Aquel fin de semana era realmente especial, después de mucho tiempo esperando, el grupo de amigas habiamos conseguido salir solas para descansar, divertirnos y recordar nuestros años de juventud.
Habiamos decidido que lo mejor era buscar un hotel con spa, donde pudieramos relajarnos a tope y al mismo tiempo tubiéramos tiempo de charlar y sobre todo de reirnos mucho. Esa era la mejor terapia, lo que realmente necesitábamos.
Llegamos al hotel a media mañana, nos registramos y subimos a las habitaciones.
Éramos cuatro, las cuatro, las amigas de siempre, las que siempre han estado y las que siempre estarán, las que a los cinco segundos de verte ya saben como estás.
Habiamos decidido que lo primero que haríamos, pasase lo que pasase, era ir de inmediato al spa y pasar allí las primeras horas en remojo.
La piscina era enorme, con infinidad de jacuzzis, chorros de agua de todo tipo y para todas las zonas del cuerpo, de los pies a la cabeza, hasta el último músculo.
El agua calentita era una invitación al relax, a dejarte abandonada entre chorros de placer que te dejan el cuerpo como nuevo, envuelta por burbujas y por el cosquilleo maravilloso en toda tu piel.
No había mucha gente, asi que se podía estar tranquilamente un buen rato en cualquiera de los muchos espacios donde tumbarse y olvidarse de todo, con los ojos cerrados y escuchando solamente el ruido del bullir del agua.
Perdí durante unos segundos la noción del tiempo, me relajé tanto que pareció que me despertaba de un maravilloso sueño, me incorporé y vi a mis amigas al otro lado de la piscina y me fui hacia ellas.
No contaba con las corrientes marinas que se forman en estas maravillosas piscinas, intentaba caminar y apenas me movía, más bien me iba en dirección contraria, hasta que me entró la risa, y a continuación la flojera por la risa y me dejé llevar por la corriente sin oponer resistencia.
Cuando toque la pared me paro, pensé, pero no contaba con que en ese trayecto también me iba a encontrar con otro cuerpo, y que ese cuerpo iba a ser el de un hombre que disfrutaba tranquilamente de un chorro de agua en la espalda y que de pronto se encontró literalmente aplastado entre la pared y mi relajado cuerpo.
Yo parecía un pelele en medio de un naufragio y mis manos un torbellino que no sabían donde agarrarse para recobrar el equilibrio, hasta que por fin me agarré a lo primero que pude y me puse de pie. El mundo se me vino encima de golpe cuando me descubrí agarrada a su bañador por la parte delantera con su cara a cinco centímetros de la mia y su sonrisa encantadora atravesando mis ojos sorprendidos.
La escena pasaba totalmente inadvertida para el resto ya que mis manos estaban debajo del agua, pero mi sensación de ridículo era tan grande que en ese momento hubiera deseado desaparecer como por arte de magia. Pero lo peor fue descubrir que con mi maniobra desesperada había conseguido bajarle unos centímetros el bañador y había dejado al descubierto su pene que tropezó con mi mano en el intento de separame de el.
Le sonreí forzadamente y le pedí perdón de inmediato, el aceptó mis disculpas y disimuladamente se subió rápidamente el bañador.
Salí disparada de allí y me fui hacia donde estaban mis amigas, pensaba que se iban a reir de mi por lo que había pasado, pero para mi sorpresa ni se habían percatado de lo que había pasado realmente, para ellas todo había sido un pequeño traspiés.
Así seguimos un buen rato en la piscina, de un lado para otro, riendo, charlando, pero mi cabeza no paraba de darle vueltas a lo que había pasado y apenas si prestaba atención a lo que hablábamos, asi que decidí irme un rato a la sauna y tranquilizarme.
La sauna era muy grande y oscura y estaba tan cargada de vapor que apenas se distinguía nada más allá de un palmo de tus narices. Me pareció distinguir a dos parejas que hablaban sobre las excelencias del hotel y su extenso buffet. Los distinguía más por las voces que por la vista ya que el vapor era tanto que no veía apenas nada. Cerré los ojos y me dejé llevar, sus voces se oian como de fondo, cada vez más lejos, hasta que sin darme cuenta me encontré sola en la sauna, en silencio, como en el paraíso.
Me estaba abrasando y decidí salir, tampoco puedes pasarte con la sauna.Un minuto más y me salgo, pensé que quizas habría un reloj, en muchas saunas lo he visto, así que me puse de pie y empezá a buscar. De pronto tropecé, un pie dije. Si el mio, dijo el, y el era el, el el de antes, y yo como antes no sabía donde meterme, asi que de nuevo me disculpé y salí de la sauna como si en ello me fuera la vida.
Me fui directa a las duchas, a las de agua fria, necesitaba enfriarme entera, de la sauna y del calor que me salía por todos los poros de mi cuerpo. Me estaba incendiando por dentro, estaba tan excitada que pensaba que todo el mundo me lo estaba notando, asi que decidí esperar un rato antes de volver con mis amigas.
Me fui al lavabo, cerré la puerta y me senté alli sola durante bastantes minutos. Lo ocurrido no se me iba de la cabeza, pero al menos poco a poco iba volviendo a la normalidad
Salí decidida a vover con ellas y olvidarme de todo. Los lavabos están junto a la zona de cambiadores y justo en ese momento el venía hacia los lavabos.No podía salir. Di media vuelta y me dirigí a mi taquilla, tenía que disimular y esconderme, necesitaba esconderme. Abrí la puerta de la taquilla y metí la cabeza como si estubiera buscando algo. Por suerte no había nadie más y solo era cuestión de esperar un rato a que el se fuera y que yo pudiera salir.
No se oia nada, pero tampoco me atrevía a mirar parapetada detrás de la pequeña puerta y con la cabeza medio metida dentro disimulando y el culo en pompa. De pronto noté que algo me apretaba en el culo con fuerza, pero no reaccioné, quedé paralizada. No sabía que era, o quizás si, pero tampoco me quería volver a descubrirlo.
Perdona, esto es muy estrecho y mi taquilla está en ese lado. Era su voz, salí corriendo, tenía que esconderme y lo más cercano era los cambiadores, abrí una puerta y me metí.
Que vergüenza, que ridícula me sentía, me imaginaba allí con el culo en pompa, el habrá pensado que lo estaba incitando, que vergüenza. Allí sentada, escondida, esperaría a que se fuera, no podía salir, me moriría. Cerré los ojos y me concentré en los ruidos, tenía que reconocer sus pasos cuando se fuera. Por Dios, que se fuera ya.
Pasaron unos minutos, quizás horas, o a mi me lo parecieron. No me atrevía ni a abrir los ojos. Contaré hasta cien y salgo, uno, dos, tres iba contando yo en voz baja, cuatro, cinco, seis, dijo el… Has dejado la puerta abierta.
Mi corazón se paró de golpe, mi mente aturullada, de repente y muy lúcidamente me trajo un pensamiento al primer plano: ¿la he dejado abierta a propósito? Y yo misma me contesté al instante, estaba deseando como una loca dejarla abierta y que el entrara.
Y allí estaba yo, sentada en aquel banco, con la cabeza clavada en mis piernas, los ojos cerrados y caliente como nunca antes lo había estado.
Levanté lentamente la cabeza,y una vez en su sitio decidí que era el momento de abrir los ojos y que pasara lo que tuviera que pasar.
Y abrí los ojos y le vi a el que estaba de pie, desnudo, su pene a un palmo de mi cara, mirándome desafiante, parecía enorme, parecía muy duro, parecía suave…
No llegué a mirarle a la cara, introduje esa golosina en mi boca y empecé a chupar como una loca, como si en ello se me fuera la vida. Mi mano se deslizó bajo el bañador y empecé a acariciar mi clítoris que estaba a punto de separarse de mi cuerpo.
Sentía como su cuerpo temblaba de placer, mi lengua jugueteaba con la punta del pene y mis labios lo envolvían con suavidad pero enérgicamente, parecía que cada vez era más grande y yo estaba a punto de levitar del inmenso placer que estaba sintiendo.
El ahogaba como podía los gemidos y de pronto mi boca se llenó, que explosión más bestia, que excitación más salvaje.Al sentir su semen en mi boca me corrí al momento,
maravillosamente, su placer multiplicó el mio y durante varios minutos prolongamos el placer, yo no quería desprenderme de aquella golosina que seguía besando, ahora muy suavemente.Y tampoco dejaba de acariciar mi sexo que estaba mojado como nunca.
Pensé que el pene poco a poco perdería dureza en mi boca, pero contrariamente a lo que otros penes me habían enseñado, este había venido al mundo para hacerme feliz, y ahí seguía, tieso como el acero, esperando un nuevo reto, otra prueba que superar.
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Me levanté, limpié mi boca con un pañuelo y le besé apasionadamente unos segundos, pero no muchos, porque en mi mente solo había un único pensamiento. Le di la espalda, bajé mi bragita hasta los tobillos y puse el culo en pompa, como lo había hecho anteriormente en la taquilla y que tan bien me había ido sin saberlo.
Su visión de mi culo debía ser dantesca, con mis labios abiertos totalmente brillantes de lo mojados y excitados que estaban y mis manos abriendo todo lo posible mi trasero para que el embistiera sin pasión.
En décimas de segundo aquel maravilloso pene me estaba atravesando las entrañas, que placer, y sin poder gritar, aguantándome los gemidos mientras el me sujetaba por las tetas y hacía girar sus dedos en mis pezones excitados.
Me corrí en medio minuto y el seguía bombeando, parecía que cada vez tenía más energía, yo quería otro, pero no podía hablar, si hubiese salido algo de mi boca se habría sentido el grito de placer en todo el hotel, asi que le decía que siguiera con los movimientos de mi cadera, y el me entendía, y tanto que me entendía.
De pronto se paró, la sacó y yo quedé desconcertada, ¿se acabó lo que se daba?, yo la seguía notando muy, muy dura. Metió la mano en mi vagina todo lo que pudo y sus dedos se humedecieron y al sacarlos se fue directamente a mi culo e introdujo suavemente primero un dedo y luego dos, como si estubiera haciendo un suave masaje a las paredes.
De pronto me asusté, nunca me habían entrado en el culete, pero aquí estaba como presa de mi voluntad, y no podía apenas hablar y no quería hablar.
Agarró su pene con la mano y lo puso en la puerta de mi ano y muy, muy lentamente empezó a apretar, temía que pudiera dolerme y eso me hacía contraer los musculos y cerrarme, pero el acercó su boca a mi oreja y me susurró muy suavemente que no tubiera miedo y que a la más mínima muestra de dolor pararía.
Le dejé hacer, no le conocía de nada y le dejé hacer. Su pene fue entrando cada vez un poco más y a medida que me fui relajando entraba un poco más y cuanto más entraba más placer sentía y cuanto más fuerte me daba yo más me excitaba.
Me corrí dos veces más, hasta que el volvió a llenarme esta vez mi culo con su semen. Sencillamente indescriptible y maravilloso, apoteósico, fabuloso.
Me limpié como pude, me puse el bañador y le volví a besar apasionadamente, esta vez el beso duró varios minutos.
Necesito ducharme, le dije, yo también, dijo el. Primero salgo yo y en un par de minutos sales tú, le dije, que tengo a mis amigas por aquí y no quiero que me vean. El sonrió y asintió con la cabeza.
Salí como un rayo hacia las duchas, por suerte no me encontré a ninguna de ellas,
Me duché todo lo rápido que pude, quería volver y explicarle que yo no había tenido intención de provocarle, que todo había sido una maravillosa sucesión de coincidencias, que yo no hacía esas cosas habitualmente, mayormente porque era la primera vez que me pasaba, que estaba encantada de haberle conocido, que…..
Volví a las taquillas a esperarle, me arreglé un poco el pelo y me senté, y esperé.
El fin de semana se acabó demasiado rápido, tenemos que pasar a entregar las llaves y a pagar las bebidas, dijo una de ellas. Y eso hicimos, me aparté un momento del grupo y salí a la puerta del hotel, mucha gente se marchaba a esa hora. Quería que me diera un poco el aire.
La gente estaba cargando las maletas en los coches y una mirada entre tantas se cruzó con la mia. Iba con una mujer en un coche negro, cruzaba en ese momento por delante del hotel y nuestras miradas se cruzaron, como a cámara lenta, y nos sonreimos.
No supimos nunca nuestros nombres, pero nos conocimos para toda la vida.