Hice lo posible para que me tocara compartir habitación con Juan, cosa que logré fácilmente. Sabía que iba a tener oportunidad de verlo desnudo, pues como lo conozco desde hace tanto tiempo, nos hemos visto el uno al otro muchas veces desnudos. Yo sin embargo no puedo disminuir el placer de verlo así, al contrario cada vez me pone más caliente. Es que este muchacho tiene el mejor cuerpo que he visto, además su culo y verga son hermosos, son los 17 cm. de carne más bellos que pueden existir y aunque sé que su cara no es la más atractiva para mí luce con ese cuerpo como un dios en toda su integridad.
Llegamos al hotel, luego de asignar habitaciones, muy tarde, así que Juan se quedó en calzoncillos muy rápido y se durmió inmediatamente, habíamos viajado mucho y la temperatura estaba muy alta, además había que madrugar a entrenar. Yo, me hice el que me dormía y cuando lo sentí durmiendo profundamente, me levanté y saqué la linterna de mi maleta. Recorrí con la luz cada centímetro de su cuerpo y me atreví, pues sé que duerme muy pesado, a acariciar y besar su cuerpo. Pude por primera vez, palpar su bulto y oler todo su cuerpo, naturalmente mientras lo hacía me pegaba un pajazo.
Al otro día en la mañana, mientras Juan se bañaba en la ducha del cuarto, por una pequeña rendija puede ver que se masturbaba, esto me puso a mil, pero no pude hacer nada pues estabamos casi por salir y alguien podía verme. Solo me limité a verlo, moviendo ese pene hacia arriba y hacia abajo muchas veces. Lo hacía con rapidez, pues estabamos deprisa para irnos a las competencias. Lástima, como había gente cerca no pude ver si eyaculó o no, pero imagino que sí. En fin, pasamos todo el día con el grupo y yo deleite mi mirada con otros nadadores. Es que con esos pantalones de baño tan corticos se nos nota todo el bulto, es muy sabroso. Las otras tres noches que le siguieron a la primera pasó algo, lo acaricié y lo palpé mientras él dormía, siempre me masturbé. El día antes de regresar a nuestro país, el grupo de nadadores fue a las playas de Varadero, cerca de la La Habana. Yo no fui, pues ya había estado allí y quería descansar. Estuve todo el día solo, pensando en mi amigo Juan y ojeando sus cosas, particularmente su ropa interior.
En la noche cuando llegaron, Juan estaba muy quemado y me dijo que la había pasado genial, pero que estaba muy cansado. Hablábamos de las muchachas y de lo bueno que sería poder tener sexo con algunas de ellas. Yo siempre le he ocultado mi tendencia a Juan así que siempre me habla sin tapujos. Como a las 11 de la noche Juan se fue a dormir y roncaba profundamente. Yo me jugué el todo por el todo, lo acaricié, pero esta vez le bajé, con dificultad y lentamente, el calzoncillo casi hasta las rodillas. Pude ver esa verga erecta, de 17 centímetros en todo su esplendor. Me la eché a la boca, muy despacito, bajé su cuero y la chupé por todos lados, pues yo sé que cuando a uno se la chupan sino se aprietan los labios no se siente casi nada, de todos modos era un riesgo altísimo. Chupé ese pene hasta la saciedad, olí su pubis velludo, metí mi nariz en él, chupé sus testículos y tuve un orgasmo espectacular, siempre a oscuras y en silencio, ayudado por mi espectacular mini linterna comprada en Miami.
Como a eso de la 1 de la mañana yo no podía dormir y otra vez estaba caliente. Me levanté nuevamente y miré a Juan, esta vez él dormía boca abajo. Acaricié sus nalgas y le bajé otra vez el calzoncillo. Fue más difícil que la primera vez, pues estaba boca abajo y si se lo bajaba brusco podía despertarlo. Solo lo puede hacer hasta un poquito abajo de las nalgas, pero lo suficiente para apreciar esas hermosas nalgotas, blancas con pocos pelos. Olí su culo, y abrí las nalgas, quería ver su ano. Lo logré. Lindo, como todo su cuerpo y noté que tenía arena de la playa. Metí mi nariz entre sus nalgas y con mi lengua limpié su ano y lo chupé como 15 minutos. Luego saqué un poco de aceite de mi maletín y apliqué en mi dedo. Ese dedo entró delicioso, hasta el fondo y él ni se inmutó. Le metí tres dedos de mi mano, uno cada vez, chupándolo todo el tiempo. Nuevamente tuve un orgasmo bestial. Acomodé su calzoncillo lo mejor que pude y me fui a mi cama. Que buena suerte que este muchacho duerma como un oso. Ya muy cansado me dormí y al otro día temprano regresamos a nuestro país. No gané ninguna medalla en las pruebas, pero si me traje el mejor trofeo de Cuba, el cuerpo de mi amigo Juan. Fue una semana deliciosa, aún me sigo viendo con él, y a veces me pregunto si el no se habrá dado cuenta de nada de lo que le hice.