Mi jefa estaba tratando de cerrar un acuerdo para una oferta en exclusiva en un lujoso hotel de París frente a la torre Eiffel para toda la temporada, pero tenía que ir en persona... el problema es que ella no sabía francés y debía cerrar el contrato en el idioma, así que me envió allí. A punto de embarcar, veo a Quique con sus maletas. Su culito apretado se marcaba en los vaqueros y me sonreí.
Sofía le había dicho que viniera conmigo para practicar y ver las calidades del nuevo hotel.
Lo pasamos muy bien en el viaje, charlando como siempre. Y tras un largo día tratando de negociar las condiciones conseguimos nuestro objetivo. Maximilien, estaba tan contento que nos ofreció cambiar nuestras habitaciones por la suite principal para que dsfrutaramos de todo el confort que podían ofrecer. Al principio yo iba a negarme pero Quique acepto sin pensarselo dos veces (es enorme y tenemos confianza, mujer, aprovechemos... y me guiñó uno de sus profundos ojos turquesa) Cómo negarse...
Tras una estupenda cena, subimos a la suite. Yo me quité los tacones y me acerqué al enorme balcón para contemplar las luces de París. Llovía y la torre Eiffel se erguía ante mí apuntando al cielo. Un fugaz pensamiento me borró la sonrisa, recordé cuanto deseaba viajar con Javi a París y cómo al final nunca llegamos a hacerlo. Una lágrima se me escapó y una de mis manos fue a pararla, pero se encontró con los labios de Quique que besaba mi mejilla y me rodeo desde atrás con sus fuertes brazos (corazón, no llores... París está preciosa esta noche, como tú, no pienses otra cosa)... susurro en mi oído esas palabras y a mí me parecieron tan deliciosas que creí derretirme.
Mi mano correspondió su gesto con una caricia, lo miré a los ojos y susurré (siempre sabes que decir, ¿no es cierto?) me sonrió y me abrazó más fuerte.
Mi mente suspiraba... Ay, Quique, no me sueltes esta noche... necesito sentirme así... No sé si leyó mis pensamientos o es que acaso lo dije en voz alta... pero de repente mi piel se erizó con el tacto de sus cálidos labios en mi nuca. Lo último que dijo esa noche vino a continuación... (Elena, hace mucho que te deseo, dejame ser tuyo esta noche y haré que seas mía) Antes de darme cuenta mi vestido se deslizaba hasta mis tobillos y Quique besaba mi cuello mientras sus manos se fundían en mí con una caricia dulce y cálida. Con sumo cuidado desató mi sostén y mis pechos surgieron firmes, deseosos de sentir sus manos. Mi respiración se agitaba y sentí sus labios sobre los míos con una pasión que no recordaba haber sentido nunca. Doucement... despacio sus manos se deslizaron hasta mis caderas y subió deslizandose hasta mis senos. Mis pezones estaban duros y sus dedos los apretaban con firmeza pero con ternura... mis braguitas estaban totalmente empapadas. Me sujetó las muñecas y las llevó tras mis nalgas. Sentí su pene erecto y palpitante deseando que lo sacase de su prisión y lo liberé mientras él introducía una de sus manos entre los labios de mi sexo para acariciar mi clítorix totalmente excitado. Estabamos desnudos, acariciandonos frente al balcón y en ese frenesí me llevó unos pasos para atrás y se tumbó en la cama conmigo encima sobre él. Con ambas manos separó mis piernas y comenzó a introducir uno de sus dedos en mi vagina muy muy suave, su pulgar acariciaba mi clítorix y otro de sus dedos se introdujo en mí... yo ya no suspiraba, gemía de placer y me sujetaba mis senos con ambas manos... cuando llegué al orgasmo se sentó en la cama sosteniendome por las caderas y sentí la cabeza dura de su miembro a punto de penetrarme... pero él me deslizó sobre ella acariciando todo mi sexo antes de sentarme sobre él. Lo sentí fuerte y viril, dentro de mi, nada que ver con el chiquillo inocente que me parecía siempre. Con cuidado me volví frente a él y comencé a subir y bajar mis caderas con sus manos en mis nalgas. Me miraba serio, clavandome sus ojos en los míos como tratando de fuera bien consciente de que era él y ningún otro hombre el que me hacia sentir asi... (CONTINUARA)