Gitanita calentona, su primera vez
( Relatos Sexo com Maduras )


Título: Gitanita calentona, su primera vez
Autor:   Nazareno Cruz

Tiempos de Elvis, rock and roll, todas las ganas de sexo dejaron la impronta de mi adolescencia feliz. Tampoco es santificar el pasado con aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, por que no lo sé, pero sí puedo afirmar que sin tanto artefacto tecnológico podíamos ser felices, este relato es una muestra de una historia deliciosa, ingenua y un recuerdo que aún hoy me excita el recordarlo, ese es el motivo de haberlo escrito para compartirlo.
La relación con dos gitanitas vecinas puso salero y ¡olé! al despertar sexual de quien relata este momento de su vida.
A la vuelta de casa vivía una familia de gitanos con todo el color y alegría de la raza nómade, que se caracterizaba por haber sentado su domicilio por bastantes años, tanto así que con el hijo varón de la familia nos hicimos amigos, casi de la misma edad.    La familia también tenía otras dos hijas, pocos años menor que nosotros.
Las chicas, amigas de mi hermana, visitaban mi casa, en especial la mayor, Zeyda, bastante pechugona para su edad, piernas largas, ojos grandes y negros como el café, belleza salvaje de carne morena y sangre caliente.
Me gustaba mucho, demasiado, pero por eso de ser amigos y sobre todo muy amigo de su hermano me tenía prohibido intentar el menor avance sobre esta preciosura.   Era común sentarse sobre mis rodillas ¿jugando?, el bicho despierta, reflejos de excitación que trataba de controlarlos y si no disimular todo lo posible.   Seguramente lo debe haber notado por que se había tomado eso como costumbre, situación que me ponía en situación de ejercer el autocontrol para no pasar por un calentón con la hermana del amigo, pueden creerme que no me era tan fácil esconder la calentura, recordaba lo que me había dicho la puta del bario cuando la visitamos con unos amigos para el debut sexual, me dijo: “Estas bien dotado pibe, con esta no te van a faltar minas (mujeres)”
En una ocasión, también de jugando vino Zeyda a sentar encima de mi, pero esta vez estaba decidida a vencer en provocación, venía por más, jugada, lanzada, seguramente dispuesta a conseguir sacarme el desinterés fingido por ella.    Sintió, palpó y sonrió, disimulada ¿inocencia?, me dejó con los testículos doloridos de la calentura que me provocó.
Las cartas están echadas, hay onda, me jugué todo también.    Esa noche en el jardín, entre el aroma de jazmines nos besamos, urgente y de apuro, sus labios cerrados para el beso, soy el primer hombre que la besa, le indico cómo hacerlo, con lengua es más sabroso, aprendió el beso de lengua, también a sentirlo con los ojos cerrados para poder ver el sabor del hombre desde adentro mirando con los ojos del sentimiento.   Luego de ese acalorado encuentro quedamos calientes como brasas, pero no se dio el momento propicio para tener un momento a solos, la calentura quedaba en suspenso, también nuestras intenciones aunque sin saber que nos tenía deparado el destino.
Una tarde se dieron la condiciones casi ideales, Zeyda venía en busca de mi hermana pero… nadie más que yo estaba enla casa.   Era el momento y la hora en que se revelan los sentimiento, no hizo falta hablar nada, la llevé al lavadero y nos matamos a besos, pero a ella no le alcanzaba con solo besos, quería más, entonces me llené la boca con sus pezones gruesos y duritos, las manos de nalgotas de palpitante carne.
Decía que nunca, nunca, se había dejado tocar y ahora era lo único que su cuerpo quería, se sentía arder por dentro, un hormigueo que la hacía estremecer.
-        Luis, por favor no sé que me pasa, siento como mil hormigas en la conchita, no sé que me está pasando.   
¿qué me pasa?
Su ingenuidad se topa con mi escasa experiencia, hasta ese momento solo había cojido con las putitas del barrio, pero así de este modo y con una inexperta era la primera vez, tampoco sabía muy bien como actuar, así que fue la calentura de ambos la que escribió el guión de las acciones.   Nos abrazamos y rodamos por el piso, comiéndonos a besos, metiéndole mano por todos sus rincones. Engolosinado con sus tetas y los dedos empapados en la profusa y abundante humedad de su rajita, jadea como pez fuera del agua, supongo que acabó pero no sabe que le está pasando, boca abierta, un hilo de baba por la comisura labial, plena de calentura, quería que se la metiera cuanto antes. Vociferaba dentro de las prevenciones para no ser escuchados.
-        Dale, dale, ¡me dejo!
-        Pero… eres virgen
-        ¿Y qué? no aguanto más, desde que te palpé el choto. – ahí mismo metió la mano para agarrarlo.
-        Pero… ¿las mujeres gitanas no deben llegar virgen?
-        ¿Y...? - Sigue agarrada al choto, farfulla palabras que me cuesta entender, trata de convencerme a
como de lugar, está persuadida que ahora o nunca.
Es un hueso duro de roer, no se deja convencer de que no es conveniente, que me puede meter en problemas, pero nada la convence.   Sabe que tengo ganas y muchas, pero que no me animo por las consecuencias, igual insiste de mil formas.   
-        Soy joven pero no soy tonta, sé que es lo que necesita una mujer, yo soy señorita, estoy decidida, tan caliente como
para que me desvirgues ahora mismo. Tranqui nadie sabrá de esto, nadie sabrá que me cojiste.   Mira… simular la virginidad no es tan problemático a una prima mía se lo solucionaron fácilmente.   Sabes como? - No, cuentame. – Pues en secreto, obviamente, la tía le enseñó un viejo truco de familia.   Le indicó ponerse en la conchita una piedra de alumbre para que haga el efecto momentáneo de estrechar la entrada y luego para fingir la rotura del himen le dio un pequeño frasco conteniendo sangre de paloma que en algún momento rompería sobre la bombacha para que se quedara ensangrentada, simulando la hemorragia del himen en la noche de bodas, y todo el mundo en paz.
Algo más tranquilo por la forma adulta de actuar, como si lo tuviera todo debidamente planeado, la dejé que hurgara en mi calzoncillo buscando el objeto de su deseo.
-        ¡Qué grande! ¿Me entrará? - Más coqueteo que susto. – Mi hermano no la tiene tan grande, tampoco el marido de
mi prima , por que una vez los espiamos con mi hermana cuando estaban cojiendo. ¿Podemos probar? ¡No aguanto más!
Improvisamos una especie de colchón esparciendo la ropa para lavar, ella se levanto la falda, y se tendió esperándome, así había visto a su prima teniendo sexo con el marido.   
Sin gran experiencia pero aplicando lo que me había enseñado doña Simona, esa mujer cuarentona que me estrenó como macho, hice como me había indicado. La fui acariciando despacio, pues aunque era todo un fuego interior no dejaba de ser una jovencita que nunca había tenido sexo, ahora estaba tratando que fuera del mejor modo, con el máximo placer y menos traumático, así me había aleccionado doña Simona cuando me la cojía una vez a la semana cuando su marido viajaba.
Caricias y algunos besos, le saqué la falda y la bombacha, y descubrí e nutrido vello negro rodea la raja juvenil, era el momento de pasear mis dedos sobre los pendejos enrulados.   Me llenaba los ojos de esa mata negra que bordeaba el sexo de Zeyda, que aún hoy, luego de cuatro décadas, tengo grabada en mi retina y hasta puedo sentir el delicioso aroma que esparcían sus jugos y me llenaba el alma de mariposas.   Abrí los labios vaginales para ver la abertura secreta de la hembra, sería la primera mujer virgen, eso de ser el primer hombre de ella, es una condecoración en pecho de un macho, ser el primero en entrar, en abrirle el camino de niña a mujer, es algo que sabemos que jamás olvidará.
Se me ofrece como breva madura al miembro que busca sus entrañas, agarrada a mis hombros ayuda a la desarmonía de tamaños.   Voy despacio, todo lo despacio que mi calentura me permite.    Grita y putea, llora y pide:
-        ¡Entra, entra, entra!! Entra de una vez, ¡empuja, empujaaaa!
En un instante de lucidez, pienso en las consecuencias y aflojo la penetración.   Saco la cabeza, que es lo único que pude entrarle.   Vuelve a vociferar y putear.   Busqué calmarla, hice la épica de lamerle la conchita, arrodillado ante el pesebre (la vagina peludita), besé la conchita candente, lamiendo entre los labios y el botón hasta calmarla, intentaba hacerla venirse, pero nada servía. Lejos de calmarla solo conseguí atizar el deseo, avivar la calentura y exacerbar la lujuria que bullía dentro de este capullo a punto de florecer.
-        Ahg! Ahg! ahhhhh...
No me desagradó lamer como suponía, al contrario fue una sensación bonita, dulzón al inicio, salado al final sabía.   Frotada contra mi boca, jadea en continuado hasta estrenarse en una acabada, larga y gloriosa.   Exhausta, reía sin sentido, flotaba, tiembla, tirita, el cuerpo era como una muñeca de trapo, se deja ir en mis brazos, creo que al borde de desmayarse. Las sensaciones pueden con ella, la transportan a la estratósfera, los ojos mirando la nada, la boca es una mueca, toda ella está convulsionada.   El orgasmo fue una sensación tan inesperada como mágica, pero pronto volvió por el asunto que teníamos entre manos, bueno entre las piernas, ja.      
-        ¿No te duele tenerla tan dura? - Palpa la notoria dureza, no la puede rodear con la mano, necesita de las dos.
-        Sí..., ¿Te le animás?
-        ¿Paja?   - Comenzó a sacudirla sin esperar respuesta.
Más decisión que práctica, a dos manos para no cansarse, descubría el glande en cada movida.   Le llevé la cabeza para que llevara la boca y le pedí besarla, accede, entonces es el momento, le urgía que la llevara dentro de su boca, luego otra vez más hasta que obedece mansa y sumisa. Me mira a los ojos y tímidamente comienza a mamar, sin técnica pero con toda la pasión de su calentura.
Entraba y salía de su boca caliente y jugosa, los testículos piden liberarse de la carga de esperma.   Será su boca, directo a la garganta, algo atorada, un amague de arcada, luego tragó todo el contenido de la mamadera sin reproches. La emoción de su primera mamada la desconcierta. Termino de tragar. La besé con un beso de lengua que le encendió el deseo, pero decidí que era bastante por ese día. Por otra parte si la iba a cojer sería bueno esperar el momento oportuno, nuevamente las enseñanzas de doña Simona me servían, le indiqué que volveríamos a intentarlo luego de dos días de terminada su regla, pues así podíamos hacerlo completo y venirme dentro de ella sin consecuencias. Acordamos hacerlo cuando el tiempo jugara a nuestro favor.
Llegó el día señalado, un faltazo al cole, la llevé a la casa de mi abuela, que estaba fuera por un par de días y yo debía ir para recoger la correspondencia y ver si todo estaba bien. La timidez se derrite al calor de los besos, Zeyda besó el pito, ícono de deseo e imán de sus sentidos.
Nos desnudamos, un poco de pudor y mucho de audacia.   Me espera acoostada, la pendeja promete todo, abierta de piernas, la mata de vello enrulado es un oasis para este hombre sediento que abreva en su mar de deseo, descorre el cortinado y recorre el terciopelo que cubre su virginidad.   Lamí la rajita y enloquecí al clítoris, volví a lamer toda la entrada, de abajo arriba sin olvidar la cereza del postre.   
Está ansiosa por sentirme en ella pero al mismo tiempo siente ese temor a lo desconocido, pero puede más el ansía de ver como es ser mujer.   Con dedos y lengua avivé la brasa interior hasta que el volcán llegará a su máxima tensión y rogó:   
-        Por favor, ¡Dame! ¡Dame!   - Voz entrecortada por el deseo, hasta quería ayudar a ponerme el condón.
Suave apoyé la cabezota en la entrada, movida a lo largo de la raja, pintando a brocha gorda, haciendo el camino sin retorno, la apoyé justo en el centro, el glande topó con la valla de la virgen.   Las piernas flexionadas, las rodillas casi en mis axilas, la tengo asida de las caderas, esta todo dispuesto para el momento supremo. La siento tensa, expectante, sabe que está por suceder, siente apoyada la cabeza del pene, quieto, con esa tensa quietud que precede a la tormenta.
Le indico que aspire fuertemente por la boca, una segunda vez y en la tercera cuando está tomando aire y sin aviso me mando de un golpe…   
-        ¡Ahhhhhhhhh!   - Intenta subirse con el arqueo de la espalda, pero como la tengo fuertemente agarrada se lo impido
y voy adentro del todo, al fondo.
Fue lo más que pudo decir, aspirar con intensidad consiguió distraer su concentración justo cuando avancé en ella, abriendo el camino a la sexualidad plena, el camino de niña a mujer está franco, derribadas las barreras.   Quedé dentro, inmóvil, esperando sus reacciones…
Despacio el rictus de la sorpresa dejó paso al gesto una dolorida sonrisa, sintió como ese desgarro interior traía el despertar de la hembra.   No podía con su genio, sus dedos se incrustan en mi espalda mientras resopla como fiera herida.          mordió y puteó al desgarrarse el himen, dos golpes más y todo, a fondo para desgarrar por completo el himen.
Gime, jadea, resopla, todo eso y más, pero aún así colabora a ser cojida. Es toda una hembra en su fogoso esplendor, le fui enseñando cómo moverse.   La calentura fue subiendo en progresión geométrica, hasta niveles que no pudo soportar y el orgasmo se le presentó y estalló en la plenitud de su inconciencia. Pregunta que cosa es estos latidos deliciosos que la convulsionan y estremecen una y otra vez, que le dilatan los ojos, le secan la boca y crean en su vientre y en su sexo esas maravillosas contracciones que la conmueven. – Disfrútalo, es el orgasmo, gózalo.
Conmigo dentro de su vagina, transmite los latidos mágicos del orgasmo.   Mis enviones le ayudan a repetir esa sensación, a replicarla una y otra vez.   Comienzo a empujar con mas vehemencia, pide más rápido, y más aún, la respuesta es penetrarla como pide mi mujer, a fondo y más rápido.
En el zenit de mi calentura mientras duran los estertores de su orgasmo, empujo con renovados ímpetus, hasta que en el último envión dentro de la conchita…
Un bufido ahogó sus gemidos, fue el aviso de mi venida dentro de ella, la leche abundante fluyó de la pija, bien adentro de la muchacha, las movidas siguientes dejaron fluir todo el contenido seminal acumulado de varios días calenturiento.
El látex no aguantó el fragor de la lucha, el pene salió con jirones de condón y virginidad maltrecha.   Ayudé a levantarse del lecho, acompañé al bidé para que se lave el menjunje de leche y sangrado,.
-        Me la rompiste. Me duele… pero… me gustó ser tuya. ¿Ahora soy tu mujer? - un beso en la boca fue la respuesta.
Estuvimos con la espada de Damocles encima, hasta que le vino la regla.    Festejamos con un polvo de esos para el recuerdo, seguimos cojiendo por tres meses, hasta que su familia decidió levantar campamento y mudarse.   
El día previo a la despedida, una cojida y sin condón, en el segundo polvo le estrené el culo, se había resistido hasta ahora, pero como era posible que no nos viéramos más, era llegado el momento de dejarse.   El tiempo apremia y el deseo puede más que todo. Le hice el culito en la cama de la abuela, aguantó el dolor mordiendo la almohada para no aullar cuando el choto ensalivado entró en el marrón, cerradito y cálido.
-        Apura, apura, no se cuanto pueda aguantar, porfa, acábame. ¡Porfa!
Otra acabada abundante, maravilloso polvo desgranando mi exultante calentura en el ardoroso camino anal, maltrecho pero con la gloria de haberme hecho feliz.   Prometimos volver a vernos…
Sucedió allá lejos y hace tiempo y me pareció interesante rescatar este retazo de un momento glorioso de mi vida sexual y afectivo.
Me gustaría compartir contigo vivencias similares Te estoy Esperanto.

Nazareno Cruz        




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2675

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Sexo com Maduras

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