-Este es mi último día en esta escuela. Mi madre no puede pagar más la escuela.
-Lo siento –le contesté.
-Pero al menos puedo agradecerte el ayudarme a descubrir mi inclinación sexual.
-No esperaba eso, que aunque me gustó, creo que es mucho para mí.
-Te estaré agradecido toda mi vida. Fuiste mi primer hombre y mi primer amor.
-Gracias –le contesté alagado-. También tú fuiste mi primer hombre, y mi único amor.
-¿Quieres venir a mi casa a comer? –me preguntó ya al salir de la escuela.
-No me gustaría.
-¿Por qué? –me preguntó usando unos ademanes muy femeninos.
-Es solo que no quiero –le respondí sin quererle decir la verdad.
-¿No quieres darme un beso de despedida? –me siguió preguntando.
-No lo sé, es que…
-Vamos, dime Miguel.
-Es que tengo miedo.
-¿De que te lastime? –siguió preguntando.
-Sí, eso, y además… tienes muchas parejas.
-Ya entendí, crees que soy una puta –me contestó preocupado.
Asentí con mi cabeza sin responderle y después le pregunté:
-¿No te da miedo el sida o las otras enfermedades?
-No, uso condón –me contestó sin temor alguno.
-Pero con el camarógrafo no lo usamos –le respondí.
-Pero ahora ya.
-Está bien, vamos a tu casa, y tal vez me quede a dormir.
Me moría de ganas de estar nuevamente con Jorge, así que primero pasé a mi casa por mis cosas, y aunque preguntaron por Jorge, ya que hace mucho que no le veía, les contesté que sería la última vez, pues se cambiaba de escuela y de casa.
Llegué puntual a la hora de la comida, y como siempre su madre dejó algo de comida. Sus padres ya se habían separado, así que estaríamos solos. Comimos un poco y comenzamos a platicar de sus experiencias sexuales con hombres y mujeres. Ya era todo un experto y me quería enseñar cosas nuevas. Yo ya estaba encendido, y al notarlo, se acercó y comenzó a acariciar mi entrepierna.
-Aquí no, no en la cocina –le dije.
-Vamos, no va a llegar nadie.
Salí de la cocina y me quité la playera para llegar a su recámara, y ahí me desnudé completamente y me acosté para recibirle. Se acostó junto a mí aún con su ropa y comenzó a sobarme el estómago mientras restregaba su miembro contra mis nalgas.
Mi respiración se había agitado y entonces se quitó la playera y pude sentir su viril cuerpo. Era muy reconfortante sentir su calor y su mano recorriendo mi pene erecto.
-Estás muy grande –me dijo como cumplido.
Así era, yo ya era un jovencito peludo y con voz de hombre, pero con mi misma debilidad por los penes erectos, así que puse mis manos atrás para descubrirle su pantalón y sentir su trozo palpitar en mis nalgas.
Me volteé hacia él y con cuidado le ayudé a quitarse sus pantalones junto con el calzón y vi su miembro aún más grande y largo. Estaba depilado de todas sus partes y eso le hacía ver que tenía un mayor tamaño.
-¿Cuánto te mide? –le pregunté.
-Diecisiete centímetros –me contestó dándome un beso en la boca.
A él no le importaba que yo tuviera dos centímetros menos y que no me depilara, aunque en realidad no lo necesitara, pues solo tenía pelo en el pubis y en las partes bajas de las piernas.
Comenzamos a masturbarnos en la privacidad de su cama y no nos importó eyacular como si fueran orines en sus colchas. Entrelazábamos nuestros cuerpos e intentábamos alcanzar cada parte íntima. No teníamos prisa, nos pertenecíamos el uno al otro y así continuaría durante la tarde y toda la noche.
Puso entonces una película pornográfica y mientras se proyectaba en la tele, nosotros a la par intentábamos imitar los movimientos. Tomó vaselina y me untó en mi ano y me dijo:
-Yo tendré cuidado, así como la primera vez.
-Está bien, pero despacio,
Realmente fue muy gentil. Generosamente me untaba en todas mis partes erógenas y comenzó a dilatarme mi agujero. Yo también comencé a juguetear con el suyo y de paso le untaba también vaselina.
Comenzó con un dedo y después dos para al final meter tres. Sentía que estaba llegando al límite de elasticidad y me dijo:
-Ya estás listo. Voy a entrar, pero quiero que sea así.
Entonces yo estando abajo, me dijo que me recostara boca arriba y que levantara las piernas. Así lo hice y él me las hizo hasta atrás y al tenerlo frente a mí, me sonrió y sus labios carnosos buscaron los míos y nos entrelazamos en un beso infinito.
Su pene parecía que tuviera vida propia y poco a poco fue abriéndose camino entre mis entrañas mientras un placer indescriptible inundaba mi cuerpo. Cada movimiento me estimulaba y la cama se mecía rítmicamente. Mi erección no se detenía y crecía cada vez más. A ratos veía la película y otras veces me dedicaba a amar a Jorge.
Para mantener esas relaciones sexuales se necesitaba mucha fuerza, y eso precisamente tenía mi amante. Sus brazos estaban perfectamente marcados y su abdomen presumía un buen lavadero. A cada embestida me llevaba más y más al éxtasis hasta que se corrió en abundante esperma que llenó mis cavidades y su calor se sentía en todo mi cuerpo. Tomó mi pene y lo jaló tres veces para que de él emergieran chorros blancos descontrolados. Manché su abdomen y el mío, y al retirar su miembro, descansó sobre mi estomago y el beso que nos dimos fue largo y duradero.
Así permanecimos en lo que mi arma se cargaba nuevamente de municiones, y al sentirla dura otra vez, quise regresarle el favor y ahora sería mi turno de penetrarle en la misma posición que me había follado. Me unté más vaselina en mi verga y me dijo:
-Métemela rápido.
De un solo golpe entró mi aparato y comencé a bombear tan rápido podía. El sudor corría por mi frente y con fuerza le embestía. Jorge hacía unos ruidos ahogados, eran como gemidos que acompañaban rítmicamente a mi penetración, y eso me excitaba aún más. Ya era el anochecer y no me podía detener. Tomaba su verga y la masturbaba y él no hacía nada más que estirarse hacia atrás y disfrutar.
La cama azotaba contra la pared y entonces, me sentí venir en su interior.
-Me vengo –le dije.
Pero él respondió:
-Acaba adentro
Así lo hice pujando y gimiendo de placer. No me salió mucho, pero cada espasmo que daba mi miembro era un paso que me acercaba al cielo. No la saqué, ahí me quedé adentro de él, y con cuidado se levantó mostrando gran fuerza y flexibilidad. Yo me quedé acostado y él ahora estaba sentado sobre mi pelvis con mi miembro ensartado. Comenzó a moverse y yo tomé su pene para masturbarle y quitarle algo de energía. Quería que alcanzara el orgasmo junto conmigo, pero yo ya estaba seco. Eyaculó intempestivamente una gran cantidad de leche sobre mi pecho y me sorprendió que tuviera tanta fuerza.
Yo en cambio, no perdía rigidez pero ya estaba muerto mi aparato. Al notar mi baja de ritmo, se desmontó de mi falo y se recostó junto a mí para abrazarme. Los dos yacíamos exhaustos y dormimos desnudos y abrazados hasta que nos despertamos a media noche. Me percaté que habíamos dejado la puerta abierta y no le tomé importancia.
El cuarto olía a sudor y a semen, así que le dije a Jorge:
-Voy a ducharme, acompáñame.
Soñolientos fuimos al baño y ahí nos duchamos los dos juntos con agua caliente. Recordamos nuestros tiempos de la niñez cuando íbamos de campamento y la pena que nos deba que nos vieran desnudos. Éramos unos tontos, pues si no nos hubieran dicho que eso era malo, hubiéramos comenzado a disfrutar desde mucho antes.
Nos enjabonamos mutuamente y de paso, sostuvimos un 69 para terminar de secar nuestros testículos y pudiéramos dormir toda la noche. Nos secamos con amplias toallas y de regreso en la cama, la tuvimos que volver a tender con sábanas limpias ya que estaban almidonadas y sucias. No me importó que su mamá nos hubiera visto, lo único que me importaba era Jorge y así dormí muy plácidamente hasta el amanecer.
Como era de esperarse, nuestra erección matutina nos hizo reanudar nuestros juegos y nos regalamos un par de orgasmos más hasta que a las once del día finalmente salimos a la cocina para desayunar. Obviamente nos pusimos los calzones y una camiseta y ahí estaba su madre. Me vio con ternura y desaprobación.
-No creí que tú fueras también su pareja –me dijo sin saludar.
-Perdón señora por no dejarla dormir –le contesté.
-No te preocupes Miguel, estoy acostumbrada –me contestó y después le dijo a su hijo-. Espero que hayan usado condones.
-No mamá -respondió-. Con Miguel no necesito. Es de confiar.
-Tú sabes hijo… –le dijo levantándose para servirse un jugo-. Y dime Miguelito, ¿desde cuándo estás con mi hijo?
Estaba nervioso, y entonces, cuando iba a responderle Jorge me ganó y dijo:
-Desde hace casi un año.
-Entonces tú fuiste el que hizo que Jorge terminara así –contestó ella.
-Ya te dije que no madre –contestó Jorge-. Siempre lo fui, solo que ahora lo sé.
-¿Y tú Miguel? –me preguntó.
-También siempre lo fui, pero su hijo ha sido el único para mí.
-No sé qué pensar –contestó su madre-. Yo creí que eras bueno y educado, pero ya vi que no importa cuánto se esfuercen los padres, los hijos siempre harán lo que quieran.
Ella se retiró sin despedirse y yo también me retiré para vestirme y me despedí de mi novio con un profuso beso y le dije:
-Jamás te olvidaré.
-Yo tampoco.
Y aunque después me dio su nuevo teléfono, yo no quise volver a hablarle. Mi secreto quedó a salvo y con el tiempo decidí dejar atrás esos recuerdos. No volví a tener relaciones homosexuales y aunque tuve varias novias, siempre vivía añorando mis años felices de adolecente.
Un día ya estando por iniciar la universidad regresé con el fotógrafo para pedirle copias de mis sesiones de modelaje pero ya había cerrado hace mucho. Me dio tristeza no recordar cómo era yo de niño y tampoco tener algún recuerdo palpable de lo ocurrido
Mi debilidad nunca fue superada y con el advenimiento del internet, encontré la pornografía que siempre quise ver, y después de mucho buscar, me di cuenta que era más fácil de encontrar de lo que parecía. Encontré con el paso del tiempo por pura suerte fotos mías y de mi amigo, no eran muchas, y aunque sabía que estaban incompletas las series, me llenó de satisfacción verme a mí mismo en acción. ¡Ah, si tan solo hubiera disfrutado más!