Aisha
( Relatos Heterosexuales )


Había decidido viajar por aquella zona de este lejano país en busca de los rostros que desde hacia algún tiempo quería fotografiar. En toda aquella basta región, desde la época colonial, sus pobladores se han dedicado al cultivo del cacao. En su mayoría son gente de raza negra, descendientes del los antiguos esclavos traídos de África para el duro trabajo de esta exuberante y calurosa selva tropical. Mientras avanzaba en la estrecha carretera, podía disfrutar de las robustas mujeres que deambulan por las orillas del camino. Disfrutando de su especial cadencia sus caderas. Mujeres de piernas largas y carnes firmes cuya piel oscura y lustrosa, brilla bajo el sol tropical. Con seguro paso se desplazan con determinación elevando sus brazos para sostener la carga sobre sus cabezas. En cada irregularidad del camino, sus senos brincan turgentes bajo la delgada y escasa tela que visten como la mejor manera de combatir el calor de estas tierras. Al verlas puede uno presentir el aroma que emana su piel de bronce castigada por el sol.
        Disfrutando de tan hermoso paisaje estaba cuando un atronador ruido en el motor de mi auto me obligó a detenerme a un lado de la carretera. Me bajé con prisa, y al abrir el cofre, una inmensa humareda me anunció que la situación de mi auto era bastante seria. Mire alrededor en busca del algún aldeano que pudiera ayudarme, pero la visión era desoladora, no lograba descubrir en ese trecho del camino ningún signo de civilización, todo era exuberante vegetación tropical. Después de asegurar el auto, tomé mi equipo fotográfico y me dispuse a caminar en busca de la población más cercana.
        Después de avanzar un par de kilómetros mi ropa estaba empapada de sudor, era pleno mediodía y el día estaba en su momento más caluroso. De pronto me percaté de una pequeña vereda que zigzagueante   penetraba en la espesura de la selva y supuse que me llevaría por lo menos alguna aldea. No había caminado mucho tiempo cuando pude divisar una pequeña columna de humo tras unos arbustos, a unos minutos de camino. En efecto, al llegar me encontré con una humilde cabaña, junto a lo que parecía ser un granero y otras instalaciones agrícolas, rodeada de algunas animales de corral.

_Buenas tardes_   grite varias veces, pero no recibía respuesta. _ ¿Hay alguien que pueda ayudarme por aquí?
        La pequeña casa apenas tenía un paño de tela colgando a manera de puerta. Corrí un poco la cortina para asomarme y al no ver a nadie, entre. En su interior aun permanecía encendido un pequeño fogón, con un par de viejas hoyas todavía humeantes, alguien había estado cocinado hacia apenas unos instante, lo que me hizo presumir que la persona que allí habita se había asustado con mis gritos.

_No tema por favor, solo necesito algo de ayuda, ya que mi auto se averió._continué gritando sin recibir respuesta.

        Repentinamente el recinto se iluminó a mis espaldas, alguien había corrido la cortina de la entrada y al voltearme descubrí una figura que se recortaba a contraluz en el vano de la puerta del rancho. Mis ojos no podían creer lo que estaba frente a mí. La delgada figura de una joven negra, aun sostenía la deshilachada cortina con un largo y bien torneado brazo. Sin decir palabra, entró dejando caer de nuevo la tela, volviendo a quedar en la penumbra. Una vez que mis ojos se acostumbraron a la precaria iluminación interior, pude detallar lo que tenía frente a mí:   Una joven que debía tener no más de veinticinco años de edad, su cuerpo era delgado, sus piernas largas, una cintura estrecha que remataba en una espaldas anchas y algo huesuda. Al aproximarse, logré ver un rostro de nariz pequeña y ojos almendrados color de miel. Al descubrir mi inocultable asombro, esbozó una sonrisa con unos labios carnosos dejando ver una dentadura perfectamente blanca. Llevaba el cabello casi rapado lo que permitía apreciar una cabeza que armonizaba con un cuello largo y estilizado. Pero lo mejor de todo era que iba vestida con un sencillo atuendo: una bata cuya tela dejaba transparentar unos senos de mediano tamaño pero increíblemente erectos, como dos frutas que colgaban maduras y jugosas esperando ser degustadas, rematados en unos oscuro pezones que la delgada tela no podía ocultar. Una digna representante de su raza, una escultura de ébano, una diosa africana.   

        Mi primera reacción fue tratar de explicar mi presencia en lo que parecía ser su casa
Y me deshice en disculpas por mi intromisión.
_ En realidad no fue mi intención entrar…
_ No se preocupe, aquí las noticias corren rápido, y alguien me advirtió que usted estaba en dificultades con su auto…
_ Caramba, me sorprende como corren las noticias en este lugar tan despoblado, pero, ¿Cree usted que pueda ayudarme?, ¿Hay alguien por aquí que pueda llevarme a la población más cercana en busca de un mecánico?
_Bueno, la verdad es que ahora no hay nadie por aquí para ayudarlo, mi padre salió para el monte y no viene hasta el lunes, tendrá que esperarse.
_ ¡Esperarme! ¡Hasta el lunes! Pero ¿como?
_Si, lo siento_ respondió la muchacha con una sonrisa picara que me sorprendió aun mas.
_y por aquí ¿no pasan autobuses?, o cualquier otro transporte que pueda llevarme hasta el pueblo
-No hasta el lunes_ volvió a responder pero esta vez dejando escapar una carcajada que no se preocupo en contener.
_ ¿y que le causa tanta gracia? _le pregunte a la muchacha casi enojado_
_Nada, disculpe… es su manera de vestir… con este calor. No se preocupe, si quiere se puede quedar aquí, lo puedo acomodar en el granero junto a los animales.

- ¿Aquí? No quiero causarle molestias_ dije esto por pura formalidad porque la verdad que la idea de permanecer en aquel lugar con aquella belleza nativa, prometía una ser una emocionante aventura

_ No se preocupe, no es ninguna molestia, usted no se ve una mala persona y… bueno, la verdad es que, esto por aquí es bastante aburrido_ dijo la joven descubriendo un poco una de sus provocativos muslos al levantar algo su vestido para liberarse del asfixiante calor del lugar.

_Por cierto, ya que me voy a quedar aquí en su casa, me encajaría saber su nombre…
_ Aisha, como mi abuela, que era africana, eso me decía mi madre.

Dijo esto la joven dándose la vuela para salir de lugar dejándome ver unas deliciosas nalgas, firmes y elevadas hacia al cielo y que vibraban con cada paso que daba.
_Espere, ¿a donde va? Mi nombre es Carlos… Carlos Meyer, 35 años, fotógrafo de profesión y trabajo para una revista…

_ Encantada, ahora voy a prepararle el lugar para dormir antes de que se vaya la luz del día, como verá aquí se va la luz a cada rato. Ah…y luego voy a buscarle una toalla para que se de un baño, tiene usted un aspecto terrible, está sudando como un marrano.

        Diciendo esto desapareció dejándome allí parado en medio de la pequeña cabaña con mi rostro empapado de sudor y de asombro. Comenzaba a pensar en la suerte que había corrido al averiarse mi automóvil. Absorto en estos pensamientos estaba cuando la voz de Aisha me trajo a mi calurosa realidad.
_ si quiere recuéstese un rato aquí hasta que pase el calor _ dijo Aisha señalando una hamaca que estaba colgando en un pequeño caney junto a la casa. _yo lo despierto para la hora del baño._
        La verdad era que el calor me tenía agotado y sin decir palabra me descalce, me abrí la camisa un poco y me acosté. No paso mucho tiempo para que me quedara profundamente dormido.

No se cuanto tiempo paso, pero me despertaron la sacudidas de Aisha a la hamaca.

_Señor, despierte, venga, venga para acá ya es hora de que se levante.

Al abrir los ojos me encontré a mi bella anfitriona con los brazos cargados de algunos objetos.

_ Aquí tiene, toalla, jabón y algo de ropa de mi padre, no es muy fina pero, por lo menos es más fresca que eso que lleva puesto. Venga conmigo y le muestro.

        Caminamos unos metros por detrás del granero y me llevo hasta el “cuarto de baño” No era mas que tres paredes de madera, y una cortina de tela liviana a manera de puerta. En su interior un pequeño piso de cemento pulido con una improvisada regadera que colgaba al final de una manguera. Afuera del tarantín, un pequeño y destartalado banco de madera.
_Aquí _ refiriéndose al banco_ puede dejar la ropa sucia que yo la vengo a buscar después. Y apúrese que ya no nos queda mucha luz…

        Diciendo esto la muchacha desapareció de mi vista, momento que yo aproveché para comenzar a desvestirme. Una vez que estaba completamente desnudo procedí ha darme el ansiado baño. A pesar del calor, el agua estaba a una temperatura fresca y agradable. En el momento que estaba enjabonándome, me sorprendió la voz a Aisha detrás de la sencilla cortina.

_ Cuando termine, lo espero en la casa para que se coma algo, que debe tener hambre. Ah, me llevaré esta ropa para lavarla_ Dijo la muchacha, pero note algo de picardía en su voz, ya que la cortina era lo bastante transparente como para verme.
_ Gracias, ya voy a terminar _ dije con evidente nerviosismo en mi voz, a lo que la muchacha contesto con una risita entre dientes_
_ No se apure, mire que el agua esta muy sabrosa, y al cuerpo hay que darle lo que pide.

        Estas palabras comenzaron a inquietarme, la verdad era que la muchacha además de su belleza, tenía una picardía natural que resultaba poderosamente sensual. Mi cuerpo comenzaba a dar las respuestas propias de estar completamente desnudo a escasos centímetro de una mujer como esa.


        La indumentaria que me escogió Aisha consistía: en un pantalón de dril, apenas amarrado con una cinta de la misma tela, y una franela sin mangas muy propia para el clima. Aisha se excusó   no podía facilitarme ropa interior. Situación que me pareció, además de razonable, añadía más sensualidad al momento. Una vez vestido, me dirigí a la cabaña. Al acercarme pude percibir el aroma de la comida. Al entrar encontré a la muchacha junto al pequeño fogón.

_Siéntese_ me indicó señalándome una mesa de cuatro puestos recostada de la pared con dos sillas de cuero de chivo._ le apetece tomarse una cerveza, esta bien frías, son lo mejor para el calor, dice mi papá._ y sin esperar mi respuesta fue a una vieja nevera y extrajo una botella que destapo con un destapador pegado a la pared del rancho.
_Por supuestos, gracias, dije sentándome.

        La muchacha sirvió un suculento plato de una espesa sopa y se aproximó a la mesa por detrás de mí. Su brazo pasó junto a mi cabeza dejando su axila a pocos centímetros de mi rostro. Su olor corporal llego a mi nariz   y estremeció todo mi cuerpo, era un olor dulce y fuerte, que me resultó definitivamente delicioso. Ese olor natural de las mujeres de su raza, toda su oscura y brillante piel, parecía despedir ese aroma que me resultaba tan excitante. Aisha notó que mi respiración se agitaba y dejó escapar una sonrisa.
_ Veo que le gusta el aroma…
_Perdón_ dije con evidente nerviosismo, al sentirme delatado.
_ Espero que le guste también el sabor… de mi comida, quiero decir_ contestó Aisha acercándoseme aun más, casi rozando su boca con mi oreja, pero inmediatamente se alejo diciendo.
_ ¿Quiere otra cerveza?, esto se pone cada vez mas caliente, ¿no le párese?
_Si, gracias… si en realidad hace mucho calor._ yo comenzaba a sudar nuevamente
La muchacha busco dos botellas y con notable agilidad la destapó. Las puso en la mesa y se sentó frente a mí con su cerveza en la mano. Sus ojos brillaban, su rostro apenas iluminado con agonizante luz de la ventana se veía aun más bello, su vestido transparentaba parte de su torso y sus senos ayudado con la luz del atardecer. De no haber sido porque realmente tenía mucha hambre, aquella mujer sentada frente a mí, era para quitarle el apetito cualquiera.
_ Por favor, coma, no me va ha despreciar la comida que le preparé con tanto cariño.
_ No, disculpe, pero es que me distraje con su…
_ coma, coma, y no hable más.

        Después de la cena, nos sentamos afuera, frente a la cabaña, en un pequeño corredor. Aisha trajo un viejo mecedor. Justo en el momento de sentarse, juntó sus dos manos para doblar su vestido entre sus piernas, lo que le daba la libertad se sentarse con estas bastante abiertas. Sus ojos se clavaron en los míos. Después de tomarse un largo trago de cerveza sin desviar su mirada, la muchacha comenzó a mecerse.
_ Disculpa que te haga esta pregunta_ dije tratando de romper el hielo_ tus modales, tu manera de hablar, muchas cosas que veo en ti, no son de una muchacha del campo.
Después de regalarme una de sus hermosas sonrisas y tras un breve silencio…
_Tiene usted razón, yo me eduqué en la ciudad, viví allá con mi abuela materna, pero después que mi madre murió me vine acompañar a mi papá.
_Pero, aun siendo educada en la ciudad, conservas esa frescura de la gente de tu raza
_ ¿le parece? ¿Puede ser mas explicito?
_ bueno, quiero decir, tu belleza, tu gestos, tu manera de caminar… no se como explicarlo, la verdad…
_ No se preocupe, se lo que quiere decir_ diciendo esto se puso de pie y fue hasta un viejo madero que hacia de pilar del pequeño corredor. Allí se detuvo dándome la espalda. Al fondo una bombilla proyectaba sobre su cuerpo la luz, entonces pude detallar la silueta de su delgado y hermoso cuerpo. La delicada curva de sus caderas, su espalda, sus hombros anchos y sus brazos largos y bien torneados. Su estilizado cuello rematado en una sólida cabeza rapada que le daba un aspecto exótico, casi mágico. Estaba ensimismado, yo diría que embriagado por aquel espectáculo, de repente girando sobre si misma, la muchacha se dirigió a mí con tono casi autoritario.


_ Todavía se le ve cansado, creo que debería acostarse,   cuando quiera le preparo la hamaca en el cobertizo._ Dijo Aisha
_Si, la verdad estoy muy cansado, estoy viajando desde la madrugada, y estas cervezas me están dando sueño.

        Aisha me llevó hasta el cobertizo, allí estaba colgada la hamaca cubierta con un viejo mosquitero emparchado por todos lados.
_Bueno hice lo mejor que pude, mi papa y yo no estamos acostumbrados a recibir invitados con mucha frecuencia.
_Gracias, esteré bien, ya has hecho mucho por mi.
_ No, por favor, no ha sido nada… sin dejarme contestar y saliendo del lugar dijo acompañado de una sonrisa que ya conocía: _ Quien sabe, a lo mejor, yo podría hacer más por usted.

        Con ese último gesto me dejó acostado en mi hamaca, iluminado escasamente por una vieja lámpara de kerosén. Preferí dejar la puerta abierta por el calor y quitarme la camisa. Me quede dormido pensando en la hermosa escultura de ébano.

        No se cuanto tiempo habría pasado, pero me despertaron unos pasos en las afueras del cobertizo. Fue entonces cuando me di cuenta que desde la puerta se veía perfectamente el tarantín que fungía de sala de baño. Era Aisha que se dirigía a darse una ducha. Llevaba una lámpara en la mano derecha y algo de ropa en la otra. La muchacha corrió la cortina y colgó la luz en el tubo de la ducha. Yo no podía creer lo que veía: el Angulo de la luz, mas la tela como pantalla, proyectaba hacia mi, la figura de la muchacha, como un sensual espectáculo de sombras chinescas.
Aisha, puso la tolla sobre el pequeño banco de la entrada, y comenzó a desvestirse. Con infinita delicadeza bajo un tirante de uno de sus hombros, luego cuando soltó el otro, el sencillo vestido fue cayendo al suelo ayudado un poco por sus manos en la zona de las caderas. Después comenzó a quitarse su ropa interior con igual delicadeza, pero esta vez mi corazón dio un vuelco cuando al recogerlas, y antes de depositarlas en el banco,   se las llevó a la nariz aspirando su aroma justo en el lugar de la entrepierna.
        Que no hubiera dado por sentir ese olor que desde allí casi podía percibir. Con ese solo gesto hubiese bastado para desvelarme, pero lo mejor estaba por venir.
         Aisha entró en el estrecho lugar para bañarse, corriendo tras de si la cortina. Abrió la ducha y por un rato dejó que el agua acariciara su cuerpo. Seguidamente se agachó para recoger el jabón y, en una especie de danza, empezó a enjabonar su tersa piel de chocolate lentamente. Emprendió su sensual ritual por sus delicados pies, siguió subiendo a través de sus largas y firmes piernas hasta llegar a sus muslos. Luego continuó con sus caderas, sus redondas   nalgas, demorando su caricia para pasar su mano entre ellas, deslizando con la espuma, al momento que empinaba aun más su turgente trasero probablemente producto del placentero cosquilleo que le causaba en su ano. Su estrecha cintura ondulaba al pasar sus manos por los flancos de su torso hasta llegar a sus pechos. Ahora, sus manos comenzaron a enjabonar sus senos, acariciando con suavidad ambos a la vez. Desde ese ángulo los podía apreciar de perfil, eran de mediano tamaño, y sus aureolas se pronunciaban hinchadas como dos pequeñas copas rematas en dos rígidos botones que miraban al cielo. Al contacto de sus dedos creí notar su instantánea erección. Para ese momento ya no podía distinguir entre la alucinante realidad y la fantasía que aquella muchacha negra estaba despertando en mí, pues, estaba seguro que aquella belleza de ébano, me estaba ofreciendo un enloquecedor espectáculo, conciente de que la observaba desde la oscuridad de mi improvisada habitación.
                Sus manos de finos y largos dedos, siguieron por el camino de su vientre hasta llegar a su ombligo. Espero unos instantes con la deliberada intención de prolongar aun más mi agonía. Muy lentamente sus dedos tomaron el camino de sus pubis, descendiendo despacio, muy despacio, mientras cimbraba hacia atrás la espalda y el cuello en un gesto de gracia casi felina. Sus dedos hicieron presión en su entrepierna, al cual su cuerpo respondió con un pequeño espasmo que la obligo a enderezar su cuello hacia delante nuevamente. Allí con la punta de sus dedos, comenzó muy lentamente, un movimiento circular sobre su henchido botón.   Al cabo de unos segundos, que me parecieron eternos, aumento el ritmo de su caricia hasta convertirse en un verdadero frenesí sobre su palpitante sexo, que finalizó con repetidos espasmos acompañados de ondulaciones de   su delgado torso. Luego de una pausa, seguramente para recuperar el aliento, su mano se dirigió hasta su rostro, y después olfatear el aroma impregnado en su mano,   introdujo el dedo medio   en su boca, relamiendo con descaro sus propios jugos.
        Al salir, se envolvió en una toalla y al pasar frente a la puerta del granero.
Me dijo en vos casi imperceptible:
_Que tengas buenas noches Carlos, espero que pueda dormir bien…


        El aroma de lo que parecía ser un delicioso desayuno me despertó. Después de asearme en la misma ducha que había servido como escenario del erótico espectáculo de la noche anterior, me encamine a la cabaña. Al entrar, me encontré a la joven, terminado de servir el desayuno en la pequeña mesa de comer. Su atuendo me dejó sin palabras. Llevaba un “short” de color naranja y una franelilla rosado pálido que dejaba afuera todo su delgado vientre de chocolate. Calzaba unos viejos zapatos deportivos sin calcetines. Estaba de espaldas a mí, y al girarse, pude notar que no llevaba ropa interior, ya que su monte de venas, se pronunciaba claramente   a través de la delgada tela de sus pantalones cortos. De hecho, la tela se encajaba profundamente en su entrepierna, definiendo claramente sus labios vaginales.
_Buenos días_ apenas alcance a decir con notable inquietud en mi voz
_Buenos días, Carlos, espero que halla descansado, se veía usted muy mal ayer... quiero decir, muy cansado._ la joven mantenía ese tono divertido, que tanto me gustaba
_ Si, gracias, me siento mucho mejor, ya estoy recuperado para lo que sea_ respondí con algo de picardía también.
_Ya veo, se ve usted muy bien, espero que le guste el desayuno que le preparé.
_Huele delicioso, y estoy seguro que debe saber mejor._dije insinuante recordando su actuación de la noche_ ¿me imagino que me acompañaras a saborearlo?
_Por supuesto, me levanté que muchísimo apetito_ dijo tocando su vientre plano y desnudo y regalándome una sonrisa mostrando su dentadura enmarcada en esos carnosos labios.

Después de desayunar Aisha me trajo unos bermudas de caqui y una raída camisa de algodón bastante fresca.
_Póngase esto, que hoy va hacer un día muy caliente, le espero aquí, que quiero llevarle a que conozcas los alrededores. Traiga su cámara, quizás consigas algo interesante que fotografiar
_Esta bien, vengo enseguida, pero podríamos dejar el trato tan formal _dije mientras me retiraba al granero para cambiarme. Me respondió con una sonrisa.
_Tiene razón,   así será.

        Mientras me desnudaba no podía calmar mi ansiedad ni me incontenible erección, por saber que tenia preparado para mi la enigmática muchacha. Tuve que esperar algunos minutos para calmar mi excitación.

_Aquí estoy dispuesto a empezar la aventura_ dije entusiasmado_ listo para dejarme guiar por ti, haré lo que me digas.
_Claro que lo harás, y espero que bien… _al momento que llevó su mano a la boca para contener la risa.

        Antes de salir Aisha tomo un pequeño bolso tejido de tela y se lo colgó terciado en su espalda. Caminamos por largo rato por una vereda que penetraba en el bosque. Ella iba delante y yo no podía quitar la mirada de su escultural cuerpo moreno. El calor nos hacia sudar a mares y su piel brillaba esplendorosa perlada de sudor. Su espalda ondulaba al ritmo de sus caderas, sus muslos, aunque delgados, se marcaban sus músculos con su paso delicado pero seguro. Sus senos brincaban al verse obligada a saltar algún tronco atravesado en el camino. Una insipiente mancha de humedad comenzaba a crecer entre sus nalgas producto del sudor que escurría por su espalda. Llevábamos casi una hora caminado y disfrutando del paisaje, nos fuimos aproximando a una montaña. Aisha   me iba indicando con su mano y yo inmediatamente iba haciendo fotografías de todo aquel hermoso y exótico lugar. Unos minutos mas adelante comencé e a escuchar lo que paresia ser una caída de agua. Allí el camino se hacia tan estrecho hasta casi desaparecer entre la espesa vegetación. De pronto, el camino dio paso a una hermosa cascada que caía sobre una pequeña laguna.
_Bueno hemos llegado, ¿Qué le parece?_pregunto Aisha con su incomparable sonrisa.
_Es increíble, me dejas sin palabras.

        La muchacha me dirigió una sonrisa, y sin decir palabras se despojó primero de su franela y luego, muy lentamente y con algo de trabajo, de quito el short quedando completamente desnuda ante mi. Mis ojos recorrieron su cuerpo de arriba abajo. Era una muchacha increíblemente hermosa, digna representante de su raza, su belleza superaba mi imaginación. Desde su cabeza rapada, su cuello largo y estilizado,   sus senos elevados,    su figura delgada y a la vez de curvas armoniosas. El   vello de pubis, escaso y sus labios menores y el capuchón del clítoris, se pronunciaban un poco fuera de los mayores. Al ver mi rostro que no hacia sino admirarla complacido, caminó hacia mí hasta quedar muy junto, muy cercanos, su boca a escasos centímetros de la mía. Podía sentir el exquisito aroma que despedía su piel después de caminar entre la selva. El olor de sus axilas, un olor penetrante y dulce a la vez. Su carnosa boca, casi rozaba la mía. Su mirada de miel se clavo en mis ojos. Así permanecimos por unos instantes hasta que sus dedos comenzaron de desabotonar mi camisa y lentamente me despojó de ella. Lo mismo hizo con mis bermudas hasta quedar completamente desnudo.
        Entonces Aisha poso sus grandes labios de negra sobre los míos y sin darme tiempo a reaccionar, introdujo su lengua en mi boca frotando y succionando de manera casi salvaje. Yo le respondí devorando la suya, mordiendo sus labios y su lengua, saboreando su saliva con desesperación. Seguidamente comencé descender por su cuello respirando profundamente el aroma de su cuerpo empapado en sudor. Quería dibujar un mapa a través del aroma de su piel de bronce, inhalar los exquisitos olores de los más recónditos rincones de su cuerpo, ahora tembloroso por la excitación.
         Llegué hasta sus redondeados hombros, baje por sus axilas, con su penetrante perfume natural, que excitaba cada vez más mis sentidos. Me detuve extasiado uno de sus senos, que apenas, al rozar mi lengua, endureció sus negros pezones y la muchacha dejó escapar un leve gemido. Luego lentamente trace una ruta siguiendo mi olfato, hacia su vientre. Su piel   tenia un delicioso sabor algo salado, mi nariz se deleitaba aspirando con fuerza el bálsamo que desprendía por cada uno de sus poros. Introduje mi lengua en su ombligo a lo que ella respondió con una risita juguetona. Y cuando me dirigí hacia su pubis, guiado por un exquisito bálsamo, Aisha me detuvo levantando mi cabeza hasta que nuestros ojos quedaron frente a frente. Con voz plena de deseo me dijo.
_ Espera, no tenemos ninguna prisa _ Buscó en su bolso y extrajo una botella aceite corporal, y comenzó a untarse todo su escultural cuerpo. Comenzando por sus hombros y brazos, luego el cuello y el rostro, siguiendo por su piernas y muslos hasta llegar a su vientre completamente plano. Allí se detuvo bajando su mano para con delicadeza vertiendo aun mas aceita sobre su pubis que corrió hacia abajo hasta llegar a su vulva . Con su mano comenzó a untar sus labios abriéndolos con la deliberada intención de mostrar su rosado interior. Aisha me ofreció el tarro.

_Por favor, me ayudas con la espalda…

Las manos me temblaban de deseo. Vacié el resto del aceita en su espalda el cual enseguida tomo el camino entre sus nalgas. Comencé a frotar sus hombros, su delgada cintura y mi mano comenzó avanzar por su espalda hacia su pronunciado y redondo trasero. Mis dedos penetraron entre sus bronceadas nalgas a lo cual ella lo empino aun más, sosteniendo su inquietante mirada sobre mi cuerpo desnudo. Mi dedo encontró en su camino su apretado ano, que al, a penas rozarlo, comenzó a palpitar con evidente deseo de ser penetrado. Haciendo círculos sobre su esfínter oprimí hasta que sin dificultad comenzó a entrar. La muchacha emitió un leve quejido de dolor, al cual yo retiré con cuidado para volver a introducirlo lentamente, pero esta vez, la respuesta fue un gemido de placer seguido de las palpitaciones de su esfínter que engullían mi dedo. Sus caderas comenzaron a moverse lentamente. Entonces la lleve con mi mano para que se agachara y posara sus manos y sus rodillas en la tierra quedando su ano completamente expuesto y a mi disposición. Lentamente acerque mi nariz a su hoyuelo y inhalé su penetrante aroma, una mezcla de sudor, leve olor a restos de orine y fluidos vaginales, que me resultaron extremadamente excitantes. Seguidamente me abalancé   como un loco explorando con mi lengua su interior, al cual ella respondió, ahora con verdaderos gritos de placer. Aisha movía sus caderas con frenesí arqueando hacia arriba y abajo en busca de más penetración pero mi lengua tenia sus limitaciones. Entonces con voz desesperada me suplicó.
_ ¡Clávamelo! Clávamelo hasta el fondo, por favor, te lo suplico, no me tortures más.
        Tome sus caderas con ambas manos y puse sus rodillas en la arena, ella se dispuso como una perrita a recibir la envestida. Terminé de vaciar el aceite en mi miembro enrojecido, que estaba a punto de estallar, y coloque mi glande en su ano empujando poco a poco. Pero Aisha no estaba dispuesta a espera y de un solo envión se vino hacia atrás enterrándose mi pene hasta el fondo. Un grito de dolor y placer se escuchó por toda la selva. Se quedó quieta unos instantes para recuperarse, y lentamente comenzó a menear sus caderas de manera deliciosamente rítmica. Alternado movimientos circulares con envestidas hacia atrás y adelante. Su esfínter palpitaba sobre la base de mi pene. Entre gemidos de placer me suplicaba que se lo metiera mas adentro. Yo me aferraba con amas manos a sus caderas. Su mano buscó con desesperación su clítoris y comenzó a masturbarse para añadir más placer. Nuestros cuerpos empapados en sudor, se resbalaban uno contra el otro en un mar de fluidos que se mezclaban impregnando el aire de olor a sexo. Con un desgarrador grito de ambos alcanzamos el orgasmo, tumbándonos   exhaustos en la arena. Allí permanecimos con el rostro bañado por el sol, mirando la copa de los arbolas, en completo silencio. Solo se escuchaba nuestra profunda y acompasada respiración,    el canto de las aves y el sonido del agua al chocar con las piedras del riachuelo.   No se cuanto tiempo nos quedamos dormitando. Pero me despertó la voz de Aisha, sacudiendo mi rostro.

_ ¡Vamos! ¿Que esperas?, el agua esta deliciosa…

        Corriendo se zambulló en la pequeña laguna. Sin perder tiempo corría a su lado, pero al intentar abrazarla se sumergía y aparecía por otra parte mostrando su impecable dentadura blanca. Ahora con el cuerpo mojado, con los restos de aceite, lucia aun más sensual y su juego me estaba llevando a la locura. Yo trataba de atraparla, y ella se escabullía con impresionante agilidad, hasta que decidió salir del agua y tenderse en la orilla Al llegar a reunirme con ella, se estiro como una gata y abriendo sus piernas me mostró su vulva rosada que hacia un contraste hermoso con su piel profundamente oscura. Su sexo estaba visiblemente excitado nuevamente, sus labios mayores se abrieron para dejar ver la entrada de su vagina que comenzaban emanar un abundante fluido transparente y viscoso. Sus labios menores se pronunciaban hacia afuera brillando de humedad. Su clítoris se asomaba henchido y colorado. Su ano aun se encontraba un poco dilatado.

_Ahora sabrás si te gusta tanto su sabor como su aroma_ me dijo Aisha, al momento que su lengua humedecía sus grandes labios.
        Me aproximé todo lo despacio que pude, ahora era yo, quien la haría sentir el suplicio que me inflingió la noche anterior. Me incliné sobre su entrepierna, aspire lenta y profundamente el aroma que emanaba de su sexo. Era un olor denso, poderosamente excitante al que mi miembro reaccionó de manera instantánea con una nueva erección.

        Aisha posó ambas manos mis hombros. Entonces, deslice la punta de mi lengua, apenas rozando la piel de su ingle, cerca, muy cerca de los labios mayores. Al menor contacto, la joven dejo escapar un leve gemino de placer. Sus manos apretaron mi piel con fuerza clavando sus largas uñas. Esta vez decida pasar mi lengua por su oscuro capuchón, desnudando un poco su clítoris que ya para ese momento, estaba completamente erecto. En ese instante su vulva chorreante, comenzó a latir frenéticamente. Entonces me posé mis labios completamente sobre la entrada de su vagina succionando sus líquidos e introduje mi lengua con movimientos circulares. Aisha comenzó a mover sus caderas frotando su clítoris contra mi boca. Yo seguía chupando y dando pequeños mordiscos en su clítoris que ahora estaba totalmente hinchado y enrojecido. Mi cara estaba impregnada de su especial y delicioso olor a hembra. Con ambas manos empujó con fuerza mi cabeza hacia adentro como queriendo devorarme todo. Luego con un movimiento brusco me empujó hacia atrás cayendo de espaldas en la arena. Al verme Allí, tumbado, indefenso, se abalanzó sobre mí, quedando a horcajadas sobre miembro, tan erecto que comenzaba a sentir algo de dolor. Tomó con su mano mi pene y lo introdujo poco a poco en su vagina, no sin antes frotar el glande contra su clítoris, a lo largo de sus labios menores, introduciéndola un poco en su vestíbulo, para volverlo a sacar repetidas veces. Cuando menos lo esperaba se dejó caer por completo sobre mi miembro enterrándoselo hasta la base, dejando escapar un grito largo que culmino tumbando su cabeza sobre mi pecho y aforrándose con las uñas a mis pectorales. Entonces,   la joven muchacha negra, comenzó a cabalgar sobre mi miembro con enfurecido entusiasmo, de manera frenética movía sus caderas adelante y atrás, como si quisiera arrancarme el pene de su lugar. Sus músculos vaginales palpitaban succionándolo cada vez más fuerte. Sus fluidos ya comenzaban a chorrear por mis testículos de manera copiosa. Nuestros cuerpos sudorosos resbalaban uno con el otro y todo el ambiente se saturó del delicioso olor que emanaba de su sexo. Su prolongado gemido me anuncio que había alcanzado un descomunal orgasmo que la obligó a cimbrar su espalda hacia atrás, elevando sus puntiagudos senos al cielo. Seguidamente se dejo caer sobre mi pecho y ese aferró a mi cuerpo en un fuerte abrazo hasta recuperar el aliento. Muy lentamente se bajo de su cabalgadura y me dijo al oído en voz muy baja.
_Ahora quiero comprobar yo, si sabes tan bien como huele tu piel

Y diciendo esto, bajo en busca de mi vientre. Después de una profunda aspiración de mi miembro erecto, pasó su lengua a todo lo largo de mi pene. Desde los testículos hasta la punta. Lo lamía como una gata, limpiándolo de sus propios fluidos. Inmediatamente comenzó succionar el glande a la vez que le daba pequeños lengüetazos al frenillo. Lentamente comenzó a devorarlo completamente. Acariciándolo de arriba abajo llevándolo hasta lo mas profundo de su garganta en movimientos cada vez mas rápidos, llevándome al limita del placer. El palpitar de mi miembro me indico que aquella extraordinaria sensación se había convertido ya en un viaje sin retorno a la eyaculación. Entre convulsiones y gemidos derrame todo mi semen en su boca. Aisha con una amplia sonrisa me agradecía, derramando todavía mi simiente por la comisura de sus grueso y provocativos labios de negra.




Escriba aquí su comentario sobre el relato:

Opps! Debes iniciar sesión para hacer comentarios.

Detalles



Nombre do Relato


Codigo do Relato
1767

Categoria
Heterosexuales

Fecha Envio


Votos
0

Relatos enviados por el mismo usuario