placer, hasta que sentí que su culo descansaba sobre mis pelotas. En ese momento comenzó a moverse en círculos, tanto hacia derecha como a izquierda. Su pija, que mientras había recibido la mía se ablandó. Comenzó a crecer hasta estar en su plenitud, y debido a los movimientos de la cogida se bamboleaba para todos lados, como un árbol sacudido por el viento. Estaba extasiado culeándola, pero sentía muchos deseos de agarrar su pija…
Ella, que gozaba emputecida, se detuvo y me miró profundamente.
- ¿Vos me podés ayudar a acabar? – me preguntó.
- ¿Y cómo puedo ayudarte?, ¿no alcanza con mi pija dentro de tu culo o es chica para vos?
- Para nada amor, es la mejor verga que me ha cogido hasta hoy, pero necesito una ayudita…
- ¿Qué necesitás para largar tu leche?
- Que me agarrés la pija bien fuerte y me masturbés mientras tu pedazo lo gozo adentro… pero te aclaro, si acabó mi leche va a caer en tu vientre… sos un macho hermoso, y no te preocupés que por agarrar una pija no te harás puto…
Sus palabras fueron las que necesitaba para darle rienda suelta a mis deseos. Entonces estiré mi mano derecha y rodeé su miembro. Me encantó el contacto, era más lindo que cuando agarraba la mía y la movía para pajearme. Y empecé a moverla firme pero suavemente, agitándola rítmicamente, cambiando de mano, o dándole con una mano mientras con la otra acariciaba su glande, recogiendo los juguitos que largaba para mojar todo su pedazo.
Cuando sentí que estaba cerca de acabar dentro de su culo aumenté el ritmo, apretando su pija con fuerza, hasta que sentí que mi semen salía desde mi interior y avanzaba para derramarse. Carla se dio cuenta también y entonces se la sacó del culo y la colocó junto a la mía, y nuestras manos se unieron abarcando las dos pijas endurecidas mientras empezamos a gritar de placer y con una diferencia de dos segundos largué mi leche y luego ella hizo lo mismo. Los espermas saltaron y bajaron por las carnes duras, nuestros dedos, los huevos y vientres…
Ambos gritamos por las gozadas conjuntas, para luego abandonar nuestros cuerpos uno al lado del otro, sin dejar de apretar nuestras pijas.
Fuimos recuperando nuestras respiraciones, y en eso sentimos que golpean la puerta.
- ¿Carla?, ¿me podés abrir?; quiero hacerte una consulta urgente – dijo una voz de trava.
- Bueno, ya voy… - respondió ella.
La hermosa travesti se levantó, desnuda y con los restos de leche en su piel y caminó hasta la puerta, dejándome contemplar el maravilloso culo que había penetrado. Yo también me quedé desnudo, mientras ella abría la puerta. Vi que tres cabecitas se asomaban para mirarme el pedazo, pero Carla cerró la puerta tras ella y salió afuera de la pieza.
Habrá demorado 5 minutos y regresó. Se colocó a mi lado, de costado, y me besó apasionadamente. Luego se arrodilló sobre la cama y me dijo:
- Yanina, Micaela, Nancy y Yuli (las travas que habían estado con los varones) se pajearon escuchándonos, y me preguntaron, y me pidieron que te pregunte, si pueden entrar a mirarnos coger. La pendeja (por la morocha flaquita) fue más lanzada y me pidió participar, en un trío, quiere chupar tu pija y que le llenés su culito de leche… No se, depende de vos…
(Continúa)