Mi hermano, mis hijos y yo
( Relatos Amor Filial )


Mi nombre es Ángela, piel blanca, cabellos rubios, 49 años. Separada de mi esposo hace 5 años (el se fue con su secretaria). Tengo un buen pasar económico que me permite estar en casa despreocupada de los gastos. Mis dos hijos: Paula, de 24 años, es muy parecida mi de joven, y Hernando, de 17 años, es flaco y desgarbado, pero puro fibra.
Mi historia comienza a partir de que mi hermano Saul, de 47 años, también separado con 2 hijos que viven en el extranjero con su madre. El caso es que Saul tiene una casa de verano en la playa y nos invitó a ir de vacaciones. Con un verano tan caliente, no dudamos y fuimos hacia allí. La casa, a la vera del mar, está a casi 300 kilómetros de nuestros hogares, en una zona relativamente desierta. Amplia, de dos dormitorios y con todas las comodidades.
Al llegar, mi hermano propuso ir a una habitación él y Hernando, y en la otra nos quedamos mi hija Paula y yo. El día transcurrió desde el desempaque y ordenar nuestras cosas, ya que nos esperaba 30 días juntos. Por la noche, después de cenar, tomamos unos tragos, y empezamos a entrar en confianza entre los 4. Nos fuimos a dormir.
A eso de las 3 de la madrugada, tengo sed, por lo que me pongo un camisón semi transparente sobre mi cuerpo casi desnudo (acostumbro a dormir así) y me dirigí a la cocina en la planta baja. Cuando llego, veo a mi hermano que solo vestía un boxer y que también estaba tomando agua. Al verme llegar, su mirada se posó sobre mis senos sin corpiño que se dejaban traslucir (y que por cierto son grandes, con pezones marrones anchos). Su reacción no se hizo esperar, y vi como un bulto crecía en el boxer.
“¿con sed hermanita?, venga y tomemos algo, a lo que respondí con ¡dame una cerveza!.” Los dos apurábamos nuestras bebidas mirándonos a los ojos.
Terminado de beber, nos dirigimos cada uno a su habitación. Me recosté en la cama, me saqué el camisón y no resistí las ganas de tocarme. Puse mis dedos en mi clítoris y con la otra mano me apreté el pezón pensando en el bulto que había visto. Gocé enseguida y me quedé dormida.
Al otro día, nos fuimos a la playa. Me puse una malla recatada y veo que Paula tiene una tanga de las que más muestran que tapan. Lo que ví me gusto. Si bien en casa a veces andábamos casi desnudos los tres, ese día me percate de las buenas tetas de mi hija, sus torneadas piernas y su fina cintura, todo en un color blanco de piel verdaderamente excitante, que apenas era disimulada con su tanga azul. Salimos y la mirada de su tio Saul confirmó que mi hija estaba espectacular, y hasta Hernando se detuvo contemplando su cuerpo.
Llegamos a la solitaria playa y comenzamos con el ritual de ponernos la crema protectora solar. Sentí la piel de Paola estremecerse a mi contacto, y tuve el deseo irrefrenable de acariciarla con la excusa de poner la crema. Saul le ponía la crema a Hernando mientras ambos nos miraban. Cambiamos de roles y era Paula poniéndome la crema y Hernando embadurnando a su tío.
Estuvimos un rato haciendo playa y bañándonos hasta que volvimos a la casa pues era la hora de almorzar. Me puse un pareo y fui a cocinar, mientras que Paula decidió tomar sol en la reposera, por lo que pidió a Hernando que le pusiera crema, tarea que Hernando hizo con mucho cuidado y muy despacio, mientras se notaba que el bulto en su short estaba a punto de estallar. Mi hermano estaba conmigo en la cocina y ambos observábamos el hermoso cuadro. Me pareció que Paula emitió un leve gemido, y que eso provocó que Hernando se levante rapidamente y se dirigiera al baño. Seguro que a masturbarse.
Saúl y yo seguíamos en la cocina bebiendo unos tragos. En el almuerzo se percibía una atmósfera extraña. Había una tensión sexual indisimulada.
Por la tarde, fue mi hermano Saul quien se ofreció a ponerme el protector. Sus fuertes manos acariciaron mi espalada y bordeaban desde atrás mis senos. Me hizo bajar los breteles de la malla para completar su tarea. Después fui yo la que puso crema a mi hermano, y tocar a un hombre con esas caricias me mojaron. Mi concha chorreaba jugos. Vi que Paula hacía lo mismo con Hernando. Así pasó la tarde.
Por la noche cenamos y tomamos unos tragos. Paula fue de la idea de ponernos una crema refrescante después de un día de sol. Cambiaron los roles. Ahora era Saúl quien intercambiaba crema con Paula y yo con mi hijo Hernando. Seguía mojada.
Nos fuimos a dormir. En la oscuridad vi la silueta de Paula moviendo su mano entre sus piernas mientras respiraba aceleradamente. Yo hice lo mismo.
Al amanecer me despierto y con las primeras luces de la mañana miré a mi hija. Estaba durmiendo semidesnuda boca abajo, con las piernas dibujando un numero 4. Pude ver sus labios vaginales asomándose sobre los pliegues de su bombacha. El top se encongió y mostraba la base de sus pechos. Instintivamente comencé a acariciarme el clítoris mientras observaba. Cuanto más miraba mas me mojaba.
En un instante de lucidez razoné que lo que hacía no estaba bien. Acomodé mi bombacha y mi camisón para ir a la cocina a tomar agua. En el camino cruce por la habitación donde estaban mi hijo y mi hermano. Hernando dormía boca arriba, tambien desparramado sobre la cama. Tenía una erección descomunal. Cerré mis ojos y prácticamente huí hacia la cocina.
Bebía el agua reflexionando el porqué de mi comportamiento, ya que nunca me había sentido tan caliente, tan necesitada de sexo. Una mano se posa en mi hombro. Era mi hermano que me decía “ya descansaste hermanita?”. Le respondí que en realidad ya no tenía sueño, pero que era temprano para estar levantada, por lo que volvería a mi habitación. Mi hermano me propuso tomar un café en el jardín que da a la playa. Acepté y fui hacia allí. Sentada en la madrugada, me sentía feliz, tanto que no me di cuenta que Saul estaba a mi lado observándome mientras me daba mi café. A todo esto, no me había dado cuenta que seguía vestida solo de camisón y bombacha, y que eso causó un efecto tremendo en Saul. Estaba parado junto a mi, vestido con su boxer, y con una erección tremenda. Se arrodilló sobre la arena, dejando su tasa en una mesita, y tomándome el rostro con sus dos manos me miró y me susurró “estás hermosa hermanita, quien iba a pensar que con tus 50 años estarías tan bella”. Yo le respondí “tengo 49, y vos también te mantenés muy bien”. Saul se acercó y me dio un beso en la frente. Me estremecí y él se dio cuenta, por lo que volvió a acercar sus labios a mi mejilla dándome pequeños piquitos.
Yo no resistí más, y poniendo mis brazos en su cuello y lo besé apasionadamente, mientras las manos de Saúl ya se metieron por debajo del camisón y me acariciaban las tetas, cuyos pezones parecían dos piedras de tan erectos. Mis manos bajaron y por debajo del boxer se apoderaron de la poronga. Comprobé con el tacto que era grande y gruesa. Las manos de Saúl prácticamente arrancaron mi bombacha y sus dedos jugaban con mi clítoris. Me recosté sobre el sillón playero y Saul, sin dejar de mover sus dedos en mi concha me chupa mis tetas y sigue bajando, moviendo su lengua sobre mi panza, mi ombligo, por el interior de mis muslos para llegar a mi clítoris inflamado. Su lengua jugaba con el mientras dos dedos me penetraban. Comencé a gemir, primero por lo bajo hasta que después pegué un grito de pura satisfacción ante un orgasmo increíble. Quedé como desmayada, y en mi ensoñación siento el pedazo de carne de la verga de mi hermano rozarme los labios. No dudé y comencé a chupar mientras lo pajeaba con la mano. Él tampoco tardó en eyacular, llenándome la boca con un semen espeso y de fuerte sabor, el cual tragué hasta la última gota. Ya calmados, se sentó a mi lado, me abrazó y juntos miramos la salida del sol entre besos que nos dábamos, intercambiando sabores de semen y flujo.
A la media hora, se levantaron Paula y Hernando. Estaban entusiasmados y Paula dijo “hoy será un día distinto, busquemos pasarla bien los cuatro”. Desayunamos. Y ya vestidos de “playa” nos metimos al mar, nadábamos y jugábamos. Saúl cuando podía me manoseaba, y noté que hacía lo mismo con Paula. Hernando, viendo lo que hacía su tío, hacía lo mismo conmigo y su hermana.
Luego de almorzar en la casa, los chicos fueron a tomar una siesta pues el tiempo se nubló. Con Saúl nos quedamos en la cocina a lavar los platos. En un momento, con la casa en silencio, Saúl se pone detrás de mí y levantándome mi pareo, aparta mi bombacha y siento su miembro caliente entre mis piernas. Lo único que atiné es abrir mis piernas para comenzar a sentir la cabeza de la gruesa pija que abría mis labios y comenzaba a entrar en mí. Me agaché contra la mesada. Mi pareo estaba en el piso, mis senos al aire, y mi hermano bombeándome salvajemente mi coño. El vaivén duró unos 5 minutos en los cuales acabé por lo menos dos veces, hasta que Saúl hizo lo mismo llenándome la matriz con su semen caliente.
Nos recuperamos para ir cada uno a su cuarto. Mis piernas chorreaban semen. Ya en las escaleras escuchamos unos gemidos. Miramos hacia la habitación de Saúl, y allí estaba Hernando con su verga erecta masturbándose. Su pija era casi tan grande como la de su tío. Miramos hacia la otra habitación, y Paula estaba desnuda con sus piernas abiertas y su mano entre ellas, entre pequeños gemidos. Su rasurada concha brillaba de tantos jugos. Nos miramos a los ojos y nos dirigimos cada uno a su habitación.
Al verme entrar, Paula solo atinó por un acto reflejo, a querer taparse los pechos y su conchita. Le dije: “sigue haciendo lo que haces, que te va a ayudar a relajarte”. Ella con un poco de vergüenza (fingida?) volvió a acostarse y a seguir con su manoseo, solo que ahora me miraba a los ojos con una mucha lujuria. No pude más y le dije: “deja que mamá te ayude”, y seguido a ello retiré sus manos y las reemplacé por las mías, una en su coño y la otra sobándole sus firmes tetas. Paula cerraba sus ojos y repetía “que bueno mamita, que bueno”. En un instante mi mano quedó empapada con sus jugos. Desvistiéndome rápidamente, me puse sobre ella haciendo un 69. Era un solo orgasmo entre las dos durante 5 minutos en donde nos bebimos todos nuestros jugos.
Mientras en la otra habitación Saúl entro y “sorprendió” a Hernando, se sacó el boxer, quedando desnudo diciéndole “yo tambien quiero hacerme una paja” y así los dos se pajeaban hasta que escucharon nuestros gritos.
Se dirigieron hacia nosotras, y cuando nos vieron tiradas una encima de la otra, Hernando se puso detrás de mí y me enterró su hermosa poronga de un solo saque. Paula reaccionó y comenzó a chupar de nuevo mi concha y la pija de su hermano que se movía dentro mío. Saúl acercó su pija a mi boca para que lo lubrique y sacándomela se acomodó para coger a Paola tomándola de las caderas. Su enorme pedazo se perdió en las entrañas de mi hija. Esa visión aceleró mi acabada, justo cuando mi hijo Hernando acababa en mi concha y Saúl terminaba en Paula cuando ésta aullaba de placer.
La noche nos encontró a los 4 durmiendo desnudos juntos en la misma amplia cama. Me despertó una lengua hurgando mi culo. Era la de Hernando. Me acomodé estilo perrito para facilitar su tarea. Saúl se despertó e hizo lo mismo con Paula. El espectáculo era alucinante, Paula y yo besandonos en la boca mientras mi hijo y su tío nos chupaban el culo. Como poniéndose de acuerdo, ambos se acomodaron detrás nuestro, y se dispusieron a clavar sus pijotas en nuestros culos, solo que intercambiaron: mi hermano Saúl perforó el mío y Hernando el de su hermana Paula. Ambas nunca tuvimos sexo anal por lo que dolió al principio, pero era tanta la calentura que en pocos segundos las pijas se movían en nuestros culos y ambas gozabamos a los gritos. Me sorprendió Saúl al sacar la pija de mi culo, pararse en la cama y poner su poronga en la boca de Hernando quien desesperadamente comenzó a chupar y tragar la gran acabada de su tío.
Lo que siguió en el resto de las vacaciones fue sexo todos los días todos contra todos. Hernando cogió a su tío y fue cogido por este. Paula consiguió un consolador con correa y cogimos entre las dos, y como postre fuimos doblemente penetradas en varias ocasiones.
Ahora estamos en casa. Mis hijos y yo seguimos teniendo sexo en forma frecuente.




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1645

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Amor Filial

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